Hola a todos/as.

Sí, no es una ilusión, he vuelto. La verdad es que a veces, tu vida cambia y no puedes evitarlo. Me ocurrió algo que me mantuvo alejada de la escritura y del mundo fanfic en general, pero ahora vengo con fuerzas y con ideas frescas. Mi fic "No te acerques tanto a ella" ya está en proceso, tengo intención de terminarlo. No sabéis las veces que me he sentado delante del ordenador sin poder escribir dos palabras seguidas… pero es algo que pienso emendar.

Bueno, aquí os dejo mi nueva historia. No va a ser muy larga pero debo advertiros que va a estar un poco alejado de lo que suelo escribir.

Un besiño muy fuerte

AnitaSnape

Prólogo

-Por favor, no me dejes sola, no puedo seguir sin ti…

Suplicó cerrando los ojos llenos de lágrimas. El hombre sonrió con tristeza y pasó sus largos y finos dedos por su cabello indomable.

-Pase lo que pase, siempre estaré contigo y donde quieras que estés, iré a por ti…

Caía la noche en Londres, el cielo plomizo y gris de la gran ciudad entornaba en tinieblas. Ya podían intuirse las primeras luces dentro las casas, y las farolas se encendieron como miles de estrellas urbanas. Suspiró con fuerza mientras movía en círculos un vaso de cristal, no muy limpio, que contenía un amargo whisky muggle, barato y de muy baja calidad. No tenía hielo, así que ese mejunje le sabía a puro veneno, pero necesitaba animarse.

Hermione se alejó de la ventana para sentarse en la cama. Las sábanas desprendían un fuerte olor a sudor ajeno, lo más probable que no habían sido cambiadas desde que se fueron los últimos inquilinos de aquella habitación de hotel. Lo que faltaba en aquel tugurio de mala muerte era higiene, estaba segura que podía pillar una infección si andaba descalza por aquella sucia moqueta, pero le era completamente indiferente. Le daba igual estar donde muchos no se atreverían entrar, no estaba allí por placer, ella tenía en esos instantes otras prioridades y que aquel fuera un lugar infecto donde normalmente las prostitutas hacían caja, le importaba una verdadera mierda.

Si ella estaba allí, era por la vista.

Desde ese edificio, se podía ver la entrada secreta al ministerio de magia.

Consultó su reloj con nerviosismo, llevaba preparándose para ello quince años… y nada podía fallar.

Dejó el vaso en la mesita de noche y se encendió un cigarrillo para intentar tranquilizarse en vano. Alargó la mano a su raída mochila y comenzó a buscar su diario. Allí estaba apuntado cada detalle de su investigación. Aquel cuaderno contenía una información muy valiosa y esa misma noche pretendía ponerlo en práctica.

Esa noche cruzaría la frontera.

Comenzó a pasar hojas del cuaderno distraídamente. Era una tontería repasar otra vez su plan, cuando ya lo tenía más que mascado. Sus manos temblaban, no era un tempano de hielo, estaba histérica ante lo que iba hacer. Sacudió la ceniza del cigarrillo en la moqueta, qué más daba, si ya estaba pegajosa de sustancias desconocidas y se lo volvió a llevar a los labios. Se retiró un mechón rebelde del rostro y pasó otra página del diario. Una fotografía se precipitó del libro hasta sus piernas. Hermione hizo un lado su cuaderno y cogiéndola con mimo, volvió a contemplar una vez más aquella vieja fotografía. Una lágrima se desprendió de sus ojos melados, a pesar de todo el tiempo que había pasado, seguía doliéndole igual que el primer día.

No lo había superado.

Muchas personas en sus circunstancias, habían logrado mirar con esfuerzo hacia delante, y con el tiempo, habían conseguido rehacer sus vidas… pero ella no podía. No podía mirar hacia el futuro, porque en el futuro, ya no estaba él. Su presencia se había apagado repentinamente, y sus ganas de vivir se habían esfumado con su alma.

Hermione se limpió las lágrimas con el puño de su jersey y masculló una palabrota. No podía abandonarse a sentimentalismos ahora…

Habían ya pasado quince años desde la batalla de Hogwarts. Fueron muchas almas las que se cobraron aquella guerra. Vidas sesgadas, donde sus ilusiones, sueños y el brillo de sus ojos, se habían apagado para siempre. No había nadie que no hubiera perdido a un ser querido, hermanos, padres, madres, amigos, compañeros… amantes.

