Disclaimer: Digimon y sus personajes no me pertenece; esto lo escribí sin ánimo de lucro. Es el regalo navideño para Elenear28 que se me dio oportunidad de escribir por la actividad Intercambio Navideño 2015, organizado por el Foro: Proyecto 1-8. ¡Felices fiestas! Y perdona el retraso.
Siempre seremos mejores amigos
Cuando Sora lo conoció, supo que iba a ser una de las personas más importantes en su vida. Balón en mano y con el sudor corriéndole la frente, lo vio con una gran sonrisa al saber que compartían una estrecha amistad con un amigo en común al que le mostrábamos cariño y aprecio agarrándolo a patadas y tratando de hacer los mejores malabares posibles.
La confianza que desprendía traspasaba su ser y era tan grande que podía ser percibida por cualquiera; sólo bastaba con verlo. Tal vez fue esa misma confianza la que lo empujó a hablarle.
—Sé que te he visto antes, pero no recuerdo dónde —exclamó el pequeño al acercársele.
—Somos compañeros de escuela y estamos en el mismo salón.
—Ah, es por eso, no suelo poner mucha atención en clase.
—Sí, lo sé, eres famoso por ello.
—Basta, no me adules. Mejor hagamos una cosa —tomó su pelota y comenzó a girarla mientras la apoyaba en el dedo, como si fuese jugador de baloncesto—. Me supongo que juegas fútbol. Por lo general, la mayoría de las chicas agarran el balón con miedo o asco. De hecho, hace unos pocos días vi a una castaña tomarlo como te lo acabo de explicar. Tal vez por eso se me vino a la mente. No importa, el hecho es que se ve que tú no le tienes miedo.
—A mí también me gusta el soccer, aunque a mi mamá no le agrada que lo practique.
—Es que eso es muy raro en las chicas.
Por alguna extraña razón, ese comentario la molestó pero al mismo tiempo se le hizo gracioso. Decidió dejar la plática a un lado y lanzó su balón al aire y comenzó a dominarlo.
—¿Vas a seguir platicando o vamos a jugar? —preguntó la pelirroja.
De este encuentro se puede decir que los dos quedaron impresionados por las habilidades del otro. Era hora de regresar a casa y cada uno partió. Nuevamente quedaron sorprendidos al saber que vivían en edificios cercanos.
Estaban llegando a su destino cuando, de repente, el sonido de una armónica los distrajo. Cerca de ellos estaba un niño rubio, como de su edad. Sora, se le quedó viendo fijamente, la música que estaba escuchando le transmitía una terrible nostalgia, tristeza y soledad. Vio los ojos azules del concertista y en ellos también vio un profundo pesar; tal vez uno muy grande para un niño de siete años.
—Hola, me llamó Taichi Yagami. ¿Cuál es tu nombre?
Sora vio como de repente su desconocido acompañante, se había acercado al rubio. Ella decidió acompañarlos y ver de cerca a tan intrigante muchacho.
—Yamato Ishida —respondió cortésmente y con cierta reticencia.
Sora se volvió a sorprender, los ojos de Yamato estaban un poco irritados y logró percibir como una pequeña lágrima se desprendía de ellos.
—¿Te pasa algo malo? —le cuestionó sin pensarlo.
Yamato volteó su cara y tiró un largo y sonoro suspiro.
—Nada grave. Mamá y papá han vuelto a discutir fuertemente. Lo normal, ya debería estar acostumbrado.
Taichi y Sora comprendieron, hasta cierto punto, que el tema no era del todo agradable así que decidieron retirarse. Unos días después, la explosión de una bomba, lo que el gobierno japonés supuso como un ataque terrorista, hizo cundir el pánico en la población y muchas personas que vivían en Hikarigaoka decidieron mudarse. Para sorpresa de Sora, se volvió a topar a Taichi y Yamato en la escuela, volviendo a compartir salón con el primero de ellos.
