Buenas noches. Sí, sé que los he tomado por sorpresa. Pero es lo que hay :D Ni modo, tendrán que aguantarse con otro mini fic AU lleno de comedia, intrigas y desvaríos mentales. ¡Saludos!

*La Autora no se hace responsable por el fangirleo intenso o los shippeos locos*

I

The Other side of the Wall

No era de extrañar que los cuchicheos se apilaran alrededor de ellos en cuanto arribaran a algún lugar. Eso era algo de lo más usual y a lo que estaban totalmente acostumbrados. Sin embargo, que no fueran ellos el centro de los rumores circundantes los extrañaba de manera soberana. Y es que hasta ellos poseían eso denominado como curiosidad.

Así que sin más remedio se movieron entre el largo pasillo de la escuela, siguiendo la dirección en la que se orientaban todas las miradillas. Y de manera inesperada terminaron en el salón de clases de la persona con la que menos deseaban encontrarse aquel día.

Era lunes y lo menos que deseaban ambos era que esa escandalosa pelirroja les tocara las narices.

—A ver si ya controlas a tu molesta y ruidosa hermana de una buena vez por todas —pronunciaba el castaño con un semblante de completo aburrimiento. Y es que de sólo ver la susodicha platicando quién sabe qué trivialidad con su bolita de amigas, le aburría soberanamente.

—Para eso está el pelado —dijo el pelirrojo tras dar un largo bostezo—. Si ella es un incordio es por su culpa.

—¿Ah? ¿Pero qué es lo que están haciendo aquí ustedes dos, eh? —la aludida los había escuchado perfectamente claro y no iba a dejar que se fueran tan campantes tras haberle insultado.

—Nada que te incumba, remedo de mujer —Okita limpiaba su oído izquierdo como si fuera la actividad más interesante e importante que tocara a su vida—. ¿Por qué no te vas a seguir jugando con tus muñequitos de lucha?

—¿Por qué no mejor te pones un bonito vestido y actúas como lo que realmente eres? Digo, que esa cara de niña no se desperdicie. Sería una verdadera vergüenza para toda tu familia —ahí estaba, riéndose de manera escandalosa y señalándole como el idiota que era—. Si no tienes ropa hermosa y femenina puedo obsequiarte algunas prendas que ya no me quedan —ofreció amablemente.

—Incluso yo tengo más curvas que tú, tabla con patas —esa sonrisa cargada de malicia que le obsequiaba no hacía más que cabrear a la pelirroja hasta niveles impensables—. Corrección, un mechudo tiene mejor anatomía que tú.

—¡Voy a meterte el maldito palo por el c*** para que te pongan como escenografía en nuestra siguiente obra de teatro! —le gritó a todo pulmón. Y es que hasta estaba persiguiéndolo por todo el salón con muchas ganas de cumplir con su palabra. El resto pasó olímpicamente de ellos porque era algo que ocurría a diario.

—Ya que mi tonta hermana ha interrumpido mi almuerzo me quedaré con el suyo~ —él no bromeaba. Ya se había encargado de sacar la lonchera de su consanguínea y lo estaba degustando despreocupada y alegremente.

—K-Kamui, buenos días —se oyó una voz un tanto tímida a sus espaldas—. ¿Otra vez has olvidado tu desayuno en casa?

—No —respondió con la boca llena de comida tal cual ardilla—. Es que me ha dado más hambre y ya que mi hermana está tonteando con Sougo decidí quedarme con su desayuno.

—Si gustas puedo compartirte del mío. Siempre me ponen más de lo que puedo comer —y por si le quedaba duda alguna, allí estaba mostrándole las numerosas cajas de obento que tenía consigo; todo se veía demasiado delicioso y costoso. Algo digno de una ricachona como resultaba ser ella.

—Mmm… Sabe demasiado bien —porque a él no debían ofrecerle comida gratis dos veces.

—Me alegra mucho que te guste —expresó con cierta pena. Y es que hasta había un tenue sonrojo en sus mejillas—. Si quieres…puedo pedir una porción extra para ti. De ese modo ya no tendrías que comerte el almuerzo de Kagura-chan.

—Por cierto, ¿tú debes saber no? —sus cristalinas pupilas se enfocaron en ella. Tanta presión visual podía ser dañino para su frágil corazón de adolescente.

—¿S-Sobre qué? ¿A qué te refieres? —nada como un ataque de nervios y pánico.