Aún le dolía en el alma recordar su cuerpo sin vida tirado en el suelo de aquella casa, como un perro. Parecía una marioneta al que hubieran cortado los hilos que le daban vida. Se aferró a su cáscara vacía, pero él ya no estaba allí con ella.

No sé lo que nos depara el futuro, pequeña, todo esto es muy incierto ahora... pero pase lo que pase, mantente con vida.

Después de todo ese tiempo, aún no podía creer que estuviera muerto.

Después de aquello, el mundo mágico se vio envuelto en un verdadero caos. El poder estaba desestructurado y mucha gente se tomó la justicia por su mano. Los vencidos fueron perseguidos y masacrados, muchos de ellos murieron brutalmente asesinados. Aquellos padres, madres, hermanos de los fallecidos encontraron un consuelo miserable en la venganza. Poco a poco, la cordura volvió, como despertándose de una pesadilla y comenzaron a trabajar para reconstruir el mundo mágico. La sociedad mágica resurgió de sus cenizas, y con ella, muchos de los secretos de guerra vieron la luz. Muchos seguidores de Voldemort que habían escapado a la purga, negaron su vinculación con los mortífagos y otros afirmaron estar bajo la maldición imperius, pero lo más importante es que su reputación fue limpiada y su nombre fue grabado con otros en un monolito en Hogwarts para honrar a los caídos.

Pero eso no era un consuelo, él ya no estaba.

Sin saber cómo lo habían averiguado, quizás porque alguien encontró vieja correspondencia entre ambos, su historia de amor con él saltó a la prensa mágica. La tinta brotó como un arroyo en los que llenaron páginas y páginas con su historia, ante el asombro de sus amigos. Ninguno de ellos lo sabía, ella no había compartido con nadie su más profundo secreto. Una relación ilícita entre profesor y alumna destapó el morbo de la gente y también podían retraerles del mundo devastado que les rodeaba. Su foto y la de él fueron portadas durante mucho tiempo, sobre ellos se escribió tanto verdades como mentiras. Muchos periodistas anduvieron tras ella como aves carroñeras, hasta que poco a poco, la gente fue aburriéndose de ello y su historia dejó de tener interés.

Pero ella no olvidaba.

Sus amigos habían terminado aceptado su pasado y habían intentado seguir como siempre, pero algo se había roto entre ellos.

Ella estaba rota.

El primer año lo había intentado con todas sus fuerzas, había intentado seguir adelante, como hacían tantos otros. Cursó el último año en Hogwarts e intentó encauzar su vida. Estudiaba, dormía, comía, paseaba… pero todo lo hacía como un autómata.

Había perdido para siempre sus ganas de vivir… todo aquel mundo sin él carecía de sentido. No era posible que la vida transcurriese como si nada cuando él ya no existía.

Sus amigos la intentaban apoyar, pero en el fondo de sus corazones, la habían juzgado. No podían creer que ella no quisiera vivir porque él había muerto, no podían creer que estuviera enamorada de él. El único que parecía no juzgarla era Neville, que se había convertido en su verdadero amigo y único confidente.

Con el paso del tiempo, Ron estuvo flirteando con ella. Las comparaciones son odiosas, pero Ron tenía la batalla perdida contra su recuerdo. Habían pasado ya tres años desde su muerte y la vida seguía, pero ella seguía estancada en sus recuerdos. Neville le había aconsejado que se diera una oportunidad e intentara vivir. Pensó que Ron era un buen pretendiente y con ciertas reticencias, comenzó a salir con él.

Tan sólo duraron un par de meses de relación.

Aquella supuesta historia de amor había nacido ya muerta. El pelirrojo notaba su ausencia de pasión, como sus ojos se perdían en el infinito cuando le hablaba, su indiferencia a las citas… aunque lo que terminó de romper para siempre esa relación, fue lo que ocurrió después de su primer encuentro sexual: Hermione se echó a llorar. Se sentía sucia con el perfume del pelirrojo en su piel, como si lo que había hecho le traicionara, como si le hubiera sido infiel a su recuerdo.

Aquello fue más de lo que pudo soportar Ron, vistiéndose atropelladamente y con ganas de tirarse por una ventana, rompió su relación con Hermione para siempre.

"Estás loca Hermione, desde que estuviste con él, algo no funciona correctamente en tu cabeza"

Después de su intento fallido de rehacer su vida, comenzó su obsesión.

Ella era incapaz de pasar página… sencillamente no podía.

