Presente para una chica que se ha quedado sin regalo en una actividad~.
Las fiestas habían llegado en todo el mundo. Las personas decoraban sus casas de rojo, blanco, amarillo, verde, los colores que más representan a la Navidad y que iban de la mano con el Año Nuevo. Aparecían los adornos navideños, luego de tanto tiempo guardados, salían para marcar las fechas festivas. Las luces de colores, los ángeles, las estrellas, los árboles de Navidad y los carteles de "Feliz Navidad" que se dejaban ver en las ventanas o puertas de las casas del mundo. En algunos lugares, caía la nieve y quedaba muy bien en la ocasión. En otros, hacía calor pero en todos lados, era Navidad.
Y como no, las calles también eran decoradas con formas de Papá Noel, constelaciones y demás. Algunos árboles eran rodeados por lucecillas coloradas. Incluso las tiendas no se quedaban atrás con las decoraciones. Todo era alegría y paz.
A Arthur le gustaba aquello. Ver que su gente se emocionaba con las festividades y se esforzaba en hacer regalos a sus seres queridos. A los niños chillando por juguetes o impacientes a la llegada de Papá Noel. También se ponía melancólico. Extrañaba cuando tenía a Alfred cuando éste era pequeño. Cuando pedía regalos, se los daba y era feliz. Nunca olvidaría esos momentos en que su sonrisa era lo único que necesitaba para comenzar o que su día se iluminara. Ahora, estaba solo. Cada uno pasaría en sus casas, quizás con sus superiores, depende de cómo estuvieran las cosas y si se organizaban en algo.
Arthur se negó. Siempre él queriendo pasar solo para luego arrepentirse. Veía el famoso Tower Bridge. La gente le sacaba y se sacaba fotos con este monumento como fondo. Como recuerdo de un buen viaje o simplemente, para inmortalizarlos. Él no necesitaba eso. De por sí, era inmortal y podría admirar lo bello que era su país cuantas veces quisiera. Caminaba abrigado, sus manos escondidas en sus bolsillos, a pesar de tener guantes y volviendo a mirar a su alrededor por quién sabe cuántas veces.
Lo necesitaba. Seguía ensimismado con sus infinitos recuerdos de aquellas festividades.
- ¡Hey, Arthur!
Oyó su nombre y se giró, buscando quién era. De lejos, veía a un chico alto, rubio, con los lentes parcialmente empañados, corriendo hasta él y chocando un poco con la gente. Sintió una presión en el medio de su pecho al verlo. Y más aún cuando llegó hasta él.
- ¿Qué demonios haces aquí? – le dijo el de cejas.
- Quería pasar Navidad aquí y, bueno, eres el único que conozco aquí – río infantil el americano.
- Tú sí que no tienes remedio, idiot – se quejó el mayor.
En realidad, ocultaba su felicidad de ser acompañado por el estadounidense. No creía que él quisiera pasar Navidad con él ya que era un egoísta materialista. Como siempre, se escudaba con su eterno malhumor hacia todo y todos. Sin mediar palabras, procedieron a dar unos pasos.
- ¿Esto es el Tower Bridge, isn't it?- preguntó el rubio alto.
- No puede ser que estuviste tanto tiempo bajo mi control y a penas recuerdes mis cosas. And yes, it is.
Alfred miraba maravillado, como si nunca lo hubiera visto. Era enorme y precioso. Más hermoso aquella noche, a horas de que sonaran las campanas del Big Ben, se dispararan los fuegos artificiales y fuese Navidad. El de lentes suspiró.
- Hacía tiempo que no pasaba Navidad contigo, Arthur – el mencionado lo miró -, creo que es una de las cosas que he echado de menos –sonrió.
El reconocido pirata bajó su vista a sus pies. No sabía que responder. Miró su reloj. Miró el Tower Bridge.
- Hay cosas que no nos hemos dicho, aún teniendo oportunidades, Alfred –inició.
Ambos se vieron a sí mismos en los ojos del contrario. Los minutos volaron. Los fuegos artificiales vistieron el cielo. La campana gritó. Ellos se confesaron con un beso, iniciando la Navidad.
