Primero que nada: ¡hola~!

Ahora bien, he colocado que el fanfic está finalizado ya que no tengo previsto un número fijo de capítulos para él; bien que mal este podría ser el único o tener más. No existe alguna razón en particular, pero es solo un aviso.

Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto, pero la historia es completamente mía.


°oO°~ Capítulo 1.- Fantasía de la boda perfecta ~°Oo°

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Primer aniversario de bodas, era el más especial para él, porque claro, adoraba a su estúpido marido y compañero de aventura; no aventura solo por casarse con él, no, aventura porque él era un botánico investigador y su marido un fotógrafo y su asistente. Y no era por sentirse importante o hacerse creer mucho por su trabajo pero claro que era una aventura; conocían todo tipo de lugares, países, costumbres y ambientes. Estaban, o por lo menos él estaba, contento porque aunque se habían casado en una ceremonia religiosa en su viaje al medio oriente hacía un año atrás, y había sido significativo el unir sus vidas en un enlace matrimonial. Miró al hombre dormido en el asiento a un lado suyo en ese vuelo, no tenía aún muy claro que era aquello que lo había hecho persistir tanto en su persona.
En la universidad muchos lo habían tachado de engreído y soberbio por pensar solo en él, pero ese sujeto no. Recordaba claramente conocer al tipo desde ese tiempo, aunque Sai —el nombre de su durmiente esposo—, era muy difícil de olvidar. Él siempre solía estar solo, y cuando lo conoció la primera vez había sido en la biblioteca, él estaba buscando material para una de sus clases y sin querer se había quedado casi ciego por un brillante flash que lo tomó por sorpresa, lo había mirado de mala gana por haber hecho que su campo de visión hubiera sido inútil por unos segundos, pero aquel sujeto sonrió y le tomó otra fotografía.

Sai despertó observando al pelirrojo, sonriendo. «Muy distinto a la primera vez»pensó Gaara.

—¿Aun no llegamos? —Preguntó ligeramente adormilado, buscando su mano para sujetarla.

—Faltan alrededor de treinta minutos —acarició con su dedo pulgar el dorso de la mano contraria—. Puedes dormir otro rato si quieres, yo te despertaré cuando aterricemos.

—No, está bien. Eh dormido suficiente —se acomodó en su lado recargándose en el hombro contrario, mientras su mano jugueteaba con los dedos.

—¿Estás cansado aun? —Preguntó mientras lo observaba de reojo acomodándose en su asiento.

—Algo, quizá no fue buena idea hacerlo en el baño del aeropuerto —rio levemente—. Ni en el baño del avión en la madrugada —el moreno miró hacía los pies de Gaara y luego hacia él—. ¿No estás cansado? —preguntó curioso, sonriendo levemente.

—No, ¿por qué? —el pelirrojo ya sabía a donde iba con aquella pregunta.

—¿Crees que podamos darnos un rapidín? —sugirió aun jugueteando con sus dedos.

—Te acabas de despertar y ¿lo primero que se te ocurre pedirme es sexo? —No le molestaba que le pidiera eso. Sabía que ambos disfrutaban bastante de tener encuentros furtivos en todo tipo de lugares.

—Está bien, si no quieres no haremos nada —calmó el jugueteo de sus dedos quedándose tranquilo a su lado disfrutando del delicioso aroma de su marido.

—Me quieres abajo ¿cierto? —Gaara cerró los ojos esperando la respuesta que sabía llegaría pronto a él.

—Sí —le respondió sin titubeos. Otra bella ventaja de su estable matrimonio es que jamás habían discusiones sobre quien iba a ser activo y quien el pasivo, ninguno tenía problemas ni temor de admitir que no deseaban un rol.

—Entonces no —Gaara observó por la ventana, no porque fuera interesante, sino porque era la décima vez, en lo que iba de una semana, que no cedía ante Sai.

