Los personajes no me pertenecen.
Mi primera historia, espero que les guste. Si les agradó dejen un review.
El Comienzo de la Tentación.
El sonido de la lluvia embargaba mi habitación. Era un día de enero y la lluvia no había cesado desde la madrugada. Amaba la lluvia, me recordaba ese día, me recordaba a él. Me escabullí de la cama y salí al balcón, el aire húmedo y pequeñas gotas chocaron contras mis piernas desnudas pero no me importó. Observé la calle y a los transeúntes caminar debajo de ella, escondiéndose bajos sus paraguas de diversos colores. Todos corriendo de un lado al otro, deteniéndose en algún semáforo y siguiendo su camino. Ninguno se detuvo a contemplarla, a escuchar su sonido. Ninguno se quitó el paragua y se puso bajo ella sintiendo la liberadora sensación de aquellas gotas en el rostro. Y sin embargo ella seguía cayendo, incesante, cada vez con más fuerza casi intentando imponerse ante el hombre. La amaba. Amaba el húmedo y frío aire que traía consigo. Podía sentir la piel de gallina pero no me importó, me acerqué lo más que pude al balcón y saqué mi cabeza mirando al cielo y simplemente la sentí. Sentía como mojaba mi rostro y levemente mi cabello, como las gotas corría hacia abajo hasta llegar debajo de mi camiseta. Abrí mi boca y saqué mi lengua mientras se mojaba y me sentí como una niña nuevamente. Una niña pequeña, sin preocupaciones, sin dolor ni sufrimiento sino feliz, muy feliz. Una niña pequeña que jugaba en un columpio mientras sus padres la observaban y le sonreían. Cuando todo era feliz, cuando todo era perfecto y nada se desmoronaba. Y por un segundo sentí esa misma felicidad del recuerdo. Volví a ser feliz. Y luego volví a ser una chica de diecinueve años, esa chica enamorada de su primer amor. Esa chica que besó a su novio bajo la lluvia un mismo veintitrés de enero hace años atrás, el mismo día de lluvia que él no volvió, el mismo día que él murió. Y el segundo de felicidad se convirtió en un segundo de agonía y sufrimiento y la lluvia que tanto amaba me pareció maldita. Y volví a llorar igual que ese veintitrés de enero hace tres años atrás y volvió el dolor, ese dolor que nunca desapareció luego de su partida. Y las gotas se confundieron con las lágrimas pero no me alejé de la lluvia solo me quedé allí en blanco mientras las lágrimas caían y el dolor oprimió mi pecho.
- Sabía que pasaría esto- murmuró Eric mientras se acercaba a mí. No dije nada, no sabía que decir. Tampoco lo miré porque sabía que estaría pensando, simplemente me dejé llevar por sus brazos hacia el sillón. – Bella – susurró. No me había dado cuenta que mis dientes comenzaron a castañear y estaba empapada mi camiseta y mi ropa interior. – Estás mojada- me dijo cuando por fin lo miré. Y quise reírme pero sentía tanto dolor que simplemente volví a llorar. Y la sala quedó en silencio excepto por el sonido de la lluvia. Eric me desvistió ahí mismo y me cubrió con una manta mientras desaparecía sin embargo no me importó porque yo no estaba aquí sino que en mi recuerdo de un veintitrés de enero.
Llegué tarde nuevamente a la clase de medicina general. El profesor simplemente me echó una mirada y continuó, no tenía nada que decir ya que era nuestra rutina. Angela me miró todo el trayecto hasta llegar al puesto contiguo a ella. Lo sabía y por eso no alejaba ojo de mí mientras la ignoré toda la clase intentando centrarme en las palabras del profesor, sabía que hoy era un día especial para mí y sabía que habían conspirado a mis espaldas con Eric y Jessica para hacer algo hoy y alegrarme el día.
Cuando salimos de la clase nos juntamos con Jessica en un café cerca de la universidad, teníamos una hora libre antes de volver y aprovecharon planificas una salida de chicas.
- ¿Qué te parece Dark Eye?- me preguntó Jessica. Nunca había ido a ese club solo sabía que la alfombra de la entrada costaría mucho más que mi atuendo de hoy.
- ¿Dark Eye? Suena caro- murmuré distraídamente tomando mi mochaccino. Rodó los ojos.
- Imagínate que en una de esas encontremos a algún millonario- comentó Jessica mientras se lamía el labio superior. Ahora fui yo la que rodé los ojos.
- No creo que sea buena idea. Una vez fui y gasté mis ahorros del mes en solo una bebida- dijo Angela mientras fruncía el ceño. Enarqué una ceja. ¿Con quién habría ido?. No pregunté porque sabía que no era de mi incumbencia pero aun así Jessica insistió.
