Disclaimer: Ni Mahou Shoujo Lyrical Nanoha ni sus personajes me pertenecen. Tampoco la canción Eyes on Me o el nombre de Galbadia (ambos vienen del videojuego Final Fantasy VIII).
Dicho esto...
EYES ON ME
Pista I: On the stage, on my own
Incluso en los peores momentos es posible tener suerte y cruzarse con un destino grato e inesperado. Después de tocar fondo, sólo puedes salir a flote. Las lágrimas te impiden presenciar el maravilloso paisaje que se abre ante ti.
Todas esas afirmaciones habían sido utilizadas por Nanoha en un momento u otro de su vida. Para animar a una amiga o para intentar sobrellevar un problema personal. Sin embargo, en ese momento se sentía perdida y no encontraba un lema al que aferrarse para sentirse mejor. Su vida la llevaba a un camino asfaltado y recto, vallado, sin posibilidad de cambio. Ni siquiera de tropiezo.
-Nanoha, ¿qué pasa? No estás escuchando una palabra de lo que digo.
La joven observó detenidamente a su novio, que caminaba a su lado, con el brazo rodeando su cintura. Anochecía, de modo que la oscuridad ensombrecía su rostro y ella se sentía algo intimidada.
-Perdona, estaba… pensando.
-¿Sobre qué? –inquirió el chico, extrañado.
Nanoha cogió aire y trató de envalentonarse. En el fondo todo era culpa suya, por no haber tratado de ir contracorriente desde un principio.
-Sobre el futuro. No quiero estudiar Psicología.
-Pero si ya has hecho el examen de ingreso. ¿Qué vas a hacer?
-Buscar trabajo hasta que me decida por otra carrera, no sé… Pero no trabajaré con mi familia. No quiero que asuman que he decidido ocuparme de la tienda en un futuro.
Él la miró fijamente, atónito. No descartaba la posibilidad de estar siendo víctima de una broma de su pareja. O quizá la pobre chica estaba incubando algún tipo de enfermedad. No era habitual que de repente echase por tierra sus planes de futuro, cuando hacía tanto tiempo que lo tenía planeado. Quizá él podía ayudarla de alguna forma.
-Bueno, si lo que quieres es venir a vivir a casa, puedo hablar con mis padres…
Nanoha detuvo el paso repentinamente y fijó la mirada en el suelo. A continuación debía decir algo que le iba a resultar más difícil que lo anterior.
-No quiero ir a tu casa, Yuuno…
-…¿Qué?
Intentó explicarlo con seguridad en sí misma, pero sólo consiguió hablar en un hilo de voz.
-Nunca… No quiero que me digan qué hacer… Tu madre… Yo…
-…¿Qué? –repitió el chico, que no cabía en sí de asombro.
Ella lo miró con el ceño fruncido, mientras se mordía el labio inferior, intentando aguantar las lágrimas. ¿Por qué era tan débil? Ni siquiera era capaz de emitir en voz alta todo lo que pensaba sin sentir su propia flaqueza. Aunque lo estaba deseando, temía soltarse de ese agarre seguro que siempre había tenido en la vida.
-Creo… que va a ser mejor que me vaya –concluyó Yuuno. No sabía cómo actuar, de modo que la opción más fácil era la de huir. Al menos, si no quería discutir con Nanoha y estaba dispuesto a esperar a que se calmara para poder hablar.
La chica asintió, cabizbaja, y no se inmutó cuando él le besó la mejilla antes de marcharse.
En principio, tenía el futuro solucionado: estudiaría Psicología en la universidad, como sus padres habían querido siempre y, si algo fallaba, siempre podría trabajar en la pastelería de la que su familia era propietaria. Su novio, Yuuno Scryer, ingresaría en Arquitectura y probablemente terminaría sus estudios con unas notas que le situarían entre los diez mejores del país. Después se irían a vivir juntos a la mansión de la familia Scryer, donde podrían comenzar los preparativos para su boda.
Todo parecería maravilloso, de no ser porque Nanoha no soportaba sentir que tenían control sobre ella. Su familia y sus amigos daban por hecho cómo sería su futuro. En su vida no había lugar a cambios ni sorpresas. Era cautiva y esclava de la rutina.
En lugar de continuar el camino hacia casa, dio media vuelta y caminó en dirección al centro de la ciudad. Todas las tiendas estaban cerradas. En la calle sólo había algunos jóvenes que aprovechaban las noches de verano para disfrutar sin preocuparse del mañana. Nanoha no podía sino envidiarlos.