Su trato no solamente se limitó al ámbito escolar, con Taichi jugaba soccer cotidianamente y convivían fuera de esos dos ámbitos, afianzando una amistad perdurable. Con Yamato se encontraba constantemente, pero el chico seguía siendo demasiado reservado y cuando lo veía podía percibir aún, rastros de la tristeza que le vio cuando lo conoció, eso le hacía pensar mucho en su situación familiar. Su papá estaba en una ciudad diferente y con su madre tenía muchos roces. Eso le ponía triste y en esos momentos tenía la sensación de que Yamato escudriñaba de manera especial en su mirar.
Cuando fue arrastrada por una inexplicable marea, se sintió muy segura al ver que estos dos chicos volvían a coincidir con ella. Sólo que ahora el grupo era más numeroso e inconscientemente sintió la necesidad de protegerlos a todos al saberse en un lugar inhóspito, inexplorado y lleno de peligros. A muchos de ellos los había conocido después de haberse mudado. A Koushiro cuando vio, junto a Taichi, como era molestado por un par de brabucones a los que castaño puso un alto. A Jou, cuando Taichi lo golpeó sin querer con un balón en la cara y el pobre terminó con una fuga de sangre por el conducto de la nariz. A Mimi la conocieron en un día de juegos en el parque cercano, Taichi le comentó que ella era la niña que había tomado con temor el balón y aún lo seguía haciendo. El nuevo del grupo era Takeru, sorpresivamente, el hermano menor de Yamato de quien se había separado al concretarse el divorcio de sus padres. Sora no pudo evitar recordar el día que conoció a este último y pensar en todo lo que había sufrido. Sin demeritar que su situación le recordaba en algo a la de ella.
Al ir avanzando e ir comprendiendo el motivo por el que habían sido llamados, cada uno comenzó a pasar por cambio demasiado bruscos para su edad y a pesar de ello, siempre lograban salir abantes, aunque no siempre de la manera más sencilla. De entre todas de sus aventuras, la vez que fue plagiada por Datamon, se cuenta como una de las que más la marcó. Sintió un gran temor al estar sujeta a una mesa mientras un digimon loco hacía experimentos con ella creándole un duplicado. Y cuando se enteró que sus amigos buscaban rescatarla, la primera persona que se le vino a la mente fue Taichi.
El alivio que sintió al verlo entrar duró muy poco pues estuvo a punto de caer en el centro de las redes oscuras con el peligro de desaparecer. Sin embargo, el fuerte brazo de Taichi la sostuvo con firmeza. Le regreso el digivice y le entrego su emblema y así pudieron contar con la ayuda de Birdramon para poder escapar de la pirámide. Nuevamente sintió un enorme sosiego al ver a sus amigos a salvo y al estar todos juntos. Pero la situación tomó un cambio de rumbo al ver a aparecer a un alocado Etemon causando distorsiones en la realidad y un valeroso Taichi haciéndole frente junto a la nueva digievolución de Agumon: MetalGreymon.
La calma llegó para todos, pero a un costo muy alto: Taichi y Agumon habían desaparecido sin dejar rastro alguno. Lo primero que hicieron fue buscarlo sin cesar pero con el pasar del tiempo la desilusión comenzó a hacer mella provocando que todos ellos cayeran en el pesimismo de que nunca lo iban a encontrar. Eso, aunado a las distintas posiciones de algunos miembros del grupo, fue tensionando la relación. Discutió con Yamato, la primera vez que lo hacía, pues ella quería seguir la búsqueda, se lo debía a Taichi. Mimi sólo quería regresar a casa y Koushiro, por otra parte, buscar al señor Gennai y resolver algunas dudas, tal vez con ello podrían encontrar a su amigo.
Al ver que no iba a cambiar la opinión de los demás, de Yamato principalmente, decidió separarse y continuar su camino por otro lado. A fin de cuentas, Taichi y Agumon pudieron regresar y poco a poco ir reuniendo al grupo y ella los cuido a todos en la sombra. Cuando por fin la encontraron, se vio acorralada por Taichi y Yamato, otra vez juntos. Lloró, como no lo había hecho en mucho tiempo.
Taichi no sabía qué hacer y lo hizo saber cuándo dijo:
—Yamato, tu que sabes de estas cosas, ¿qué es lo que se debe de hacer ahora?
—Cuando alguien llora lo mejor es dejarla —fue su respuesta.