—Oí que mi hermana anda saliendo con alguien —y era algo que a él le parecía muy difícil de creer. Sino es que lo veía como algo imposible—. Toda la escuela habla de ello —por momentos le puso atención a su hermana que estaba realizándole a Okita una magnifica llave inglesa.

—¡…! —no habrá dicho nada, pero su semblante le dio la respuesta de inmediato—. S-Se supone que era un secreto entre ella y yo…pero de repente el profesor Sakata-san nos escuchó por error y empezó a esparcir el rumor por todas partes —porque los profesores chismosos abundaban allí y el mencionado era el de peor calaña.

—Pues en verdad tiene que ser un completo desesperado para querer a mi tonta hermana menor como su pareja… Mira que no sacó ninguna gracia de nuestra madre…—soltó sin vacile alguno—. A veces es más masculina que el mismo Sougo.

—Si piensas en que Okita-san tiene un rostro afeminado y un aire delicado, entonces ambos hacen la combinación perfecta, ¿no lo crees? —era una lógica difícil de contradecir.

—Yo solamente veo a dos perros rabiosos intentando morderse.

—En ocasiones esa es la manera en que se describe al amor de parejas —agregaba sonrientemente. Y es que mientras ella veía la pareja del año, él contemplaba a dos idiotas que algún día se asesinarían mutuamente.

Cesaron su charla en el instante en que ese estampido de agudos y fuertes gritos adolescentes incidieron en sus pabellones auditivos. Es que literalmente los dejaron parcialmente sordos. Y lo peor es que ese escándalo no cesaba. ¿Pues qué se supone que había alterado las hormonas de todas esas púberas?

—¡My darling! —esa fue la exclamación que emergió de los labios de Kagura, dejando a su hermano mayor y al estúpido sádico completamente confundidos—. ¡Darling, al fin has llegado!

La atención de Kamui y Sougo se fue de inmediato hacia quien había llegado, ese que había cruzado el umbral en completo silencio, ignorando monumental las miradas convertidas en corazón que se depositaban en su persona.

—¡Shino-san! —gritaron su nombre todas las que habían caído bajo los encantos de aquel muchacho.

Era tan alto como ellos dos, pero era claramente mucho menos robusto, casi como si no tuviera ni la mitad de masa muscular que ellos. Sin embargo, eso no era motivo suficientemente para subestimar lo que podría hacer dentro de un encuentro casual.

Llevaba pantalones negros, sudadera azul cielo y un saco azabache por encima de esta, así como un gorro gris y un par de botas cafés como calzado.

Pero la vestimenta poco les importaba a las chicas. Ellas optaban por admirar esos hermosos y calmos ojos carmesí que se conjugaban perfectamente con su alba y pulcra piel. Sin mencionar los oscuros mechones que perfilaban su rostro y su frente, haciéndolo lucir mucho más apuesto de lo que ya era.

—Te quejas de que yo tengo cara de niña y la de él es mucho peor que la mía —expresó el castaño mientras clavaba su mirada en el extraño. Es que parecía haber demasiadas cosas que le molestaban del sujeto en cuestión y eso que no había abierto la boca—. Mejor dale a él tus feos vestidos de marimacha.

—¡¿A quién le estás diciendo cara de niña, eh cabeza de coco?!

—¡Sí, sí, no te metas con Shino-san, sádico idiota con complejo de hermana mayor! —vociferaron las féminas del salón de clases con notorio cabreo. Quedaba claro que no podía insultar al susodicho sin sufrir bullying y violencia física por parte de todas las presentes; y es que literalmente estaban arrojándole los pupitres encima.

—De modo que tú eres el novio de mi tonta hermanita menor, ¿verdad? —porque Kamui ya se encontraba frente al pelinegro con esa sonrisa engañosa en sus labios—. Espero que seas fuerte~

—Ni se te ocurra, hermano idiota —allí estaba Kagura, bien sujeta del brazo del chico—. Él no va a rebajarse a jugar con basura de su calaña. Él tiene mejores cosas que hacer, ¿verdad Shino? —cuestionó con cierta voz acaramelada.

—Eso es algo que tendrá para cuando salgas de clases —pronunció, viendo de soslayo a la pelirroja—. Si pasé a verte es porque tuve que venir a hablar con el director. No pienses que vamos a irnos de pinta o algo por el estilo.

—¿Pero si iremos a comer a ese restaurante? Ese en el que sirven los mejores filetes de carne de toda la ciudad. ¿Verdad? —sus hijos se le iluminaron como estrellas fugaces.

—No tengo problema con ello —y eso era música para los oídos de esa glotona—. Vayamos a donde tú quieras. Te lo has ganado por mejorar tus notas.

