Los monstruos no se ocultan en los armario
Capitulo Único.
La primera vez que te vi, fue cuando cumplí seis años. Llegaste junto al abuelo Madara.
Fue extraño
– Les presento al nuevo integrante de la familia, Naruto Uchiha.
El abuelo te había adoptado. No entendía porque, siendo que él ya tenía hijos y hasta nietos. Nadie más que a mi pareció importarle aquello, ya que todo solo aplaudieron emocionados y se acercaron a ti, curiosos por tus lindos ojos azules y esas extrañas marcas en tus mejillas. Tu solo sonreías queriéndote ganarte a la familia.
En lo personal, te odie en ese momento.
No sólo por acaparar atención el día de mi cumpleaños, sino porque, el abuelo Madara, era frío con todos y sin embargo, contigo era todo lo contrario. Te miraba y te sonreía.
Que Idiota fui.
Nunca me percate de lo extraño que era eso.
De hecho, yo quería tomar tu lugar. Mis amigos en la escuela siempre hablaban de lo genial que eran sus abuelos y como cumplían sus caprichos, en cambio el mío era diferente. Llegaba bien hasta Itachi y luego conmigo era distante.
Mi hermano solía decirme que era mejor así.
En fin.
El abuelo era raro, nada nuevo. Lo nuevo aquí era tú y tenía todo mi interés puesto en ti. Porque así como tú no me agradaba, yo tampoco lo hacía. Eso me decías con tus miradas frías y cuando volteabas la cara sin querer saludarme en las reuniones familiares.
Luego me entere, que eras así con todos mis primos. La sonrisa del primer día, se veía como un vil teatro, y dejaste de llamarme la atención. No tenía intenciones de acercarme y ser amigos; pero mi madre pensaba lo contrario.
– Él estudia en casa, no tiene amigos, por eso no sabe tratar con los de su edad – Solía decirme mamá en su intento de juntarnos.
¿Acaso yo tenía la culpa de que el abuelo Madara fuera un anticuado con la educación?
No me importaba.
No me importaba el abuelo, ni tú, ni tu falta de amigos, ni nadie…pero debía obedecer a mamá, cuando me pedía dulcemente, que me acercara a ti.
– ¿Quieres jugar? – te pregunte, aburrido de no tener nada que hacer mientras mi madre ayudaba al abuelo con unos asuntos en tu casa.
Me miraste dudoso y observaste a tu alrededor antes de acercarte.
– ¿A qué?
– A los ninjas. – Te respondí de inmediato. En aquel entonces tenía una obsesión con ellos. No sé porque.
Otra vez te quedaste pensando. Como analizando mis palabras, aunque no hubiera nada que analizar, si no querías era un no y punto.
– Papá Madara no creo que quiera. – miraste al suelo, mientas tu pie jugaba con el pasto.
– ¿Porque?
– Él dice que no hable con nadie.
Note tristeza en tu voz.
Ese viejo era raro, ya lo sabía.
– Él no tiene por qué saberlo.
De inmediato alzaste el rostro, con tus ojos iluminados. Miraste a ambos lados nuevamente y aceptaste mi propuesta.
Te voy a ser sincero, nunca me había divertido tanto jugando con alguien. No tenías idea de lo que era un ninja, pero captaste la idea rápido. Corríamos por todo el jardín y trepamos árboles, eras bueno en eso.
Y así, de un momento a otro, nuestras tardes de juego dieron inicio. Mi madre solía llevarme después de almorzar en casa, el abuelo aceptaba a regañadientes y casi siempre se sentaba en el jardín a vernos.
Yo te notaba tenso cuando lo hacía.
– Oye – me llamaste bajito una tarde en la que jugábamos y el abuelo dormía en su silla – ¿Tu papá también se mete en tu cama de noche?
Alcé una ceja confundido.
Papá no hacía eso. A veces era yo quien me metía en su cama, luego de tener un mal sueño, pero nunca al revés.
– No.
Inclinaste el rostro. Parecías no entender lo que decía.
– Naruto, Sasuke – nos llamó el abuelo poniéndose de pie – Ya es tarde, ve a casa Sasuke. Naruto, ve a bañarte.
Mamá solía dejarme hasta más tarde, pero preferí no quejarme temiendo ponerlo de mal humor y que ya no quisiera que vuelva a su casa. Me gire a despedirme y note tu rostro angustiado. No me dijiste adiós solo entraste a la casa y desapareciste.
No supe de ti a lo largo de la semana.
Mamá me dijo que había llamado a casa del abuelo. Él le había dicho que estabas enfermo y que no podía ir, que querías descansar.
No le creí.
El abuelo te quería solo para él.
Los adultos siempre son egoístas.
Entonces idee un pequeño plan. Esa tarde le dije a mi madre que iría donde Suigetsu a jugar. Que no era necesario que me llevara, con mis siete años ya podía ir y venir, su casa estaba a unas pocas cuadras. Ella dudo un poco y terminó por ceder.
Por suerte no estaba Itachi, él nunca me dejaba solo.
Salí de casa y camine en dirección a la de Suigetsu en línea recta, cuando supe que ya nadie me miraba desde mi casa, cambie de dirección hacia la derecha. Iría a buscarte a casa de mi abuelo, estaba seguro de que tú si querrías verme.
Sabes, tal vez debí obedecer y nunca ir.
Lo que vi ese día en el que trepe a duras penas el muro de la casa de mi abuelo, sería algo que viviría en mi mente para siempre.
La verdad, ni siquiera hubiera sido necesario acercarme, con lo que oía podía hacerme una idea. Pero la curiosidad era grande y camine por el piso entablado hasta tu habitación, y por una pequeña abertura del shōji, lo vi todo.
Tape mi boca de la impresión.
Su cuerpo, sus gestos, sus jadeos y a ti… tendido en el suelo mirando hacia la misma abertura por donde yo miraba. Tenía tus ojos sobre mí y era como si no me vieras.
