Chapter 1
BALADE OF A FALLEN ANGEL
How far we've come
El fin de la Guerra. El fin del principio.
Eso significaba la caída de Metatron. Su muerte fue a manos del ángel Castiel, y no se les restan méritos a los hermanos Winchester, cuyos ideales y acciones ya habían curado más heridas de las que habían originado. Las puertas del cielo estaban abiertas, y todos sus ángeles dispuestos ante un nuevo líder.
Colgando del cuello de Metatron, un frasco guardaba la gracia de Castiel. Y Dean Winchester se la devolvió gustosamente.
-Ahí va, Cas. Te lo has ganado.
Castiel sostuvo el recipiente en sus manos, mientras todos permanecían expectantes. Todas las miradas estaban dirigidas únicamente a su figura, excepto la suya propia. Sus ojos estaban perdidos en sus propios pensamientos. Todos sabían lo que iba a hacer entonces, incluso él. Porque era lo que iba a hacer desde un principio, porque se suponía que iba a hacerlo, era lo que iba a hacer, pero… ¿Tenía que hacerlo? ¿Estaba escrito? ¿Era ese su destino? Era lo que había estado buscando, aunque ya no recordaba por qué.
-Adelante Castiel. Ahora serás tú el que nos guíe.
Fue uno de los antiguos seguidores de Malaquías el que pronunció esas palabras. Su total seguridad y lo servicial que parecía fue lo que le impulsó. Cerró el puño y dirigió la vista al ejército que tenía delante.
-No.-Negó firmemente.
-¿Qué?
Sam y Dean se sorprendieron por igual de sus palabras, pero decidieron permanecer en silencio.
-No soy yo el que debe guiaros. Al principio yo también creía que sí, pero ahora me he dado cuenta… de que ese puesto no me corresponde. Nunca fue así.
-¿Estás negándote?
-No reniego del poder. Afirmo que no me pertenece. Yo solo fui un portavoz, pero no un líder. ¿Recordáis que lo intenté una vez?-Alzó las manos y miró alrededor.
-¿Pero entonces quién lo hará? ¿A quién le corresponde?
-Solo a Dios. Incluso cuando él no está.
-¿Significa eso que no vendrás con nosotros?
-Aún no.-Castiel se puso el colgante-Id, hermanos. Si Dios quiere, volveremos a vernos.
Los ángeles desaparecieron. Al batir sus alas, una brisa acarició los rostros de los tres presentes. Los hermanos Winchester se acercaron a su viejo amigo, sonrientes.
-Tío, eso ha sido muy noble.-Dean posó la mano sobre su hombro, y en el brillo de sus ojos se asomaba algo de orgullo.
-¿Crees que estarán bien?-Preguntó Sam.
-Creo que lo único que les queda es ir hacia delante, y esta vez estarán bien.
-La verdad, no lo entiendo. ¿No era lo que querías? ¿Volver al cielo, poner orden, ser feliz?
-Soy feliz, Sam. Ahora, me he dado cuenta de que no me hace falta nada más.
Castiel y el pequeño Sammy se quedaron dormidos en el Impala mientras Dean lo conducía hasta el motel. Aquella vieja carretera era pura oscuridad. La única luz provenía de las estrellas y de los faros del coche. Pero al cabo de unos minutos comenzó a amanecer. Dean deleitó su vista y sus oídos con el paisaje, el sonido del motor y el repiqueteo del aire. Bajó el volumen justo antes de meter una de sus viejas cintas en el casete, y así no despertar a sus compañeros de viaje.
La música le hizo preguntarse cuál sería la última parada para el negocio familiar.
-Despertad, niños. Hemos llegado.
Dean aparcó el coche y salió tocando el claxon. Los dos pasajeros pegaron un salto como reacción al estruendo. Caminó al motel y se dispuso a pedir habitación. Una chica joven estaba tras el mostrador. Dean hizo caso omiso, estaba demasiado cansado.
-Buenos días. ¿En qué puedo servirle?
-Hola. Una habitación para dos, camas separadas por favor.
-¿Son tres?-La chica miró por la ventana.
-Er…-Dean se giró y pensó rápido al ver el frasco colgando del cuello del ángel caído- No, no creo que nuestro amigo se quede a dormir.
Mientras tanto, Sam sacaba las bolsas del maletero con algo de ayuda.
-¿Qué lleváis aquí?-Preguntó Castiel, sin siquiera echar un vistazo.
-Ya sabes, yo llevo las armas aquí… y esa bolsa que tienes es el botiquín y demás. Solo es por si acaso, ahora que has recuperado tus alas.
-Sobre eso, Sam… Creo que deberíamos hablar los tres.
-¿Por qué? ¿Qué ocurre?
-No es nada.
La habitación era espaciosa y estaba limpia. Tratándose de un motel, no había de qué quejarse. Ambas camas eran amplias, el cuarto de baño algo pequeño, también tenía un sofá, televisión, y una mesita con tres sillas.
Sam y Castiel dejaron caer las bolsas a los pies de la cama, y los tres se sentaron con una cerveza fría en la mano.
-¿Qué es lo que querías decirnos, Cas?
