-¿Señorita? ¿Señorita?- La voz parecía venir de algún lugar de su mundo de sueños. Pero ella decidió ignorarla, estaba demasiado feliz contemplándose a si misma al lado de una jovencita de cabellos castaños y sonrisa inocente que se reflejaba en ojos de color de jade.

Estaban tomadas de la mano, y platicaban entre susurros y sonrisas de lo feliz que eran juntas.

-¿Señorita?- Esta vez, el sonido vino acompañado de un leve temblor en aquel delicioso jardín donde se encontraban. La joven frunció el ceño, rehusándose a despertar. Era el único consuelo que le quedaba: soñar con ella.

- Señorita, despierte por favor- Ella sintió como su cuerpo perdía el equilibrio. Quiso apretar más la mano de su compañera, pero ahora ni siquiera podía verla. Un oscuro remolino se formó a su alrededor y empezó a sentir como caía en el.

-¡Sakura!- Exclamó abriendo los ojos de repente. Entre asustada y confusa, miró a su alrededor, encontrándose el rostro preocupado de un chica rubia que vestía un uniforme de azafata.

-Tranquila señorita- Pidió con un gesto de asombro y ligera molestia. La frustrada durmiente hubiera creído que seguía soñando, de no ser porque el idioma con que le habló la muchacha no era japonés.

-Estamos a punto de aterrizar, por favor abroche su cinturón- Continuó la rubia en perfecto inglés, y siguió su ronda.

Recobrándose por completo de su estado somnoliento, la joven recogió su negrísimo cabello que se encontraba desparramado sobre su espalda y se preparó para arribar a su destino. No pudo evitar suspirar con dolor al darse cuenta que su sueño era lo más lejano a la realidad en ese momento. Se encontraba a punto de llegar a Paris, donde empezaría una nueva vida...una vida llena de sorpresas, pero vacía de Sakura.