Estabas ahí y a la vez no
Tus ojos que no tenían el brillo de siempre y tu rostro, no mostraba gesto alguno.
De pronto parpadeaste, alzaste levemente tu cabeza y supe que me habías visto.
De inmediato me escondí tras la puerta, aunque seguramente, veías mi sombra desde adentro.
¿Qué hacer? ¿Qué hacer?
Me repetía en la cabeza, incapaz de creer lo que había visto y seguía escuchando. Pensé en decírselo a mi mamá, pero no sabía si creería eso de su padre. Pensé en gritar, pero seguro nadie vendría, era solo un niño. Todo lo que pensaba, terminaba en alguien ignorándome y con el abuelo haciendo siendo peor contigo.
Entonces hui de ahí y calle lo que había visto.
Me fui y te deje solo,
a merced de quien debía protegerte.
Esa noche no pude dormir recordando lo que había visto. Me sentía sucio y asqueroso, a pesar de no ser a mí, a quien le hacían aquello. No podía imaginar cómo te sentirías tú y entonces me angustie de haberte dejado.
No pude más con las imágenes mentales y la culpa. Me levante y sin hacer ruido, me metí en la cama de Itachi, que estaba al lado de la mía.
– ¿Sasuke? ¿Qué sucede? –me pregunto adormilado mi hermano.
Y esa pregunta fue suficiente que dejara a mi pecho explotar en llanto. No sé cuánto tiempo llore, ni cuanto me culpe; solo recuerdo a mi hermano aferrándose a mí y repitiéndome "Ya va a pasar".
"No, no va a pasar"
Era lo que hubiera querido responderle.
Nos vimos al día siguiente.
Le roge a mi madre todo el día que me llevara a tu casa. No la deje en paz ni un solo momento. Necesitaba ver que estuvieras bien, no podía más con la angustia.
Ella me llevó forzada.
Para suerte mía, el abuelo no estaba, sólo había una sirvienta que nos dejó pasar sin poner objeción.
Entre corriendo y fui directo al jardín. Ahí estabas tú, te giraste y corriste hacia mí ni bien me viste. Te pusiste a llorar cuando te abrace y yo te seguí en el llanto.
Mi madre y la sirvienta se enternecieron, pensando que nos habíamos extrañado mucho en esa semana sin vernos.
Que distorsionada era su realidad.
Ni tú ni yo tocamos el tema. Creo que las lágrimas habían sido suficientes, para entender que ese era un tema del que no debíamos hablar. Así que solo jugamos a lo que nos gustaba en el jardín mientras mi madre nos miraba. Deje que me ganaras en una lucha ficticia, para que te olvidaras de todo mientras celebrabas.
Parecías de mejor humor luego de eso.
– ¿Mamá, puedo quedarme a dormir? – pregunté inocente cuando el abuelo llegó.
Ella accedió y el abuelo, para sorpresa mía, también lo hizo. Aunque a regañadientes.
Naruto me sonrió con felicidad infinita.
Al menos esta noche,
no te tocaría.
La casa del abuelo era una tradicional japonesa y dormimos en futones.
Aunque había ido ciento de veces, esta era la primera que entraría a tu habitación. Me sorprendí al ver que era como una habitación más. Había unos cuantos libros de títulos que no entendía y obviamente eran del abuelo, y nada nada de juguetes.
Ni un televisor siquiera.
– Papá Madara dice que si quiero jugar se lo pida a él.
No sé explicar porque, pero esa respuesta me dio escalofríos.
…
A las nueve de la noche, las luces ya estaban apagadas.
Como se notaba que el abuelo estaba viejo.
Nos acomodamos en nuestros futones mirando hacia el techo. Gire mi cabeza hacia la derecha y me di cuenta que tenía la misma posición que tú, el día que te vi. No entiendo cómo podías dormir tan tranquilo aquí, luego de lo que él te hizo.
O te hace…
Quisiera preguntarte, pero no me atrevo. Recuerdo lo asqueado que me sentí ese día y pensé en cómo te sentirías tú si te lo preguntaba.
De pronto, sostienes mi mano y me haces girar a verte.
– ¿Puedes guardar un secreto? – Me preguntas y yo asiento – No le digas a nadie lo que viste.
Trago grueso.
– ¿Porque? – Pregunto, aun a sabiendas de que no tendría el valor de contárselo a alguien.
– Porque sino me regresarán al orfanato.
Mi cuerpo se tensa al oír eso. No quiero que te vayas.
– Lo prometo. –respondo de inmediato, angustiado ante la posibilidad de perderte, pero tú me sonríes.
Tienes muy bonita sonrisa.
Al día siguiente me despedí con un abrazo de ti y me fui a casa con una sonrisa en los labios.
Mi plan había resultado, el abuelo no le había hecho nada a Naruto. Pensé también, en lo que habíamos hablado y me sentí menos culpable de no haber dicho nada, porque había cumplido tu voluntad.
Cuando entre a mi casa, el primero en salir a verme fue Itachi. Me abrazo como una pitón que envuelve a su presa
– Y-ya… suel…tame – le dije con la voz en un hilo por la falta de aire.
Me libero de su abrazo y se gira sin decir nada. Ni mirarme.
Pero yo si lo vi.
¿Acaso lloraba?
Fruncí el ceño, restándole importancia, y corrí hacia la cocina con mi mamá. Le dije que quería quedarme más veces en casa de Naruto e incluso, quería que él viniera a jugar en la nuestra, porque en su casa no había juguetes.
Haría funcionar ese plan las veces que fueran necesarias.
Mi madre me sonrió y me dijo que hablaría con el abuelo para pedir su autorización.
Itachi se opuso, diciendo que el abuelo era muy viejo para hacerse cargo de dos niños.
…
Ni mi madre ni yo le hicimos caso.
...
Era un día de semana cuando apareciste en la puerta. Una de las ventajas de estudiar en casa, era que podías dejar de hacerlo un día sin problemas y el abuelo tenía un viaje importante que hacer, así que te dejó en casa.