A veces sentía ganas de gritar, o de salir huyendo para esconderse de todo el mundo. Ir a un lugar donde nadie la conociera y comenzar una nueva vida. Lanzarse a la aventura.
No supo cómo había acabado en el Galbadia, un local subterráneo que se anunciaba con letras de neón violetas. La reputación de ese garito no era muy buena, pero no le importó. Sólo quería refugiarse en un lugar donde no encontrara caras conocidas. Allí, algunas personas parecían tan perdidas como ella misma, aunque la mayoría apestaba a alcohol y sostenía algún vaso de licor en las manos. Otros acudían en pareja, o incluso en grupo, para tomar algo mientras se divertían. Nanoha no solía beber alcohol, pero pidió (Lo que sea, pero no muy fuerte, por favor) para no quedar mal ante el dueño del local. Sin embargo, una copa llevó a otra, y llegó un punto en el que no estaba segura de haber llegado a ese lugar por su propio pie.
Se derrumbó sobre la mesa. Su cuerpo se había convertido en un componente líquido, y estaba segura de que se derramaría si trataba de mantenerse erguida durante más tiempo. Aunque, en esa posición, era probable que el mantel la absorbiera. ¿Qué podía hacer, entonces? Quizá, si pedía otra copa… O una palangana… Por otro lado, si se derramaba, Yuuno nunca podría encontrarla. Tal vez esa era la mejor opción.
La voz que salió por unos altavoces la rescató de sus pensamientos sin sentido. Un hombre calvo y bajito se encontraba en el escenario del centro de la sala, delante de un micrófono. A su lado esperaba una chica de largo cabello rubio con un vestido de escote negro y elegante falda roja. Parecía que el señor la estaba presentando efusivamente.
-…así que démosle una cálida bienvenida, de nuevo, a ¡Alicia!
Nanoha observó detenidamente a la susodicha mientras se acercaba al micrófono y el resto de los espectadores aplaudían con algo de pereza. El piano comenzó a tocar una melodía que pronto sería acompañada por una voz aterciopelada.
Whenever sang my songs on the stage, on my own…
Los ojos de la cantante eran color borgoña. Nunca había visto unos de ese color. Aunque daba la impresión de que sólo los usaba para mirar al suelo y al techo. Parecía que le avergonzaba mirar directamente a los presentes.
Whenever said my words wishing they would be heard…
Su voz era melodiosa. No era la mejor cantante que había escuchado, ni de lejos. Sin embargo, era significativa. Explicaba algo. Si todo en este mundo tenía una función, la de la voz de Alicia era, sin duda, contar una historia.
I saw you smiling at me. Was it real, or just my fantasy? You'd always be there in the corner of this tiny little bar...
Acariciaba el soporte del micrófono con dedos temblorosos, casi con miedo de romperlo, y sus finos labios estaban a punto de rozarlo cada vez que dejaban salir una nueva nota. Sus cabellos caían con suavidad por delante de sus hombros. A veces abandonaba esa postura casi estática para dar lugar al suave movimiento de los pliegues de su vestido, pero volvía a su postura inicial en una especie de comportamiento cíclico.
My last night here for you. Same old songs, just once more... My last night here with you? Maybe yes, maybe no...
Cerraba los ojos, y parecía que cada verso se clavaba en su pecho. Nanoha se preguntaba cómo podía llegar a sentir la música de tal forma que parecía doler.
I kind of liked your way, how you shyly placed your eyes on me. Did you ever know that I had mine on you?
Alicia abrió los ojos y la miró directamente. Nanoha dio un respingo en su asiento y sintió que se ruborizaba de forma repentina. El tiempo se detuvo entre ella y el escenario. Lo único que podía escuchar era esa canción.
Darling, so there you are with that look on your face. As if you're never hurt, as if you're never down.
La cantante dirigió su mirada en otra dirección y el corazón de Nanoha volvió a latir. Notó que su cerebro también volvía a funcionar.
Shall I be the one for you, who pinches you softly but sure. If frown is shown, then I will know that you are no dreamer.
