Capítulo 1.
Aquellos que crean hermosas metáforas del amor no conocen su verdadera forma. Los privilegiados que han podido conocerlo hablan cruelmente del mismo.
- Vaya... Tal vez Ichimaru tiene razón... -Susurró la chica de pelo blanco mientras comenzaba a leer el tomo de Bleach de lo más ensimismanda, caminando lentamente por el pasillo del instituto Teikô. Le gustaba leer los poemas y las frases extrañas que ponían siempre al principio. A veces le hacían pensar. Y aunque fuera una tontería, sentía que algunos incluso iban dirigidos a ella.
Se detuvo un momento en medio del pasillo, dejando escapar un pequeño suspiro mientras observaba una de las páginas del pequeño libro blanco. Justo en ese momento, alguien a su espalda le tapó los ojos con las manos.
- ¿Quién soy? -Le preguntó la persona.
- Ryôta -Contestó ella con una pequeña risa, posando suavemente una de sus manos sobre las del chico.
- ¡Ah, ¿cómo has sabido que era yo?!
- Me haces la misma broma todos los días desde hace años -Comentó la chica, sonriendo con tranquilidad y dándose la vuelta para encontrarse con los ojos castaños de Kise-. Creía que ya no te vería hoy.
- No seas tonta, Ryûcchi, sabes que siempre encuentro tiempo para verte, aunque sea poco.
El chico le sonrió con cariño, llevándose una mano a su pelo rubio. Ella le correspondió, abriendo el bolso para guardar el manga. Seguiría leyendo con más tranquilidad en el descanso.
- ¿Saldrás pronto hoy del entrenamiento?
Kise se paró a pensar, suspirando con algo de molestia.
- No lo sé, tendremos un partido pronto, además hoy tengo una sesión fotográfica. Tal vez hoy no deberías esperarme -Comentó sintiéndose mal, pero sonriendo al momento para que todo fuera bien-. Pero te prometo que te llamaré esta noche. ¿Te parece bien?
- Claro, no pasa nada. Lo siento, tengo que ir a la última clase. Pásalo bien en la sesión, supermodelo -Dijo despidiéndose con una sonrisa, mientras comenzaba a caminar-. Algún día te pediré que me dediques una foto.
- Estoy seguro. ¡No pienses mucho en mí y atiende en clase!
La chica rió alegre mientras se despedían, y luego volvió a sus pensamientos. En realidad desearía que no tuviera nada que hacer después de las clases para poder estar juntos. Ya apenas pasaba tiempo con él, sobretodo desde que había entrado en el club de baloncesto. Pero por supuesto no iba a decir nada.
Se contempló a sí misma por un momento en el reflejo de la ventana. A veces le parecía que había algo extraño en ella y no conseguía reconocerse. Como si esa chica de pelo blanco y ojos de color gris pálido no fuera ella. Y a veces deseaba que fuera así.
Hakuren Ryûna. Ryû... Realmente era un nombre que le venía grande. Mientras otras chicas tenían nombres normales y preciosos que tenían que ver con flores o sentimientos, a ella le había tocado el dragón. Era algo inusual que una chica se llamara así. Kise siempre decía que tenía un nombre precioso, y que no debía menospreciarse. Kise siempre decía que era perfecta.
Odiaba no estar en su misma clase después de haber sido compañeros durante tanto tiempo -prácticamente toda su vida-. Había hecho algunas amigas en clase, pero no era lo mismo. Nadie se podía comparar con él.
Escuchó a alguien murmurando cerca, pero no prestó atención. Su próxima clase iba a comenzar pronto, no quería retrasarse. Esperaba que terminara deprisa, tenía ganas de volver a casa.
- Vaya vaya... Pero si aquí tenemos a Ryûna-chan...
Se sorprendió al escuchar esa voz tan cerca llamándola por su nombre, y al levantar la mirada se dio cuenta de que tres chicas acababan de pararla en el pasillo. Las conocía. No en persona, sólo de vista. Eran de tercer año, mayores que ella. Además eran bastante populares, casi todo el instituto las conocía. Pero nunca había hablado con ellas, y de repente la llamaban por su nombre y no por su apellido. No sabía qué podían querer de ella, pero por el tono de esa chica supo que no podía pasar nada bueno si se paraba a hablar con ellas.
