Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.
Agradecimientos especiales a MeriAnne Black por el beteo, a MrsDarfoy por la portada y a ambas por el entusiasmo.
EL DÍA B (DE BODA)
I. Un año antes
Hermione suspiró, feliz. La vida era preciosa.
Estaba leyendo uno de sus libros preferidos, sentada cómodamente y apoyada contra su novio en un balancín de jardín, ambos situados en uno de los múltiples rincones ocultos de los jardines de Malfoy Manor, rodeados de rosas y disfrutando del buen tiempo.
No tenía que pensar en nada más que si le apetecía té o limonada, el aire era fresco y dulce, y…
—Oye, Granger —dijo Draco de repente, interrumpiendo su hilo mental—, ¿del uno al diez, cuántas posibilidades hay de que aceptes casarte conmigo?
Hermione levantó la cabeza como un resorte, girándola un poco para verlo mejor.
—¿Perdón? —preguntó, atónita.
—He dicho que, del uno al diez, cuántas posibilidades hay de que aceptes casarte conmigo —repitió él seriamente.
—Pues a ver. —Marcó la página del libro que estaba leyendo antes de dejarlo abandonado y girar todo el cuerpo para quedar frente a frente con él—. Si así es como me vas a pedir matrimonio, las posibilidades son nulas. Si me lo pides de una manera un poco más especial, no sé, como si esto no fuera una transacción comercial sino algo que realmente deseas —recalcó, entrecerrando los ojos—, entonces sí aceptaría. Te quiero, ya lo sabes.
Draco asintió, contemplándola pensativo, su propio libro abandonado.
—Casarse conmigo tiene muchas ventajas —comentó, casi ausentemente—. Mansiones en medio mundo, dinero suficiente como para vivir cien vidas, apoyo para tus proyectos, un marido para presumir… Probablemente hijos preciosos, también. Amor incondicional. Todo ese tipo de cosas.
Ella sonrió, muy a su pesar.
—Te he dicho que esto no era una transacción comercial, Draco. No me puedes convencer ofreciéndome ventajas.
—¿Y con esto tampoco? —preguntó, sacando del bolsillo una pequeña cajita negra de terciopelo y abriéndola, revelando un anillo de compromiso con un diamante de corte princesa y la banda de oro blanco y brillantes.
Hermione miró el anillo, mareada. Era verdaderamente precioso, tenía que haberle costado una fortuna y además complementaba muy bien su estilo. ¿Pero de verdad le iba a proponer matrimonio así, de cualquier manera?
—Te lo estás pensando —la acusó Draco, sonriendo—. El anillo te llama.
—¡No es el anillo lo que me llama, imbécil! —le espetó—. Nunca me casaría con alguien solo por su dinero, necesito algo más. Y espero que tengas ese algo más, o la vamos a liar después de todo este tiempo juntos.
Draco, sin borrar la estúpida sonrisa condescendiente que tenía en la cara, tomó su mano y deslizó suavemente el anillo en el dedo, acercándose a la vez a sus labios.
—Cásate conmigo —murmuró tras unos instantes de silencio contra su boca, adquiriendo un tono ronco y sensual—. Te juro que estaré allí para ti hasta que me muera. Te juro que te querré siempre. Te juro que te llenaré de regalos y te llevaré de viaje y te luciré porque eres preciosa y estoy muy, muy orgulloso de ti y de tu trabajo. Te juro que eres lo mejor que me ha pasado en la vida y no quiero perderte. Cásate conmigo, Hermione.
No la dejó hablar, sino que comenzó un beso lento y cariñoso. Le mordió los labios y recorrió todos los planos de su boca mientras enroscaba sus manos en los rizos de ella, acercándola aún más a su cuerpo. Hermione gimoteó; daba igual cuántos besos se habían dado en su vida, todos le gustaban igual que el primero. Su corazón latía acelerado, sus manos se enroscaron en su nuca y Draco seguía tentándola, implacable, sensual, oscuro.
Cuando se separaron, Hermione jadeó contra su boca con una sonrisa tonta en sus labios. Él la subió a su regazo, y ambos contemplaron el anillo, brillante y nuevo en su mano pero extrañamente agradable de llevar.
—Podías haber sido un poco más romántico —murmuró ella al final, conteniendo un poco la risa—. Y haber esperado a oír mi sí.
—Pero bueno, ¿qué esperabas? ¿Que me pusiera de rodillas? Ya sabes que solo me arrodillo para una cosa, y este no era el momento. Aunque ahora… —Draco recorrió sus muslos con las manos, levantando la falda en su avance.
—Chssst, ahora no, Draco. Estamos ocupados.
—¿En qué? —preguntó él, deteniendo sus movimientos.
—En estar recién prometidos, estate quieto ahora y contempla el momento.
GRANGER Y MALFOY, PROMETIDOS
Tras casi cuatro años saliendo, la chica de oro y el mago más rico de Inglaterra se han prometido para casarse y ¡no podemos estar más emocionadas!
