Este drabble/viñeta estuvo guardado unas pocas semanas, no sabía cómo terminarlo, pero bueno... algo (inquietud, creo) me dio alas para terminarlo. No tiene mayor ciencia, un drabble Kenyako. (No, no estoy buscando expiarme por escribir Daiyako(?)).

Digimon y sus personajes no me pertenecen.

[Pueden escuchar "Afortunada" de Francisca Valenzuela para estar a tono].


Afortunada

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Siempre se quedaba despierta después de la intimidad con él. Se quedaba observándole en la pálida oscuridad nocturna de la habitación, acariciándole el rostro en silencio, con la respiración suya rebotando en sus mejillas. Lo miraba de cerca, la nariz perfilada, los labios pálidos como el resto de su cara, las pestañas un poco más largas que el promedio de los hombres… y sabía perfectamente que todo aquel pequeño mundo de maravillas era tan sólo suyo, de nadie más. Y eso, la volvía la mujer más afortunada sobre la faz de la tierra.

Él era su segunda piel. Sus manos, eran las suyas, su boca un lugar tan conocido como la palma de su mano. Y su cuerpo, un lugar seguro y cálido, aunque nadie creyera aquello. Era la persona más afortunada del universo por tener eso y más.

Él nunca la juzgaba y podía ser ella misma sin temor a quedar en ridículo, podía ser espontánea y nadie la miraría raro, él comprende, él sabe. Ella le repite a diario que es afortunada de tenerle y él sólo le sonríe con ese cariño infinito que nada más que sus ojos azules son capaces de poner en una mirada. Y la hace más feliz a ella de lo que él cree que ella lo hace feliz. Él a menudo le repite que es feliz.

Pero ella, ella es la afortunada. Ella es la afortunada al tener sus miradas infinitas y sus palabras susurrantes que a menudo repiten que la quiere y que la quiere más que a nada. Y ella no necesita explicaciones. Él la quiere, ella lo quiere y se sabe afortunada con eso.

—Sé que lo digo siempre, pero… soy la mujer más afortunada del mundo por tenerte a mi lado —le susurra en la mañana, con sus labios sobre los de él.

—Me lo dices todos los días —contesta él con una sonrisa cómplice—, ¿temes que lo olvide?

—No, sólo… sólo sé que soy afortunada —Miyako cierra los ojos y roza su nariz con la de Ken, levantándose después—. No te lo puedo explicar porque no sabes la suerte que es despertar a tu lado cada día, no podrías comprenderlo, pero siento que lo entiendes.

—Y, dime, ¿si te digo que el afortunado soy yo? —La atrae otra vez a la cama y Miyako ríe.

Es afortunada porque desde que están juntos, Ken ya no sabe estar triste. Ya no se remueve nervioso entre sueños por pesadillas, pero eso solamente Miyako tenía la fortuna de saberlo.


Gracias por leer y feliz navidad.

La tía Carrie no tiene consejos esta vez(?).

Carrie Summertime