Como era de esperarse el moreno descompuso su sonrisa en una mueca de incompresible por la repentina actitud de Gaara hacia una sugerencia tan normal como ser él quien fuera el activo—. ¿Por qué? —esperó con paciencia que el taheño lo mirara y le dijera algo. Aunque no tenía excusas hacía una semana que no le pedía ser él el activo; y había estado sometido bajo el y no se quejaba, ya que siempre le parecía delicioso, porque si era con él no le importaba ceder, aunque ahora tenía ganas de tenerlo abajo.

—No quiero —regresó la mirada a Sai, pero inmediatamente la bajó hasta sus manos—. Si quieres un rapidín será como en la madrugada —le sentenció con calma, no estaba molesto, pero si se estaba mostrando indiferente con él.

—Entonces yo tampoco quiero nada —era normal de vez en cuando que Sai hiciera un "berrinche", pero simplemente no lo hizo. En cambio estaba comenzando a preocuparse de que Gaara se negara tanto a ser pasivo, quizá lo hacía mal, o tal vez le parecía incómodo. Aun así no le insistió ni le preguntó la razón, quedándose a su lado aunque ahora estaba intranquilo.

Ambos estaban en un vuelo con rumbo a los Estados Unidos. Gaara tenía que presentar los resultados, informes, fotografías y demás papeleo frente a una casa de estudios que había estado patrocinando sus investigaciones en la India. Estaban a un día de su primer aniversario de matrimonio, y no había problemas, aunque no siempre Gaara fuera comunicativo Sai no era exigente con él, y fuera del reciente problema con el sexo no había ningún otro. La familia de Gaara estaba al tanto de su matrimonio y no lo habían tratado de mala manera o siquiera puesto un pero y tampoco miraban mal a Sai, lo habían recibido bien entre ellos y no importaba que Gaara estuviera o no presente.

Al llegar a la ciudad Sai se negó a acompañar a Gaara a la universidad a la que entregaría sus investigaciones, y mejor iría directamente con la familia del pelirrojo a saludar, ya que la señora Karura había pedido que pasaran a cenar para saber cómo les había ido en el viaje.
Sai no demoró en llegar en taxi a la casa de sus suegros, bajó las maletas y fue recibido por su cuñado Kankuro quien le ayudó a cargar con las maletas del largo viaje que Gaara y él habían tenido. Al llegar a la puerta fue recibido en brazos por la amable mujer de cabellos castaños que era la madre de Gaara.

—¿Cómo les ha ido en su viaje hijo? —Preguntó contenta, sonriéndole.

—Bien, suegra —le respondió con una sonrisa amable que siempre le provocaba la dulce mujer.

—Bienvenido, Sai —le hablo un hombre pelirrojo detrás de la mujer. Él lo observa con una mirada dura, pero Sai estaba acostumbrado a esa mirada no era de desprecio simplemente el hombre tenía ese carácter tan parecido al de Gaara.

—Gracias señor Rasa —el moreno dio un pequeño asentimiento aun presa de los brazos de Karura.

—¿Gaara no viene contigo? —Preguntó una mujer rubia de un prominente vientre.

—Gaara tuvo que ir directamente a la universidad a entregar los resultados de la investigación y exponerlos ante el consejo —había pasado de los brazos femeninos de su suegra a los de su cuñada—. Estará aquí para la cena, Temari.

La chica había dejado libre a su cuñado, acariciando con sus dedos su vientre—. Es que tenemos una sorpresa para ustedes durante la cena —dijo con una sonrisa, antes de levantar la mirada a su esposo a un lado suyo que ahora le tendía su mano a Sai.

—¿Una sorpresa? —Preguntó algo curioso mientras dejaba de apretar la mano de un hombre alto con el cabello sujeto en una coleta y una tremenda cara de sueño.

La joven asintió antes de recibir una mirada de soslayo de su madre y hermano mientras Rasa negaba levemente con la cabeza—. Oh vamos, quiero que por lo menos tenga algo de intriga por lo que les vamos a decir durante la cena —Temari se excusó con sus padres y su hermano sosteniendo la mano de su marido—. ¿Verdad Shikamaru? —Buscó apoyo en su pareja que simplemente rodó los ojos.