- Nos ponemos nuestros mejores vestidos y coqueteamos con algún chico y listo. No habrá problema en ese sentido
- Habla por ti Jessica, yo no me iré a prostituir en un club de ricos- contesté mientras me arreglaba para irme a la próxima clase. Angela me miró sorprendida y Jessica furibunda. Las ignoré y me alejé internándome en el mar de paraguas andantes.
- ¿Doctor Cullen?- pregunté confusa al ver el aula completamente vacía. Carlisle Cullen era el único que se encontraba en la sala junto a una pila de papeles. Levantó su mirada azul y me dio una sonrisa torcida. El profesor Cullen, era uno de los hombres más atractivos que había conocido en mi vida y no era la única que lo admitía sino que todo el plantel se derretía ante el doctor. Era un hombre alto, estilizado y estaba segura que debajo de ese traje había un cuerpo mantenido. Okay no es como si no hubiese pensado en eso, en realidad fue un tema de conversación con Ange y Jess hace unos meses atrás. El inglés tenía una cabellera rubia y peinada hacia atrás y siempre llevaba una sonrisa. Era un hombre muy cordial y amable todo el tiempo que llevaba conociéndolo nunca lo había visto enfadado. Debía de tener unos cuarenta y algo pero aun así tenía locas a todas las mujeres de la facultad, incluidas profesoras.
- ¿Dónde está todo el mundo?- pregunté. Me acerqué a él mientras se quitaba las gafas para mirarme.
- Se suspendieron las clases. Por la lluvia- Resoplé frustrada, no quería irme a casa y encontrarme con Eric, Jessica o Angela.
- ¿Le importa si me quedo aquí?
- No, para nada- me sonrió amablemente. Me senté frente a él y saqué el libro que debíamos estudiar para el próximo examen. Me miró de reojo pero no comentó nada. Estuvimos así más o menos una hora. El revisaba sus papeles y yo leía.
- ¿Siempre eres así?- preguntó de la nada. Lo miré confundida. – Tan solitaria- aclaró.
- Tengo amigas- respondí. No era antisocial o eso era lo que yo creía.
Se rio negando – Solitaria no significa antisocial. Sé que tienes amigas pero eres reservada por lo que he observado.
Fruncí el ceño. ¿Qué tanto había observado? – Ahm- balbuceé- ¿Eso es malo?
Negó sacudiendo lentamente la cabeza- No, pero a veces te ves un poco triste, como perdida- continuó-justo ahora me atrevería a decir que estás triste por alguna razón.
Entrecerré los ojos. ¿Tan fácil de leer soy? Estuve a punto de mandarlo a la mierda pero solo por respeto no lo hice. Fruncí los labios. – Solo estoy leyendo- murmuré molesta. No quería ningún tipo de conversación sicológica.
- Está bien. Lamento haberte molestado- se disculpó. Volvimos a quedarnos en silencio.
Intenté volver a leer el libro pero no podía quitarme de la cabeza sus palabras. ¿Qué tanto había observado?
- ¿Qué le hace pensar eso?- solté. – El hecho de que estoy triste.
Levantó su mirada y me observó por unos segundos detrás de sus gafas. – Solo estoy divagando Isabella- contestó
- Oh- no era la mejor respuesta, pero no sabía qué responderle. Eso no era divagación, él realmente me había observado.
- Pensé que pasaba inadvertida- comenté para aligerar el aire. Nunca me había parecido incómodo estar con Carlisle pero ahora mismo me sentía intimidada.
- No lo creas – sonrió y siguió en lo suyo.
- ¿Disculpe?- insistí. Quería una explicación de todas esas "divagaciones". Me estaba comenzando a hartar.
- Isabella, la mayoría te conoce. Los profesores hablan muy bien de ti y de tus buenas notas. Te destacas en mi clase como para haberme fijado en ti. Eres crítica, centrada y madura para tu edad.
- ¿También es una divagación?- pregunté molesta. Se rio divertido y negó sutilmente.
- Bueno, usted tampoco pasa inadvertido- me burlé. Sonrió con diversión y se encogió de hombros. Claro que él lo sabía.
- ¿Qué hace usted aquí?- pregunté después de un rato, me miró confundido- Su nombre es conocido en varias partes del mundo. Es uno de los mejores neurocirujanos que puede haber. Entonces, ¿qué hace dando clases en Harvard?
- Es una prestigiosa universidad- argumentó un poco incómodo sin mirarme.
- Lo es. ¿Pero tanto como para posponer su carrera para venir a enseñar?- contraataqué, no lo podía evitar. Todo el mundo sabía que eso era un tema delicado para él y nunca nadie se atrevió a preguntarle y aun así yo lo hice, sentía un poco de satisfacción al verlo incómodo, me hacía tener un poco el control. Él había comenzado los interrogatorios, yo también tenía derecho para divagar entonces.
- ¿Qué es lo que quieres saber exactamente?- preguntó entrecerrando los ojos levemente enfadado.