Pero, lo que terminó por desarmarla fueron las palabras del pequeño Takeru:
—Sora, tú me simpatizas mucho. No quiero que sigas alejándote de nosotros. No quiero que mi familia se separe. ¡Ja! No, quiero decir, que mis amigos se alejen.
Tiempo después, cuando tuvo la oportunidad de regresar a casa ya tenía otra visión de los problemas con su madre y hubo una considerable mejora en su trato. Pero el Digimundo los volvió a llamar y esa vez iban en compañía del camarada que les faltaba, Hikari, la hermana de Taichi. Pero ni siquiera la reunión de los ocho niños elegidos pudo hacer frente ante semejante peligro. Los Dark Masters tenían una gran diferencia de poder con respecto a la mayoría de los digimon del grupo; las cosas no parecían sencillas y no lo fueron. La situación los obligó a una nueva separación por sus diferentes puntos de vista. Mimi ya no quería pelear, no quería a ver a nadie más morir por su culpa. Yamato sentía que debía estar solo. El recuerdo de ese niño triste, llorando por la situación que lo acongojaba en compañía de su armónica, volvió a ella. Le pidió que se quedara, pero él estaba decidido, debía reencontrarse consigo mismo y es algo que tenía que hacer por su cuenta; sin la ayuda de nadie.
De esa experiencia, aprendió que sus amigos no la abandonarían ni cuando cayese en el más profundo de los abismos de su alma. Yamato y Jou le regresaron la confianza de que ellos podían cumplir su misión porque contaban con lo necesario para hacerlo. Y aunque tuvieron otros momentos más de tensión y preocupación, al final salieron totalmente triunfantes. Sin embargo, el éxito de su misión trajo como consecuencia la separación de sus compañeros de lucha, una despedida que parecía definitiva.
Por fortuna, esa separación no duró demasiado. Tres años después nuevos problemas surgieron y la presencia de nuevos niños elegidos era necesaria. Daisuke, Iori y Miyako tomaron la batuta y el viejo grupo también intervino, aunque con menos frecuencia. Ahora sus actividades estaban más diversificadas y el convivir se había vuelto más esporádico. Takeru y Hikari ahora tenían nuevos compañeros y nuevas responsabilidades; Taichi y Koushiro eran los que más ayuda prestaban y estaban más al pendiente; Mimi seguía en América, Jou siempre estudiando. Al que tenía más oportunidad de ver era a Yamato.
De todos sus amigos, era el que se podía encontrar saliendo de una práctica de tenis, solamente que a veces Yamato se quedaba a verla. Y era ella quien tenía más oportunidad y tiempo libre para ir a verlo en algún pequeño concierto. A veces se quedaban a hablar de otras cosas si es que su numerosa legión de fans se lo permitía, sobre todo la miembro más efusiva de todas ellas: Jun Motomiya.
El líquido seguía el movimiento que la cuchara le había marcado. Sora golpeó el cubierto sobre la taza, la tomó de la oreja y la aceró a sus labios y probar el café que el mesero le había ofrecido unos momentos atrás. Estaba muy nerviosa, la plática que iba sostener en unos momentos, era una que debió haber tenido mucho tiempo atrás.
Por fin, después de veinte minutos de espera, lo vio llegar. Tarde como siempre. Sus ojos vivaces, su rebelde cabellera castaña y su sonrisa confiada siempre combinaron a la perfección. El recuerdo del día que lo conoció regresó, por segunda vez en el día, a su mente. Esa vez en que también conoció a Yamato.
Y como si su mente se divirtiera trayendo a colación más recuerdos, fue como remembró lo que pasó la navidad anterior. Ahí estaba ella, enfrente de la puerta de los camerinos de las bandas que estarían en el evento. En sus manos tenía el regalo de Yamato, unas galletas que ella misma había hecho y envuelto. En una de sus tantas pláticas, él le contó que una de las cosas que más extrañaba de su madre era las ricas galletas que les horneaba de vez en cuando. Cuando recibió la invitación al evento, y al enterarse que era la primera en ser invitada, sintió la imperiosa necesidad de retribuirle con algo ese gesto.
—Ah, Sora, ¿por qué te detienes aquí?
Extrañamente estaba temblando, no recordaba la última vez que se había sentido tan nerviosa y no supo qué contestar.