—Eso es algo problemático Temari, debiste dejarlo tal cual tus padres lo tenían planeado —respondió con voz adormilada.

—Oh, bien, perdonen mi irresponsabilidad por la noticia, aunque no he revelado nada —se defendió la mujer—. Mejor entremos a la casa, puedo asegurar que Sai está deseoso por tomar una ducha o dormir un poco para descansar del viaje.

—Buena idea —le concedió Karura mientras observaba a su hija entrar a la casa junto con su yerno e hijo, y miró a su esposo con dulzura antes de terminar con su mirada en Sai—. Vamos hijo, pasa a descansar, estás en tu casa —entró ella primero quedando Sai ahí junto a Rasa.

—¿Cómo estuvo el vuelo? —preguntó el hombre cruzándose de brazos.

—Bien, eh dormido un poco, antes de aterrizar —Sai observaba a su suegro sin mantenerle la mirada del todo.

—Veo por su sortija que ya se han casado —el hombre llevó su mirada desde la mano del joven hasta su rostro sin perder el temple.

—Mañana será un año de nuestra boda. Fue algo del tipo religioso pero yo le insistí a Gaara con las sortijas. Él aun quiere casarse por el civil aquí, con su familia presente —explicó con cierta rigidez en su postura ciertamente aun le daba algo de pánico el quedarse a solas con su suegro.

—¿Mañana será un año? —frunció levemente el entrecejo alertando un poco a su yerno con esa acción.

—Sí.

—Entra a la casa —apuntó dentro con un gesto antes de encaminarse esperando junto a la puerta para cerrarla. Sai se lo pensó apenas unos segundos antes de seguirle y entrar y esperar a Gaara.

Sai y Gaara se habían casado, pero no le habían informado nada de eso a la familia del pelirrojo, ni a los amigos cercanos de Sai. Porque el moreno no tenía más que amigos cercamos, su familia no se había tomado del mismo modo su sexualidad, como en el caso de su pareja y lo habían echado de casa. De eso ya hacía bastantes años, y Sai no le tomaba importancia al asunto, tampoco le parecía la gran cosa no contar con una familia. Solía decirle a Gaara que su familia era demasiado controladora con su vida y se sentía mucho mejor sin ese rigor con el que había crecido.
Su boda en la India, había sido espontanea, nada planeado y simplemente se dejó guiar por el deseo de Gaara por casarse la fecha que ellos tanto habían estado planeando antes de que fuera interrumpida por la llamada de la universidad pidiendo una investigación a fondo sobre una especie que había sido descubierta. Y lo había dicho Sai a Rasa, sobre las sortijas, había sido una mentira, quien estaba entusiasmado por usarlas era Gaara y él no tenía cara o razones para negarle algo a su adorada pareja. Sin embargo eso era algo irrelevante como para mencionárselo a su suegro.

Gaara había llegado unas cuantas horas más tarde y después de una ducha y de rechazar una vez más a Sa, con su idea de dejar que se lo hiciera. Habían terminado junto a todos, dispuestos en el comedor, para la cena. Karura había estado abrazando y dando besos a Gaara, entusiasmada por su regreso; Rasa simplemente le dio una pequeña y casi imperceptible sonrisa; Temari en cambio seguía contenta; Kankuro y Shikamaru simplemente se limitaban a hablar cuando era necesario y Sai, bueno el seguía preocupado por el asunto del sexo.
La cena se había estado dando entre pláticas sobre frivolidades y sobre el año que la pareja había estado fuera del país. Como Temari había advertido a Sai, llegó el momento para la "sorpresa" que la familia tenía preparada para la pareja, y fue Karura quien tomó la palabra.

La mujer le sonrió a su hijo y yerno y luego a su marido que seguía con esa expresión dura, mientras acariciaba el dorso de su mano con su pulgar suavizándolo un poco—. Chicos, ustedes se fueron una semana antes de su boda —se tomó un tiempo para regalarles una mirada —. Habían y tuvieron que dejar todos los preparativos a medias y aunque ya estaba casi todo listo no se pudo hacer nada al respecto, el trabajo es trabajo y tuvieron que salir del país por todo un año —ella miró a su hija mayor, ya que ella era quien más ganas tenía de poder dar la noticia.