- Lo siento, tengo que irme a clase... -Susurró, procurando no mirarlas a los ojos bajando la cabeza.
- No tan rápido, guapita. Tenemos que hablar contigo.
La chica que hablaba le agarró tan fuerte del brazo que le hizo daño, incluso le clavó las uñas. Tenía razón, no tenían buenas intenciones.
- Dejadme, por favor... No os he hecho nada -Susurró intentando no ofenderlas, tal vez así sería más fácil que la dejaran marchar.
- ¿Que no nos has hecho nada? Siempre estás con Kise-kun, le haces reír y encima le llamas por su nombre de pila. ¿De verdad te crees tan guapa como para estar con él todo el tiempo? Y no sólo eso, también gustas a muchos chicos, estamos hartas de escuchar a nuestros compañeros de clase hablar de ti.
Era por él... Así que ellas también eran fans suyas. Ya empezaba a pensar que era extraño que no le hubiera pasado nada en bastante tiempo.
Se negaba a explicar la relación que tenía con él a esas chicas a las que no conocía. Kise era su mejor amigo, era normal que estuvieran unidos y que hablaran en el instituto. Pero sus fans siempre eran así, no era la primera vez que la abordaban. En más de una ocasión incluso le habían pegado. Muchas chicas podían llegar a ser así de extremas.
Pero ella no tenía nada con Kise, y además de que no le interesaban los chicos no creía que de verdad fueran detrás de ella. No era tan guapa, y apenas hablaba con gente que no fuera de su clase.
¿Qué podía hacer para que la dejaran en paz? No quería más problemas.
- No tengo por qué hablaros de mi vida -Dijo con una débil voz, aunque intentaba sonar firme-. Por favor, dejadme en paz.
Las tres chicas se sorprendieron en un principio, pero luego comenzaron a reír enfadadas.
- Te lo tienes muy creído, bonita. Mereces que te demos una lección.
- Tienes un pelo precioso, tan liso y brillante... -Susurró una de ellas mientras se acercaba más y le acariciaba un mechón de su pelo blanco. En ese momento Ryûna vio que llevaba unas tijeras en la mano-. Sería una pena que te lo cortaran, ¿no es así?
Se dio cuenta de lo que pretendían, y apartó la mano de la chica para escapar. Pero las tres lo vieron, y la agarraron de los brazos para obligarla a arrodillarse. Ryûna comenzó a gritar que la dejaran en paz, que la soltaran, pero nadie la escuchaba. Habían escogido un buen momento para acorralarla, ahora que el pasillo estaba desierto. Iban a cortarle el pelo, y luego tal vez le pegarían. Y nadie la iba a ayudar.
- ¿Por dónde se lo cortamos? -Preguntó la chica que llevaba las tijeras entre risas.
- Déjaselo corto y desigual, así la mirarán más -Comentó otra mientras se acercaba a su oído-. De todos modos eso te gusta, ¿verdad? Te encanta que los chicos te miren. Así llamarás aun más la atención.
- Veo que os lo estáis pasando bien, ¿puedo unirme? -Dijo alguien tras ellas.
Ryûna se sorprendió por la voz masculina, aunque no tanto como las tres chicas. Escuchó un quejido de una de ellas, y luego la vio en el suelo junto a ella. La habían empujado. Con algo de miedo, giró la cabeza justo para verlo todo.
Un chico de pelo rojo le había cortado una considerable cantidad de pelo a la chica que llevaba antes las tijeras tras quitárselas con rapidez. Esta comenzó a gritar conmocionada, y parecía que de un momento a otro se echaría a llorar. Claro que era normal que se pusiera así, ella misma había comenzado a hacerlo por lo que le iban a hacer segundos atrás.
- ¿¡Quién te has creído que eres, niñato!? -Exclamó de repente, cubriéndose un poco la cabeza con la mano.
- ¡Cuidado, es Akashi...! -Dijo otra de las chicas con miedo, intentando cogerle la mano a su amiga.
Ryûna se puso aun más nerviosa.
Akashi.
Había oído hablar de él. Todo el mundo le tenía respeto, incluso los alumnos de clases superiores. Sabía que estaba en el equipo de baloncesto con Ryôta, pero nunca lo había visto en persona. Por lo visto, a pesar de ser un chico amable y muy educado, siempre conseguía lo que se proponía y hacía lo que quería con todo el mundo. Estaba en su segundo año, pero ya había conseguido convertirse en el capitán del equipo. Era intimidante, la clase de persona que Ryûna solía evitar.
