Se abre la puerta con un chirrido y se asoma una cabeza.
-¿Joanne?
-Weeeeeeeeeeee!
-Ejem. En fin. A lo que íbamos. -La primera cabeza, a la que perteneciente a Marlene decide aclararse la garganta de forma significativa, durante 20 minutos-. Estábamos presentando un nuevo fic, ladies and gentlemen.
-Si es que puede llamarse así... Temed, en serio. Aún no sé de dónde ha salido todo esto. -Mira a Marlene-. O sí... todo es su culpa... me pervierte U.U
-Hey, esto es una colaboración! Nada de echarme la culpa! Conozco esa mirada! -Marlene suspira y mueve la cabeza-. Bueno, el guión dice que presentamos un fic. Un fic nuevo. Sobre Dumbledore, o Dumby para los amigos. En un fic muy serio, con mucho drama, lloramos mucho escribiéndolo. -Marlene intenta poner su cara más seria y mira al público a los ojos. Sí, da igual cuántos sean. A todos.
-¿Y por qué Dumby? Pues... porque solo nosotras conocemos sus secretos más ocultos, y nos hemos visto en la obligación inmoral de compartirlos con todos vosotros (y no, el Ministerio no nos paga por desprestigiar a Dumby... en serio). Así que, avisados quedáis, esta tragedia va a tener spoilers a patadas.
-Spoilers...umm, vamos, si alguno de vosotros, entre cleenex y cleenex, con tanta lágrima cree que va a encontrar algo cercano al argumento de algún libro, se equivoca bastante. Pero sí, deberías haber leído HBP. Avisados quedáis. (2 veces!)
-Y bueno, lo admito, todo lo que reconozcáis (si es que tras pasar por nuestras manos queda algo reconocible) es de JK y WB, tsk, tsk...
-Y ahora, desconectad el teléfono, cerrad todas las puertas y preparaos para una experiencia que os marcará para siempre (no seáis malpensados. Y no, tampoco os vais a ir a Disneyland)
TATATACHAAAAAAAAAAAAAAAAAÁN!
Quidquid latine dictum sit, altum viditur
Se diga lo que se diga en latín, suena profundo.
(o algo así)
TODOS LOS MAGOS VAN AL CIELO
PRÓLOGO
Eso era vida.
Lejos de alumnos pesados, de locos que intentaban apoderarse del mundo, de gente crédula que le criticaba, de traidores...
Sí, definitivamente estar muerto tenía sus ventajas.
Albus Dumbledore se acomodó mejor en su nube. En realidad cuando le había dicho a aquel psicópata de Riddle que había cosas peores que la muerte, no lo había dicho en serio, pero ahora estaba definitivamente comprobado. Pobre e iluso Lord Voldemort, no sabía lo que se estaba perdiendo.
Movió la mano, siguiendo el ritmo de la melodía del arpa, con cuidado para que la tostada de Philadelphia no se cayera en un golpe de entusiasmo musical, como la última vez. Le había dejado el pañal echo un asco.
Los primeros días había echado de menos los caramelos de limón. Pero, ahora, el queso Philadelphia los había sustituido por completo. Y así, con una adicción nueva, el semi desnudo anciano prosiguió a reflexionar sobre su vida y su muerte.
Segundos después, chasqueó la lengua, aburrido. Dado que era un buen sitio, perdonaba completamente a Severus Snape. Además, el pobre profesor de Pociones tenía cosas de las que vengarse. Como aquella vez que le organizaron una cita a ciegas con Trelawney, o cuando le hizo darle clases de Oclumancia a Harry... qué recuerdos. Se había reído tanto. Pero que constase en acta que él lo había hecho con la mejor intención. Sospechaba que tras esa dura máscara, escondía unos florecientes y amorosos sentimientos por el adolescente. Y probablemente no solo por ése. Todo Hogwarts sabía que el joven Longbotton tampoco le era indiferente. Tenía que haber caído antes que tras esos frecuentes castigos tenía que haber algo más...
¡Y por si fuera poco ahora el joven Malfoy!
Era todo un detalle el que Severus se hubiera ofrecido a jugar a los papás porque Draco estuviera metido en problemas. Dumbledore luchó por contener las lágrimas de emoción. ¡Esas cosas siempre le ponían tan sensible!
Ahora mismo Draco y Severus Snape debían estar en algún lugar escondido, solos, el uno cuidando del otro, dándose el apoyo que siempre faltaba en una guerra...
¡El cariño que siempre le había faltado a Voldemort!
Aquí el director no pudo contenerse y lloró a lágrima viva, sacando un pañuelo del pañal y sonándose sonoramente los mocos. ¡Si sólo lo hubiera sabido! Habría conseguido llenar ese vacío dentro del joven Riddle antes de que todo este lío se hubiese organizado.