—Así que pensamos que tal vez les gustaría retomar su compromiso en dónde lo dejaron y casarse ahora que están aquí. Mamá, papá Kankurō, Shikamaru y yo hemos estado organizando todo, así que solo sería su decisión la fecha y a quienes van a invitar —concluyó Temari.

Sai se puso de pie y observó fija e intensamente a su ya esposo y luego observó a todos los presentes—. Quiero agradecerles el gesto, sé que han hecho esto por… —el pequeño discurso de Sai se vio cortado cuando Gaara se colocó de pie a un lado suyo y empujó la silla a la mesa para tener más un poco más de espacio, se inclinó frente al moreno y sacó una sortija—. Gaara ¿qué…?

—Sai, cásate conmigo mañana —aquella no había sonado a una petición sino a una demanda exigente de su parte para su ya esposo, bajo la mirada expectante de todos en el comedor.

—Hijo eso se pide con más tacto —opinó Karura, sin saber si hacía bien interrumpiendo la repentina pedida de mano de su hijo menor hacia su yerno.

—No se preocupe, suegra, estoy acostumbrado a esto —respondió con tranquilidad dejando salir un pequeño suspiro, que puso al pelirrojo menor nervioso por un momento—. Y por eso mismo es que aceptaré lo que Gaara me pida, a menos que me pida que me aparte de su lado, porque me temo que eso es algo que no tengo pensado hacer —Sai extendió su mano hacía Gaara sonriéndole condescendiente, asintiendo—. Contigo hasta el fin del mundo, amor.

Gaara bajó un poco la cabeza, Sai siempre podía decir ese tipo de cursilerías sin sonrojarse y él estaba que no sabía dónde meter la cabeza para ocultar el resultado de la pequeña taquicardia que le provocaban sus palabras. Colocó el anillo de compromiso, justo donde había estado durante el año anterior, la sortija de matrimonio; le dedicó una mirada de soslayo a su pareja, que seguía sonriente, casi inmutable mientras todos los presentes aplaudían. Con aquello había dado por hecho casi de manera formal, por lo menos frente a su familia, quien era quien llevaba o llevaría la batuta en ese matrimonio, aunque a ninguno le importaba realmente el "asignar" o "delimitar" una función específica sobre su relación, ambos se amaban y eso bastaba, quien estuviera arriba o abajo en la cama era un asunto diferente, —aunque a Sai le continuara molestando el no saber por qué Gaara no lo quería como el activo—.

Sai deshizo el moño plateado; el saco color blanco había quedado olvidado en una de las sillas de la cocina, cuando había ido por un vaso con agua; sacó del ojal a los primeros dos botones de su camisa hasta la altura del chaleco color plateado. Gaara lo había llevado fuera de la fiesta de pronto, no le dijo ni porqué simplemente lo había tomado de la mano, para salir discretamente mientras los invitados bailaban al son de una de las canciones que había comenzado a sonar. No se quejaba mucho, ya habían tenido su brindis y baile como pareja, pero seguía pareciéndole desconcertante que hubieran abandonado la fiesta. Y de eso hacía aproximadamente media hora, ahora estaba sentado en el sofá de la casa, que no habían pisado desde que llegaron del viaje al medio oriente; la suya.
Miró la mesita de la sala de estar, no sabía que es lo que planeaba su marido. Levantó la vista al techo y se acomodó mejor en su lugar, fuera lo que fuese que Gaara estuviera planeando le estaba tomando demasiado tiempo.

—Sai —la voz del pelirrojo irrumpió en la silenciosa sala, atrayendo la atención del mencionado.

—¿Qué pasa, Gaa…? —la pregunta de Sai había quedado al aire cuando había decidido mirarlo. Parpadeó un par de veces antes de comenzar a reír.