- Ya le dije- respondí seriamente. Nos quedamos mirando fijamente, desafiándonos.
- Sí, lo es – habló por fin. Mentía. Los dos lo sabíamos. Pero no insistí.
Me levanté de la silla y tomé mis cosas y me alejé. – Buenas tardes Doctor Cullen- me despedí mientras salía de la habitación.
- Así que Eye Dark?- preguntó Eric mientras rebuscaba en su closet. Asentí. A Eric le fascinaba esos lugares, refinados y elegantes. Le hacían sentir de alta sociedad. Eric tenía dinero, bueno su familia tenía dinero y podría decir que era de alta alcurnia. Su familia era muy conocida por eso en Forks. Pero cuando supieron de su homosexualidad fue cuando todo se desmoronó en la su estable vida de niño rico. Sus padres, unos fanáticos católicos lo desheredaron en el momento en que él se negó a ocultarlo. Tuvo que emigrar a Seattle solo, después de que acabase el instituto. En ese tiempo estaba un poco perdido y fue justo cuando lo conocí. Al igual que él también estaba perdida, acaba de pasar por la muerte de Jake y me había alejado de todos, incluso de mi familia. Me encontraba haciendo las compras en el mini-supermercado de Forks cuando lo vi. No nos reconocimos al instante, él estaba muy cambiado y yo había perdido demasiado peso además del hecho que nunca fuimos amigos, conocidos más que nada. Se ofreció a ayudarme cuando me vio complicada con las bolsas y me llevó en su auto hasta mi casa. En el camino no paró de hablar de lo que odiaba Forks y de cómo nunca nos habíamos acercado a hablar antes. Me mantuve en silencio casi la mayoría del camino y lo único que pude articular fue un:- "Gracias". En ese momento me pareció irrelevante todo el acontecimiento sin embargo un día llegó inesperadamente a mi puerta y casi me raptó metiéndome a su coche. Una de las características de Eric que no sé si es buena o mala es que no para de hablar. Nunca. Aunque la mayoría del tiempo es interesante a veces es enfermante. Esa tarde se dedicó nuevamente a hablar, no recuerdo muy bien de qué. Me llevó a su hogar en Seattle y sin darme cuenta le estaba contando todo de mí. No dijo a nada al saber de Jake y estuvo bien para mí en ese entonces. Comenzamos a hablar seguidamente por teléfono y a veces nos visitábamos, la mayoría del tiempo era yo la que viajaba a Seattle ya que él le acomplejaba ver a su familia. Cuando le avisé que había sido aceptada en Harvard no dudó ni un momento en irse conmigo. Encontramos un departamento con los ahorros que teníamos, nos instalamos y mientras yo estudiaba él hacía diversos cursos de fotografía y modelaje. Así que más o menos esa era nuestra historia. Fue un poco bizarro nuestro encuentro pero con Eric uno nunca sabía cómo iban a salir las cosas.
- Me encanta Eye Dark- comentó Eric probándose una chaqueta de cuero. Lo hacía verse masculino. Eric era atractivo, no mi tipo de hombre. Era un poco más alto que yo, delgado y moreno y su cabello cambiaba radicalmente por semana, ahora lo llevaba un poco largo y ondulado. A veces me burlaba porque no se podía interpretar sus gustos sexuales porque le encantaba coquetear con chicas. Era un espectáculo cada vez que hacía eso, aun así sabía tratar a una mujer.
- Lo sé Eric- rodeé los ojos, me estaba arrepintiendo de haberle contado.
- Por supuesto que debemos ir- suspiré frustrada.- Bella, te haría bien salir. No quiero que te pase lo mismo que esta mañana
Lo miré furibunda. – No veo que sea de tu incumbencia- murmuré molesta.
- Claro que lo es. Bella no puedes seguir auto destruyéndote de esa manera, necesitas salir. Conocer gente. Conocer a un hombre
- ¿Y tú qué sabes lo que necesito?- grité alterada. No me gustaba hablar de esto. No quería hablar de esto. Él lo sabía.
- Bella llevas años sin salir con un chico, tal vez te haría bien- se acercó y acarició mi cabello dulcemente, casi protector. Lo empujé y salí de su habitación mientras intentaba contener las lágrimas, hijo de puta.
Me acurruqué en mi cama intentando que las lágrimas no aparecieran. No quería llorar. No debía.
Me quedé un buen rato acostada observando la lluvia por la ventana, solo pensando en la lluvia.
Escuché la puerta abrirse y aparecer a Eric con una taza de café con chocolate. Esa era nuestra bebida favorita solucionadora de problemas. Sonreí mientras secaba las pocas lágrimas de mis mejillas. Tomé la taza y bebí. Se sentó junto a mí y los dos observamos la lluvia. Ninguno habló y volvimos a dejar pasar el tema. No estaba zanjado pero si terminado por el momento.
