Prólogo

Helga bajó del avión con una extraña sensación de calidez. Su hogar, por fin, después de tantos años… era todo un acontecimiento volver a estar ahí de nuevo. Especialmente porque hacía muchos años que había jurado no volver a poner un pie en su ciudad natal.

Niles, el mayordomo de su padre, la esperaba al pie de las escaleras. Hacía varios años, Bob había hecho un negocio con uno de sus socios tan estupendo, que había sumido a toda la familia en la riqueza más absoluta. Debido a eso, una enorme limusina la esperaba a la salida del aeropuerto para llevarla a la recién construida mansión de sus padres, en una de las orillas de la ciudad. Para ser honestos, se sentía un poco desilusionada, ya que una parte de ella esperaba que algún miembro de su familia fuera a recogerla personalmente… Sin embargo, tan pronto como la idea le cruzó por la cabeza, se rió de su propia estupidez. Vamos, hacía tiempo que había perdido toda esperanza con su familia.

-Bienvenida a casa, señorita Pataki- saludó el estirado mayordomo. –Por favor, permítame ayudarla con su equipaje.-

Helga bufó, contrariada. Bien, realmente odiaba que todos la trataran como a una lisiada. Como equipaje simplemente había traído un bolso de mano con algunos objetos indispensables, ya que en su dormitorio en la casa de sus padres tenía un guardarropa bastante completo, aunque tampoco pensaba pasar mucho tiempo lejos de su apartamento en Londres. Simplemente estaba de paso durante unos pocos días, como mucho dos o tres…

Con paso vacilante, subió a la limusina. Vaya si su padre era ostentoso cuando quería. El olor a nuevo se le incrustaba en la piel. Asientos de cuero… televisión, mini bar… vaya si su padre disfrutaba de la buena vida. Se recostó en el asiento, tratando de poner en orden sus pensamientos.

Arnold… el simple nombre lograba ponerla enferma. Él era la razón de que se hubiera marcado hacía ya ocho años, y aunque odiara admitirlo, la razón de que regresara a regañadientes bajo la insistencia de su padre. Había tratado por todos los medios de evitar este encuentro, pero al parecer todo había sido en vano. Al parecer, "Arald Corporetions" estaba tratando de hacerse de hacerse con el control de unas acciones de "Pataki's Phones" para tener mayor control sobre el mercado nacional. Bob había tratado de pelear con uñas y dientes, pero tanto Arnoldo como Gerald iban ganando la batalla. Al parecer Helga, ex vicepresidenta corporativa de la empresa, era la única salvación que a su padre le quedaba.

No pudo evitar un pequeño asomo de sonrisa al recordar cómo habían sucedido las cosas tantos años atrás. A pesar de que ahora odiaba a Arnold con todas las fuerzas de su alma, se alegraba sinceramente de lo que le había sucedido. Al parecer, mientras Arnold crecía criado por sus abuelos, sus padres habían estado escondidos en una comunidad del Amazonas, ya que habían descubierto por accidente a una de las redes de narcotraficantes más peligrosas de Latinoamérica durante su regreso a los Estados Unidos. Habiendo puesto en aviso a la policía, el jefe de la banda 

había estado tras sus pasos, y debido al miedo de que algo le sucediera a Arnold, se habían visto obligados a esconderse durante años, hasta que se sintieron lo bastante seguros como para regresar. Sin embargo, no habían perdido todos esos años en balde, ya que su padre había descubierto una mina de diamantes en bruto, y se habían llevado lo suficiente para una vida de todo tipo de comodidades durante al menos tres generaciones.

Helga recordaba claramente la expresión del rostro de Arnold cuando había visto a sus padres. Ése había sido el momento más conmovedor que había presenciado jamás. Después de encontrar el mapa en el diario de su padre, Arnold había empezado a juntar dinero para poder ir en su búsqueda. Helga sintió tanta pena de ver qué tan lentamente avanzaban sus progresos, que había hecho que Phoebe le sugiriera a Gerald crear una colecta entre todos los habitantes del vecindario, y todos habían aceptado más que alegres de poder ayudar a Arnold. Por fin, cuando tenían doce años, Arnold pudo volver a reunirse con sus padres. Ése fue el último favor que Helga le hizo a escondidas, y del que él jamás se enteró, antes de que…

Pero bueno, eso era el pasado. Lo urgente era lo actual. Por lo que se había enterado mediante Phoebe, actual esposa de Gerald, Arnold había empleado la fortuna de su padre para iniciar un negocio con Gerald al iniciar la Universidad, un negocio que en nueve años se había convertido en la cuarta empresa de comunicaciones más poderosa de Estados Unidos, una de las pocas empresas con las que podían compararse era "Pataki's Phones", y, si Helga no se ponía lista durante los siguientes días, Arnold podría hacerse con un control tan grade de la empresa, que sería capaz de absorberla…

-Sólo por encima de mi cadáver…- murmuró Helga con el ceño profundamente fruncido ante este pensamiento.