—¡Oh darling, eres el mejor! —porque las palabras eran insuficientes para trasmitir agradecimiento, ¿por qué no pasar a lo físico? ¿O es que no era adorable la escena que estaban presenciando? Y es que no había nada más tierno que ver a una chica prendarse del cuello de su amado mientras restregaba su mejilla contra la suya de manera tan entusiasta y tierna—. Luego vayamos a tu casa a ver películas toda la tarde.

—Es repugnante —comentaba Okita con la cara azul del asco. Y es que hasta se había ido a vomitar al bote de basura más cercano—. Me enferman… Tu hermana realmente me provoca náuseas —nada como dedicarles la peor de sus miradas. Una pena que ella ni siquiera se diera cuenta de ello; literalmente había dejado de existir para Kagura y eso también le estaba calentando la cabeza—. Ey china, ¿por qué no mejor paras de fingir que tienes novio? Está claro que todo no es más que una farsa —hablaba al tiempo que se dirigía hacia ellos con una sonrisa socarrona y maliciosa—. Así que deja de amenazarlo o lo que sea que le estés haciendo para que te siga este jueguito.

—¡¿Ah?! ¡¿Por qué no te metes en tus propios asuntos de una buena vez por todas?! —le reclamó—. Está claro que no es ninguna farsa, así que cállate de una buena vez y vete a hacer un trío con mi estúpido hermano y el bueno para nada de Shinpachi —agregó con mucha diversión—. Estoy seguro de que te vas a divertir mucho siendo el pasivo de los tres.

—¿Por qué no mejor guardas silencio pequeño mono aullador y haces todos mis deberes de la semana como pago por haberme alzado la voz? —ahí estaba el lado S de Sougo. Ese que le llevaba a sujetar la cabeza de la pelirroja con fuerza, como si fuera una nuez que intentaba romper—. Entiende cuál es tu lugar, china.

—El único que debería entender su lugar aquí, eres tú —a Sougo la sorpresa que le provocó el agarre de su muñeca se desvaneció en el instante en que contempló cómo su mundo giraba 180° en un parpadeo, sin poder hacer absolutamente nada para evitarlo. ¿Es que alguien se había encargado de usar espléndidamente su propia fuerza y peso en combinación con una bien ejecutada llave? ¿Quién demonios era él? Alguien ordinario no podría haberlo humillado de tal modo.

—Oh, eso fue interesante —Kamui lucía de lo más complacido. ¿Es que la sonrisa que delineaban sus labios eran de satisfacción y ansias? —. Sougo, te han humillado espléndidamente.

—Cállate maldito con complejo de madre —todo era tan sencillo como volverse a parar y devolverle el favorcito al pelinegro. Una pena que cada uno de sus golpes no dieran en el blanco: alguien también era muy bueno evadiendo. Aunque tal vez lo que mejor se le daba era propinar patadas directo al epigastrio para derrumbar por completo a su enemigo—...Ungh…—sus pupilas bermellón lo miraban con notorio cabreo y simultáneamente, con gusto. ¿Es que su lado sádico estaba acentuándose más por lo que ahora quería dejarse llevar por sus instintos y tener una pelea digna de dos tipos sin ley como ellos dos? O tal vez también existía un motivo adicional para su resolución.

—Ni lo intentes —justo en la mejor parte y llega el profesor a cargo de la clase—. Mi salón de clases no es para que haya este tipo de jueguitos. Si quieren hacer sus cositas váyanse a un motel —porque aquel hombre de ojos de pescado muerto sabía cómo controlar a los engendros que tenía por alumnos—. Vamos, vamos, despejen el área. Mocosas hormonales, antes de que inicie mi clase, vayan a comprar hielo para que se enfríen allá abajo y dejen de estar teniendo pensamientos húmedos con este idiota —las chiquillas lo abuchearon y él por su lado golpeó al joven en la nuca con un períodico enroscado—. ¿Qué te he dicho de provocar a las chicas para que mojen su ropa interior? Creí haberte dicho que te pongas más ropa encima.

—Yo no he hecho nada malo —se defendió—. Y estoy más envuelto en ropa que las mujeres del oriente medio.

—Como sea, ya vete. Causarás más problemas si continúas aquí —y como el excelso maestro que era se encontraba empujando al chico fuera de su aula—. Vete a hacer todos los deberes que te deje.

—Ya los hice. Hasta los de la semana siguiente —soltó con aburrimiento—. Iré al museo a distraerme un poco.