- Tal vez deberíamos quedarnos en casa. Está lloviendo fuerte- dijo Eric para amenizar el aire entre nosotros. Negué.
- No, creo que es mejor que salgamos. Es mejor- asintió, dándome a elegir.- Además, a ti nada te impide salir de fiesta.- Le sonreí con dulzura.
Sus ojos oscuros se posaron en mí brillantes, excitados por la idea de salir de juerga. Y sin darme cuenta estaba de un lado a otro llamando y revisando el armario por doquier.
- Dios- gemí cansada ante su entusiasmo. Sería una larga noche.
A la media hora, el departamento era algo descabellado, había ropa por todas partes y gritos de un lado a otro. Eric se había encargado de llamar a las chicas que no tardaron diez minutos en llegar, llenas de bolsas con ropa. En este momento se encontraban en una gran pelea sobre un vestido si era muy elegante o no para la ocasión. Cuando intenté dar mi opinión diciendo que no importa con tal que no fuera desnuda, recibí miradas irónicas para luego seguir discutiendo. Así que mientras ellos estaban en lo suyo yo estaba en la cocina tomándome mi tercer café.
Mientras llevaba la mitad el celular comenzó a sonar. Contesté sin ver quién era.
- ¿Hola?- pregunté distraídamente.
- Bella- Dios mío, casi grité cuando me di cuenta de quién era.
- ¡Jasper!- escuché su leve risa tras el auricular.
- Hermosa, soy yo. ¿Cómo estás?- preguntó inocentemente. Mierda. Él también.
- Bien. Estoy en la cocina bebiendo mi tercer café mientras que arriba están los chicos discutiendo sobre un vestido. Es que vamos a ir a Eye Dark- comenté desviando la conversación.
- Whoa, eso está muy bien. Por fin te atreves a salir.- Rodeé los ojos- Te llamaba para avisarte que en unas semanas más estaré por allá en Boston.
- Eso es genial. ¿Sabes algo de Emmet?
- Si, está aquí conmigo. Él también irá- sonreí.- Espera un poco, déjame poner el altavoz.
- Bella- gritó Emmet. Tuve que quitarme el celular del oído, casi me deja sorda.
- Mierda Emmet- grité de vuelta, alegando aunque no pude reprimir la sonrisa de felicidad.
- Si, es bueno escucharte también- comentó irónicamente.
- ¿Cuándo se vienen?- pregunté ya entusiasmada.
- En tres semanas más puede que estemos por allá- contestó Emmet
- Genial-sonreí feliz.- Será bueno verlos.- En ese momentos apareció Eric haciéndome gestos para que subiese. – Chicos, debo dejarlos. Debo ir a cambiarme. Los quiero y nos vemos.
- Adiós- dijimos los tres al unísono.
Dejé el celular en el mesón y me encontré con Eric en la escalera. No paraba de parlotear pero lo hacía tan rápido que no pude entender nada. Jessica y Angela estaban semi-vestidas cuando llegué a mi dormitorio. Susupiré un poco alterada al ver el desastre que tenían, no es que yo fuese una obsesa del orden, la verdad es que era bastante desordenada para mi edad sin embargo es molesto que invadan mi habitación y la dejen con ese desorden. No quise darle vueltas al asunto y terminar insultándolas y echándolas de mi habitación así que me concentré en qué llevaban. Angela llevaba un vestido dorado que le daba un contraste a su piel morena exquisito, se veía muy sexy. Era corto y ajutados de la cintura para arriba para terminar en un corte de princesa. Se había quitado los lentes y en vez de ese aire de intelectual que lleva siempre se podía ver a una chica hermosa. Jessica por su parte llevaba un vestido rosa, completamente ajustado y cortísimo sin embargo y parece increíble, el vestido la hacía ver sexy y un poco elegante y para nada una zorra. Era sin tirantes así que dejaba mucha piel al descubierto, realmente tuve un poco de compasión en ese momento por ella ya que la lluvia había cesado pero el frío era insoportable.
- Bien, tenía esto guardado para ti como regalo de cumpleaños pero las circunstancias lo requieren así que ten-Enarqué una ceja al ver la caja, era de un color plata con una cinta dorada que gritaba por todos lados caro. Lo habría lentamente, temiendo por lo que pudiese haber allí hasta que lo vi.
Era azul, largo, ajustado que terminaba con un corte sirena, no llevaba tirantes y tenía un escote con la forma de corazón y simplemente lo amé. Fui corriendo al baño, no era amante de los vestidos pero este era hermoso casi hecho para mí. Cuando estaba casi terminando Eric entró a invadir al baño y me maquilló, peinó y ayudó con el vestido y en todo momento impidiéndome ver al espejo.
