Rurouni Kenshin no me pertenece, porque es obra intelectual de Nobuhiro Watsuki sensei. En fin, que si yo tuviera dinero, les aseguro que hace rato habría comprado la serie y vería el modo de animar alguno de mis fanfics.

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Diez años es mucho tiempo para intentar terminar una obra inconclusa, o tal vez no haya un límite para eso. Si quiero marchar algún día, quisiera irme tranquila con la idea de haber dejado todo en orden. Y si no me marcho, al menos para seguir por aquí con la conciencia tranquila.

Cierto es que dejar estas aventuras no concluidas molesta día a día. Quizá sea porque nos enseñan que todo lo empezado debe ser acabado, o tal vez porque cuando releí esta historia hace un tiempo, me lamenté no darle el final que originalmente estaba en mi mente. En vez de eso me fui por las ramas, metí personajes, intenté hacer una trama más compleja, pero al fin de cuentas, yo no soy así. Soy más simple. Hay gente a la que se le dan las historias con enredos y una guerra. No a mí.

Subo nuevamente todo, como Beta Reader de mí misma los primeros capítulos con sutiles cambios, hasta que, llegado un punto, los cambios serán evidentes y radicales para componer Prisionera/ La Protegida como la historia que siempre debió ser. El cambio de nombre se debe, desde luego, a que va mejor con el tono general de la obra.

Agradezco a quienes leyeron la primera vez y están por aquí de nuevo, con la esperanza de ver el final feliz que todas quisimos. A quienes leen por primera vez, confiando en encontrar entretención. Pero por sobre todo, agradezco a quienes no dejaron de confiar en mí, a quienes no dejaron de pedir. Bueno, aquí estamos.

Diosa Luna, lo leí anoche. El trato fue capítulo por capítulo. Tú terminaste el tuyo. Ahora voy yo.

Aquí la tienen, con toda mi alma y todo mi corazón.

La Protegida

Acto uno

"El Encuentro"

por

Blankaoru

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Kaoru Kamiya miraba hacia atrás, por sobre su hombro. La fuerte lluvia traspasaba con facilidad la manta con la que intentaba cubrir su cabeza y ni hablar del resto de su ropa.

Sólo quería estar en un lugar seco, bajo techo, de preferencia comiendo algo caliente y descansando cuando la realidad la tenía extenuada, mojada hasta los huesos y sintiendo un espantoso frío. Escapando del demonio, no podía detenerse aún y sólo esperaba que no se pusiera a nevar, porque estaba segura que moriría en medio de ese bosque si las condiciones climáticas se ponían más adversas.

Asumió que nadie la seguía, si bien con el aguacero era difícil notar eso con claridad y se movió más despacio para ahorrar energía. Tenía un hambre feroz y no sabía cuándo comería de nuevo. Esa mañana había comido algunas frutas que alguien le regaló y eso había sido todo su alimento en dos días.

La lluvia amainó y Kaoru esperó a que se abrieran las nubes y se viera el sol para que la calentara un poco. Luego pensó que ella no podía detenerse después de todo o moriría congelada en medio de ninguna parte y ella aún tenía un sueño. Un sueño que cumplir y al cual se aferraba para seguir en su escape; por eso, lo mejor sería ver el modo de secarse y conseguir un refugio antes de que llegara la noche. Aunque no pudiera hacer una fogata para delatar su posición con el humo, al menos deseaba no sentir más agua sobre su cabeza.

Abrazándose a sí misma, siguió su marcha. Le dolían los pies, debido a que estaba descalza: había perdido sus sandalias el día anterior, cuando corrió al sentir que era seguida. Caminó por espacio de una hora más y entonces la vio.

Una cabaña…

De estructura sencilla, era una cabaña abandonada aparentemente. Se acercó temblando de frío y se asomó por la puerta entreabierta. No había nadie, tampoco había muebles, sólo algunas mantas en un rincón. Por lo demás, el interior de la casa se veía maravillosamente seco e incluso habían maderos que le servirían para armarse una fogata más tarde, fuera que se atreviera o la temperatura la obligara al seguir bajando.

El Cielo había escuchado sus plegarias después de todo.

