Prólogo
Jamás había sufrido tanto en su vida, su vida se basaba en la comodidad y diversión. Fue querida y respetada por todos, aún después de la muerte de sus padres siguió otorgando la más generosa de las sonrisas. Conservaba el deseo de ser libre, un pajarillo queriendo salir, esperando con ansias el día que las puertas se abrieran. Ana podía sentirse sola, pero no por eso dejaría que opacara la sonrisa que día a día la sacaría adelante. No podía perderla. Era su tabla de salvación.
Necesitaba salir, por ella. Por su hermana. En sus momentos de delirios, creyó que todo lo tenía controlado, una ingenua idea de que el mundo estaba en calma, que su vida era tranquila. Que no pedía más que amor. Un amor al que le temía. Necesitaba el amor de su hermana. La necesitaba. Y se hizo creer que la amaba fraternalmente, que al fin de cuentas, sólo necesitaba a su hermana mayor. Jamás fue así. Ella realmente la necesitaba.
Y por eso, aún cuando todo su cuerpo está entumecido, y parece que ya no reaccionará. Siente el leve calor de aquellas lágrimas que pronto se congelarán. Que de alguna u otra forma terminarán igual que ella. Sólo Dios sabía cuánto deseaba decirle a su hermana la verdad.
-¡Elsa! ¡Elsa!... por favor… escúchame-. La tormenta de nieve comenzaba a enterrarla. ¿Así moriría? ¿No la volvería a ver jamás? –Te lo pido…
No deja de temblar, una y otra vez, tiembla y tiembla.
Levántate, encuentra a Elsa.
Pero no puede moverse, intenta una y otra vez y no logra moverse. Todo se difumina. Está tumbada en alguna parte de un gigantesco bosque, que parece expresarse con la furia de la nieve. Parece que esa noche estuvo preparada para contemplar a la princesa de Arendelle caer. Ana está llorando y no es consciente de ello. Sabe que morirá, que si no se levanta la perderá. Sigue temblando incontrolablemente. Todo lo ve blanco, con unos cuantos retazos de un cielo oscuro. Óyeme Elsa, tan sólo escucha. El cielo está despertando.
Labios rotos, ojos perdidos, ojos llorosos. Frío. Hielo. Ana.
A pesar de todo, Ana recuerda aquellos momentos en que a lo lejos admiraba con amor la sombría y dura mirada de la Reina de Arendelle. La princesa tenía la certeza de que en sus profundidades azules reinaba el miedo y la inseguridad. Lo sabía, y por eso, se encargaba de las travesuras y los juegos. De esa manera Elsa le prestaría atención. La dama de hielo, le otorgaría un pequeño rayo de atención. Y a Ana eso le bastaba. Sólo con la simple preocupación de recibir llamadas de atención de parte de la reina. A pesar de todo, a pesar del miedo, Ana siempre la espero. Siempre.
Porque la amaba. Y estaba desesperada. Demasiado desesperada como para ser capaz de morir una y otra vez por la reina. Y porque en su mirada, encontraba la calidez suficiente para seguir.
Y es cuando empieza a flotar, ya no siente nada. Hay calidez. Después de tanto tiempo hay calidez. Su cuerpo ya no se mueve, ya no hay más aire frío que expulsar. Tampoco piel desprendiéndose poco a poco. La risa suave y dulce que hace eco en sus oídos va desvaneciéndose. ¿Por qué Elsa ya no sonreía? ¿Qué hizo para qué se alejará?
La bella risa de Elsa, ya no se escucha.
Sólo hay calidez, pero no está ella, y sabe que la perdió. La perdió, y está consciente de que en algún lugar, dónde quiera que esté, Elsa llora de dolor.
LOOOL, Realmente soy algo inexperta escribiendo, y tomando el hecho de que no tengo seguidores, pos… pos no me sorprendería que no tuviese tantos reviews. :'l
Pero estoy intentando, si alguien por alguna extraña razón está leyendo esto. Review. :'3 por fis, y los amare un montón. :DDD
Este fic, será de pocos capis, creo. Y es corto porque, porque es prólogo!