Y una idea comenzó a rondar su cabeza. Aún recuerda la cara de terror que puso Harry cuando le comentó su teoría. Se escandalizó sólo con la idea. "Eso es contra natura Hermione, recuerda lo que pasó." le gritó. Así que no volvió a sacar el tema nunca más, pero con el tiempo se fueron distanciando. Harry ingresó en la escuela de aurores con Ron y se casó con Ginny, la cual no podía ni verla después de cómo había tratado a su hermano. No la invitaron a la boda. Harry hizo el amago de intentar reconciliarla con Ron miles de veces, pero siempre fracasaba y un buen día, terminó cansándose de intentarlo… poco a poco, el trabajo, su vida de casado, su reciente paternidad y su familia fueron distanciándola de ella…

Se sentía tan sola. Intentó volver con sus padres, pero los mayores especialistas en hechizos de memoria, habían sido incapaces de devolverles sus recuerdos. Había intentado muchas veces hacerles recordar, pero para sus padres tan sólo era una psicópata que se había obsesionado con ellos y contaba historias absurdas. Llegaron a denunciarla en el mundo muggle y un juez les había dado la razón con una orden de alejamiento.

En el mundo mágico no era el panorama mucho más alentador, muchos huían de ella como la peste después de su escándalo en los medios, el único que había permanecido a su lado incondicionalmente, había sido Neville, que seguía haciendo esfuerzos para que siguiera con su vida.

"Hermione, eres joven, eres lista, eres muy guapa... debes rehacer tu vida... seguro que él lo hubiera querido así"

Todas sus ambiciones mágicas se esfumaron, pero de todas formas, decidió graduarse en la escuela superior de encantamientos y transformaciones.

Fue una buena época.

Los estudios y su afán de aprender, consiguieron distraerla de la realidad. Intentó hacer cambios positivos en su vida, el más significativo fue cuando Neville y ella decidieron compartir un bohemio apartamento en el centro de Londres. La compañía de Longbottom le hacía muy bien y poco a poco, su apartamento comenzó a parecer una estación de autobuses. Amigos que entraban y salían a cualquier hora. Neville era muy popular en la escuela superior de Herbología, así que comenzó a entablar amistad también con ellos. Salían de marcha, de excursión e incluso recordaba con cariño cuando los llevó a un parque de atracciones muggle… pero en su fuero interno, gritaba de dolor.

Se acordaba de él a todas horas y se preguntaba qué hubiera dicho o hecho si estuviera allí con ella… había veces, que parecía oír su voz.

Comenzó su investigación a escondidas, decidió que no hablaría jamás de ello con nadie, siquiera Neville. Sabía lo que le diría: que estaba obsesionada y debía abandonar, que era una quimera. Empleando todo lo que le permitía su tiempo libre, comenzó a buscar en la inmensa biblioteca de su facultad mágica. Allí encontró varios cabos de los que tirar para seguir investigando…

Terminada la facultad, hizo recuento del dinero que tenía. El ministerio, le había concedido una generosa recompensa por sus servicios prestados en la guerra para que no tuviera que preocuparse durante sus estudios. No había gastado ni la cuarta parte del dinero, así que decidió tomarse un año sabático, echarse la mochila al hombro y viajar por el mundo. A simple vista, parecía que iba a tomarse el respiro que tanto necesitaba… pero no era así.

Viajó a África, al corazón de Etiopía en busca de ciertas tribus mágicas donde estaban más en contacto con magia ancestral. Convivió con ellos durante más de tres años, después pasó varios años más en Mozambique y por último Egipto. Vivió al límite, trabajó como nunca, hizo amistades, llegó hacer cosas de las que no estaba orgullosa, defendió causas ajenas y se metió en problemas… pero nunca se olvidó de su camino trazado.

Volvió a Londres con la piel tostada, con las orejas atravesadas de pendientes de hueso y su diario repleto de notas. Intentó recuperar su amistad perdida con Harry, Ron y Ginny, después de todo, había pasado mucho tiempo para rencores. Ginny no la dejó tan siquiera entrar en su casa.

Qué te has creído, que puedes estar años perdida y aparecer de repente.

El único abrazo sincero que recibió fue el de Neville, que fue a buscarla cuando se enteró que había llegado a Londres e insistió que se quedara con él en casa. Aceptó.

No tenía a donde ir.

"No seas tonta, mi casa siempre será tu casa cabezota"

El dinero hacía mucho que se había esfumado, y el poco que tenía, era dinero mágico africano, que no tenía ningún valor al cambio. Debía encontrar un trabajo con el que mantenerse y dejar de abusar de la hospitalidad de su amigo... y ella tenía claro dónde quería trabajar: Hogwarts.