Kaoru entró y luego de asegurarse de que no había agujeros por los que pudiera entrar una persona o un animal, selló las ventanas como mejor pudo. Aunque la habitación quedó casi a oscuras, encontró unas mantas secas que contenta, sacudió en el exterior por si tenían bichos y tras eso, se envolvió en ellas tras quitarse la ropa y tenderla por ahí. Se dispuso a descansar y le dio las gracias al Cielo por esa oportunidad de protegerse del frío, descansar y reponer fuerzas, pero por sobre todo, para ocultarse.

Ignoraba que a pesar de sus precauciones, desde las ramas de un árbol cercano, una mirada de color inusual vigilaba la cabaña, con una media sonrisa esbozada en su rostro.

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-Quieta.-

Kaoru despertó al sentir un trozo de hielo sobre su garganta.

Era una mano áspera cerrándose en torno a ella.

El corazón de la joven se desbocó… ¡había sido descubierta!

-Si te quedas quieta, será más fácil para los dos. No te haré daño.-

Kaoru solo escuchaba una voz masculina hablando en un tono bajo. Por lo demás, no veía nada.

Calculó que ya era de noche, debido a que antes, al menos algunos rayos de luz se filtraban por entre las rendijas de la pared. Aunque suponía que su captor no podía mirarla, se llevó las manos al pecho, para evitar que las mantas se deslizaran descubriendo su desnudez.

-¿Q… quién eres?- preguntó la muchacha con un hilo de voz.

-No es algo que te importe, Kaoru Kamiya. Sólo debes saber que tienes un deber que cumplir. Y que yo debo entregarte para ello. Anda, levántate… ya te he dejado descansar demasiado.-

El hombre encendió una luminaria rápidamente. Pronto Kaoru pudo verlo, cuando éste se inclinó sobre ella para inmovilizarla. Una enorme cicatriz en forma de cruz rasgaba su mejilla izquierda y sus ojos tenían un extraño brillo ámbar…

-Por favor, señor… déjeme ir… - empezó a decir Kaoru.

-Olvídalo- dijo el hombre de cabellos largos y rojizos tomados en una coleta baja, tratando de no pensar demasiado en que esa joven estaba desnuda bajo las mantas.- Ofrecen por ti una recompensa estupenda y no pienso perdérmela.-

El hombre dejó de apretarle la garganta, pero la contemplaba fijamente, contrariado; no pensó que ella sería tan joven.

-¿Cuántos años tienes?- preguntó entrecerrando los ojos mientras paseaba la vista por el rostro de la chica.

-Diecisiete, señor. Por favor… déjeme ir... - volvió a rogar, temblando.- No me devuelva con mi familia.-

-Vamos, chica, no sé de qué te quejas… tienes un papá que se preocupa por ti y que tiene a la policía de Kyoto de cabeza buscándote. Y un prospecto de novio con una dote que cualquier mujer en tu lugar ya quisiera. Es más, por más que lo pienso, no entiendo. ¿Por qué huiste, chica?-

Por lo visto, el desconocido pensaba que el dinero hacía la felicidad. Pero Kaoru sabía muy bien que no era así.

- Señor Samurai.- comenzó la chica con cautela al reparar en la espada que sostenía el hombre.- Si lo que quiere es dinero, le puedo proporcionar el que usted desee a cambio de que me deje en libertad. Señor samurai, se lo imploro, no me regrese con mis parientes.-

-Escucha, nenita, eres mi trabajo. Llevo una semana rastreándote y dos días siguiéndote. Hagamos esto fácil. Te entrego a tu familia, me dan la recompensa y luego, si lo deseas, vuelves a huir. Si lo haces, te daré unos días de ventaja antes de ir a por ti de nuevo. Creo que de esa manera podré hacerme bastante rico y tú podrás divertirte teniendo ese tipo de aventuras.

-¡Yo no hago esto por diversión, Señor Samurai!- dijo Kaoru empezando a molestarse.- ¡Lo hago por necesidad!-

-Si, si…- empezó el hombre como si la charla de la joven le aburriera.- Escucha, … ya me cansaste de tanta palabrería. Vístete.- dijo tomando los bordes del kimono que se encontraba cercano a él y lanzándoselo a Kaoru. Estaba mojado aún y ella dio un respingo.

-¡Ni siquiera está húmedo!-

- Si quieres ir por ahí desnuda es tu problema.- dijo el hombre como si realmente le diera lo mismo.