Ayer por la tarde llegó un comunicado oficial de la familia Malfoy, que no solo anunciaba el compromiso matrimonial de su heredero, Draco Malfoy y su novia, Hermione Granger, sino también ofrecía la noticia de que el mes que viene se celebrará una fiesta de compromiso en la impresionante residencia familiar, Malfoy Manor, con invitación de la prensa, familia, amigos y socios. Será un gran evento, como esperamos que sea la boda en sí: sin ninguna duda, estamos ante la boda de la década, aunque aún no se sepa la fecha.
No poseemos más información, pero estamos intentando ponernos en contacto con la familia para obtener más detalles… Y ojalá podamos ver el anillo pronto, porque estamos seguras de que no decepcionará.
Hermione y Draco, la editorial de Corazón de bruja os ofrece sus mejores deseos para vuestra nueva vida juntos.
Hermione se contempló en el espejo con una sonrisa de satisfacción. Llevaba un vestido verde de seda, largo hasta los pies y con la espalda medio descubierta, que realmente le sentaba muy bien. El pelo, recogido con horquillas de diamantes, permitía ver la abertura del vestido, y las joyas eran de esmeraldas y diamantes, sacadas de la cámara de Gringotts de los Malfoy como regalo de compromiso.
No solía ser muy vanidosa, pero tenía que reconocer que realmente estaba muy guapa. Y más valía, porque sabía que esa noche le iban a hacer muchas, muchas fotos.
Una mano en la cintura la sacó de su contemplación en el espejo, y se giró para mirar a Draco, que depositó un beso en su mejilla.
—Estás preciosa —murmuró contra su piel. Ella le sonrió.
—Tú tampoco estás nada mal. —Y era cierto: Draco iba guapo siempre, pero cuando se vestía de fiesta estaba realmente espectacular. Llevaba gemelos verdes a juego con sus joyas, el único toque de color en un traje negro y gris.
—No podía dejar que te llevaras todas las miradas —replicó él, sonriendo orgullosamente—. Tenemos que ir guapos ambos, es nuestra fiesta de compromiso. Y ahora, marchando, que una cosa es llegar elegantemente tarde y otra llegar tarde tarde.
Ella aceptó el brazo que él le tendía, sintiéndose refinada y sofisticada, y juntos salieron de su habitación para recorrer media mansión, llegando al final a la enorme escalinata que conducía al salón donde se celebraba la gala y donde ya docenas de personas estaban socializando y charlando.
Descendieron las escaleras lentamente –las sandalias de ella, aunque preciosas, no ayudaban a realizar carreras de velocidad, precisamente–, observando cómo Narcissa había aprovechado el enorme salón de baile de los Malfoy para realizar una fiesta de ensueño que continuaba incluso en los jardines y las habitaciones contiguas.
—¿Preparada? —le preguntó él cuando llegaron al último escalón, todavía sin haber sido vistos por los invitados.
—Vamos —murmuró ella, apretándole el brazo. Sin más dilación, entraron por las puertas dobles en el salón, sonriendo ante los focos, las cámaras y los aplausos de los invitados.
—¡Queridos, pero qué guapos vais!
—¡Una sonrisa para Corazón de bruja!
—¡Aquí El Profeta! ¿Una pose, por favor?
—¡Hermione, estás espectacular!
—¡Señorita Granger, me alegra mucho verla en tan buen estado!
Ambos se miraron, un poco ahogados nada más entrar.
—Necesito una copa —anunció Draco.
—De eso nada, querido —dijo Narcissa, materializándose a su lado y dándoles un beso a cada uno—. Primero las fotos para la prensa, luego saludar a los invitados y luego ya beber. Vamos, vamos, no os paréis. Una sonrisa, gracias.
Hermione rio ante la expresión de horror de Draco, y apoyó la cabeza en su hombro.
—Sonríe, que estamos celebrando y no quiero que me estropees las fotos —le ordenó su madre en ese momento—. Levanta la barbilla, vamos. Esto va a ser primera página, os lo digo yo.
—Draco, creo que deberíamos hablar sobre nuestro futuro matrimonio.
Él levantó la vista de su libro y alzó una ceja.
—Ni siquiera nos hemos casado y ya te quieres divorciar —se quejó de manera teatral.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Qué tonto eres. No, me refería a que tenemos que aclarar algunas cosas ya para saber que estamos de acuerdo en lo principal. Tengo una lista y todo.
—Supongo que no merece la pena posponerlo. —Dejó el libro a un lado, un poco a regañadientes, y centró toda su atención en ella—. Empieza.
—Lo primero es que no me voy a cambiar el apellido —anunció ella—. Voy a seguir siendo Granger, y no es negociable.
—Me parece bien, no esperaba menos. —Él sonrió—. ¿Cómo te iba a seguir llamando Granger si te apellidas de otra manera?
—¿Y tus padres qué opinarán?