—¿Qué es tan gracioso, idiota? —El taheño frunció el entrecejo por aquella burla hacia su persona.

Sai movió su mano llamando a Gaara, aun sonriéndole. El bermejo por su parte se lo había pensado más de dos veces el aceptar ir con él, pero finalmente había caminado hasta dónde se encontraba su marido. Cuando estuvo frente a él se cruzó de brazos, claramente ofendido por el anterior ataque de risa. Sn embargo solo se mantuvo de pie frente a él.
Sai palmeó su regazo, en una clara invitación a que se sentara allí. Sonrió complacido cuando el pelirrojo obedeció.

—¿Por qué has hecho esto? —Preguntó llevando sus labios al cuello de su marido, deleitándose con el aroma de su piel. Dejó un beso suave, mientras sus manos se colaban bajo los holanes, hasta una ropa interior con encaje.

—Llevas una semana pidiéndome que te deje ser el activo —suspiró un poco observándolo fija e intensamente—. Además es este mi regalo de bodas para ti —murmuró sobre sus labios antes de comenzar a besarlo de manera demandante.

A penas tuvo una pequeña oportunidad de romper el beso lo hizo—. Pensé que no te gustaba como te lo hacía y por eso ya no querías que yo fuera el activo —acarició con el dorso de su mano la mejilla del bermejo.

—Claro que no idiota, solo estaba haciéndote esperar por esto —musitó contra sus labios, entornando su rostro, antes de volver a besarlo con inclusive más pasión, impidiendo así, que salieran más suposiciones estúpidas de la boca de su esposo.

El moreno acarició con la palma extendida desde uno de los hilos, de lo que imaginó era una tanga, hasta los glúteos de su esposo. Sin romper el beso, lo cargó hasta dejarlo sentado en la mesa de centro, recargó ambas manos sobre la misma mientras que el bermejo estaba aferrado a su cuello. Sus lenguas bailaban y jugueteaban en ambas cavidades, húmedas, cálidas y encendidas por el deseo. Sai se tomó su tiempo para acariciar los muslos, el ligero y la liga de novia. Rompió el beso y se incorporó tomándose su tiempo para observarlo de arriba abajo. Gaara se había colocado un vestido de novia, bastante erótico a su ver, era de una sola pieza, strapless, con un corsé justado de color marfil; la mini falda del vestido tenía holanes y bajo él estaba el tul bordado, tenía unas medias de red color blanco. La liga de novia de insinuaba entre la tela y no pudo soportar más la tentación. Se colocó entre las piernas para acariciar la cálida piel; levantó la falda, ignorando ampliamente la sinuosa semi-erección presa en la ropa interior de encaje; sus ojos color plomo se deslizaron como una tela de satín por las largas piernas blancas. Acercó sus labios a su muslo, dejando unos cuantos besos antes de tomar la liga entre los dientes para ir deslizándola, con la ayuda de su marido que elevó su pierna dándole más amplitud de movimiento con ella.
Se colocó entre las piernas de él, escalando hasta sus labios, para volver a besarlo con tanta pasión como él le podía despertar.
Gaara enredó sus dedos en los cabellos brunos de su marido, separando las piernas solo para pinzarse a las estrechas caderas del moreno, mientras batallaba contra su lengua embriagándose con las sensaciones que le provocaba el tener a Sai así de ansioso por disfrutarlo, el modo en el que lo miraba y lo tocaba. El moreno conocía a la perfección todos y cada uno de sus puntos erógenos y era malditamente bueno para hacer su cuerpo entero vibrar como lo hacía en ese momento al simplemente besarlo de la manera. Rompió el contacto, deslizando sus manos hasta el chaleco para tomarlo con fiereza de allí.

—¿Vamos a hacerlo en la mesa de la sala? —su tono de voz había sonado sensual, insinuante, casi como un ronroneo.

—¿Quieres hacerlo en la cama? —Murmuró al oído, del pelirrojo, con una mano en su cintura, dejando un par de besos en el cuello.