Nos divertiríamos a lo grande.
Te lleve a mi habitación a que veas todos mis muñecos de ninjas. Te emocionaste, como si nunca hubieras visto uno.
– Si ese te gusta, te lo regalo. – Te dije al verte observar por más de dos minutos la misma figura.
Y ahí estaba esa sonrisa que iluminaba toda una habitación.
– ¡Gracias Sasuke! – Gritaste emocionado, cogiendo la figura como si fuera un tesoro.
Durante tres días hicimos pijamadas sin parar. Saltábamos de una cama a otra y peleábamos con las almohadas, Itachi nunca nos regañó aunque le cayera a él de tanto en tanto. Todo lo veíamos jugar y corretear por la casa. Ya te habías rodado dos veces la escalera tan solo el primer día.
Solo reías y te ponías de pie.
Imagino que mi madre nunca me había visto divertirme tal manera, que incluso, me dejo faltar a la escuela el último día de tu estancia.
Debo admitir, que fue el mejor día de mi vida.
Dormimos hasta tarde, vimos películas, jugamos en el parque. No podía creer que nunca hubieras ido a unos siendo que este, quedaba a dos cuadras de tu casa. Mucho más cerca de ti, que de mí.
Mi padre solía decir que te faltaban habilidades sociales de tanto estar encerrado en tu casa, sin embargo te hiciste amigo de los niños del parque muy fácil. Cosa que yo, en mis siete años, nunca había hecho; pero no me importo, porque veía esa sonrisa que tan bonita me parecía.
Volvimos a casa y ambos nos bañamos juntos, en nuestro afán de no separarnos.
Entonces vi por primera vez las marcas rojas en tu cuerpo. Se acumulaban en unas zonas más que en otras. Como en tu pecho y en los muslos, por ejemplo.
Intentaste cubrirte cuando te percataste de mi mirada.
– ¡N-no me veas, teme! – Gritaste y te metiste en la bañera, sumergiéndote hasta el cuello.
– ¿Cómo me llamaste? – pregunte indignado de que usaras esa palabra de la nada.
– ¡Teme! – me repetiste fuerte.
– ¡Dobe! – contraataque.
– ¡Teme!
– ¡Dobe!
Nuestro intercambio de insultos duro hasta que salte sobre ti en la bañera. Nos salpicamos agua el uno al otro en una batalla sin fin y, en un momento que no recuerdo, me besaste. No fue como en las novelas que veía mi mamá por las tardes, fue más como los que Itachi me daba en la frente.
(Solo que tú me lo diste en los labios.)
– ¿po-porque hiciste eso? –pregunte nervioso.
Vi que te avergonzaste y giraste tu rostro hacia otro lado.
– Se supone que se los das a la persona que quieres.
Aún era un niño, pero intuía quien podría haberte dicho eso.
– Entonces solo dámelos a mí. – Sentencie egoísta y volviste a sonreír, más calmado mientras asentías y me dabas otro.
…
Ese fue mi primer beso.
A los 7 años y con otro niño.
…
Esa misma noche te recogió el abuelo y nos despedimos con un fuerte abrazo.
(Habíamos acordado, que los besos serían solo en privado.)
…
Los años pasaron, entre idas y venidas de tu casa a la mía. Ente besos y besos que se asemejaban cada vez más a los que veía mi madre en sus telenovelas.
Lo único que me molesta a, era que tu sabías hacerlo tan bien y yo no.
(Maldito dobe, estabas un paso por delante de mí–)
Cuando cumplimos doce años, fue la primera vez que esos besos pasaron a más.
De hecho, fue sin quererlo. Habíamos planeado por semanas como pedirías permiso al abuelo y yo también había hecho mi parte, había pedido encarecidamente a mi madre que me dieran la habitación donde estaba el estudio, que ya no quería compartir habitación con mi hermano. Mi madre entendió que estaba en edad de tener mi propia alcoba y me dejaron mudarme.
Así que esa, fue la primera noche que dormiríamos solos y sin temor de que el abuelo Madara fuera a entrar.
(Al menos yo sentía ese temor cuando iba a su casa.)
No pasó mucho esa noche, solo nos besamos y dormimos abrazamos. Con solo doce años, no tenía idea de que más hacer aparte de eso. Lo siguiente, fue algo que averigüe al despertar.
Esa mañana desperté con una erección matutina. Maldije a medio mundo por suceder justo el día en te habías quedado a dormir. Intenté deshacer el abrazo que me dabas, para poder huir al baño y hacerme cargo del asunto. Pero en mi intento de fuga, termine por despertarte.
– Es algo natural, a mí también me pasa. – Dijiste de lo más casual y, sin vacilar, continuaste – Si quieres, te puedo ayudar.
Parpadeé un par de veces dudando, pero ante tu fija mirada, termine por aceptar la ayuda dudosa.
No tenía idea de lo que ibas a hacer.
Nunca me he interesado mucho en el sexo, por lo que nunca había visto pornografía; así que cuando me pediste sentarme al borde de la cama y te arrodillaste entre mis piernas, no sospeche nada. No fue hasta que tomaste mi miembro entre tus manos y lo besaste, que me hice una idea de lo que harías.
Son inexplicables todas las sensaciones que tuve en esos pocos minutos. Tu respiración sobre mi vientre, el calor de tu boca engulléndome, tu lengua jugando con mi glande, tus manos acariciando mis muslos.
No creo haber durado ni cinco minutos cuando me vine en tu boca.
– Lo siento – me disculpe de inmediato, al ver como tocias y se te caían algunas lágrimas.
– Está bien. – Respondiste sin incomodarte por lo sucedido.
Y nuevamente, la imagen de mi abuelo se hizo presente.
(Porque no imaginaba de que otra manera, pudieras saber cómo hacer eso)
– Sasuke – me llamaste sacándome de mis pensamientos – Estoy bien–me aseguraste con una sonrisa antes de besarme.
