Era mi año número cincuenta escondida en esta forma dentro del mundo de los vivos. Me sentaba a mirar a las multitudes no parando de realizar sus actividades

cotidianas con mucha prisa, por los mismos lados de las calles, como si estuvieran programados. Eran un poco similares a los shinigamis, sobre todo a los de rangos

inferiores. Todos tenían la misma expresión de desgano en sus rostros, como si supieran que aquellas rutinas jamás acabarían.

Era genial ser un gato aquí. Me encantaba esta forma, dormir las horas que me plazca, obtener comida gratis, llenarme con poca comida y sobre todo, era libre de

tanta responsabilidad como capitana de la segunda división y comandante de las operaciones especiales. Yo realmente odiaba el papeleo, me aburría enormemente.

Extrañaba un poco el entrenamiento, y temía no ser tan rápida como antes, pero supongo que ese fue el precio que se tuvo que pagar por esta libertad aparentemente

eterna.

Después de largas horas de descanso fui en mis cuatro patas a buscar algo de comida, menos mal tuve la suerte de que una amable anciana me regale comida de sus

gatos, sino no sabría donde buscar más y eso sería un problema.

Seguiá perdida en mis pensamientos.

Cincuenta años como un gato. No sabía nada de nadie a quien conocía, pero pensaba en ellos constantemente. En alguien especialmente. No me podía sacar de la cabeza

su imagen.

El día terminó y yo me dispuse a andar por una calle solitaria, frente a un parque vacío. En él sólo vi juegos y uno que otro árbol, al cual me subí para dormir.

De pronto, escuché dos voces femeninas acercarse.

Eran dos colegialas, una de ellas era mayor y más alta que la otra, y caminaban discutiendo sobre algo que recién pude escuchar cuando se sentaron en una banca.

- ...Sinceramente aprecio que me hayas recomendado para reemplazarte, Senpai, pero...no creo poder hacerlo bien. ¿No puedes quedarte? La obra no sería perfecta sin

ti, senpai!- Exclamó la menor suplicante ante la otra muchacha, quien la miraba con algo de pena.

- Ya te lo dije, Mei-chan, debo viajar y no puedo cancelar el viaje de ninguna manera. Yo sé que lo harás bien. - Comentó la mayor revolviendo el cabello de la otra

chica, de quien ya se podían escuchar sollozos. "Que dramatica, por todos los hollows" Pensé. Esa niña me recordaba mucho a alguien.

- ¡No puedo aceptarlo!- Exclamó nuevamente la chica de nombre Mei. - No es sólo por la obra, no quiero que estés lejos. ¿Qué haré sin ti? - Dijo entre sollozos la

chica menor y la otra la abrazó para intentar calmarla. "cálmala de una vez" pensé. Cómo una cosa tan mundana como una obra escolar y la partida de alguien a otro

lugar podía afectar tanto a una persona...

Comencé a sentirme mal, porque la recordé. ¿Qué andará haciendo esa pequeña abeja? ¿Habrá cambiado en algo esa actitud tan preocupada y pegada a las reglas?

¿Seguirá enojada conmigo?

Es que yo me fui sin decirle nada, no podía involucrarla en una situación así siendo tan joven (la pobre recién aprendía a ocultar su reiatsu), pero algo me decía

que había sufrido, o que seguía sufriendo.

Bueno, era eso o verla capturada, condenada y muerta por la cámara de los 46, y no la iba a mandar como cordero al matadero, ya tenía suficiente con el exilio y

toda la tragedia en el seireitei.

Yo sabía que ella era capaz de muchas cosas por defender a su capitana, incluso de dar su propia vida pero yo me negue a que lo haga, como tantas veces en las que

casi muere para que un hollow no me ataque a mí. No lo permití y jamás lo permitiría.

Si claro, El exilio, defender a la capitana, ¡ja! Eran excusas en su máximo nivel, ella y yo lo sabíamos.

- Deja de llorar, Mei-chan, nos volveremos a ver. - Susurró la muchacha mayor aún abrazando a la otra.

No podía seguir viendo aquella trágica escena, me perturbaba, y dando saltos me moví a otro árbol. "Nos volveremos a ver" Ya quisiera yo decir eso.