- Okay, creo que estás lista- sonrió con suficiencia orgulloso de sí mismo por el resultado. Lentamente me di vuelta para observar el espejo y me quedé estupefacta. No era yo, bueno sí pero la chica que estaba en el espejo destilaba sensualidad. Yo nunca he sido sexy ni nada parecido o que se le acerque. Pero el vestido revelaba curvas que creía inexistentes en mí y el maquillaje de Eric, unos ojos oscuros con pestañas larguísimas, un labial rosa pálido y poco de rubor en mis mejillas me daba un aire misterioso, sexy y atractivo. El cabello lo había dejado suelto sin embargo lo había ondulados y lo había fijado en un lado, dejando en descubierto mi hombro derecho. Y ahí estaba yo, una chica pálida con una mirada oscura y misteriosa.
- No puedo creerlo. No soy yo- susurré.
- Claro que lo eres- sonrió Eric poniéndose detrás en mí, mirándonos en el espejo-Solo saqué a relucir eso que tenías escondido.
- Gracias- susurré, él solo asintió y besó mi hombro descubierto marchándose. En serio estaba agradecida, era genial aunque sea por un día ser una chica atractiva.
Llegamos a las once de la noche a Eye Dark, con frío tremendo. Nos enfundamos en abrigos y nos drigímos a la entrada. No había fila y la mayoría tenía reservación. Nosotros llevábamos entradas, no tenía idea de cuánto podrían haber gastado en ellas y tampoco quería hacerme una idea. El hombre de seguridad, alto, robusto y negro nos dio una cordial sonrisa, un poco falsa. Debía de haberla dado mucho en esa noche que se le quedó pasmada en su rostro.
Eye Dark era indescriptible, tenía una mezcla de elegancia, erotismo y excesos. Tenía dos plantas, la primera que era la de la entrada era elegante, luminosa. Llena de velas por doquier música de Jazz de fondo y mucha gente de dinero. Había una barra y mesas con adornos carísimos. La segunda planta que era la azotea era otro mundo, esto gritaba por todo el lugar sexo, erotismo. Era oscura, llena de sillones de indescriptibles colores, una barra nuevamente y una gran pista de baile, mesas en los costados y en lugares apartados. La música era sexy y pegajosa, que daba gana de mover las caderas y sobajearse con el de al lado, la gente aquí llevaba máscaras era un poco raro pero nadie preguntó el por qué. Nos quedamos en esas, de todos modos veníamos a bailar y aunque con Angela protestamos ninguna pudo imponerse contra el entusiasmo de Jessica y Eric. Fueron los primeros en salir a bailar, mientras tanto con Angela nos acercamos a la barra para entrar en calor. Nos habíamos quitado los abrigos en la entrada y el aire aquí era una especie de sofocación pero amena. Leímos una carta con los tragos y no quise mirar los precios, no me atreví ya que de todos modos pagaba Eric.
- Creo que podríamos pedir Champagne.- sugirió Angela
- ¿Y qué celebramos?
Se quedó pensativa durante un rato y luego sonrió.- Que si tenemos un poco de suerte saldremos de aquí con un millonario debajo del brazo- se rió.
- Dios, se me había olvidado lo de la prostitución- haciendo hincapié a lo de la cafetería. Nos estábamos riendo cuando se nos acerca el barman. Un rubio, alto y atlético lleno de tatuajes en sus brazos.
- Esto se lo envía el caballero de la mesa VIP- dijo entregándonos una botella de Cristal. Nos miramos atónitas y luego fijamos la vista en aquel hombre. Llevaba mascara al igual que la mayoría, un traje negro y una camisa del mismo color y sin corbata. Tenía el cabello cobrizo y una sonrisa torcida, misteriosa y juguetona. Levantó su copa haciendo un gesto de brindis.
- Whoa.- gesticuló Ange.
- Sí, lo sé- ninguna formuló un comentario sobre la osadía del hombre de la mesa VIP y dejamos que el barman sirviera el champagne. Lo bebimos mientras conversábamos de cosas superficiales del día. Le conté sobre Carlisle y me llevé un reto de su parte sacando mi desubicación y malaeducación. Rodeé los ojos, Ange idolatraba a Carlisle, bueno la mayoría pero a mí me parecía una persona común y corriente solo que con talento y claro, famoso. Así nos llevamos, conversando y Ange daba miradas furtivas al hombre enmascarado, yo solo sentía su mirada fija en mi espalda y sentía un poco de incomodidad aun así no lo miré. No tenía del porqué de su regalo y sus intenciones pero no me importaba, pero Ange parecía realmente interesada.
Jessica y Eric se nos acercaron después de cinco canciones intentando sacarnos a bailar, Jessica logró sacar a Ange mientras yo me quedé en la barra con Eric.
- Cristal. Whoa, esto me saldrá caro- dijo bebiendo un poco de mi copa.
- La verdad es que es gratis, el tipo de la esquina de la mesa VIP nos la regaló.- le indiqué con un gesto disimulado al hombre.