Kaoru estaba a punto de llorar de la frustración. Se sentó finalmente, tapándose el pecho, pero no pudo evitar que buena parte de su espalda quedara al descubierto.

Y el hombre no pudo evitar notar las muchísimas marcas de golpes que había en ella.

Tampoco pudo dejar de notar los pies rotos de la muchacha. Llagas frescas después de haber corrido tanto.

Observó el temblor que sacudió los labios femeninos mientras comenzaba a deslizar las manos dentro de las mangas del kimono.

Sabía que se iba a arrepentir si formulaba la pregunta, pero tenía que saber algo:

-¿Por qué te fuiste, chica?-

Kaoru lo miró un momento, atravesándolo con sus ojos azules.

Enseguida se cubrió la cara y se largó a llorar.

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Si había algo que Kenshin odiaba era las lágrimas femeninas.

Pero algo tenían los sollozos de esta niña que lo conmovían. Debía aceptarlo, de hecho, no sabía como reaccionar.

De momento, sólo se limitó a mirarla y tuvo una idea luminosa. Aprovechando unos trozos de madera, se armó una buena fogata, a la que acercó las ropas mojadas de la chica, permitiéndole seguir envuelta en sus mantas. Era raro… pero con lo mugrosos que estaban esos trapos, en torno a ella le evocaban los pétalos de una flor.

Si había otra cosa que Kenshin odiaba era que sus preguntas no fueran contestadas. Por los trabajos que él realizaba antes, estaba acostumbrado a no formular preguntas. Por eso, cuando las podía hacer, las valoraba mucho, las consideraba importantes y exigía explicaciones hasta quedar satisfecho. Esperó a que Kaoru terminara de llorar en su rincón.

-¿Ahora me dirás qué te pasó?- dijo como si nada.

Kaoru reparó en que el Señor Samurai estaba secando sus ropas y la había dejado tranquila. Así que optó por desahogarse con él. Quizá él no era tan malo y era la primera persona con quien hablaba en semanas. Aunque el Señor Samurai fuera un tanto tosco, le inspiraba confianza.

- Verá usted.- dijo Kaoru tallándose los ojos.- Mi padre, Koshijiro Kamiya, se fue hace casi un año a la Guerra de Seinan, ya que fue reclutado… por eso él me dejó encargada con su hermano para que cuidara de mí hasta que regresara. Mi tío tiene mucho dinero, pero… me saca continuamente en cara cada moneda que gasta en mí. Por eso me tiene trabajando en su casa como sirvienta. Debo limpiar y trabajar en todo lo que se me pida.-

-Es una cortesía ayudar en la casa que lo acoge a uno.- observó el hombre al otro lado de la fogata. Estaba sentado y con su espada apoyada en su hombro.

-Señor Samurai… yo comprendo eso y le prometo que siempre he ayudado sin quejarme en las labores domésticas… pero… pero hace unos meses llegó una carta diciendo que mi padre había muerto. Por eso.- la joven empezó a sollozar de nuevo y no pudo seguir.- discúlpeme.- dijo luego de un rato incómodo para el pelirrojo.- pero es que lo extraño mucho.

-Está bien.- masculló él.- continúa.-

-Pues… mi tío se ha enfadado mucho. Dijo que mi padre era un estúpido que se había dejado matar para evadir sus responsabilidades y que yo era una carga para él y su familia. A cada momento me recordaba eso y me hacía trabajar mucho… de lo contrario me castigaba duramente.-

Como Kaoru no había notado que el hombre ya había mirado su espalda, se la enseñó. Lo inquietó un poco, aunque él no se permitió demostrarlo.

-Pero… uno de sus amigos me vio en la casa y decidió que yo era la perfecta esposa para su ahijado. Frente a los demás, mi tío me trata muy bien, como si fuera una hija más pero en cuanto estamos a solas, muestra su verdadera cara. Mis primos son amables conmigo, en especial mi prima Misao, que siempre me ayuda cuanto puede, aunque no tiene el poder de aliviar mis castigos que muchas veces son injustos, Señor Samurai.-

-Ya veo.- musitó el hombre tomándose la barbilla.

-Me comprometieron con Shinomori Aoshi, Señor Samurai. Y la fecha de la boda es dentro de 2 meses. Pero en cinco meses más yo cumpliré dieciocho años.-

-No es tan malo lo que me cuentas, muchacha.- la interrumpió el espadachín.- He oído decir que los Shinomori son buenas personas. Muy gentiles. Y si yo estuviera en tu lugar, me casaba.- dijo tan simplemente.

