La puerta del despacho del Kazekage se abrió repentinamente y una mujer joven, que estaba embarazada, se dirigió como una exhalación hasta la mesa donde se encontraba trabajando tranquilamente el 4º, éste levantó la vista sobresaltado mientras veía atónito como la mujer se dirigía furiosa hacia él y le propinaba una fuerte bofetada en la cara.

- PAAFF!

El Kazekage podría haberla detenido, pero se dejó golpear a propósito, pues por un lado comprendía el dolor que debía sentir aquella mujer, está claro que ya se había enterado de eso…

La mujer se giró bruscamente, dándole la espalda, y comenzó a llorar con rabia aún contenida, mientras ponía una de sus manos en su tripa y con la otra se sujetaba la cabeza, sufriendo un gran dolor. Luego muy lentamente se volvió, estaba inundada en lágrimas y sostenía su mano en la frente, como si ésta le doliese terriblemente.

- ¿Cómo… cómo has podido? – logró decir – Es tu hijo…

- Ya tenemos dos hijos, Karura – respondió el cuarto que se había puesto de pie y se mostraba muy serio.

- No me basta con eso… necesito una explicación.

El Kazekage salió de detrás de su mesa y se acercó a ella, posó sus manos en sus hombros, y con una ternura que parecía falsa, dijo a su esposa:

- Karura… por favor, entiéndelo… la situación es muy grave… la aldea se encuentra indefensa, y esta es la única forma de… solucionarlo.

- ¿A costa de la vida de un niño¡¡¿de tu propio hijo! No podrá controlarlo, él no… -

Karura no pudo terminar, se derrumbó contra el suelo y su marido la sostuvo. La cogió con delicadeza y la recostó en un sillón. Karura se había desmayado, estaba teniendo un embarazo muy difícil. El Kazekage la miró consternado, y a pesar de que sabía que ahora no estaba consciente, murmuró mientras la miraba:

- Tú no lo entiendes Karura, pero lo entenderás.

- Kazekage-sama… - una anciana asomó por la puerta abierta del despacho y se sorprendió de ver allí a Karura inconsciente sobre un sillón.

- Buenos días Chiyoba-sama, se ha desmayado – dijo viendo que la anciana miraba a su mujer. – Ella ya se ha enterado, de nuestro plan.

- Comprendo – dijo Chiyo muy seria.

El Kazekage tomó la mano de su mujer y preguntó a la anciana:

- ¿Cuándo lo haremos?

- En la veinte octava semana de gestación, el tercer día de esa semana será luna llena, el momento propicio.

- De acuerdo, ya falta poco entonces. Haz todos los preparativos, por favor.

Y dicho esto, la anciana giró sobre sus talones y se marchó con paso decidido. Se dirigió por varios pasillos para finalmente tomar unas escaleras que conducían a una especie de sótano. Iluminó una de las antorchas y se dirigió con ella hacia la entrada de una puerta que parecía herméticamente cerrada. La anciana cerró los ojos y realizó un sello con las manos, la puerta dio un chasquido y se abrió.

La habitación en la que entró estaba casi en penumbras y había mucha suciedad y telarañas, el fuego de la antorcha iluminó débilmente lo que Chiyo andaba buscando.

En medio de la habitación, en una especie de altar, una gran tetera con signos grabados era examinada por la anciana. Pasó un dedo por su superficie mugrienta y al cabo de unos segundos murmuró:

- Gran Shukaku de la Arena, ya falta poco…

………………

Ese mismo día, por la noche, Karura se dirigió al cuarto de sus dos pequeños hijos para acostarlos. Ajenos a todo, los dos hermanos jugaban mientras reían. El niño de ojos oscuros y pelo abundante castaño, mostraba a su hermana, rubia y con coletas, como hacía manejar una pequeña marioneta con su chakra. La hermana le miraba y aplaudía, parecía divertirle mucho.

- ¡Mami! – gritó el pequeño Kankuro mientras se echaba en brazos de su madre. Temari le imitó de inmediato.

- Hijos míos… - suspiró Karura con ternura mientras les miraba, y antes de que pudiese decir nada, el pequeño Kankuro mostró orgulloso una pequeña marioneta que él mismo se había fabricado.

- ¡Mamá¡ya se lo que quiero ser de mayor¡marionetista!

- Eso está muy bien, hijo… - dijo Karura con tristeza evidente en su rostro mientras le revolvía el pelo a Kankuro.

- Mami… estás muy triste – se percató Temari.

- Hijos míos, tengo que hablar con vosotros sobre… - y dicho esto se tocó la tripa – vuestro hermanito.