Eric no se caracterizaba por ser alguien discreto, fijó la mirada y lo escudriñó con descaro. Sonrío al verlo, eso significaba que le había atraído. – Es guapo- comentó mientras lo veía.
- No creo que sea gay- comenté para que no se hiciera ilusiones.
- Ya, me imagino, aun así no cuesta nada soñar- me dio una mirada juguetona. Me reí.
Frunció el ceño. – ¿Qué?- él seguía con la vista fija en él.
- Viene para acá.
Mierda. Mierda. Mierda. – Vamos a bailar- dijo con demasiado entusiasmo que sobresaltó a Eric. Lo tomé del brazo llevándolo a la pista.
- Mierda Bella, relájate casi me sacaste el brazo- se quejó cuando lo solté.- Además, ¿por qué estabas huyendo?
- No sé qué quería ese tipo, tampoco me interesa pero no quiero lidiar con un hombre que me quiera coquetear- contesté nerviosa. Enarcó una ceja y soltó una carcajada. Fruncí el ceño.
- Cariño tú no sabes lidiar con un hombre. Punto- susurró en mi oído. Le saqué la lengua, tenía razón aun así me enfado. Comenzamos a movernos lentamente, era una canción sensual y nos pegamos como todos los demás, no demasiado para que se viese como si estuviéramos teniendo sexo pero si para que pareciera erótico. Sin embargo no podía quitarme de encima la vista del hombre del champagne que ahora se encontraba en la barra conversando con quién supe que se llamaba Joe, el barman.
De repente sentí unas manos ajenas en mi cintura, instintivamente me alejé de ellas y me di la vuelta. Era un hombre que nunca había conocida. Un poco más alto que yo y atractivo pero tenía una mirada lasciva, casi caliente que me provocó asco. Lo corrí empujándolo.
- ¿Qué te pasa imbécil?- grité enfadada y asqueada.
- Vamos preciosura, bailemos- me apegó a su cuerpo. Sentí repulsión y ganas de vomitar, olía y colonia cara y a mucho alcohol.
- Sacame las manos de encima- le dije entredientes, bastante molesta. Eric comenzó a alejarlo e insultarlo y sin darnos cuenta habíamos comenzado una escena.
- ¿Qué te pasa puta?- me gritó de vuelta. Encolerizado.
Le había a responder y a golpearlo cuando un puño apareció de la nada y se estampó en su mandíbula llevándolo al piso.
Sorprendida miré al tipo. Dios, era el enmascarado. Solo que ahora no lo estaba y mostraba completamente su rostro hermoso. Mierda, si era sexy de pies a cabezas. Y también estaba enfadado, mucho.
- No vuelvas a tocarla, me escuchaste Newton- habló lento y despacio con un marcado acento inglés. Una amenaza. Su rostro estaba tranquilo pero sus ojos verdes ardían de rabia.
- Tú no te metas imbécil- gritó Newton cuando pudo levantarse. En ese entonces la multitud se había dispersado formando un círculo alrededor de nosotros y el DJ había parado la música y encendido las luces. Todos estaban viendo el espectáculo.
El inglés de ojos verdes se acercó lenta pero amenazante a Newton que no podía ni estabilizarse y lo tomó de la camisa estampándolo contra la pared.
- Tócala y haré de tu vida un infierno.- Dios mío, estaba paralizada e intimidada. El hombre se alejó de este y me miró. Fijamente. Tomó mi brazo delicadamente, me rehusé al principio. – Vendrá la seguridad, de seguro no quieres más escándalo- susurró en su oído. No pude hacer otra cosa que salir de allí. Estaba en una especie de shock por todo lo que había pasado. Y la verdad que no era por el tipo borracho que se había intentado propasar conmigo porque hubiera podido lidiar con eso sino por el hombre que me había defendido, lo había hecho con tanta rabia y pasión como si realmente me conociera o le importara o incluso, me quisiera.
Llegamos a la primera planta cuando seguridad estaba bajando. Me dirigí rápidamente a la entrada en busca de mi abrigo. Me largaría de aquí.
Salí rápidamente del lugar, casi corriendo mientras me enfundaba en el abrigo para capear el frío. – Hey- escuché al tipo llamarme y estuve tentada a echar a correr. La verdad es que iba a hacerlo cuando me sujetó con firmeza.
- ¡Dios!. ¿Qué quieres?- exclamé.
Frunció el ceño - ¿Así es como tratas a las personas que te ayudan?-preguntó molesto.
- Yo no te pedí ayuda- le contesté desafiante. Probablemente estaba siendo maleducada pero él no me daba confianza.
- ¿Por qué estás tan asustada?- murmuró cerca de mi rostro con una sutil diversión, sus ojos verdes penetrándome.