El pianista continuó tocando en solitario durante unos segundos y la canción se dio por finalizada. Alicia y sus tímidas reverencias desaparecieron detrás del escenario para dar paso a una mujer que parecía mucho más experta en el mundo de la música. Incluso el público parecía más animado con sus canciones. No obstante, Nanoha no le prestó atención. Continuó con la mirada fija en el centro de la sala durante el resto de la noche, esperando a que Alicia regresara. Sólo se levantó de su asiento cuando la gente abandonó el local y los empleados recogían y limpiaban las mesas, dispuestos a cerrar.
Se dirigió a la puerta, pero en el último momento se decidió y dio media vuelta para plantarse delante del camarero más cercano.
-Disculpe –llamó su atención, mientras trataba de borrar todo rastro de alcohol de su voz-, ¿por qué no ha vuelto a cantar Alicia? ¿Le ha pasado algo?
El hombre le dedicó una sonrisa condescendiente.
-No sueles venir por aquí, ¿verdad? –Nanoha agachó levemente la cabeza, avergonzada- Esa chiquilla sólo actúa una vez por noche. Por lo visto, tiene algún problema en las cuerdas vocales.
-Entonces, ¿por qué sigue viniendo?
-Vive de eso, supongo –se encogió de hombros-. Y dudo mucho que aquí gane el dinero suficiente para operarse.
La conversación no llegó mucho más lejos. Pronto la chica emprendió su camino de vuelta a casa, con la cabeza dando vueltas a causa del alcohol y el ritmo de la canción de Alicia en la cabeza.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-**-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
El infernal sonido del teléfono se introdujo en el cerebro de Nanoha abriéndose paso a través de sus tímpanos, mucho más temprano de lo que ella habría querido. Intentó sobrevivir rodeando su cabeza con la almohada, en un vano intento de taparse los oídos y aislarlos de la llamada, pero finalmente aceptó que lo más indicado sería descolgar el auricular y hablar con quien fuera que hubiera llamado. Y después, tal vez, cometer un homicidio.
-¿…Di…ga…?
-¡¡Nanoha!! –la alegre y aguda voz que sonó al otro lado del auricular hizo que algo retumbara fuertemente en el interior de su cabeza- ¡No me digas que sigues en la cama! ¡Ya es media tarde!
-Hayate, no… no chilles, por favor –suplicó, casi en un susurro.
-¿Estás enferma?
-No exactamente… -suspiró, algo avergonzada por lo que estaba a punto de decir- Verás, creo que bebí un poco… y…
La otra chica soltó una risita.
-No se tiene resaca si has bebido un poco, ¿lo sabías? Te llamaba para salir, pero creo que mejor voy a tu casa.
Después de la conversación telefónica, Nanoha aprovechó para asearse mientras esperaba la llegada de su amiga, a la cual no había podido convencer para que anulara su visita espontánea. Aunque desde un principio había sabido que tratar de persuadir de algo a Hayate era prácticamente imposible una vez se le había metido una idea entre ceja y ceja. No conocía a nadie más persistente.
Todavía estaba recogiendo la ropa que había dejado tirada por toda la habitación la noche anterior cuando escuchó el timbre sonar. Se asomó por la ventana para pedirle un momento de espera a la recién llegada y escondió a toda prisa bajo la cama la ropa que aún tenía en el suelo. Después bajó los escalones de dos en dos para llegar rápidamente a la puerta y abrirla.
-¿Estás sola en casa? –inquirió Hayate mientras entraba cuidadosamente.
-Sí. Mis padres están trabajando, y mis hermanos han salido.
-Ah, bueno –se encaminó a la cocina con toda naturalidad mientras su amiga la observada intrigada-. Entonces vamos a hacer algo con tu resaca.
Abrió la nevera y de ella sacó algo de lechuga, un kiwi y un pomelo que acto seguido metió en la licuadora. Después le dirigió a Nanoha una mirada cargada de malignidad.
-Hayate, no pretenderás que me beba eso… ¿verdad que no?
En los labios de su amiga se dibujó una sonrisa divertida.
-Es zumo. Especial para la gente que se pasa con el alcohol, pero zumo al fin y al cabo.
A Nanoha no le gustó nada la forma en que había entonado esa última frase, pero aceptó el gran vaso de zumo que le tendía su amiga. Lo miró con inseguridad y se lo llevó a los labios intentando no echarse atrás por el olor que desprendía. Por no hablar de ese color, entre verde y marrón amarillento.