- ¿Será niño o niña? – se interesó Temari mientras observaba la tripa de su madre – Yo quiero que sea niña, así jugaremos juntas y…

- No, será un niño – saltó Kankuro – Y se llamará... mmmmmmh, mami ¿cómo le tenemos que llamar?

- Aún no lo sé cariño – contestó Karura con ternura – Ahora sentaros en la cama, os hablaré de vuestro hermanito.

Los dos niños obedecieron a su madre y se sentaron en la cama mientras ella permanecía a su lado sentada en una silla. Aquello la resultaba muy difícil, cómo explicárselo, eran tan pequeños…

- Veréis, vuestro hermanito, no será un niño normal y corriente, como vosotros. Será un niño especial.

- ¿Y eso por qué¿está enfermo? - preguntó preocupado Kankuro mientras miraba la tripa de su madre.

- No… no está enfermo. Veréis, vuestro hermano ha sido elegido para que se convierta en… un poderoso ninja. Papá tiene muchos problemas por que no nos permiten tener un ejército que nos proteja¿entendéis? Y van a utilizar a vuestro hermanito para… para… - Karura no pudo reprimir las lágrimas – se convertirá en un arma de gran fuerza para la aldea.

- ¡Yo también quiero ser fuerte! – gritó Kankuro un poco molesto. Su madre prosiguió.

- Pero, para que vuestro hermano obtenga esa fuerza tan poderosa tienen que encerrar a un biju en su interior, a un demonio, el Shukaku de la Arena.

Los dos niños abrieron los ojos como platos.

- ¿Nuestro hermanito va a tener un demonio dentro? – preguntó Temari.

Karura asintió con la cabeza.

- Pero… ¿podremos jugar con él?

- No cariño… puede ser peligroso, aún no sabemos si podrá controlarlo.

Dicho esto, Karura se levantó, los niños estaban bostezando.

- Ya seguiremos hablando mañana, ahora venga, acostaros que ya es muy tarde – dijo recomponiéndose un poco – A la cama gandules.

Dicho esto y después de arroparles en sus camas, salió despacio de la habitación. Al darse la vuelta se encontró frente a frente con un hombre que tenía sus mismos ojos y el cabello rubio.

- Buenas noches hermanita¿cómo te encuentras? – dijo con una sonrisa.

- Yashamaru, ya no hace falta que finjas, lo se todo – respondió su hermana en tono cortante.

- Ah… vaya…

- ¿Tú… estás de acuerdo con el Kazekage¿no es así?

- Yo sólo quiero el bien para esta aldea, igual que todo el mundo. Hermana, no pasará nada, esto es necesario y él niño a lo mejor puede llevar una vida normal y…

- ¿UNA VIDA NORMAL! Yashamaru! Qué demonios estás diciendo! Cómo va a llevar una vida normal, por el amor de Dios! Seguro que tendrá un montón de problemas y… y… - Karura se echó las manos a la cara, no lo soportaba y de nuevo se inundó en lágrimas.

Yashamaru la abrazó tiernamente y dejó que llorase en su hombro, pero no dijo nada. Al cabo de unos segundos Karura habló algo más tranquila.

- Hermano, si algo me pasara a mi… si algo me sucediese¿cuidarás de él verdad?

Yashamaru no supo que responder, pero al verla tan afligida dijo:

- No te preocupes por eso hermanita, además, ya verás como todo sale bien – dijo sonriente.

…………………………

Pasaron las semanas y Karura cada vez se encontraba peor y más débil, no soportaba que todo el mundo mirase a su hijo como el arma definitiva y no como un ser humano. Un día, al anochecer, salió a dar un pequeño paseo por los límites de Sunagakure. Hacía viento, como siempre, pero no la importó, necesitaba un rato de soledad, necesitaba meditar algo.

Anduvo un rato por las dunas del desierto que se expandía ante ella y miró al suelo. Se agachó para coger un puñado de arena y dejó que esta se escapase a través de sus dedos, era una sensación agradable. Volvió a hacer lo mismo y luego posó su mano en su tripa.

- Shukaku… - musitó.

Aquel mismo día, un médico la informó que se trataba de un varón.

- Shukaku, el demonio de la Arena…

Se levantó y puso ambas manos sobre su tripa, miró la arena que se levantaba del suelo y luego miró al cielo, a las estrellas. Tenía la extraña sensación de que no sobreviviría para ver crecer a sus hijos, lo supo desde el mismo instante que se enteró de todo. Albergaría a un demonio, este seguramente no permitiría dejarla con vida.

Sin dejar de mirar hacia arriba y aun con sus manos posadas en el pequeño que aguardaba en su interior dijo:

- Tu nombre será… Gaara. Ámate a ti mismo, y lucha sólo por ti mismo, pues será la única forma en la que puedas sobrevivir y existir en este mundo tan cruel.

(continuará)