Todos estos pensamientos de alejaban de lo maravilloso que era en realidad estar muerto, así que decidió que debía poner sus ideas y sus sentimientos en orden –todo esto lo pensaba entre incontrolables sollozos-, antes de seguir disfrutando del queso philadelphia y de la blanda nube en la que estaba tumbado.
Sus pensamientos se perdieron en visiones de Harry luchando valientemente la guerra contra el mal, animando a sus amigos; atravesando dificultades; liándose con Ginny, destruyendo Horcruxes; odiando a Snape y rebozándose en la auto-compasión como siempre... Definitivamente Harry iba a estar bien sin él. El chico era el protagonista de todas formas, y no le podía pasar nada hasta el final de la historia.
Por el señor Weasley y la señorita Granger tampoco estaba muy preocupado, principalmente porque había tenido pocas escenas con ellos en las películas y no demasiada conversación en los libros y no le importaba en absoluto lo que les pasase. Por eso los había elegido Prefectos, para disimular frente al lector.
Así, podría enumerar uno a uno a todos sus compañeros. Todos tenían su papel en aquella guerra, y lo cumplían. Seguramente, y debido a los numerosos peligros que les acechaban –a él lo máximo que le podía pasar era que viniese un poco de brisa y la nube se le deshiciera-, muchos estarían junto a él en menos de lo que tarda en decirse supercalifragilisticoespialidoso. Cuando llegase ese momento, sabría cómo esconderse para no tener que verlos.
Dumbledore intentaba no preocuparse por cómo acabaría la guerra. Lo único que cambiaba la cosa era si vería o no a Tom Riddle en una de las nubecillas a su lado o no, y del tiempo que le llevaría ver a los primeros mortífagos llegando.
Aunque siempre podía ocurrir lo inimaginable... ¡Que los malos ganaran! Si por algún casual ocurría tal cosa, ya podría irse a buscar otro lugar donde descansar el resto de su vida inmortal porque aquello se llenaría de gente, como aquellas playas donde le gustaba veranear y donde no había hueco ni para clavar su preciosa sombrilla de colores. Ni hablar ya de si morían Hagrid, Madame Máxime o el simpático hermanito del primero, el pequeño Grawpie. Ahí tendrían que imponerse las medidas desesperadas para casos desesperados.
Sintiéndose alarmado, decidió hacer lo que había hecho siempre hasta entonces para combatir el estrés: confundir al prójimo. Movió su nube hasta quedar encima de la casa donde Severus se escondía ahora, e hizo que lloviera, agitándola con fuerza. Cuando Snape asomó la cabeza por la ventana, le tiró los restos de tostada. Vislumbró a lo lejos como, bajo la inevitable ley de Murphy, ésta caía por el lado pringoso sobre el pelo del antiguo profesor, que empezó a blasfemar y a maldecir a todo bicho viviente. Con una sonrisa satisfecha, se acomodó en la nube, y se concentró en disfrutar de la vida, hasta que cayó en un dulce y plácido sueño.
OoOoOoOoOoOoO
-Ejem, ejem -repitió el hombre de pie en una nube cerca del semi desnudo y dormido Dumbledore. Llevaba ahí un buen rato-. Ejem, ejem.
El director se movió un poco, acurrucándose más aún y encogiendo las piernas.
El empleado estaba ya bastante mosqueado y recordó lo que le enseñaron para esos casos en el cursillo de instrucción de dos semanas que hizo antes de conseguir el trabajo: agarró el pañal por detrás y tiró con todas sus fuerzas.
Albus abrió los ojos, escandalizado ante esa falta de intimidad tan degradante.
-¡Pardiez! –exclamó, agarrándose a la nube con todas sus fuerzas, evitando ser arrastrado.
-Lo siento -dijo el empleado ajustándose las gafas, y con voz aburrida y sin inflexiones añadió, sabiendo que la excusa estaba tan gastada que ya ni intentaba sonar sincero-. Yo sólo soy un mandao, culpe a los de arriba.
Dumbledore se levantó, irguiéndose digno en su pañal y murmurando algo que incluía "malditos funcionarios" y algo que empezaba por "Avada...".
-¿Me escucha?
Más refunfuños.
-¿EJEM?
-Ejem, ejem.
-Ejem, ejem, ejem –repitió el hombre, entrecerrando los ojos con odio.
-¿Le ocurre algo? –preguntó solícito Dumbledore-. Mire que es complicado resfriarse aquí, en el cielo. ¡Qué curioso!
-Sí, bueno, ya sabe... asma –se excuso el otro sacando de algún sitio unos documentos y leyéndolos rápidamente antes de dirigirse a Dumbledore, cogiendo aire-. ¿Es usted Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore?