Kaoru enrojeció y bajó la cabeza.

-No es tan fácil.- dijo.- Lo que pasa, es que… tal vez le parezca una tontería, pero yo no puedo hacerle eso a mi prima Misao.-

El hombre entrecerró lo ojos.

-Explícate.-

-Verá usted…- comenzó Kaoru luego de titubear un rato.- Misao es apenas un año menor que yo, pero está enamorada del joven Shinomori. Por otra parte, yo descubrí que mi padre me dejó un testamento. Fue casualmente hace unos días, cuando aseaba la habitación de mi tío. En ese testamento, dice que al cumplir mis dieciocho años, podré tomar posesión de mi herencia y de una casa, a menos que me case, en cuyo caso esas cosas quedarán para quien en ese momento cuide de mí. Es decir, de mi tío. Cuando leí ese documento y vi el sello de mi padre, tomé mi decisión…

-Ya veo. Quieres el dinero de tu herencia ¿no?- después de todo, pensó el samurai, todas las mujeres eran iguales.

-No, Señor Samurai. Simplemente deseo regresar a mi casa y no volver a depender de nadie. No me importa si me quedo sin el dinero, pero al menos quiero tener un lugar que sea sólo mío, donde me pueda sentir segura y dónde pueda recibir a la gente que sea bondadosa conmigo.-

-De todas maneras tu tío ha dispuesto de una interesante suma de dinero por ti, Kaoru Kamiya.- dijo el espadachín recordándose por qué no podía dejarla ir. Él anhelaba ese dinero.

Kaoru meditó un poco… tenía que hacer lo posible por no regresar a casa de su tío. Al menos no hasta Julio.

-Señor Samurai… -dijo dudosa, tratando de pensar rápidamente y de hilar bien la frase.- si usted me deja libre… si me deja escapar… escuche, en cinco meses podré tener mi casa y mi dinero… y yo le puedo dar todo mi dinero a cambio de mi libertad y su silencio hasta entonces.

-Yo insisto en que si yo fuera tú, me casaba con Shinomori.- respondió el cazarrecompensas, sin comprender del todo esa idea de la joven. Debía estar loca para no querer casarse con Shinomori y aspirar a su riqueza y a todo ese honor

-Pero eso sería traicionar a la persona más buena de esa casa, Señor Samurai. Por favor… acepte mi oferta.- replicó Kaoru de inmediato. Había notado una ligera chispa de duda en la expresión del pelirrojo y tal vez era esta su única oportunidad.

-Olvídalo, muchacha. ¿Quién me asegura que tu herencia es más cuantiosa que la enorme suma de dinero que me ofrecen ahora por ti? Es más… ¿quién me asegura que esta no es una historia inventada para que yo me apiade de ti? Escucha… me has inspirado la suficiente lástima como para esperar a marchar mañana por la mañana, cuando tu ropa esté seca. Llegaremos a tu casa en seis días a paso ligero. No impedirás que te entregue.

-Señor Samurai… ese testamento existe… yo… yo lo saqué de la casa y lo escondí durante este viaje que he hecho… por favor… se lo ruego… no me entregue.- Kaoru estaba tratando de reprimir sus ganas de estallar en llanto. ¡No quería volver!

-Cállate, niña… que estoy pensando.- dijo el hombre luego de un momento, exasperado. Kaoru guardó silencio y se envolvió mejor entre sus mantas, acercando sus pequeños pies al calor que generaba la fogata.

El espadachín estaba meditando seriamente la situación. Tenía a una chica supuesta heredera de una casa y una fortuna, que le pensaba dar su dinero… ¡bah, como si él no supiera que ella pensaba escaparse…! Por lo demás, ahora ella no significaba dinero para él y ¿como podría mantenerla todo ese tiempo con él? Eran cinco meses después de todo y alguien debía hacerse cargo y mirándola bien, no parecía que ella fuera capaz de hacerlo. Respingó la nariz al darse cuenta de que estaba dando por sentado de que la herencia existía… seguro que todo era una mentira inventada por ella para conmoverlo. Así funcionaba la mente femenina: ponían su belleza y encanto al servicio de sus propios intereses. Ella sin duda escaparía en cuanto tuviera ocasión.