Tendría que ponerse a actuar cuanto antes. En cuanto llegase a casa, haría que Justin, el socio de su padre, la pusiera al corriente de todas las negociaciones que se habían hecho entre las dos empresas, y trataría de encontrar alguna laguna legal en los contratos que impidiera la posible venta de acciones. Claro que eso no iba a ser nada fácil, y mucho menos en su condición…

Apretó los dientes. No, ella era Helga G. Pataki, a pesar de lo ocurrido, y Arnold no tenía ninguna posibilidad contra ella. Ninguna en absoluto.

Se había cuidado mucho que nadie, excepto su familia y Phoebe, supiesen lo ocurrido hacía casi un año ya. Incluso la había hecho jurar que no le diría nada a Gerald, ya que no quería correr ningún riesgo. Aún cabía una pequeña remota esperanza de que lo que le había sucedido no fuese permanente…

"No, Helga", se reprochó a sí misma. "No puedes hacerte esas ilusiones, tú ya no tienes remedio y lo sabes."

Sin embargo, no iba a dejar que nadie en Hillwood City se enterase, por ningún motivo, y mucho menos Arnold.



No… él ya le había hecho mucho daño hacía ocho años. Prácticamente, había tomado su corazón y lo había estrujado hasta que ya no quedara nada por destruir, y luego había escupido sobre él, destruyendo la vida de ilusiones de Helga, y mandándola definitivamente al mundo real. Lo único que Helga guardaba ahora en su corazón para él era odio, y, por lo que sabía, el sentimiento era mutuo. Lo que menos quería de Arnold, y menos en estos momentos, era su compasión.

Si todo salía según el plan, Helga llegaría a casa de sus padres, salvaría su empresa, y regresaría a Londres sin que nadie, a excepción de Phoebe, por supuesto, supiese que había puesto un pie en Estados Unidos. Arnold no sabría por dónde le había llegado el golpe, y no le quedaría más remedio que encontrar otra forma de hacer crecer su empresa, una que no implicara a "Pataki's Phones".

-Si tan sólo supiera…-

Pero no, se prometió a sí misma. Ni Arnold ni nadie sabrían nada. Para todos ellos, ella seguiría siendo la chica fuerte, poderosa e inquebrantable que se había marchado ocho años antes para no mirar atrás.

-Hemos llegado, señorita Pataki,- dijo Niles, abriendo la puerta de la limusina, y ayudándola gentilmente a bajarse.

-Muchas gracias, Niles,- dijo Helga, -por favor, no le avise a nadie que he llegado, no quisiera molestarlos…-

-¡Hermanita!-

La frase murió en sus labios al oír la voz chillona de Olga, su hermana mayor, mientras iba a saludarla. Helga sonrió irónicamente al notar el atisbo de pena en la voz de su hermana, y podía imaginarse perfectamente la sonrisa piadosa en su rostro mientras la abrazaba.

Pero claro, una de las muy escasas ventajas de estar ciega, es que no tenía que soportar las miradas de lástima de la gente a su alrededor…

OoOoOoOoOola!!

Weno, este es mi primer fic de Hey Arnold, y espero que el inicio les haya gustado.

Por favor no me maten, sé que eso de Helga ciega está super raro, pero prometo aclarar las cosas en uno de los siguientes capítulos.

Sólo para aclarar, Helga ahora tiene 27 años, y está viviendo en un apartamento en Londres. Por lo visto, ella y Arnold tienen su historia, y ahora ninguno quiere saber nada acerca del otro. Lo que sucedió se irá aclarando poco a poco durante cada capítulo, pero como siempre digo, un suceso 

tiene siempre tres caras, la de la persona que lo realiza, la de la persona que lo ve, y la verdad. Muchas veces esta última no concuerda con las otras dos, pero siempre hay que comparar las tres sin dejar de lado ninguna. Veremos lo que sucedió desde el punto de vista de Helga y del de Arnold, que es completamente diferente, y así se podrá sacar en claro lo que realmente sucedió. Ojalá les guste, porfa denme su opinión para animarme a seguir, realmente necesito que me digan que mi historia no apesta… aunque si es así, tampoco se repriman, díganmelo!! Jajaja.

Weno, trataré de no tardarme mucho en subir el próximo cap. Besos!!