Serie de cortos relatos de alrededor de 1000 palabritas cuya trama girará en torno a situaciones hipotéticas dentro del canon de CdM. Así pues, cada capítulo estará dedicado a una situación y chico diferentes. Disfrutadlos :)

Disclaimer: Todo el mundo y personajes de Corazón de Melón aparecidos aquí pertenecen a Beemov y a ChiNoMiko.


¿Qué pasaría si…?

¿…a Armin no se le ocurriese una manera mejor de declararse que escribirle una carta a Sucrette?

Armin se reclinó con aparente disimulo contra la pared del pasillo principal y encendió la consola entre sus manos rápidamente. El lugar por el que había optado situarse esa mañana no se trataba de una mera coincidencia. De hecho era algo que llevaba planeando hacía ya un par de días…Aunque en realidad la palabra "planear" no se podía decir que fuese del todo acertada, pues tampoco podía decirse que se lo hubiese pensado demasiado. Claro, que esto no significaba que nada tuviese que salir mal.

En teoría.

Sin dejar su PSP, mantuvo siempre un ojo echado a la taquilla que se encontraba a apenas unos pasos de él. Quedarían quizá cinco minutos para que las clases del día diesen inicio cuando finalmente ella llegó acompañada de Iris. Tras una breve charla con ella, se despidieron y se separaron, dejándola libre de dirigirse a su taquilla.

Tragó saliva. Había llegado el momento.

Supongo que a estas alturas cabe hacer mención de la carta anónima que había decidido colarle apenas unos minutos antes de su llegada. En esta, le había hecho un resumen bastante simplificado sobre lo que muy posiblemente sentía por ella. Y es que en ese momento no entraba en sus planes el declararse cara a cara –que no es que no se atreviese, ¿eh? Simplemente no le apetecía. Qué se le iba a hacer…–, por lo que estaba usando esto precisamente para ver la reacción de su amiga y decidir así… pues eso: si encontraba las ganas para hacerlo.

El momento clave llegó en cuanto la chica tomó el sobre con cara de absoluta sorpresa y sacó de él el papel con la carta. Fue en ese momento cuando su visión quedó completamente barrada.

—¿Otra vez jugando?

Armin alzó la vista incrédulo, clavando su mirada en el recién llegado. Su hermano se encontraba parado frente a él, con ambos brazos cruzados y una expresión que no mostraba más que aburrimiento. Frunció el ceño.

—Alexy, ¿qué demonios quieres ahora? —cuestionó, intentando alcanzar a ver la reacción de la chica sin necesidad de moverse del sitio. En medio, Alexy se lo impedía.

—Oh, yo quiero muchas cosas. No sé… —Empezó a divagar—. Ropa, unos cascos nuevos, ¡o que mi hermano no juegue en horas de clase! —Armin soltó un largo suspiro señal de resignación.

—Todavía no es la hora de clase, Alex… —replicó, mirándolo duramente—. Además —añadió, alzando la consola para enseñársela—. Ni siquiera estoy jugando. Así que si me permites… —Volvió una vez más la vista hacia Sucrette, quien en ese momento se encontraba en mitad de la lectura de la carta. No convencido con esto, Alexy lo miró de forma perspicaz.

—Ya, por supuesto. Estás en mitad del pasillo con la PSP pero en realidad no estás ju– ¡¿Pero a dónde miras?! —le reclamó, al ver cómo el pelinegro siquiera parecía prestar atención a sus palabras. Buscó rápidamente con su mirada el punto que tenía tan entretenido a su hermano, dando media vuelta y encontrándose de frente con la figura de su mejor amiga. Todo tomó sentido en apenas unos segundos.

Sonrió de forma maliciosa. Y sin decir palabra, fue hacia ella ante la mirada atónita de Armin.

—¡Alexy, vuelve aquí ahora mismo! —exclamó, no pudiéndose creer lo que el idiota de su hermano pretendía hacer. Oh, por supuesto que conocía esa mirada. Sabía que nada bueno podía venir de ella. Con esto en mente, no se le ocurrió otra cosa más que seguirlo.

—¡Buenos días, Su~! —exclamó, el muy sinvergüenza—. Dime, ¿qué estás leyendo? —preguntó, asomándose por encima de su hombro. Armin dudó si ese sería un buen momento para placarlo y llevárselo de allí antes de que se le ocurriese soltar nada indebido.

—Hola Alexy, Armin. Pues… creo que alguien me ha dejado una carta —respondió ella, volviendo a releerla con una expresión que el pelinegro no podría describir más que atónita.

—¿En serio? —preguntó su hermano, con falsa curiosidad, lanzándole una rápida mirada a Armin que solo logró hacerlo enrojecer—. ¿Puedo verla?

—¡NO! —Ambos miraron fijamente a Armin ante su grito—. Q-quiero decir… —añadió, intentando encontrar una buena excusa que evitase que la situación pudiese ir a más—. Digo yo que eso será privado, ¿no, Sucrette?

—Pues yo-

—Tonterías. Somos mejores amigos. Por supuesto que puedo verlo —concluyó el bastardo de su hermano, quitándole de las manos la carta y empezando a leerla en silencio. Ambos lo observaron en silencio sin saber qué decir. Armin se planteó seriamente el arrancarle el papel de las manos y huir. Descartó al instante semejante plan, pues por nada del mundo iba a empezar a correr en ese momento. Por su parte, Sucrette esperó pacientemente a que el chico terminase de leer. No se podía decir que la idea de que alguien leyese algo tan privado le gustase, pero al fin y al cabo... ese alguien era Alexy—. Vaya… —murmuró de pronto, haciendo reaparecer una vez más esa sonrisa que tanto odiaba Armin—, mira por dónde, pero si esta letra me suena.

Sucrette parpadeó atónita.

—¿E-en serio? —preguntó. Armin retorció su PSP entre sus manos. No. No, no, no, ¡no!

—Pues sí. De hecho creo saber exactamente quién te la ha escrito —concluyó, encogiéndose de hombros con falsa indiferencia, viendo de reojo la reacción de su hermano.

—¿Y vas a decírmelo? —preguntó, esperanzada. Alexy negó con la cabeza, devolviéndole al fin la carta.

—Pues no —Y empezó a alejarse, dejando a ambos solos y sin palabras—. Mejor que lo descubras tú sola —concluyó, mirándola por encima del hombro y guiñándole un ojo, antes de desaparecer por la puerta del aula A. Una vez el silencio volvió, Sucrette suspiró y volvió a guardar la carta en su taquilla.

Armin seguía temblando. Sin embargo, algo en él atrajo la atención de la chica.

—¿Armin…? —preguntó ella, mirándolo fijamente, casi como si acabase de descubrir que de hecho el chico se encontraba allí junto a ella—. ¿Por qué estás tan rojo?


Aquí concluye el primer relato. He de señalar que ni este ni los que vendrán tendrán ningún tipo de continuación, aunque eso obviamente no evitará que vayan surgiendo más relatos dedicados a un mismo chico. Por supuesto, si alguien siente la necesidad de hacer alguna petición la aceptaré, aunque no la haría de forma inmediatamente inmediata, pues sigo con varias ideas que me gustaría sacar; pero por supuesto, las haré ;) . Yyyy… eeeeh… Pues no sé qué más. Solo decir que espero que os guste, ya que de eso dependerá el si sigo con esto o no.

Seguimos leyéndonos. ¡Un abrazo a todos!