Finalmente dio un gran trago. Cerró los ojos con fuerza mientras notaba la inusual mezcla en sus papilas gustativas y aguantó las ganas de toser y escupir hasta que no quedó más líquido que ingerir en el recipiente. Después dejó el vaso sobre la mesa y se llevó a la boca el refresco que acababa de servirse Hayate.
-¡Qué malo! –exclamó mientras se restregaba la manga de la camiseta por la lengua- ¿¿De dónde sale esto??
La otra chica se encogió de hombros mientras su sonrisa continuaba imperturbable.
-No es más que un remedio casero para la resaca. ¿Tan grave fue la discusión con Yuuno de ayer para que terminaras de esa manera?
-¡No discutimos! –se quejó- ¿Ha hablado contigo?
-Me llamó anoche y me preguntó si sabía qué te pasaba. Parecía muy preocupado. Creo que pensaba que ibas a romper con él… -Nanoha desvió la mirada- ¿¿Ibas a hacerlo??
-No –contestó secamente-. Simplemente no sabía qué hacer y no tenía ganas de seguir escuchando sus planes de futuro.
-Vamos, que te has cansado de que te organicen la vida –aventuró Hayate, estirando sus brazos sobre la mesa.
Nanoha enarcó una ceja.
-Creo que sí.
-Y fuiste a ahogar tus penas en alcohol en el primer tugurio de mala muerte con el que te cruzaste.
-No digas eso. Es posible que… ¡Oh! –se interrumpió- ¿Conoces a una cantante llamada Alicia?
-¿Alicia qué? –inquirió Hayate.
-No sé. Alicia. Es así alta, rubia, con ojos color borgoña…
Su amiga la observó largamente, con una ceja enarcada.
-¿Me has cambiado el tema disimuladamente o venía a cuento de algo preguntar por esa cantante?
Nanoha pareció algo incómoda ante la pregunta. Carraspeó un par de veces antes de contestar y habló casi en voz baja,
-Es que salió a cantar en el Galbadia, y nunca había oído hablar de ella…
-¿¡El Galbadia!? ¿¿Y decías que no era un antro de mala muerte??
Pasaron varios minutos mientras Nanoha trataba de explicarle a su amiga por qué la fama de ese local le parecía tan inmerecida. El servicio era atento y amable, la decoración era agradable a la vista –como mucho, tal vez un poco oscura–, y los aseos estaban limpios. Además, la música estaba bien escogida –acompasada, nunca muy rápida, con un toque de jazz– y ayudaba a crear un ambiente íntimo.
-Íntimo. Ya. O sea, que la gente va allí para algo más que tomar una copa y escuchar música –resolvió Hayate con un evidente doble sentido.
La otra chica se levantó de su asiento antes de replicar.
-Te digo que no es eso. Mira, lo que podemos hacer es ir a que lo compruebes tú misma esta noche.
-He venido a hablar sobre ti, no a que me lleves a un local al que ni siquiera me apetece ir.
-Tonterías. Subo a por la chaqueta y esperamos en la puerta hasta que abran.
Hayate se resignó con un suspiro mientras la chica de cabello largo subía las escaleras hacia su habitación. Allí se arrodilló junto a la cama para buscar la chaqueta que había escondido hacía un rato.
Estaba a punto de salir de la estancia cuando no pudo evitar detenerse junto al marco de la puerta. Se giró un momento y dirigió la mirada a una fotografía que tenía junto a la cabecera del lecho, en la mesita de noche. La había hecho ella misma con su cámara de fotos, hacía tan solo unos meses, aprovechando un atardecer en la playa. En el centro de la imagen aparecía un chico rubio de ojos verdes que le dedicaba una sonrisa sincera a la fotógrafa.
Apagó la luz y cerró la puerta tras de sí antes de bajar de nuevo las escaleras.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-**-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Notas de autora: Mi primer NanoFate, qué emocion XD . O bueno, se supone que va a ser NanoFate... :Þ Pobre Yuuno (sí, me cae bien, el chiquillo). Gracias por leer :3 . Mi intención es que este fic no se alargue muchos capítulos, porque la trama tampoco es que dé mucho de sí.
Sabed que críticas constructivas siempre son bien recibidas.
Cabe decir que la gran culpable de que esté escribiendo esto es Dark-Tsubasa, por meterme NanoFate por ojos y orejas hasta tal punto que no me ha quedado otra que gustarme la pareja XDD .
¡Hasta el próximo capítulo!