Para terminar de concluir sus planes, debía encontrar algo allí que llevaba mucho tiempo perdido... Iba a ser como buscar una aguja en un pajar, pero estaba plenamente convencida que un objeto que contenía tanto poder mágico debía dejar algún rastro, no podía ser imposible de localizar.

Neville llevaba ya trabajando en el colegio cuatro años como profesor de herbología, así que se había convertido en su mejor baza para conseguir sus propósitos. Se sintió horrible de utilizar como caballo de Troya a su mejor y único amigo, pero debía hacerlo si quería conseguir sus fines.

Tan sólo dejó caer durante una cena en casa que estaba buscando trabajo y que no le importaría volver a Hogwarts, para que su amigo hablara con la directora McGonagall. La mujer, que siempre había tenido debilidad por ella, se apresuró en ponerse en contacto y en ofrecerle trabajo. Desde la muerte de Charity Burbage, todos los años se había convertido en una verdadera tortura encontrar un profesor para la asignatura de Estudios muggles y ella le parecía una buena candidata para el puesto. Había sido criada en el seno de una familia muggles y había viajado durante mucho tiempo. Ella siempre había imaginado que si volvía a Hogwarts para enseñar, sería una asignatura de más peso... pero sus ambiciones hacían mucho que se habían esfumado.

Ella estaba muy contenta de volver, y de haber conseguido lo que quería...

Así pasaron un par de años más. Su trabajo no le disgustaba, hasta le parecía bonito, pero no le ponía del todo interés. Aprovechaba cualquier momento para buscar aquello que le interesaba, afortunadamente sus compañeros vieron en ella una conducta deprimente a sus continuos solitarios paseos por el bosque encantado, así que no metieron la nariz en sus asuntos. El único que no conseguía quitarse de encima era a Neville, pero veía en él preocupación por ella sincera.

"Debe ser duro para ella, seguro que todo le recuerda a él..."

Durante su estancia en Etiopía con una tribu mágica Mursi, había aprendido a rastrear restos de hechizos y objetos mágicos. Los Mursi eran sobretodos guerreros, y normalmente estaban en guerra con otras tribus mágicas, así que esta habilidad les era muy útil para destapar posibles ataques y emboscadas.

Y en eso empleaba todo el tiempo libre que disponía... rastreaba, buscaba... pero todo en vano. A veces, llegaba a su dormitorio cansada, derrotada, con ganas de desistir en sus planes. Aquello que había emprendido había sido una locura… pero un sueño reparador ahuyentaba los fantasmas de la derrota y volvía al bosque a seguir buscando cuando su trabajo le permitía.

Una noche volvía al castillo cuando se paró para encenderse un cigarrillo, Minerva miraba con ojos deleznables su feo vicio, pero le traía al fresco su opinión. Otra vez más volvía con las manos vacías. Aspiró un poco de humo y miró la luna. Estaba en fase menguante y parecía burlarse de ella desde el cielo. Masculló una palabrota para desahogarse cuando la sintió, muy leve… Se quedó muy quieta, en la oscuridad tan sólo se podía oír el sonido de su respiración agitada.

Bajo la suela de su bota podía sentirlo latir como un corazón, era muy tenue, casi sutil, pero allí estaba. Se quedó muy quieta, casi con miedo a moverse y perder el rastro. Lo había buscado tanto que temía estar alucinando, quizás no fuera lo que estaba buscando, pero podía sentir un inmenso poder latente bajo capas de tierra.

Cavó con sus propias manos, clavando las uñas en la tierra húmeda. El poder oculto se iba revelando cada vez más poderoso... cuando la sujetó con los dedos sucios, no pudo evitar llorar. No podía creer que la hubiera encontrado al fin, que la tuviera en su poder. Estuvo tentada a usarla en ese instante, pero recordó que no debía hacerlo.

Aún no.

Temblorosa se la escondió en el sostén y se encendió otro cigarro para celebrarlo.

Ya había completado la fase más engorrosa y difícil de su plan… ahora quedaba pendiente la más cruel.

Debía hacer algo horrible.

Acercó su mano a su mochila y allí estaba, fresca y embotellada. Lo había hecho aquella misma tarde antes de escabullirse de Hogwarts. Aún podía escuchar los lamentos de aquella bella criatura inocente, cómo se había retorcido de dolor bajo su mano asesina. Le pidió perdón mientras su cuchillo de plata se hundía un poco más en su carne para poder recoger su sangre.

Ya lo tenía todo y esa misma noche lo pondría en práctica.

Arrojó el cigarrillo dentro del vaso de whisky que no pensaba terminar y se levantó de la cama.

Ya era hora de ponerse en marcha.