Su par de ojos de color carbón, rápidamente bailaban de una esquina a otra, buscando con impaciencia al monstro que cruelmente reía siniestramente.

Entre la penumbra de la oscuridad, solo podía ver una sombra enorme, que a cada instante intentaba tocarlo.

Enredando sus dedos en sus sabanas, aterrado se aferraba.

—"Ben Solo, pobre niño infame." —La voz oscura y áspera resonó en sus oídos.

Sintiendo como su cuerpo incontrolablemente temblaba, el infante, sin más dejo escapar de sus labios un sollozo.

La sombra sin más, se desplazó por toda la habitación acercándose un poco, en respuesta, el niño sintiendo el peligro, cerro su par de grandes ojos oscuros y comenzó a rezar, aferrándose a su fe, ganándose una carcajada sonora del ser.

—"Por más que reces a tu Dios, tu realidad nunca cambiara. Tú lo sabes mejor que yo, eres un monstro, aun peor de lo que tú crees."

—¡No, mientes! —El niño grito.

—"Hay tantas cosas que no sabes de tu realidad, pero no te apresures mi niño, cuando la oscuridad te consuma, serás mío."

Ben lentamente negó.

—¡Nunca! Jamás dejare entrar a la oscuridad.

Los ojos del ente parecieron brillar por la emoción y lo reto.

—"No puedes escapar de tu destino niño, mientras más peles, la caída será mejor."

El ser lentamente comenzó a desvanecerse, dejando a su paso una cortina de humo llena del odio, rencor y desesperación.

Sintiendo de nuevo sus piernas el menor trato de levantarse de su cama, para escapar, en cuanto sus pies descalzos tocaron el suelo, un par de heladas manos que se alzaban desde la puerta abierta de su ropera, lo tomaron de los tobillos.

Sin poder soportarlo más, grito, expulsando se si mismo todas las emociones concebidas.

Los muebles de madera en cuestión de segundos se volvieron añicos, junto a los vidrios de las ventanas.

Gran error.

Los pasos de los adultos corriendo por el pasillo, no tardaron en llegar a su alcoba.

Los fuertes golpes comenzaron a golpear la puerta de madera.

—¡Ben, abre la puerta!

La voz de su padre resonó.

El ser soltando sus tobillos, con lentitud poso sus frías manos en los hombros del niño.

—"Y así es como el niño toco la oscuridad de tu ser."

Los sonoros gritos de sus padres lentamente resonaron en sus oídos al mismo tiempo que la puerta se abrió.

Sus ojos color carbón, se cruzaron con el par de ojos horrorizados de su padre.

—¡Ayuda! —Apenas pudo susurrar.

Su padre y su madre entraron a la habitación sin poder creerlo.

Aun helado espero.

—¡Ben!, ¿Cómo pudiste?

El niño lentamente parpadeo, mirando al ente que estaba detrás de su madre, recargado contra la pared.

—¡Jovencito, esta situación no puede continuar! —Su madre grito al límite.

—Mamá. No fue culpa mía.

El castaño sin más rodo los ojos y con violencia abrió a la par las puertas del ropero de pared y reviso dentro de él.

—No hay nada, Ben. —Su padre aclaro.

El menor con su mano temblorosa señalo a la pared que estaba detrás de su madre.

La mujer que se mantenía con los brazos cruzados y un par de ojeras enormes, lentamente se giró encontrándose con la nada.

—Por favor Ben, debes dejar esos miedos de lado, eres un hombre. —Su padre recalco señalando su alrededor.

Leia sin soportarlo replico.

—¡No puedes tratarlo así, es un niño!

—¡A su edad yo nunca tuve miedos!

—¡Te conozco canalla, estas mintiendo!

—¡Solo buscas defenderlo en vez de hacerlo crecer!

El menor sin saber qué hacer, con fuerza tapo sus oídos, para no escuchar los gritos.

Sus ojos se posaron en sus pies y noto que tenía las marcas moradas de dos manos enormes.

Él sabía que esa cosa era real.

¿Por qué solo él lo podía ver?