…
Mierda.
Probé mi propio semen de tu boca.
...
Esa solo se convirtió en la primera de muchas veces más.
Me había vuelto adicto al sexo oral y tú alentabas mi adicción.
Cada que nos veíamos, encontrábamos algún lugar donde lo hicieras. Parecías disfrutar mucho ver cómo me hundía en placer dentro de tu boca. Cuando acariciaba tu rostro o te sujetaba del cabello. Una vez que yo terminaba, me dejabas tocarte. No tenía el valor de usar mi boca, pero nunca te quejaste; te era suficiente con mis manos mientras te besaba.
(Y ya no me importaba que tanto me la chuparas antes de besarme.)
Tu rostro al venirte era todo un poema. Tus mejillas sonrojadas, tus ojos cerrados, tus labios entre abiertos.
– Sa… Sa… Sasuke... – gemias mi nombre ocultándote en la cuenca de mi cuello.
Era hermoso verte así.
Ahora que lo pienso, creo que íbamos adelantados a nuestra edad.
Y no, no lo digo solo porque me hicieras sexo oral a los doce, sino porque mi primera vez fue a los trece.
Nunca planeamos nada de esto, yo al menos, ni lo había pensado.
Ese día mis padres tenían una reunión. Itachi estaba en casa de un amigo y tú te escapas como de costumbre de casa del abuelo, para venir a la mía.
Empezamos como siempre, con besos y abrazos. Nos comíamos la boca acostados en mi cama. Mis manos recorrían tu espalda mientras ambos movimos nuestras pelvis descaradamente. Tú te movidas más, ya que estabas sobre mí.
Que delicia era tenerte así.
Te quitaste la camiseta y mis manos recorrieron tu pecho. Plano y delgado. Acaricie tu piel canela, suave y tersa.
– Ah – gemiste muy suave cuando roce uno de tus pezones. Entonces repetí el toque y mordiste tu labio inferior.
– ¿Te gusta?
Asentiste frenéticamente.
Sonreí ante el entusiasmo y repetí el toque con más fuerza. Pellizque ambos pezones, mientras apretabas los labios, callando los gemidos. Pensé que si con mis manos se sentía tan bien, tal vez fuera mejor con mi boca.
Supe que no estaba equivocado, cuando un fuerte gemido salió de tu garganta luego de hacerlo.
Continuamos con nuestros besos y caricias
hasta llegar al punto de no retorno.
Era tan inexperto. Todo lo contrario a ti, que me enseñabas donde tocar para que se sintiera bien; así como por donde lo hacían dos hombres. Incluso no te avergonzaste de tener que prepárate tú mismo con una crema de manos que traje de la habitación de mi madre.
Yo graba en mi mente todos los pasos y todos tus gestos.
Está demás decir que paso después.
Las caricias que te di, los besos que regué por tu pecho, el calor de tu interior. Jadeamos nuestros nombres en el momento exacto.
Todo fue perfecto.
– No quiero que hagas esto con nadie más que conmigo. – te pedí, en una súplica oculta, mientras descansabas sobre mi pecho. – Naruto. – llame al no recibir respuesta.
– Si. – Susurraste casi solo para ti.
Te juro, que me sentí el hombre más dichoso del mundo ante esa respuesta.
…
No imagine lo que vendría después.
…
Cuando desperté ya te habías ido. De alguna forma te las ideaste para ponerme el pijama y no dejar ninguna pista incriminadora.
Baje a desayunar y le dije a mi madre que esa tarde iría a verte.
– Tu abuelo salió de viaje ayer con Naruto. No creo que vuelvan en una semana.
Me sorprendió enterarme por mi madre de ese viaje, cuando tú no me lo habías mencionado. No me molesté, probablemente lo hubieras olvidado por todo lo que habíamos hecho ayer.
Espere saber algo de ti el resto de la semana. Pero ni una llamada tuve.
Nada.
Marque los días en mi calendario. Cuando la semana se cumplió y no recibí mensaje alguno tuyo, decidí ir a buscarte.
…
Llegue a casa del abuelo, su auto estaba aparcado afuera. Habías llegado. Me parecía raro que no me hubieras buscado. Toque la puerta y nadie abrió. Estuve cerca de diez minutos parado ahí, pero nada sucedió.
Decidí entonces, hacerme paso yo solo, como hacía años no lo hacía. Aun con los nervios de lo que fuera a encontrar, trepe por el muro con ayuda de un árbol. Me escabullí cual ninja por el jardín, hasta llegar a tu habitación.
Estabas sentado en medio de la habitación vacia, dándole la espalda al shōji.
– Pst... Naruto – llame tu atención.
Te giraste de pronto.
Dios, cuanto me arrepiento no haber llegado antes.
Tenías el rostro magullado, sangre seca en tus labios, los ojos llenos de lágrimas y entre tus manos, la figura de acción que te había regalado, toda rota.
– Sasuke – me acerque despacio corriendo la puerta – N-no, no – gateaste hacia mí – Vete, no puede verte.
– Ven conmigo.
– No.
– Sí, no voy a dejar que te vuelva a pegar.
– Fue mi culpa.
Alce una ceja ante semejante revelación.
– Yo... No deje que me tocara. Te lo prometí. – mi corazón se apretó al oír eso. Te habían golpeado por mi estúpida boca.
Me sentí tan culpable.
– ¡Eres un dobe! – Grite en voz baja y golpee tu frente – ¡si te iba a pasar esto debiste dejarlo!
Aconseje contrario a lo que quería y arrepintiéndome de inmediato. No sabía que era peor para ti, pero al menos a mí, me dolía más verte golpeado que con marcas rojas por el cuerpo.
– Pero… yo no quería que me toque. – Confesaste en un hilo de voz – solo no pude...
Se te corto el habla con el llanto, al ver el muñeco entre tus manos.
– Es solo un juguete.
– Que tú me regalaste.
