¡Hola!
Sábado 6 de Noviembre del 2015
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Había oído tantas y tantas historias sobre el famoso Brick Him que no podía decidir cuál era la más ridícula o la más espantosa. Había tantas leyendas urbanas sobre él que no había nadie en la pequeña ciudad de Nueva Saltadilla que no hubiera escuchado ese nombre.
Incluso había una que decía que él había abusado de una chica sólo porque ésta lo rechazó.
-Tonterías-se dijo a sí misma.
Sólo era el hijo de un importante empresario el cual para su desgracia se instalaría en el mismo vecindario dónde ella junto a sus padres vivían.
Al parecer unos inversionistas quedaron encantados con el paisaje de los al rededores y pensaban expandir aquella ciudad haciendo miles y miles de casas más. Era algo muy importante, pues mientras más gente hubiese los comercios vendrían siguiendo los bolsillos de toda esa gente que se instale en la nueva y mejorada Saltadilla, bueno, en la nueva Nueva Saltadilla.
Momoko no estaba muy segura de un cambio de esa magnitud. Le gustaba esta Nueva Saltadilla, no había mucha gente viviendo en esa ciudad por lo tanto, no había tanto vandalismo como en las grandes ciudades. No quería que toda esa paz se esfumara sólo para llenarles los bolsillos a unos empresarios.
Ella acababa de terminar el quinto semestre en la universidad, cada vez estaba más cerca de cumplir su sueño y estar capacitada para ser una arquitecta.
A pesar de provenir de una familia con bastante dinero, le gustaba la sensación de ganar su propio dinero, comprar sus antojos con su esfuerzo y la satisfacción que esto representaba. También le gustaba atender a la gente, pues creía que de esa manera sus habilidades sociales mejorarían. No era que no pudiera comunicarse ni nada de eso, sólo que tenía un problema.
-¿Me puedes traer otra rebanada de pastel?-Le dijo un hombre al pasarle por un lado, podría jurar que era el taxista que la había llevado hasta su hogar unas cuantas noches atrás.
-¿Otra?-Preguntó. Enseguida notó que lo que había dicho estaba mal, no era asunto suyo si el hombre quería acabarse una pastelería completa y a pesar que este no le dijo nada ni hizo gesto alguno, ella enseguida se ruborizó de vergüenza y se disculpó para ir por la rebanada de pastel.
Lo había hecho de nuevo. Hablaba de más cuando no debía y de vez en cuando escuchaba conversaciones ajenas y sin poderlo evitar, sin que nadie se lo pidiera, daba su opinión.
Le dio tanta vergüenza el recordar hacía unos días cuando su padre hablaba por teléfono y no encontraba una palabra adecuada, sin dejar de mirarlo ella le dijo la palabra que buscaba. Su papá nunca la regañaría por hacer algo así, pero ella sabía que estaba mal.
-¡Eh! Momo, quítate de aquí-Le dijo una rubia, Miyako la cual como ella era mesera.
-Lo siento-Dijo haciéndose a un lado, pues la chica traía una charola con comida.
-Kaoru necesito un pedazo de pastel de queso, por favor-
-¿Y?-respondió la pelinegra molesta.
-¿Podrías dármelo?-
-Te recuerdo que soy la lava platos y saca basura, no estoy calificada para dar comida-contestó está molesta.
Momoko sólo sonrió. La había conocido siendo un cliente frecuente, entablaron una amistad y decidió que sería divertido trabajar junto a ella. Lastimosamente el único puesto que podían darle era de asistente de cocina, o sea de lava platos y saca basura.
Kaoru con el pretexto de no tener nada mejor que hacer, tomó el empleo, argumentando que un día quería ser una gran inversionista y pasa eso, necesitaba capital, trabajaría por dinero, para después hacer que él dinero trabajase por ella.
-Chicas, tienen que ver esto-las interrumpió Miyako. Momoko había pasado hasta la cocina a tomar el pastel ella misma, para llevárselo al hombre, que lo observaba como si la vida se le fuera en ello.
Sonrió. Ella miraba de la misma manera a su novio; Randy.
Sólo llevaban unas dos semanas juntos, pero habían tenido una amistad muy larga la cual había evolucionado con el tiempo.
La campanita de la puerta llamó su atención.
Por ella cruzaban cuatro personas.
Un hombre no tan avanzado en años, posiblemente unos cuarenta o cuarentaicinco, de largo cabello gris, amarrado en una coleta baja, traía un traje que probablemente era de un diseñador italiano, el cual posiblemente ella si juntara todo su salario de un año, no podría pagar. La fortuna de sus padres comprada con la de ese hombre seguramente estaba separada por una brecha enorme. Al ver sus zapatos confirmó su teoría.
Un grito ahogado se le escapó cuando se dio cuenta que la miraba directamente y con curiosidad. Su mirada le era familiar. Esos ojos tan negros como el carbón los había visto antes.
-Him-Escuchó que alguien lo llamaba y posó su vista en él. Era un chico posiblemente entre los veintitrés y veinte años. De cabello casi tan naranja como el de ella y de ojos color rojo, su tez era clara y su voz profunda.
-Tomen asiento-Le dijo el hombre a los tres jóvenes que lo acompañaban. Él solo acomodó su corbata y ante la mirada de muchos curiosos se dirigió a Yamamoto, el gerente del lugar.
Miró una vez más al pelirojo, no parecía estar relacionado con aquel hombre, su ropa era muy sencilla y casual, un pantalón azul de mezclilla, con una playera negra.
-¡Mesera!-Escuchó que alguien la llamaba, dirigió su vista hasta aquella voz un poco más suave que la del pelirojo y miró a un chico rubio de ojos azules que la llamaba con la mano, estaba sentado en la misma mesa que aquel chico pelirojo.
-Buenas…-No siguió pues la voz de otro la interrumpió.
-Dame lo mejor del menú.-Habló esta vez un chico de cabello tan negro como el carbón y ojos verdes. Su cabello era el más largo de los tres, estaba atado en una pequeña cola de caballo, tal y como el hombre mayor con el que venían.
-Yo le recomiendo una pizza especial, es lo…-
-Yo quiero una hamburguesa vegetariana con aguacate extra- No pudo continuar, pues el rubio la interrumpió, y al ver que el pelinegro ni siquiera se molestó en hacer contacto visual con ella, no le quedaron muchas ganas de continuar hablando, cosa que pocas veces pasaba.
-¡Oh! un veg...-
-Y un Té helado.-
-Muy bien una…-Repetía el pedido en voz alta mientras anotaba, pero una vez más la interrumpieron.
-Rápido-dijo el pelirojo.
-¡BASTA!-lo cortó ella molesta mirando a los tres mal educados que había osado interrumpirla y fuera de eso, ser tan groseros con ella sólo por ser una mesera que deseaba sugerirles lo que ella consideraba lo mejor del menú y hacerles más placentero el consumo.
Observó como el pelirojo la miró con ira, sus ojos parecían los de un demonio, juró verlos más rojos de cómo los había mirado la primera vez. Puso ambas manos sobre la mesa y se levantó.
Momoko juró que el chico estaba dispuesto a abofetearla. ¿Qué se creía?
Ella retrocedió un paso sin darse cuenta y el pelinegro jaló al ojirojo.
-Brick-Le dijo cuando el mencionado se tomó la molestia de mirar quién había osado tocarlo.
¿Había escuchado bien? ¿Brick?
Y entonces un foquito se iluminó sobre su boba cabezota. El chico había llamado Him a aquel hombre. ¡Ellos eran los Him!
Buscó sus ojos y entendió el porqué de todas aquellas leyendas urbanas. Brick Him era aterrador.