—Que te vayas a tu casa te digo —ordenó—. Lee algo o qué sé yo. Haz las cosas que hacen los chicos de tu edad.

—¡Al profesor le gustan los jovencitos y menores! ¡Al profesor le gusta hacer cosas prohibidas después de clases! —tarareaban varios de sus alumnos en perfecta sintonía.

—¡Calléense malditos escuintles o los voy a castrar a todos de una vez por todas para que no dejen crías en este mundo! —nada como una terapia de gritos para sacar todo su enfado de una buena vez por todas.

—Ah, entonces esas ocasiones en las que te pegabas a mí y sujetabas mis manos para enseñarme el uso correcto de la espada en realidad era una excusa para toquetearme —pronunciaba Shino clavando de manera inquisidora su mirada en el adulto "responsable" —. Creo que le diré a mi padre que me cambié de profesor particular —de nuevo empezaron los cuchicheos y malas miradas. Y es que hasta habían puesto en el pizarrón que al profesor le gustaban las bananas en vez de los duraznos; y si eso era insuficiente, el rumor de que era gay y que le gustaban los menores ya debía estar circulando por todo el campus.

—¡¿Por qué demonios has dicho algo como eso?! ¡¿Es que lo has hecho a posta no es verdad?! ¡Después de esto van a pensar que me gusta pelar la banana en vez de que me la pelen a mí! —y ya que estaba frustrado estaba zarandeando al pobre chico como maraca—. ¡Cuando llegue a casa te voy a poner un buen castigo, ¿me escuchaste?!

—¿Otra vez las esposas? Me dejan marca —volvió a hablar y solamente convirtió la situación mucho peor—. Lo siento, pero hoy por la tarde estaré ocupado.

—¡Deja de inventar cosas para hacerme quedar como un maldito enfermo! ¡¿Y cómo que tienes cosas que hacer?! ¡¿Desde cuándo tu novia sin gracia es más importante que tus estudios?!

—Sakata, esa es la razón por la que sigues soltero —se zafó del de cabellos plateados—. Debes aprender a tratar a las chicas y a moderar tu vulgaridad. Sino lo haces morirás solo como un perro —fueron sus bonitas palabras de despedida.

—¡Ey imbécil regresa aquí que te estoy regañando! ¡Y tú también vuelve maldita mocosa descarriada! —porque Kagura se había escapado ante las narices de Gintoki y ahora se encontraba al lado del pelinegro, hablando de lo lindo—. ¡Los noviazgos están prohibidos en esta escuela! ¡No vengan a buscarme cuando su bendición esté en camino!

No era la primera ni la última vez que se volaban las clases. Siempre lo hacían. Solamente que en esta ocasión el motivo era completamente diferente a aquellas mañanas de videojuegos y peleas callejeras. Ahora se encontraban siguiendo a tan singular pareja para descubrir el engaño que les orquestó a todos la pelirroja.

Y siguiendo sus pasos llegaron hasta una bonita y concurrida fuente de sodas. Mientras la particular pareja había tomado asiento dentro del establecimiento, ellos optaron por tomar una mesa de afuera y observarlo todo a la distancia. Y parecían no ser los únicos que estaban trabajando como espías.

—¿Kondo-san? —porque la vida está plagada de coincidencias mundanas. Y por ello ese hombre uniformado con el atuendo oficial de la policía de la ciudad también estaba sentado en su mesa mientras empleaba unos binoculares para espiar a cierta castaña que había venido con sus amigas a tomarse una soda.

—Sougo, de modo que tú también estás cazando a tu presa, ¿eh? Me alegra que ya seas todo un hombre y que estés pensando con tu otra cabeza —profesaba sin despegar su atención de su objetivo. Y es que hasta le estaba sangrando la nariz—. Aunque creo que alguien más está comiéndose tu rebanada de pastel de zanahoria —porque ese hombre ya había localizado el "interés" del castaño—. De todos los hombres con los que se pudo involucrar Kagura-chan tenía que ser justo "esa clase" de chico. Son los peores.

—¿Cómo que mi rebanada de pastel? ¿Qué es lo que estás insinuando eh Kondo-san? ¿No se supone que eres un policía y no deberías estar espiando a la gente porque es un delito? —replicó con un par de venas saltadas—. Jamás me interesaría en ese marimacho que se atraganta más que cinco tipos gordos y sudados —claro que no. Él jamás tendría ese gusto tan poco refinado—. Solamente estoy aquí para burlarme de ella cuando su teatrito se caiga —sonreía desquiciadamente de pensar en ello—. Además, ¿a qué te refieres con eso de "esa clase de chicos"? —curioseó.