—Sora, ¿qué haces aquí?
Y ahí estaba la voz de Taichi anunciando su llegada. Eso, sin saber bien por qué, la puso todavía más nerviosa. Además, de pronto se convirtió en el centro de atención. Gabumon había abierto la puerta y podía percibir un delicioso olor, mientras Agumon preguntaba que era.
—¿Es para Yamato? —volvió a cuestionarla en un tono ciertamente tranquilo.
—Sí, es para Yamato.
—¿Qué es? ¿Tú lo hiciste? —la siguió interrogando.
—¡No preguntes tanto! —fue cómo respondió al sentirse acorralada con tanto cuestionamiento.
—¿No vas a entrar? —Gabumon continuó con el interrogatorio.
—A Sora le da pena y eso no le permite entrar —respondió intempestivamente Piyomon.
—¡Huy! ¡Piyomon!
—Ve a verlo, de prisa, ya van a empezar —Sora sólo pudo responder con un pequeño sí. Al verla dudar, Taichi tomó la iniciativa y se acercó a ella, viéndola directamente a los ojos y pudo escudriñar en ellos, dándose cuenta de los sentimientos que había desarrollado su mejor amiga hacia su mejor amigo—. ¡Ve corre! —y le dio un pequeño empujón.
Ante la mirada de los demás, y la amenaza de Agumon con comerse todo, fue como se animó a entrar.
—Taichi —le llamó su compañero.
—¿Qué?
—Ya maduraste —fue el comentario de Agumon.
—¡Qué tonto! —dijo en un tono evidentemente divertido ante la ocurrencia de su camarada.
Lo que sucedió después fue un caos, un torbellino que tenía por nombre Jun. Pero a fin de cuentas, Yamato y ella terminaron siendo novios y era consciente de que Taichi había tenido mucho que ver en ello. Con la derrota definitiva de BelialVamdemon, la paz para ambos mundos regresó.
Un día, mientras sostenía una pequeña plática con Yamato, tocaron un tema de suma importancia: Taichi.
—Él siempre estuvo enamorado de ti. Y por mucho tiempo pensé que el sentimiento era reciproco —fue el comentario exacto de Yamato.
Sora no supo qué responder. En el fondo de su alma, sabía que esas palabras eran ciertas, ella misma tenía la certeza que había llegado a desarrollar sentimientos similares por su mejor amigo. Pero, qué son los sentimientos sino el más complejo y complicado laberinto que se haya formado y por el que todos tenemos que pasar alguna vez. Siempre en contaste movimiento, es muy fácil perderse y jamás salir.
—Por eso lo admiro.
Esa última expresión la descolocó por completo. Lo miró con incredulidad y Yamato podía percibir en esos ojos que ella buscaba una explicación ante tal afirmación.
—Admiro a Taichi por lo que hizo. No es nada fácil dejar ir a la persona que quieres y que se vaya con otro, mucho menos ser uno mismo quien provoque semejante situación. Se necesita de mucho valor. Y Taichi lo tiene de sobra.
—Tal vez tienes razón. Lo malo es que ahora tengo una extraña sensación en mi interior.
—Puede ser que ahora que ya eres consciente de ello, estés empezando a lidiar con esos sentimientos. Creo que lo mejor que puedes hacer es hablar con él. Tal vez tengan que cerrar ese círculo y no dejarlo como un asunto pendiente. No es bueno dejar asuntos pendientes.
Por eso estaba allí, por petición de su novio y ahora tenía que enfrentar a Taichi y dar cara a esta situación de una vez por todas. Taichi tomó asiento tan pronto como llegó.
—Perdona el retraso, mi hermana insistió en que tomara un baño antes de venir para acá.
La cara de Sora mostró una expresión de incredulidad que duró escasos segundos. Después de pensarlo un poco, no era nada extraño que Taichi dijera algo como eso y que su hermana le reprendiera por ello y que lo hiciese de tal forma.
—No te preocupes. ¿Qué sería de una reunión si llegases temprano?
—Sí. ¡Oye!
Taichi recriminó un poco y Sora rió. Un gran inicio para entablar una conversación y eso la hizo sentir más tranquila.