—Que opinen lo que quieran —contestó, encogiéndose de hombros—. Esto es tu decisión, pero debes saber que, debido a nuestra posición social y demás tradiciones sangre pura, en los eventos importantes se te presentará como Lady Malfoy, al igual que mi madre. Y los documentos importantes referentes a las propiedades de mi familia necesitan que el firmante se apellide Malfoy, o sea que no los podrías manejar sin mí.
—No me importa. —Ella se lo pensó unos instantes antes de añadir—. Pero si quieres, estoy dispuesta a añadir Malfoy a mi nombre, lo que no estoy dispuesta es a renunciar a Granger.
—Es justo. ¿Qué más?
—¿Quieres hijos?
—Dos —respondió él rápidamente—. Uno es demasiado solitario, y con tres ya vas camino de ser un Weasley. Dos es perfecto.
Ella le sonrió cálidamente.
—Yo también lo opino. Siguiente: ¿dónde viviríamos?
—Aquí, ¿no? —Draco paseó la mirada por el enorme ático que compartían—. Al menos mientras estemos solos, cuando haya un bebé en camino ya nos mudaremos a Malfoy Manor.
—Por encima de mi cadáver vamos a vivir en Malfoy Manor, Draco. Tengo muchas razones —prosiguió, antes de que él dijera nada—, pero la principal es que me niego a vivir con tus padres.
—¿Malfoy Hall? —propuso él—. Es más pequeña que la mansión, pero no está mal, y además está más cerca de Londres. Era de mi abuela paterna.
—Ya veremos —gruñó ella por lo bajo antes de alzar la voz de nuevo—. ¿Cómo pasamos las celebraciones en familia? Porque nos tenemos que dividir entre mi familia, la tuya y los Weasley.
—No nos dividimos, nos marginamos del mundo y las pasamos viajando por ahí.
—No.
—Pues como podamos, que es lo que hemos hecho hasta ahora. Pero a las fiestas y galas de mi madre hay que ir sí o sí, como faltemos nos arranca la cabeza por el pelo —advirtió seriamente.
—A las de mi abuela también, la Soirée por lo menos. Y hablando de mi abuela, ha organizado una fiesta el mes que viene para celebrar nuestro compromiso.
—Qué bien —masculló Draco secamente—. ¿Mucha gente o lo habitual en ella?
—No ha querido decirme nada.
Ambos compartieron una mueca de terror mal disimulado.
—¿Soy yo o la gente no deja de mirarnos raro?
Hermione apretó los labios para disimular una sonrisa.
—No nos miran raro, Draco —contestó pacientemente—. Lo que pasa es que la abuela ha anunciado a todo el mundo nuestro compromiso y tienen curiosidad por vernos. No todos los días pasa que la nieta fea se case la primera de todas.
—No eres fea.
—Era una broma —replicó Hermione, pero le dio un beso de agradecimiento—. Venga, vamos a saludar a Sarah y Melissa. ¡Y quítate esa cara de asco!
Ambos empezaron a caminar con parsimonia hasta el otro lado del salón, donde las primas de Hermione charlaban con muggles que a Draco no le sonaban de nada.
—¿Quiénes son esos? —preguntó, sin poder disimular su curiosidad.
—Ni idea —admitió ella—. Gente rica, supongo. Es la tónica general en los invitados de mi abuela.
—Pues menuda mierda de trajes, desde aquí veo la mala calidad.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Ya será para menos.
—Créeme, me pusieron trajes de fiesta antes de saber andar: distingo perfectamente los tejidos, y esos son de mala calidad.
—Que sí, ya sé que eres rico; no hace falta que me lo menciones cada cinco segundos. —Hermione lo fulminó con la mirada.
Él, sin inmutarse, le guiñó un ojo.
—Bueno, yo solo lo menciono así de pasada. Ya sabes que es una verdad universalmente reconocida que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna necesita una esposa. Y me suena que hay alguien aquí dispuesta a ser mi esposa.
Hermione puso los ojos en blanco, pero sonrió. La verdad es que el hombre a veces tenía su gracia.
A veces.
¡Hola! ¿A que no os esperabais esto? Yo tampoco, pero este verano se me ocurrió escribir algo más porque llevaba mucho tiempo sin escribir nada y salió esto, inspirado por la boda de Harry y Meghan. Es una pseudo-secuela de EDD, pero tampoco hace falta haberlo leído para entender el fic.
¿Qué opináis? ¿Os ha gustado? Estoy un poco aterrorizada de no llegar al nivel de EDD, pero lo he hecho lo mejor que he sabido y personalmente me lo he pasado muy bien escribiéndolo. Tiene el mismo nivel de tonterías que EDD, así que algo es algo ;)
Este fic tiene cinco capítulos y ya está todo escrito y preparado, así que ¡nos vemos la semana que viene!
LadyChocolateLover
PD: Déjame un review para que Draco te pida matrimonio así.