—…Los legendarios y temidos "Bishounen" —pronunció con una voz tétrica y llena de pavor. Y es que hasta el ambiente se había vuelto sumamente oscuro y deprimente—. Son criaturas que aparecen cada determinado tiempo en nuestra historia y crean enormes conflictos… Son hombres hermosos, jóvenes e ideales, cuya belleza y atractivo trasciende el límite del género u orientación sexual…—describió con ahínco, y también como si le pesara que existieran seres como esos. O tal vez estaba quejándose de que él no nació siendo un adonis.

—No sé qué me repugna más…si el hecho de que conozcas ese concepto o que estés analizando cada facción de ese idiota andrógino —y cuando Okita se enfadaba, los cielos temblaban.

—Al menos se ve que tiene dinero —comentaba Kamui ya con una enorme copa de helado en mano—. Con todo lo que se ha zampado mi hermana necesitaría el sueldo de todo un mes para liquidar la cuenta.

—Atractivo, adinerado, caballeroso y con un cutis de envidia… Es un rival digno de temer, Sougo. Si quieres derrotarlo tendremos que recurrir a las técnicas ancestrales de nuestro dojo y convertirte en un Bishounen pura sangre. Solamente así estarás en condiciones de pelear mano a mano contra él —lo peor de todo es que decía esa sarta de estupideces con una gran seriedad.

—¿Acaso no escuchaste que no me interesa la china? ¿Por qué estás tan obsesionado con los Bishounen? ¿Es que te ha cautivado a ti también? —iba a seguir burlándose, pero se quedó completamente estoico, absorto en sus pensamientos más aterradores posibles. Es que conforme contemplaba la emoción en la cara de su superior su rostro más se parecía al cuadro del grito—. ¡¿K-Kondo-san?! —era el momento de cachetearlo sin compasión alguna, sin importar que le estuviera tirando todos los dientes. Debía hacerlo por su bien, para que reaccionara y se olvidara de las estúpidas ideas que le carcomían la escasa materia gris que le quedaba en la cabeza—. ¡Tienes que reaccionar! ¡Debes volver a ser tú mismo!

—Creo que se ha perdido por completo. Ha entrado en modo facial —Kamui señaló al moreno; estaba poniéndose una mascarilla de aguacate y unas rebanadas de pepinillos sobre sus ojos. En términos simples, estaba embelleciéndose.

—Te maldigo chico Bishounen, a ti y a todos los de tu clase —proclamaba Okita Sougo con el puño levantado hacia los altos cielos mientras lanzaba una promesa silenciosa que solamente él conocería—. Lo aplastaré a él y a todos los de su calaña. Liberaré la ciudad de tu molesta presencia y tu desagradable reinado.

—¿Por qué no mejor aceptas que te gusta mi hermana y terminamos con este asunto? Me estoy aburriendo y me está dando hambre. Así que date prisa —el hermano mayor pecaba de práctico y cínico.

—¡Que no me gusta tu estúpida hermana pedazo de idiota!

—Entonces te gusta su novio~

—¡Ninguno de los dos me gusta! —exclamó intentando retener sus ansias de asesinar a su supuesto amigo.

—Pues entonces no veo el problema de que estén saliendo —¿de dónde había sacado la caja de donas que se encontraba comiendo en ese momento? Quién sabe. Pero su estómago agradecía el alimento recibido—. Vayamos a comer y después retemos a los nuevos que llegaron al barrio.

—¿Qué no escuchaste a Kondo-san? Los Bishounen son criaturas peligrosas que sólo originan problemas donde quiera que estén. Así que debe ser erradicado a toda cosa.

—¿Esa de ahí no es tu hermana? —interrumpió el pelirrojo a su acompañante—. Parece que el gorila no estaba exagerando.

Sus carmesí pupilas comenzaron a seguir a su querida y adorada hermana mayor desde el instante en que se dirigió a aquella mesa y tomó asiento tan cómodamente, como si se llevara de maravilla con esas dos personas. Es que lucían como un grupo de viejos conocidos que no se habían visto en años.

¿De dónde conocía a ese chico? ¿Por qué era tan amable con él? ¿Qué era eso que le entregó en aquella bolsa de papel? ¿Desde cuándo se llevaban? ¿Por qué no le había hablado de él antes? ¿Qué es lo que estaban escondiéndole tanto su hermana como esa molesta pelirroja?

Ahora sí estaba más que decidido en acabar con aquel entrometido chico.