—Sería más cómodo pero hazlo como quieras —había dejado salir un suave suspiro a la vez que inclinaba un poco la cabeza hacía atrás, disfrutando del contacto.

De un momento a otro la atención había terminado, al abrir los ojos Sai estaba solo de pie, desabotonando el saco. Su lengua humedeció sus labios, mientras esperaba ligeramente impaciente que Sai lo tomara, no importaba, realmente no le importaba si era sobre la mesa de la sala. Cuando el saco se hubo deslizado por los hombros y terminado en el suelo, sus caderas se contonearon en la incomodidad de su palpitante erección.
Sai se acercó a Gaara para acomodarlo entre sus brazos, cargándolo con el digno nombre del estilo nupcial, hacia las escaleras para llegar a la segunda planta.

—¿Qué haces? —El bermejo lo miró fijamente, sujetando su cuello, por temor a caer y no es porque no le pareciera su esposo lo suficientemente fuerte pero era más por mantener el equilibrio.

—Te llevaré a la cama para poder hacerte el amor como se debe —musitó cerca de su oído, dando un pequeño lengüetazo a su oreja de manera sensual.

—¿Asumes que te dejaré tenerme abajo? —Gaara se mordió suavemente el labio por las provocaciones de Sai. Observó la puerta abrirse y finalmente el colchón bajo su espalda. Sai seguía sin responderle.

Sujetó las muñecas de Gaara—. No mi amor, no asumo que me dejarás tenerte abajo —se acercó a besar su cuello, y lamer hasta una de sus mejillas—. Hoy no voy a dejarte estar arriba.

El pecho de Gaara subía y bajaba de manera acompasada mientras su mirada estaba fija y perdida en su pareja. Se dejó llevar cuando Sai lo comenzó a besar. Él se entregó completamente a la boca demandante del moreno, sus manos no tardaron en ser liberadas y no perdió el tiempo para poder llevarlas hasta la camisa para comenzar a sacar uno a uno los botones del ojal y si se resistían juraba que le arrancaría la camisa, todo con el fin de poder disfrutar más ampliamente del cuerpo sensual frente a él.
Sai por su parte estaba entretenido con sus manos bajo la falda del vestido de su esposo. Apretando entre sus ellas la erección que se mostraba sinuosa entre una pequeña tanga blanca de encaje. Un gemido, dos, tres; el moreno estaba disfrutando grandemente de las expresiones del taheño. La mirada de Gaara se había tornado vidriosa mientras mordía suavemente el labio inferior, con la sensación de su cuerpo a punto de quemarse completamente por el calor del placer.

Él tampoco podía resistir tanto, deseaba hacérselo en ese mismo instante, su urgencia lo llevó a solo bajar el pantalón de vestir, junto a la ropa interior y hacer a un lado la delgada tela que fungía de lencería, lo suficiente para penetrar al pelirrojo con un solo movimiento.
El bermejo gimió roncamente cuando al sentir la intrusión y lo hizo aún más cuando el moreno comenzó con movimientos lentos. Sus piernas se tensaban involuntariamente y las sensaciones lo llevaban a un borde de completo delirio, mientras su marido se deslizaba dentro y fuera de manera lenta. Se incorporó apoyándose en los codos, observando el rostro de completo placer pintado en toda la cara nívea de Sai, y utilizó toda la fuerza para empujarlo sobre la cama, deshacer los dos moños de la ropa interior y tomar el miembro de su marido para volver a guiarlo dentro de él. Dejando salir un pequeño gemido, sin apartar su mirada.

—Te dije que no te iba a dejar que me tuvieras abajo —sonrió ladino, acomodando sus piernas alrededor de sus muslos. El bermejo se inclinó colocando ambas manos en los hombros del bruno, rosando sus labios, impulsándose adelante y hacía atrás, gimiendo sobre su boca.