El mencionado tuvo la casi incontenible tentación de mentir como un bellaco... pero luego se dio cuenta de que aquello era el cielo, y, por eso, probablemente la pregunta era puro trámite.
-Sí –asintió, quitándose las pelusillas del pañal-, soy yo.
-Ha llegado usted al cielo en las últimas 48 horas, señor Dumbledore, y me han mandado para informarle de que tiene que pasar un juicio. Diríjase a esta dirección, por favor.
El empleado le tendió un papel, que Albus cogió y miró a través de sus gafas de media luna sin cristales –en el cielo su salud volvía a ser de hierro y su visión perfecta, pero le gustaba el aspecto tan sabio, tan elegante y, a su juicio, tan sexy, que le daba el objeto-. La letra de la nota estaba escrita a mano, con una caligrafía tan mala que le costó descifrarla.
Siga el camino de ladrillos amarillos.
-¿Por qué necesito un juicio si ya estoy en el cielo? -se interesó, dado que no quería confundirse con lo críptico del mensaje.
-Porque todos los difuntos entran al cielo primero -respondió el hombre, que por cierto sufría de calvicie prematura, con un suspiro-, y luego tienen que pasar un juicio para saber si pueden seguir aquí.
-¿Y no sería más fácil pasar por lo del juicio antes? -preguntó Dumbledore, ahora sí verdaderamente curioso.
Aquí la sonrisa del hombrecillo se volvió algo sádica, y el director se revolvió algo incómodo en el sitio, de pronto sintiéndose tenso.
-No, si no van a seguir aquí, al menos queremos que sepan lo que se pierden.
-Oh.
Siguió un silencio incómodo.
-Umm... ¿Por dónde empiezo? -preguntó al fin Albus, que había caído en el leve detalle de que a su alrededor no había más que nubes. Ninguna camino amarillo se extendía a su aguzada vista.
-Oh, le proporcionamos un guía -informó el funcionario, con una leve sonrisa- y no tiene que pagar sus servicios hasta dentro de tres meses.
-¿Pagar?- preguntó Dumbledore alarmado-. ¿Cómo voy a pagar? No tengo N-A-D-A.
-Está en nuestra posesión su llave de Gringotts, no se preocupe. Cogeremos lo necesario.
-Pero...
Y sin más preámbulos, el guía apareció delante de los dos hombres salido de la nada, con una enorme sonrisa Colgate.
-¡Buenas tardes, director! Me alegro de verle... Bueno, usted me entiende... no es que me alegre de verle muerto, pero... -El guía siguió intentando disculparse aunque nadie le escuchaba en realidad.
Dumbledore lo miró durante largo rato.
-¿Quién eres tú, y por qué insinúas que nos conocemos? -preguntó desconfiado, retrocediendo un par de pasos, llevándose una mano al bolsillo trasero del pañal, donde guardaba la cartera.
El guía, sorprendido y visiblemente deprimido (porque la sonrisa Colgate había desaparecido de su cara por fin), decidió presentarse:
-Claro que nos conocemos, señor. Soy Cedric Diggory. -Tras otro silencio, al no ver ninguna reacción, aclaró-: Morí en el cuarto libro, cuando resucitó Quien-usted-ya-sabe, durante el Torneo...
Pero Dumbledore ya no escuchaba. En su cabeza sólo podía repetir: "malditos alumnos, me han encontrado...".
Se acercó despacito hasta el funcionario, que miraba la escena tan tieso como una estatua, poco interesado. Tenía la intención de quitarse de en medio a ese chaval aunque tuviese que recurrir a las más sucias artimañas, aprendidas con los años (la vejez tiene que tener algo bueno). Se puso la mano sobre la boca para que el tal Cedric no le leyese los labios, y susurró:
-No me fío de este guía. Me está mirando libidinosamente.
OoOoOoOoOoO
¡Bien, lo terminamos! -Joanne baila desaforada-. Intentaremos subir prontito... y que nos queden más largos. Esto era el prólogo.
Marlene bosteza.
-Es tarde... son las 3.30 de la mañana, 4.30 en Canarias... En fin, niños y niñas, dejad reviews firmados si queréis respuesta. Si no volvemos antes de Navidad... pues Feliz Navidad a todos!
-¡Eso digo yo! Aunque esperemos sinceramente volver antes... Espero que os guste a todos el xapi. Serán unos 10-12 calculamos, aunque no es seguro, y bueno, prometemos muchas más locuras. -Joanne mira que Marlene no le haga caso y susurra a los lectores-: Ella me preocupa... tiene una mente mala, muy, muysucia. Es la que se inventa todas estas cosas locas. Yo intento guiarla en el camino de la rectitud, pero se escabulle siempre, snif.
Marlene mira a Joanne con lágrimas en los ojos.
-Te he oído.
-Auch, mierda. -Joanne huye.
Marlene la persigue llorando y blasfemando.