No se atrevió a levantar la cabeza para mirarlo directamente a los ojos, ni siquiera se levantó del suelo. Pero podía ver lo que estaba haciendo.
Akashi levantó la mano donde tenía las tijeras abiertas, y quitó unos pocos cabellos que se habían quedado sobre la hoja después del corte. Al mirarlo disimuladamente se dio cuenta de que estaba sonriendo con suficiencia mientras observaba a las tres chicas.
- Lo que estabais haciendo parecía divertido, así que quise probar -Comentó con una voz de lo más impasible, haciendo que las chicas se estremecieran.
- No... no estábamos haciendo nada, nosotras solo... -Intentó justificar una de las chicas, que estaba arrodillada junto a la que Akashi había cortado el pelo. Ryûna pudo notar que estaba temblando.
El chico abrió de nuevo las tijeras, y se agachó frente a las dos. Aun sonriendo cogió un mechón de la chica que acababa de hablar y lo cortó rápidamente justo delante de sus ojos, haciendo que los cerrase de golpe, asustada.
La otra chica, que estaba de pie, se había echado a llorar de miedo, aunque intentaba ocultarlo. Ryûna supuso que a ella no la tocaría, ya debía ser suficiente si conseguía hacerla llorar. Comenzó a ponerse nerviosa cuando vio a Akashi levantarse de nuevo y acercarse un poco a ella, aunque sin mirarla. Pero vio que la sonrisa del chico había desaparecido.
- Las chicas como vosotras me dan asco -Susurró, endureciendo la mirada-. La próxima vez que os vea haciendo algo así haré algo más que cortaros el pelo. Quedáis avisadas.
La chica que lloraba asintió, y tras hacer que las otras se levantaran salieron corriendo como si les fuera la vida en ello. Era increíble el miedo que le tenían, y eso que eran más mayores que él.
Pero la chica de pelo blanco se daba cuenta de que también tenía miedo. Ese chico no podía ser normal, le daba escalofríos. Y era peor ahora que lo tenía tan cerca. ¿Qué iba a hacerle ahora que estaban solos? ¿Debería hacer ella algo?
- ¿Puedes levantarte? -Preguntó Akashi con amabilidad, ofreciéndole la mano. Ryûna se dio cuenta de que su tono era distinto al que había usado momentos atrás, cosa que la extrañó.
Estaba muerta de miedo por lo que acababa de pasar, pero tampoco podía decirle algo como gracias por aterrorizar a las chicas populares para defenderme, ahora aléjate de mí y no me hagas daño, psicópata. No le quedó más remedio que aceptar su mano para poder ponerse en pie. Quería salir de ahí lo más rápido posible, pero tampoco quería ser desagradecida. Rezaba para que ya se hubiera divertido suficiente con esas chicas y no tuviera malas intenciones con ella. Se atrevió poco a poco a alzar la cabeza para poder mirarlo directamente. Y realmente se asombró.
Qué ojos tan rojos...
Sintió escalofríos nada más verlos. Su forma de mirar era tan penetrante e intensa, parecía que veía a través de ella. Era tan fascinante, que curiosamente se olvidó de que rara vez conseguía mantener una mirada con alguien, quien fuera, más de unos pocos segundos. Para qué negarlo, se quedó totalmente embobada mirando sus ojos.
Se obligó a despertar de su extraña ensoñación al notar que Akashi le estaba haciendo algo. Pero luego se dio cuenta de que le estaba metiendo las tijeras en el bolsillo de su chaqueta blanca.
- Quédatelas de recuerdo -Comentó sin más, con una pequeña sonrisa-. No dejes que vuelvan a abusar de ti.
Y dicho eso, dio media vuelta y se fue por donde había venido, entrando en una clase con toda la tranquilidad del mundo. Ryûna lamentó en ese mismo momento no haberle dedicado ni una sola palabra de agradecimiento, aunque él no parecía esperarse ninguna medalla.
Así fue como conoció al capitán de la Generación de los Milagros.
Akashi Seijûrô.
Continuará
Kuroko no Basket y sus personajes no me pertenecen a mí, sino a Fujimaki Tadatoshi.
Hakuren Ryûna es un personaje creado por mí.
