Con un suspiro impregnado de sutil ansiedad, la joven se alisó descuidadamente el vestido, tratando de calmarse. A pesar de que su exterior daba a notar que estaba absolutamente tranquila, por la mirada indiferente de sus ojos castaños y el aire de serenidad que envolvía su delicada figura, ella estaba desesperada.

Amparada por la oscuridad, descansando a medias su cuerpo sobre el pasamanos de la escalera; observaba a la multitud que iba de un lado a otro, admirando las pinturas y fotografías expuestas en el salón. Buscaba en las expresiones de los presentes algún signo de aceptación o admiración. Por la forma en que sus ojos escrutaban cada reacción era fácil imaginar que un interés profundo la ligaba a la exposición. Estaba a punto de emitir un sonido de desánimo cuando una voz conocida llegó hasta ella.

- ¿Miss Granger? ¿Está usted ahí?- Era Melissa, la secretaría de su agente. Hermione la observó perfectamente, acostumbrada como estaba a la penumbra del segundo piso.

- Melissa, estoy aquí- Respondió sin ganas, movida sólo por la decencia de impedir que la chica, deslumbrada como estaba por las hermosas luces del salón, fuera a caerse o algo así.

- Pero señorita....¿Qué está haciendo aquí? Sus admiradores la esperan- Repuso Melissa, tomándola de la mano y jalándola suavemente hacia el centro de la galería.

- Melissa...yo.... no creo que esto sea necesario...no tienes por qué....- Su advertencia llegó demasiado tarde.

-¡Señoras y señores! Les tomo un minuto de su precioso tiempo, para presentarles a la hasta ahora anónima autora de las maravillas que tienen enfrente. Miss Hermione Granger, la artista más cotizada de la última década- La sonrisa se acrecentó en los labios de la anunciante, cuando observó a los presentes, en su mayoría aristócratas ingleses y poderosos empresarios aficionados al arte, mirar con aprobación real a la artista conocida en persona desde ese momento.

Tanto Melissa, como su jefe, Lady Estella Tennant, sabían lo difícil que era agradar los volubles gustos en materia de estética de la alta sociedad londinense. Desde que habían encontrado el trabajo de Hermione, como fruto de mera casualidad, en los suburbios de Liverpool; habían estado seguras que la joven, no sólo tenía talento, sino además, una gran estrella. Así que decidieron organizarle varias exposiciones... que tuvieron bastante éxito. Pero la artista, no había querido nunca presentarse, por lo que tuvieron que tramar aquello para darla a conocer.

Hermione trató de reaccionar, pero sólo pudo dibujar una tranquila sonrisa, como un vago reflejo de dominio personal.

- Melissa... ¿Qué acabas de hacer?- En un susurro trató de indagar la respuesta. La asistente la obsequió con una enorme sonrisa.

- Miss Granger...¿no había leído los diarios? La sociedad moría por conocerla- Y con una segunda sonrisa la dejó a merced de sus admiradores.



La recepción pareció correr como agua en el tiempo para Hermione.

Ahora estaba tranquilamente sentada en el borde de su ventana. Mirando casi fascinada las luces desveladas de la ciudad de Londres.

Tenía una vida que le encantaba.

Sonreía para si, mientras pensaba en lo feliz que se sentía en ese momento. Había recibido propuestas del Ministerio para trabajar como Auror. Además llevaba en ambos mundos, la fama de una artista famosa en cuanto a pintura y fotografía para los muggles y literatura para el mundo mágico.

Y si eso fuera poco, sabía que sus amigos eran felices en sus vidas. Ron, como uno de los más famosos jugadores de Quidditch en Gran Bretaña, y a punto de casarse con una hermosa joven que a ella le caía tan bien ahora; aunque eso no significaba que en el pasado se llevaran mal.

Y Harry....Harry.

Harry Potter, que estaba a punto de ser ascendido a Ministro, claro, si es que él aceptaba, porque parecía ser más feliz como Auror. En cuanto a la vida sentimental de Harry... bueno, eso estaba aún por resolverse, ya que era uno de los solteros más codiciados del mundo mágico y había tenido más citas que generaciones Hogwarts, por decirlo de algún modo. Pero su amigo, que había salvado al mundo alguna vez, no parecía muy convencido en cuanto a enamorarse.

Hermione suspiró, recordando el tiempo en que ella misma se había enamorado de él. Y el suspiro se convirtió en sonrisa. Aquello fue más un enamoramiento, propiciado por el cariño y la admiración que verdadero amor. Pero aquel sentimiento la había llevado a refugiarse en la pintura, la fotografía y la escritura....y había comenzado todo.

Por un tiempo se alejó de ellos, queriendo olvidarse de los sobresaltos del corazón. Visitó a su madre en Liverpool y empezó a pintar. Sus obras eran una especie de fotografías de paisajes, complementadas con algunos dibujos a pincel. En la mayoría, la protagonista era la luna.

Por escribir pensó que estaba enamorada de su amigo, y pintando se dio cuenta que no era cierto. Así que ambas artes, representaban para ella, momentos importantes en su vida.

Accedió a la petición de una amiga muggle de exponer sus pinturas en un pequeño bar bohemio, y así fue como la heredera del Duque de Ashton y protectora de las artes, Lady Estella Tennant la descubrió. En cuanto a la literatura, fue la Profesora Mc. Gonagall, la que se dio cuenta de su talento. Y ahora sus cuentos entre infantiles y adultos, circulaban por el mundo mágico con gran popularidad.

Hermione Granger, tenía lo que muchos, a su edad y más adultos, brujos y muggles, deseaban: una vida plena. Al menos...eso creía.