Sai aferró sus dedos a las nalgas de Gaara separándolas y apretándolas, mientras el pelirrojo seguía con sus movimientos, acelerándolos poco a poco. Sus labios chocaban, y su corazón latía a un ritmo frenético, sin apartar la vista del pelirrojo que estaba encendido al mismo grado que él, con brillantes gotas de sudor perlando su frente. El choque de sus cuerpos y el cumulo de gemidos obscenos inundando la habitación; la manera en la que el vestido de Gaara se agitaba entre sus movimientos; los dedos de Sai enterrados en los glúteos del bermejo dejando marcas rojizas; la manera en la que sus piernas se flexionaban, para ayudar a Gaara con el choque de sus pelvis; el constante rose de la enhiesta virilidad del bermejo contra su vientre; los espasmos placenteros que agitaban su cuerpo acumulándose de manera abrasadora en su propia masculinidad, lo guiaban a la cumbre máxima del sexo.
El taheño lo había sentido venir; cada gota del líquido espeso que estaba inundándolo. Redujo la velocidad con la que estaba auto penetrándose, solo un poco, sin salir por completo del miembro que en ningún momento había dejado de estar erguido.
Sai había tardado un poco para salir del efecto placebo del orgasmo. Tomó a Gaara de la cintura y lo apartó de él, besando su cuello antes de llevar sus manos hasta el cierre del vestido en la espalda del pelirrojo, pero este lo detuvo, acercándose a besar sus labios y morder el lóbulo de su oreja.

—Déjalo —murmuró, mientras su mano acariciaba la erección de su pareja.

—¿Por qué? —Preguntó, mordiendo su labio.

—No lo sé, me excita un poco estar vestido así —volvió a buscar sus labios, para besarlo con vehemencia.

Sai había seguido gustoso aquella loca idea de su marido, una y otra vez; incluso Gaara finalmente había terminado sin el vestido, solo las medias y el ligero. Se había rendido a todo lo erótico que el taheño podía ser. Toda esa semana siendo el pasivo le había traía su grata recompensa.
El sol de mediodía los había alcanzado a ambos, después de unas largas horas de sueño, por el exhaustivo ejercicio realizado. Sai sabía sido el primero en despertar, atrayendo hacía sí el cuerpo de su esposo, ensanchando su sonrisa al escuchar un ligero gemido de reclamo por ser despertado. Hundió su nariz entre los cabellos pelirrojos, deslizando sus dedos por toda la espalda lechosa.

—No me digas que aun quieres —musitó con voz adormilada el bermejo.

—No, solo estoy disfrutando a mi marido —respondió antes de dejar un beso en su frente.

—Vaya —atrapó una de sus manos—. Pensaba no hacerme del rogar —provocó, con una ligera sonrisa.

—No me tientes amor —susurró a su oído. Enredando sus piernas con las de su esposo—. Quiero preguntarte algo.

—¿Qué cosa? —levantó el rostro hacía él.

—¿Por qué de novia sexy? —Lo observó intensamente, continuando con la caricia de sus dedos en la espalda de su pareja.

—Dudo que no te haya gustado —aferró sus piernas a las de él, chocando su sexo con el de él.

—Me gustó, pero quiero saber ¿por qué? —Llevó una de sus manos hasta la estrecha cadera de su pareja.

—Tenía una fantasía —resolvió simplemente.

—¿Fantasía? —Se separó ligeramente de él.

—¿Me dirás que nunca has tenido una? —Le regresó la mirada expectante que le dedicaba.

—No es eso, es solo que no pensé que quisieras ponerlas en práctica.

—Pues a mí no me molestaría poner en práctica alguna que tengas tú —sonrió ladino, deslizando su pierna sobre la de él de manera erótica.

—¿Ah sí? —se colocó sobre él justo entre las piernas—. Te diré una de ellas ahora mismo.

No es que el sexo lo sea todo el matrimonio, pero si te hace muy feliz y cercano a tu pareja.


Espero que haya sido de su agrado porque ahora realicé, casi, una encuesta masiva sobre: "las fantasías sexuales", de todos mis compañeros, tanto de mi curso como en algunos superiores. Ahora me queda más que claro que los hombres no tienen pudor para este tipo de preguntas.

Gracias por leerme hasta acá.

Sin más que escribir. ~Natsuki~