-He tomado una decisión.-Tragó saliva-No voy a dejar de ser humano, al menos por un tiempo.
-¿Qué? ¿Por qué?
-¿Acaso te falta un trozo de gracia o algo raro?
-No, Dean.-Sonrió- Es que… Lo echaría de menos.
-¿El qué? ¿Ser mortal?-Bromeó el mayor.
-La verdad es que es una de las razones.-Castiel caviló antes de proseguir-Durante este tiempo en el que creía estar perdido, creo que he encontrado algo de mí mismo. No sabéis lo que tenéis, en serio. La capacidad de sentir es inmensa. Incluso el dolor es increíble solo por el hecho de estar ahí. Los ángeles creemos ser sabios por las eras que llevamos en este mundo, pero lo cierto es que no tenemos experiencia de vida. Ana tenía razón respecto a eso, somos como máquinas esperando ser controladas. Salvo… algunas excepciones.
Una pausa silenciosa se apoderó del ambiente. Se convirtió en un instante de reflexión melancólico y esperanzador.
-Además, ahora que todo ha acabado estaría bien probar un poco de esas "tranquilas vacaciones".
-Sí. Nos merecemos unas buenas vacaciones.-Sam tomó un trago.
-Vale, pero lo primero es ponerse puntos.-Dean se levantó a por el botiquín.
No eran muchas las heridas, y las habían visto peores. La más grave la tenía Dean en el hombro, junto a la vieja cicatriz. Sam le ayudó a desinfectarla y coserla. Luego, la secó un poco con un pañuelo limpio y se apartó. Mientras tanto, Castiel observaba cómo lo hacía e intentaba aprender de ello. Aunque se distrajo rememorando tiempos pasados.
-Esto ya está.-Sentenció el pequeño de los Winchester.-Voy a ir a por algo de comer, vuelvo en unos minutos.
-Hecho, hermano. Compra una tarta, anda.-Pidió el mayor, casi como si se tratase de un ritual familiar.
Cuando Sam salió por la puerta, Castiel y Dean permanecieron en la misma posición sin moverse ni un ápice. Cas no apartaba la vista de la cicatriz, él era el culpable. Era su mano la que se había grabado a fuego en el brazo del cazador, allá en el infierno. No pudo evitar dejar escapar una sonrisa.
-¿Qué te hace gracia?-Preguntó Dean, con expresión curiosa.
-No recordaba…
Castiel no terminó la frase hasta poner la mano sobre la cicatriz.
-…Esto.-Dijo al fin, sin dejar de mirar su hombro. No cabía duda, concordaba a la perfección, se trataba de su huella.
Dean le miró extrañado. No sabía si el ángel añoraba tiempos pasados o se apenaba por ellos. Entonces observó las manchas de sangre de su camisa. Recordó que Metatron le había dañado en el costado. No era un corte profundo y la hemorragia paró poco después de haberse efectuado.
-Hay que curarte eso.-Dijo Dean, apartándose de su lado y entrando al cuarto de baño.
Castiel le dio la espalda, se deshizo de la gabardina y de la corbata. Dean volvió con la aguja, el hilo y el desinfectante. Se encontró de frente a Castiel, desabrochándose los botones de la camisa. Uno tras otro y con rapidez. Un lapsus se apoderó de la mente del cazador y, al tiempo que Cas se aproximaba paso a paso, de él se apoderaban los nervios.
Sacudió la cabeza, despejándose, y comenzó a desinfectar la herida del ojiazul. Castiel no emitió ninguna queja, hasta que Dean clavó la aguja.
-No seas quejica. Ya casi está.-Replicó el cazador, y cortó el hilo con los dientes.-Listo. Ten cuidado de que no se te salten los puntos.
-Gracias.-Respondió Castiel con cierta vergüenza.
-De nada.-Se incorporó, suspiró y se sentó en la cama.
Se frotó el rostro con las manos, se le caían los párpados y el agotamiento envolvía todo su cuerpo.
-Deberías dormir.-Aconsejó el ángel caído.-Pareces cansado.
-Sí, bueno. Suele pasar cuando salvas el mundo por tercera vez.-Hizo una pausa y frunció el ceño-¿Es la tercera o la cuarta?
-Perdí la cuenta.-Castiel rió entre dientes y se sentó frente a él en la otra cama.-De veras, descansa un poco. No te vendrá mal.
-Sí, quiero conducir esta noche. Guardadme algo de jalar Sam y tú, ¿quieres?-Se tumbó de lado y se cubrió con la chaqueta.
-Claro.
Dean dormía plácidamente, acurrucado de espaldas a su ángel de la guarda. Castiel le observaba con cierta melancolía.
Oyó entonces el repiqueteo de las llaves. Debía ser Sam.
-Sh, está dormido.-Dijo al abrirse la puerta.
El pequeño Sammy cerró con cuidado de no hacer ruido, dejó la bolsa con la comida y se maldijo a sí mismo por haberse olvidado de la tarta.
-Solía velar por él, ¿sabes? Incluso cuando dormía.-Pensó en voz alta.
Sam esperó a contestar. Aquello era un comentario para asegurarse de que había alguien más presente y atento al sufrimiento compartido.
-Sí. Lo sé.