—Y, ¿puedo saber para qué me citaste aquí el día de hoy?
—Tengo que hablar contigo.
—Sobre qué —expresó un despreocupado Taichi mientras le daba la primera mordida a su dona y tomaba el primer sorbo de café y esperaba que el tema fuese cualquier banalidad.
—Sobre nuestros sentimientos.
Taichi se atragantó por la impresión que se llevó al escuchar las palabras de Sora. La masa que se había formado al juntar el pedazo de dona con el café se atoró en medio camino de la garganta y tuvo que golpearse fuertemente y tragar saliva para que la comida pudiese pasar. Al lograrlo, tomó unos segundos para recuperar el aire y después dijo.
—¿A qué te refieres? Déjame recordarte que ya tienes pareja.
—¡Lo sé! Es sólo que, Yamato me incitó a tener esta plática.
—¿Yamato hizo eso?
—Él creyó, durante mucho tiempo, que tú y yo terminaríamos juntos de una forma u otra. Me aconsejó que lo mejor es hablarlo de una buena vez contigo. Tengo que serte honesta, siempre he tenido enormes sentimientos por ti. Aunque, no sé, tal vez, era muy niña para darme cuenta de ellos, o nunca me atreví a revelarlos. Luego, con la convivencia diaria, me fui sintiendo más apegada a Yamato y las cosas se fueron dando, hasta que…
—Hasta que se hicieron novios —la interrumpió el castaño—. Mira, yo tampoco hablé de esto en su momento. A lo mejor, si lo hubiéramos hecho nuestros destinos habrían sido distintos. Es cierto, tu convivencia con Yamato se hizo más fuerte, te descuidé. Sentí el imperioso llamado de ayudar a Daisuke y los demás. Pensé que habría tiempo para el amor más adelante. Aun hoy lo sigo pensando. Y con todo esto, solamente puedo decirte que nuestro destino es estar juntos, eso no lo dudes, tal vez no como pareja, pero si como mejores amigos. Porque siempre seremos eso, mejores amigos. Y eso, para desgracia tuya amiga mía, nada lo podrá evitar.
Taichi tomó suavemente la mano de Sora. La muchacha, con lágrimas en los ojos, sólo pudo mostrarle la sonrisa más sincera que tenía. Confirmó el presentimiento que tuvo al conocerlo, este chico ya era una de las personas más importantes de su vida y sabía que podría contar con él en un futuro, sin tener la menor duda de ello.
Siguieron conversando pero cambiaron de tema, ya se habían dicho lo suficiente. Optaron por ponerse al corriente con sus días. Sora con su práctica del tenis y Taichi seguía consolidándose como un interesante prospecto de jugador de soccer. Tiempo después, la muchacha sacó su Terminal-D y le envió un mensaje a su novio, mientras ambos iban concluyendo la reunión.
—¡Vaya! Con que aquí estaban —hizo su aparición Yamato—. No los encontré a primera vista. ¿Nos vamos, Sora?
—Claro que sí. Nos vemos luego, Taichi.
—Hasta pronto, Sora —se despidió mientras aún estaba sentado—. Yamato —gritó fuertemente y se le quedó viendo a su amigo.
Ambos se sostuvieron la mirada por unos segundos, analizándose mutuamente. Al final, Yamato sólo asintió levemente y partió junto a su novia.
—¿Qué fue eso?
—Nada en particular. Ninguna cosa que no me esperase de Taichi.
—¿Todo bien? —preguntó dubitativa y con un tono de voz que enfatizaba cierto temor.
—Por supuesto. Sólo me hizo una advertencia.
—¿Cuál? —volvió pregunta, pero ahora más tranquila.
—Que te cuidase mucho, sino me las vería con él personalmente.
Esos dos siempre se preocuparían por ella. Lo que ninguno de ellos notó, fue que una persona los estuvo viendo durante toda la conversación y les puso mucha atención. Dicha persona, se acercó a Taichi, quien aún permanecía sentado y se estaba alistando para abandonar el lugar y le preguntó:
—Disculpa, ¿quieres un trago?
—Por supuesto.
Al ver quien era, no dudó en aceptarlo.
Espero haya sido de tu agrado E. Y felices fiestas a todos.