– Y te puedo regalar más de esos – ofrecí y te abrace.
Eres un dobe.
Ese día no pude curar tus heridas, ni protegerte de quien te había hecho eso. Me fui tan rápido como llegue, con una opresión en el pecho que dolía.
Dolía mucho.
…
Aun duele.
...
Los trece pasaron rápido y casi sin darme cuenta, ya teníamos quince.
Esa primavera, estaba de verdad emocionado. Luego de muchos ruegos de mi madre, el abuelo aceptó dejarte ir a la escuela. Iniciaríamos el año en la misma escuela, grado y rogaba, también sección.
Creo que ese último día de vacaciones, ni siquiera pude dormí.
– ¿Tan emocionado estas de que Naruto-kun vaya a tu escuela?
La sonrisa se me borro ante el comentario de mi hermano.
No pensé que alguien notará mi emoción, pero se me olvidó lo apático que normalmente soy con todos.
– Hmp – me encogí de hombros y subí a mi habitación.
Ahí podría rodar apretando mi almohada de la emoción si quería. De hecho, estaba a punto de hacerlo, de no ser porque esa almohada que abrace olía a ti. A pesar de que siempre decías que debías oler a ramen de tanto que lo comía, a mi parecer era olías como una fruta.
(Un olor dulce que se te pega al paladar y no empalaga)
Me acosté abrazando esa almohada e imaginando que eras tú. De salir bien esto, tendrías ocho horas libres del abuelo. No era gran cosa, pero era una batalla ganada en esa guerra.
La mañana siguiente baje corriendo ni bien oí el timbre.
Eras tú...
Ambos sonreímos como tontos al vernos vestidos iguales.
– Ya me voy mamá. – Me despedí y salí rápido de casa.
Camino a la escuela, decidimos ir por calles aledañas que estuvieran vacías, porque fuimos tomados de la mano.
No hablamos ni dijimos nada. El silencio no era problema mientras nuestras manos estuvieran juntas.
(Claro que unas cuadras antes dela escuela, tuvimos que separarnos.)
...
Me frustre al ver en la lista, que no estaríamos en el mismo salón.
– Aún podemos vernos en el almuerzo. – me consolaste. Solo asentí y volví a mi típico rostro sin emociones.
Tú estabas más emocionado por venir a la escuela que por verme.
– Sasuke-kun – me llama Sakura llegando. – Ho-hola – saludo en duda a Naruto, asumo porque nunca lo ha visto.
– Hola. –le respondes de lo más normal.
– ¿Eres amigo de Sasuke?
– Somos primos. – respondo por inercia y veo como tuerces los labios.
– ¡oh!...Pero no se parecen.
– Soy adoptado. – aclaras.
Imagino que no quieres que nos relacionen como familia por si en algún momento descubren la verdad.
– L-lo siento – se disculpa apenada Sakura.
(Sí, lo siente, porque ser adoptado por Madara, era cosa para disculparse.)
– Está bien, no te preocupes – le sonríes ligero. Veo como Sakura se sonroja ante esa sonrisa.
– y en que aula te estas, Sasuke-kun.
– 102.
Hizo un puchero.
Hasta ella se ve más desanimada por eso que tú.
– Otra vez estaremos separados, estoy en la 104.
– ¡Yo también! – Gritas emocionado, tal vez por pensar que ya tienes una amiga.
No voy negarlo, Sakura cuando quiere, puede ser muy amable.
– ¿Si? – Te toma del brazo para mi sorpresa – entonces vayamos juntos.
Y en cuestión de un segundo, habías desaparecido junto a mí acosadora pelirrosa .
...
Mi madre se había encargado de repetirme toda la semana anterior lo atento que debía ser contigo en la escuela. Que probablemente te sentirías intimidado por tanta gente, ya que estabas acostumbrado a andar solo.
Gran error.
Para la hora del almuerzo ya tenías más amigos que yo. Había un gran círculo alrededor tuyo, eras un Uchiha y no te parecías a ninguno de nosotros. Tuve que hacerte muchas señas para que me veas y salgas sin que nadie te siguiera.
Me hablabas de lo amable que había sido Sakura en nuestro camino a la azotea. Te había presentado a todas sus amigas y así se te había hecho más fácil hablarle al resto.
Te veías de verdad feliz.
– ¡Wow es muy alto acá arriba! – exclamaste emocionado, apoyando en la baranda de la azotea – apuesto que sería mortal una caída de acá.
– Sí, así que no te pegues tanto. – te advertí, a lo que obedeciste y viniste a sentarte conmigo, o mejor dicho, sobre mí.
Nos besamos como no lo hacíamos hace mucho. El abuelo Madara parecía haberse dado cuenta de tus salidas nocturnas y ahora te vigilaba más de cerca.
(Estúpido viejo.)
– Sasuke – gemiste mi nombre mientras bajaba por tu cuello – es…estamos en la… escuela.
– ¿Y? Solo te estoy besando. – te reíste ante mi descaro, rompiendo el beso.
Pero no deje de abrazarte. Me sentía menos inquieto ahora, que sabía que estabas a mi lado y no en esa casa toda la mañana.
– A la salida vamos a mi casa. – te murmuro al oído.
– No puedo. Papá quiere que vaya directo.
Me frustró un poco. No puedo ir contra ese argumento, tengo miedo de que al desobedecer mi abuelo te haga algo, incluso que te saque de la escuela.
Decido tomármelo con calma. No voy a morir por no tocarte.
– Estaba pensando – deshago el abrazo, quiero ver tu rostro cuando te diga aquello que he pensado toda la noche – Aún falta mucho, pero cuando terminemos la escuela y vayamos a la universidad, vivamos juntos.
Tus ojos se abren como dos lunas y una sonrisa acapara todo tu rostro.
– ¡Sí!
Te abrazas a mi cuello y me besas. No solo la boca, me besas todo el rostro.
…
Sabía lo feliz que te haría esa idea.