A menos que él la siguiera ¿no?...

De pronto se le ocurrió una idea.

-Escúchame niña, que este es el nuevo plan.

Kaoru, que se había quedado dormida así, sentada frente a la fogata y abrazando sus rodillas, dio un pequeño salto al despertar tan de pronto.

-Escucha… yo te acompañaré a buscar tu testamento y lo veré. Si es una farsa, juro por todos los infiernos que te dejaré en casa de tu tío, sana y salva para que te cases como debe ser, aunque si quieres puedes descansar un poco en el camino. Pero si existe el testamento y es original, yo te seguiré. Te seguiré a donde vayas y no dejaré que nadie te toque o trate de atraparte para cobrar la recompensa ¿entiendes? De todas maneras, te he capturado y serás mi fuente de ingresos. Hasta el día que te entregue a tu tío o que heredes, serás mi prisionera. Tómalo o déjalo.

-¿Prisionera?-

Kaoru se quedó boquiabierta con el descaro de ese tipo.

Ella no le pertenecía a nadie, salvo a sí misma.

Pero por otro lado, no tenía otra salida.

- ¿Quiere decir que usted cuidará de mí, Señor Samurai?

El aludido se movió incómodo. Claro… por lo visto tendría que hacerse cargo de ella como había supuesto.

-Tu querido tío ofrece tanto dinero por ti, que no son pocos los que andan tras de tí, niñita. Debo reconocer que eres muy hábil después de todo… hacía tiempo que no tardaba tanto en localizar a una persona. Por eso no dejaré que nadie me arrebate mi premio. Si es cierto lo del testamento, te ofrezco protección, techo y comida. Nadie te encontrará para llevarte con tu tío de vuelta, a menos que sea yo.

Si a Kaoru le decían que debía tirarse a un río lleno de serpientes, lo haría si con eso aseguraba su libertad. Sólo serían cinco meses ¿no? Pero… ¿y si este hombre la estaba engañando? ¿Y si era una mala idea dejar que la siguiera? Tal vez ella debió pensar mejor en su propuesta antes de decírselo. Quizá se había equivocado de estrategia…

El espadachín notó esta vez la duda en el rostro de Kaoru… y él odiaba que sus ideas fueran cuestionadas. Además, ya había decidido estar con ella.

- Escucha…- dijo brusco.-… por lo visto ambos estamos arriesgando demasiado en este trato, pero, si no termino de convencerte, déjame decirte que soy un hombre respetable. Está bien, lo admito… a mis veintiocho años soy un maldito cínico y ex asesino, pero nunca he abusado de una mujer, asi que conmigo estás segura y te puedo decir que eso no es algo que te pueda garantizar de los demás que están buscándote. Asi que tú lo decides, chica. O conmigo los cinco meses, o con tu tío de vuelta para casarte con Shinomori.- terminó, deseoso de que ella aceptara de una vez la propuesta.

Kaoru suspiró resignada, aunque aún bastante sorprendida. ¿Veintiocho años? Ella le echaba veinte, como mucho…

Le extendió su mano derecha.

-Trato hecho, Señor Samurai.-

El hombre encerró los dedos femeninos entre los suyos, notando como el contorno de un seno se advertía cuando ella levantaba el brazo hacia él…

-Oye… antes de seguir, no me digas "Señor Samurai", que samurai nunca he sido. Los samuráis sirven a un amo y yo hace más de diez años sólo sirvo a mí mismo. Por lo tanto soy un espadachín… pero, por si te interesa, te daré mi nombre. Kenshin… Kenshin Himura.-

-Señor Kenshin…-

-No, no… nada de "Señor", que tampoco soy un caballero. Sólo llámame Kenshin y nos entenderemos.-

-Está bien, Se… er… Kenshin.-

El pelirrojo sonrió. Esa noche le estaba resultando muy, pero muy productiva después de todo.

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Fin acto uno.

Septiembre 28, 2015

( Publicado originalmente el 26 de Julio de 2005 y revisado el 18 de Julio de 2008.)

Notas de autora:

Acabado de revisar, corregir y modificar un pequeño e importante detalle para componer la historia nueva.

Bien, chicas y chicos, vamos adelante a ver cómo termina todo esto. ¡La tercera es la vencida!.

Blankaoru.