No le contesté e intenté zafarme de su agarre, él simplemente mantuvo su mano en mi brazo esperando mi respuesta con una obvia diversión. Lo observé durante un breve lapsus de tiempo. Era guapo. No. Muy guapo. Misterioso, esa clase de hombres que te atraía de una manera enloquecedora y que solo su mirada dice: Peligro.
- ¿Le temes a todos los hombres o eso solo a mí?- pregunté divertido.
- No le temo a ningún hombre. Incluso hubiera podido yo sola con el borracho ese.- contesté enojada. Muy enojada, detestaba que la gente me llamara cobarde. Y lo de asustada, podría tener un poco de razón pero una forma de supervivencia ante cualquier sicópata era ser valiente y no mostrarse asustada o intimidad. Bueno, creo que debería ser así.
Se rio divertido. Su risa era suave, melodiosa y masculina. Dios, qué me pasa.
-Cualquiera hubiera podido con Newton- se burló riéndose de su propio chiste.-Entonces, como no te asusto déjame llevarte a tu casa.
- ¿Por qué?
- Por cortesía, educación, caballerosidad. Llámalo como quieras.
- No gracias. No ando con extraños.
Apretó los labios. Esto le hacía gracia al hijo de puta. Fruncí el ceño.
- Whoa. ¿Qué edad tienes? ¿Cinco?- se burló. Di la media vuelta y me alejé dignamente. No me subiría a ningún auto con él y tampoco iba a soportar sus bromas.
- La verdad es que estás de suerte porque yo sí. ¿Qué dices?- me gritó.
No le contesté, no lo haría. ¿Por qué Dios no se apiadaba de mí y enviaba un taxi?
- Prometo dejarte sana y salva en tu casa- insistió.- Vamos, no seas cobarde- me desafió.
Dios mío, qué le pasa a este hombre.
- Por aquí no pasan taxis. Es una zona exclusiva. Soy tu única alternativa- siguió gritando.
Gemí. No podía tener tan mala suerte. Un borracho y ahora un lunático. Linda noche.
Me devolví hasta quedar frente a él. – No quiero entrar a tu auto y no se trata de cobardía imbécil sino que eres un maldito psicópata
Me sonrió divertido - ¿Crees que soy una especie de asesino en serie o un violador?
- Lo estoy considerando seriamente
- Eres bastante imaginativa- contraatacó.- Pero te acabo de hacer una promesa de dejarte a salvo en tu casa. Y para tu información soy un hombre de palabra.
- Bien. Pero para tu información soy boxeadora y muy buena. Así que yo lo pensaría dos veces si intentas hacerme algo- le amenacé. Nunca en mi vida había boxeado pero nunca es tarde para empezar.
Me miró divertido y soltó una carcajada.- ¡Dios! ¿Puedes ser normal por un momento? Deja de reírte. Nos dirigimos a su auto. Mierda. Qué auto. Un lujoso Audi R8 negro.
- Tengo que admitirlo. Eres un sicópata con clase.
- Whoa. Nunca nadie me había dicho algo tan hermoso- dijo irónicamente.
Me encogí de hombros.- Siempre hay una primera vez
Me abrió la puerta caballerosamente. Enarqué una ceja, él solo se encogió de hombros. Me deslicé por el asiento del hermoso vehículo. Encendió la calefacción echando andar el auto. Nos internamos en la oscuridad de Boston.
- ¿Dónde vives?- Le di la dirección e instaló el GPS. Encendió el reproductor de música y comenzó a sonar cry me a river de Ella Fitzgerald.
- Hace mucho tiempo que no escuchaba esta canción. Mi abuela solía escuchar a Ella. Amaba esta canción.-dije emocionada.
Me miró curioso mientras yo desbordaba emoción.
- Una mujer de clásicos-comentó. Asentí dándole la razón. Nos quedamos en silencio perdidos en nuestros pensamientos.
Llegamos en quince minutos al departamento. Comencé a forcejear con el cinturón de seguridad que se me había quedado atorado mientras él se bajaba. Qué maleducado.
- ¡Podrías haberme ayudado!- le grité frustrada.
- Estamos para servirle señorita- susurró en mi oído. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y no fue una sensación desagradable. Deslizó sus largos dedos por mi cuerpo buscando el seguro del cinturón. Dios, sentía su respiración en mi oído y cuello. Me removí incómoda por su toque y se escuchó un clic.
- Estaba un poco apretado pero tengo dedos hábiles- susurró y luego acarició mi oreja con sus labios, solo un roce.
Lo empujé y salí del auto. Lo ignoré mientras se reía.
Encontré las llaves pero fue mucho más rápido que yo, me las quitó abriendo la puerta.
- ¿En qué piso vives?- Lo seguí mientras subía las escaleras y tuve una buena vista de su trasero.
- No sé lo que intentas hacer pero no dejaré que entres a mi casa.
- Soy un hombre de palabra, ya te lo dije.