…
Los días pasan y nuestros momentos en la escuela son cada vez mejores.
Ya me siento más relajado con el tema de mi abuelo e incluso, noto que tú mismo te sientes así. Creo que no te ha hecho nada, porque normalmente no me dejas acercarme cuando él te hace algo. Cosa que no ha pasado hasta hora. Me dejas abrazarte y besarte libremente en la azotea, aunque a veces te resiste por miedo de que nos vean.
Mentiría si digo que no me importa, aun no sé cómo hablar de esto con mis padres, pero prefiero pensar en eso en otros momentos, no cuando estamos juntos.
No cuando te veo llevando una vida normal.
Siendo feliz.
Asumo lo agradable que debe ser para ti no tener a un viejo siguiéndote los pasos.
…
Es entonces cuando todo va bien,
que cometo la peor estupidez del mundo.
…
– Hoy me toca ordenar el almacén de deportes, no me quieres acompañar. – Digo, obviamente con otras intenciones. Ha pasado más de medio año y no hemos tenido ningún tipo de tocamiento.
El abuelo Madara te tiene bien vigilado, pero parece haberse calmado.
Tú dudas y yo me aprovecho de ello.
– Dile a mi abuelo que un maestro te pidió que te quedaras un poco más, no se va a dar cuenta.
Sonríes y aceptas mi proposición.
…
Espero ansioso a que suene la campana de salida. Mis pies se mueven frenéticos bajo mi pupitre. La chica de al lado me mira con un gesto de desesperación por el ruido que hago con mis zapatos.
No me importa.
Solo quiero irme.
El timbre suena y voy directo al almacén, tú llegas al poco tiempo. Ingresamos y cierro la puerta por dentro, solo yo tengo la llave.
Acomodamos rápido un par de colchonetas y nos dejamos llevar.
Tu piel quema bajo mis manos, te siento más sensible que otras veces. Tal vez por el tiempo en que no nos hemos tocado. No tengo con que prepárate y uso mi boca. Te sorprendes y me pides que pare, te ignoro y terminas por ceder al placer.
Es la primera vez que lo hago y no me resulta asqueroso.
(No mientras sea contigo)
Dejo de lado esa labor y paso a tu pecho, en tanto indagó con mis dedos dentro de ti. Jugueteo con tu trasero mientras veo como tiembla tu abdomen. Me alzo, solo dedicándome a mover mis dedos, tus expresiones son hermosas.
Y pensar que no soy el único que te ve así.
Me pides que me apure, que se hace tarde. Gruño, pero obedezco. Te penetro. Siento que podría terminar con solo tu calor, hago acopio de toda mi fuerza de voluntad para que esto dure lo máximo posible. Entrelazamos las manos y empiezo a moverme.
Prácticamente bailo dentro de ti y tú me sigues el ritmo.
Aumento de velocidad, cuando veo el cielo naranja por la pequeña ventana alta. Dejo de concentrarme en no terminar y simplemente me dejo llevar. Escucho como mi voz retumba en las paredes, en un eco infinito de te amos.
Te sorprendes al oírlo, nunca lo he dicho antes.
¿Eres consciente de que todas mis primeras veces han sido contigo?
Te sujetas de mi cuello besándome. Yo me aferro a tu cintura.
No quiero dejarte nunca.
...
Si hubiera sabido que sería la última vez que te tendría así.
No te hubiera dejado ir.
…
Nos vestimos apresurados. Esto ha tomado más tiempo del que debería. Me culpas de lo tarde que es. Te culpo por seguirme la corriente y venir conmigo al almacén.
(Ni siquiera lo he ordenado.)
Pareces molestarte con lo que digo. Tomas tus cosas y te vas antes que yo, sin un adiós ni nada.
Ahora reconozco mi error, fui codicioso y no medí las consecuencias.
Pero en ese momento me sentí tan molesto contigo, como tu conmigo. Refunfuño y termino por dejarlo pasar, pensando que mañana estarás de mejor humor. Como siempre que peleamos.
Sin embargo, llega mañana y tú no.
Ni pasado,
ni el siguiente.
Te busco donde mi abuelo y nadie me atiende. Llamo a tu casa y no contestas. Le comento a mi madre y ella intenta contactar al abuelo.
No da mejor resultado que el mío.
No sé qué ha pasado. Tengo miedo que te haya hecho algo y una vez más entro de forma clandestina a tu casa. Te encuentro durmiendo un futon.
– Pst... Naruto.
No me escuchas, debes estar durmiendo de verdad a esta hora del día. Ingreso sin hacer mucho ruido y veo tu rostro húmedo de las lágrimas. No quiero pensar en ninguna de las posibles cosas que te ha podido pasado, prefiero que despiertes y me lo digas tú. Te muevo y la cobija se mueve.
Estas desnudo.
Traes marcas por todo el cuerpo. Esos no son simples chupetones que veía de niño. Son marcas de golpes infringidos por puños, tal vez patadas, y correa.
Ahogo un grito con mis manos, horrorizado.
Esto es mi culpa, lo sé.
– ¿Sasuke? – Murmuras despertando – ¡Sasuke! – Dices sorprendió, ya más despierto, y te tapas. – ¿Q-que haces acá?
– Vine a verte, no contestaba y yo...
No sé qué decir.
Unas disculpas serian insuficientes.
– Lo siento. –sin embargo, es todo lo que puedo hacer.
Tú intentas sonreír, pero una lágrima te traiciona. A esa le siguen muchas más. Te abrazo impotente de no poder hacer nada ante esto.
– Me voy a ir de la escuela.
– ¿Qué? – Me separo incrédulo de lo oído.
– Papá sospecha que tengo algo con alguien. Me lo dijo hoy en la mañana.
Una vez más me quedo sin palabras. Tú te vuelves a quebrar. Eres fuerte y has aprendido a lidiar con los abusos del abuelo, pero no puedes fingir cuando tienes que dejar algo que te gusta.
Y todo es mi culpa.
– Nos vamos a mudar. – dices entrecortado.
– ¡¿Eh?!
– Es una zona boscosa, muy dentro, lejos de la ciudad. – Sueltas de pronto – Sasuke, no quiero irme, no sé qué hacer.
Yo tampoco, pienso. Más no lo digo, me ves como si fuera tu salvador, alguien que tiene la solución a eso. Nunca antes me has pedido ayuda y ahora veo reflejada esa palabra en todo tu rostro.
Bien. Intento calmarme y pensar algo, una salida. Si te llevan, no te veré nunca más.
– Voy a decirle a mi mamá que hable con él. – es todo lo que se me ocurre.
Asientes y me abrazas.
– Gracias.
...
Nunca pensé que te fallaría.
…
Mi madre habla con el abuelo sin ningún resultado.
Y no sólo eso, pelean. Escucho la discusión hasta la sala, Itachi le sube el volumen a la televisión. Hablan cerca de media hora y finalmente mi madre me dice que ya no puedo ir a la casa del abuelo, porque dijo cosas hirientes sobre ella, mi hermano y de mí.
Lo odio.
En serio que lo odio.
Decido volver a intentar ir a su casa y esta vez salir de ahí solo si es contigo. No me pueden hacer nada, aun soy menor de edad.
Tal vez debí pensar en eso antes.
Tenías razón, él sabe algo, no hay otro motivo para que ese muro tenga púas en la parte superior, cuando ayer me subí como si nada.
Es imposible ingresar.
No puedo hacer nada.
…
Pasa casi una semana, cuando en el receso, te veo en tu salón.
Nuevamente hay personas aglomeradas alrededor tuyo. Te noto más delgado y demacrado, pero continuas sonriendo como siempre.
Te siento feliz, asumo porque has vuelto a la escuela.
– ¡Naruto! – Grito de la puerta sin contener la emoción, ni importarme que medio salón me mire.
Te acercas a la puerta y me tomas de la mano. Caminamos así por un largo trecho. Quiero preguntar que paso, como es que lograste venir, pero llegamos al almacén de deportes y solo me besas, no me dejas hablar. Yo correspondo, aunque no sé qué te pasa. Siempre fuiste reacio a que hiciéramos esto en la escuela y ahora no solo me besas, sino que muchos alumnos nos vieron andar de la mano.
– Viniste – comento cortando el beso. Quiero mis respuestas antes de que termine el receso – pensé que te mudarías.
– No, ya no. Ya solucione eso.
– ¿Cómo? – No respondes. Me sonríes y besas nuevamente.
Sigo sin entender que te paso, pero por el momento me dejo llevar.
Ya hablaremos a la salida.
El timbre suena, cortando nuestra labor. Te quedas un momento juntando tu frente con la mía. Veo tus largas y rubias pestañas, cubren tus ojeras, que ahora noto claramente. También logro ver por debajo de tu camisa, las marcas de golpes que siguen ahí.
– Te amo, Sasuke. – sueltas separándote de mí.
…
Y es lo último que te oigo decir.
...
La primera clase luego del receso, es de matemáticas y estamos hablando de variables cuando oigo un pequeño alboroto afuera. Se escuchan pasos ir de un lado a otro, murmullos y algo que parece un llanto.
En eso, tocan la puerta. Entra un asistente de dirección y le dice algo maestro.
Su rostro se queda sin expresiones. Entonces se gira en dirección a mí.
– Uchiha Sasuke – me tenso al oír mi nombre – te llaman de la dirección.
Me tomo mi tiempo en ponerme de pie, ante la mirada atenta de todos mis compañeros. No soy del tipo buscapleitos, ni de los que hablan en clase, por lo que lo único que me viene a la mente del porque me llaman, es que alguien me vio besándote.
Los nervios aumentan a cada paso que doy hacia la dirección.
¿Es así como mis padres se van a enterar de que soy gay? Y no solo eso, sino que me acuesto con mi primo.
Golpeo mi rostro con ambas manos. Maldigo mentalmente el no haber sido más cuidadoso.
Respiro hondo e intento calmarme. Me mentalizo que al menos, tendré a Itachi de mi lado. Él nunca me dejaría.
Más tranquilo, toco la puerta de la dirección. Oigo una voz que me instan a pasar.
– Sasuke Uchiha – dice en un gran suspiro el director. Soba sus manos y mira a todos lados sin saber que decir. – toma asiento primero.
Obedezco, pero no por eso me siento menos tenso.
Si osan decirme algo, alegare a la homofobia e inclusión para que no me expulsen.
– Eres pariente cercano de Naruto Uchiha ¿cierto?
Ahí venia.
Trago duro, tomando valor y asiento. Intento calmarme pensando de si tal vez si mis padres saben lo nuestro, sea más fácil explicar lo del abuelo.
– Tu...Tu primo... Él... – soba su rostro y un escalofrío me recorre la columna. Escucho sirenas a lo lejos. – tu primo saltó de la azotea.
Todos los nervios de pronto se esfuman. Mi respiración se detiene. Veo como el director mueve la boca, mas no oigo nada. Siento como interferencia en mis oídos. Dejo de prestar atención y le doy el mando a mi cuerpo.
Me pongo de pie y salgo corriendo.
Bordeo todo el edificio buscándote.
Es mentira ¡Es mentira!
Recuerdo lo que me dijiste "ya solucione eso".
¡Esta no era la solución!
Corro desesperado y finalmente te veo. La policía ha llegado antes que yo y acordonado el espacio. Estas tendido en el jardín.
Saltaste de espaldas.
Hay mucha sangre alrededor de tu cabeza. Tiene los ojos cerrados, como si durmieras, y un gesto de paz en el rostro. Nunca te he visto tan tranquilo.
Caigo de rodilla al darme cuenta de lo que estoy pensando.
No duermes.
No estas tranquilo.
Estas muerto.
Y yo no hice nada por salvarte.