Seguimos subiendo escalones hasta que me detuve en una puerta cualquiera.
- Bien, estoy en mi casa. Ahora puedes irte.
Sacó las llaves de su bolsillo y me las entregó.-Abre- me dijo desafiante.
Nos miramos durante un momento. Calculando las posibilidades de cómo alejarme de él y que no entrase a mi departamento. No eran muchas, la primera era tener que llamar a la policía y la segunda golpearlo. No eran buenas opciones. La primera porque no había cometido ningún delito y la segunda era porque él era doble de mi estatura y aunque era delgado sabía que tendría el doble de mi fuerza y la verdad es que había mentido sobre lo de boxear.
Seguí subiendo escalones con él pisándome los talones. Me detuve ahora sí en la puerta de mi departamento. Lo dejé pasar ya que no valía la pena luchar contra lo imposible. Se quitó el abrigo y paseó por este como si fuera su casa. Era un descarado.
- ¿Este es tu novio?- preguntó mirando la foto de Eric y yo en Seattle una noche antes de venirnos a Boston.
- No, es un amigo- me quité el abrigo dejándolo en sillón.
- Es gay- no fue una pregunta.
- No veo que sea de tu incumbencia- le escupí metafóricamente.
- Entonces tú no tienes novio- nuevamente no fue una pregunta.
- Nuevamente, no veo que sea de tu incumbencia- repetí frustrada. Este hombre era frustrante.
- ¿Hace cuánto que no tienes sexo?- me miró con sus ojos penetrantes y una sonrisa ladeada, divertido. Estaba sentado en mi sofá, completamente relajado con si pie en su rodilla y los brazos en el cabecero de este.
- Ni siquiera te conozco como para responderte esa pregunta- le dije totalmente ofendida.
- Edward- soltó. Esperaba a que respondiera a su pregunta.
- No me refiero a tu nombre. Pero gracias por compartirlo- le contesté sarcásticamente.
- De nada. Aunque no es gran cosa. Es solo sexo-le fruncí el ceño.- ¿Siempre eres así de cerrada? ¿Nunca has hecho una locura? ¿Acostarte con un tipo sin ni siquiera saber su nombre?
- No, la verdad no me llama la atención contagiarme de clamidia. Dime ¿cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien?
- Ayer. Una rubia despampanante, ya sabes. Bien dotada- hizo la forma de curvas en el aire.
Rodeé los ojos. – Bueno, por qué no vas a buscar a la rubia despampanante y te vas de mi casa.
- No estés celosa, es más qué tal si tú y yo nos acostamos- ofreció. Lo miré enarcando una ceja, no estaba para chistes.
Mierda, lo decía en serio. Sus ojos parecían sinceros, lascivos pero sinceros. – Olvídalo
- El color azul es mi favorito- comentó mirando de pies a cabeza, me sentía incómoda y furiosa. Tenía un tipo que apenas conocía en mi casa, burlándose de mí y haciéndome propuestas indecentes. Creo que tomaría la primera opción.
Me acerqué al teléfono y dije: - Si no sales de mi casa en este mismo instante llamaré a la policía
Se sorprendió durante un instante y luego asintió. Whoa, qué fácil. Si lo hubiese sabido antes.
Caminó lentamente hasta quedar enfrente de mí, todavía tenía el teléfono en alto, no dudaría en llamar.
Nos miramos fijamente, sus ojos me penetraban casi viendo dentro de mí. Comencé a sentirme realmente incómoda mientras mi respiración comenzaba a acelerarse de la nada y de repente hizo algo que no veía venir. Tomó mi espalda baja y me acercó a su cuerpo con brutalidad. Gemí de sorpresa, sus ojos todavía me miraban desafiantes. Sin embargo no pude estar lúcida por mucho ya que llevó su otra mano a mi cabello y tiró de este hasta dejar mi cuello estirado y mis labios a su disposición todo esto con mucha brutalidad. Y me besó, no fue un beso tierno ni tampoco necesitado sino carnal, bruto. Tomó posesión de mi boca mientras me acercaba más a su cuerpo y tiraba de mi cabello, mordió mi labio con fuerza y gemimos. Podía sentir como se estaba excitando y yo simplemente no hice nada. Tenía el teléfono todavía en la mano pero no podía ni recordar para qué funcionaba. Con la mano vacía le tironeé su cabello rebelde y de repente sentí su mano en mi nalga. ¡Me había golpeado!
- Nos estamos viendo Isabella- susurró sobre mis labios y me soltó. Fue tan inesperado que choqué con la pared.
Lo vi salir por la puerta con esa caminar elegante y masculino. Estaba en una especie de shock intentando asimilar todo lo que pasaba mientras intentaba calmar mi respiración cerrando mis ojos, apreté el teléfono en mi mano como si eso me trajese a la realidad.
Abrí los ojos de golpe. Yo nunca le dije mi nombre.