Mis lágrimas parecen haberse congelado, porque no salen. Tampoco logro hablar, mucho menos moverme. No quiero verte, no quiero recordarte así, pero estoy en total estado de shock. Solo me queda mirarte y maldecir a quien te llevo a esto.
Pronto siento que alguien me abraza y presiona mi rostro contra su pecho tapando mi visual. Es mi hermano.
…
Gracias, Itachi.
...
Solo veo llorar a Sakura en el velorio.
No me he llevado bien con ella, pero admito que fue una amiga de verdad contigo. Una de las pocas personas que se esmeró por conocerte. Cosa que ni mi familia, ni mi abuelo, tu padre, se tomaron el tiempo de hacer.
A nadie le importo si te la pasabas encerrado. A nadie le importo averiguar lo que pasaba dentro de esa casa. Me tiento a pensar que tal vez, todos lo sabías y callaban…
Al igual que yo.
Quizás esa es la razón por la que me siento incapaz de llorar.
Porque no hice nada.
Solo fue un inútil a tu lado.
No dejas una carta, ni nada. De hecho, llegó a enterarme, que ese día partías con el abuelo a tu nueva casa.
Ni siquiera debiste ir a la escuela.
Por lo que asumo, solo lo hiciste para despedirte.
…
Yo también te amo, Naruto.
…
En un acto de caridad único en su vida, Madara (a quien no llamare abuelo de ahora en adelante) me deja tomar algo de tu habitación. Está de más decir que quiero esa estúpida figura de acción que aún rota, conservabas como tesoro.
El nudo en mi garganta aparece y me como las lágrimas. Itachi no ha dejado de seguirme desde que llegamos y no quiero que me vea llorar.
(Aunque en verdad es que no merezco sacias mi dolor tan fácil, luego de haberte visto sufrir y callar.)
Volvemos a casa en silencio.
Mamá prepara curry que todos comemos sin ganas.
No me siento de ánimos para comer,
ni respirar,
ni para vivir.
No entiendo porque lo hiciste ¿No era más fácil denunciarlo? Mi familia te hubiera apoyado. Mamá no te hubiera dejado solo. Yo nunca te hubiera dejado solo.
– Creo que fue algo muy egoísta lo que hizo – rompe el silencio mi padre – Tu abuelo, su padre, hizo de todo por él. Le dio lo mejor y así le paga.
No quiero pelear, así que me guardo mis comentarios.
– Tú no sabes que sentía por dentro, querido– intenta argumentar mi madre– no sabes como era su vida en la escuela o incluso con su verdadera familia, antes de que lo adoptarán.
– Nunca debió entrará a la escuela, ese muchacho no estaba listo aún. Yo te lo dije.
Escucho con rabia lo que hablan.
Tú tenías mejor vida en la escuela que yo. Ni recordabas a tu familia verdadera, el orfanato si era una mierda (según me contaste), pero Madara era peor.
– Aún si se sentía solo, esa fue una salida muy fácil para él ¿y la familia qué? ¿Si quiera pensó en su padre? Los que sufren siempre son los que quedan...
– ¡BASTA! – Grito frustrado, golpeando la mesa con mis manos.
Ya me canse de oír tanta basura con respecto a tu muerte.
¡Tú no lo hiciste de la nada y nadie lo entendía!… solo yo…yo…y no pude hacer nada por detenerlo.
Con las manos aun sobre la mesa, hago dos puños, intentando sobrellevar el dolor.
– Sasuke, cariño – intenta calmarme mi madre – Lo siento, nosotros sabemos lo mucho que querías a Naruto y lo duro que es…
– ¡NO! ¡USTEDES NO SABEN NADA!... no saben nada. –digo con la voz que se me va. Llena de impotencia y dolor.
No logro soportarlo más y me permito llorar. Inconsolable. Incontrolable. Grito y golpeo la mesa lleno de rabia y sufrimiento. Voto todo lo que está sobre ella.
No me importa nada.
Ya no me importa nada.
– Hijo cálmate – me abraza mi padre, en su intento por controlarme.
Mi madre llora en su sitio al verme así.
Nunca he sido de demostrar mis emociones, siempre las guardaba para mi mismo. El más sensible acá es Itachi, quien ahora me miraba totalmente en shock.
Su rostro no tenía expresiones.
– Ustedes no entienden. – repito apretándome contra el hombro de mi padre.
– ¿Qué no entendemos, Sasuke? –pregunta mi madre, secando sus lágrimas y acariciando mi cabello.
– Todo lo que pasó Naruto en esa casa – suelto y se hace el silencio en el comedor.
Es todo.
Le había prometido que nunca diría nada, pero él ya no estaba, ya no había orfanato que nos separe.
Tú mismo te encargaste de separarnos.
Conté todo. Desde la pregunta inocente que me dijiste mientras jugábamos, pasando por ese maldito día en que vi a mi abuelo sobre ti. Describí las marcas que tenías en el cuerpo. El cómo huías de noche y te escondía en casa sin que mis padres lo supieran. De cómo te había destruido la vida… a alguien inocente.
Y como no hice nada.
Lo dije todo, aun si no tenía pruebas, no me calle. Conté detalles asquerosos, hechos que harían vomitar a más de uno. Dije cosas que tal vez fueron demasiadas para Itachi, quien en silencio empezó a llorar.
En ese momento deje de ser el centro de atención y lo paso a ser mi hermano.
Entre sollozos y la mirada incomprensible de mis padres, Itachi murmuró algo. Algo muy bajito, pero que todos llegamos a entender.
– Yo también.
...
Grande fue nuestra sorpresa,
al saber que mi hermano,
también había sido una víctima.
...
Notas de la autora:
Me metí mucho en el tema de los abusos a partir de otro fic que vengo escribiendo. Me pareció bueno tocar el tema de una manera más real en un solo oneshot.
Espero que hayan notado los pequeños avisos que venía dando Itachi desde el comienzo.
¿Reviews?
