Apud Patres

Capítulo 1: La Presentación.

- ¿Qué acaso no se dan cuenta de lo que pasa? ¡Es horrible! ¡¡ES UN FENÓMENO!!
- ¿Viste, querida? Nuestra pequeña, ¡es una bruja!
- ¡Ahora sé porqué sucedían tantas cosas tan extrañas! Esto hay que celebrarlo...
- Papá, mamá... ¡les prometo que seré la mejor bruja!
- ¡ESTÁN LOCOS!
- Vamos, Petunia querida, ¿no estás felíz por tu hermana Lily?
- ¡Tenemos a una brujita en la familia!
- Eso madre, ¡ES PRECISAMENTE LO QUE ME HORRORIZA! ¿Qué va a pasar con el buen nombre de nuestra familia? Escúchenme, UNA-BRUJA-EVANS.
- Petunia...
- ¡¿Qué quieres, Lily?!
- A-bra-ca-da-bra

La jovencita, de nombre Petunia, al oír semejante palabras, ahogó un grito que bien podría haberle costado el poco oxígeno que le quedaba por la impresión, así que prefirió irse lo más lejos posible de la sala de estar, donde sus padres y su hermana menor celebraban una ocasión poco común. Precisamente, la pequeña niña respondía al nombre de Lily Evans, una muchachita con cabello rojo encendido y ojos de un verde intenso y profundo, nada parecida a su hermana mayor, la cual era flaca, la cara se asemejaba a un caballo (en palabras de Lily) y cabello obscuro.

Esa misma tarde, Lily había descubierto que ella no era como las demás niñas de su edad, acababa de cumplir los once años y esa edad es importante para alguien que posea magia en la sangre. Así es, Lily era una bruja, y tenía en sus manos una carta procedente del colegio Hogwarts, una academia prestigiosa en las artes mágicas y de hechicería donde los magos entran a temprana edad y así recibir la educación apropiada. La entrega no fue nada común, Petunia se encontraba lavando la vajilla cuando una lechuza grande, atravesaba la ventana de la cocina y aleteaba sin parar dando vueltas. Horrorizada, salió corriendo mientras la lechuza la seguía, Lily que se encontraba limpiando la mesa después de que acabaran de comer, miró a Petunia salir de la cocina al comedor y llegar a la sala cayéndose de bruces y señalando a la cocina nuevamente. Los señores Evans corrieron a ver a su hija mayor y Lily no pudo evitarlo, aquél sonido de las alas la estaba llamando, al entrar a la cocina cautelosamente, vió a la ave posarse ante la parte alta del refrigerador y se acercó a ella.
La lechuza al verla, voló hasta su hombro, extrañamente, Lily no sentía miedo y sólo vió como en el pico llevaba un sobre marrón. Por instinto, cogió el sobre y la lechuza emitió un suave ululeo y emprendió de vuelta el aleteo para salir volando por la cocina. Lily leyó el frente de la carta, la letra floreada y con tinta verde, abrió la carta y así fue como comenzó todo.

Hasta hace pocos días, en la casa de la familia Evans, sucedían hechos bastante peculiares, podían salir volando varias partes de la vajilla cuando Lily llegaba a enfadarse con su hermana, en ocasiones los muebles flotaban, y cuando Lily desapareció los vidrios de las ventanas, ya sabían que alguna explicación nada normal debía tener. Así, los Evans tenían en su familia a una bruja.

En la noche, Lily estaba en su habitación, apoyada sobre la mesa de su escritorio que estaba cerca de una ventana abierta, repasó tantas veces aquella carta, que bien podía recitarla en pocos minutos. Era una maravillosa sensación el saber que ella era parte de "ese mundo especial", siempre había considerado que ella no era como su hermana de -normal- y que algo maravilloso pasaría en su vida, y al fin "ese algo" ha llegado.
Plegó la carta y con cuidado la guardó en su sobre, miró con anhelo a la figura de la luna que comenzaba a asomarse por las espesas y azuladas nubes.

- Sí, algo maravilloso ya esta pasando...

¤¤¤

- Lily... Lily preciosa, es hora.
- ¿Ah, qué sucede, paa....pá? - la pequeña se tallaba los ojos y dando un gran bostezo.
- Hoy vamos a comprar tus cosas, tus materiales para Hogwarts.
- ¡¿Vamos a ir al callejon Diagon?! - exclamó emocionada Lily mientras de rodillas sobre la cama, llegaba a la cara de su padre que se hallaba a su lado de pie.
- Exacto, y si no quieres que se haga más tarde y que lo pospongamos para otro día...
- ¡NO! En 10 minutos estaré lista - interrumpió mientras de un salto, llegó a su guardarropa y una lluvia de vestidos, faldas y blusas comenzaron a salir.
- Te esperamos en la cocina, debes comer algo antes de irnos.

Con reloj en mano, 10 minutos después que su padre acababa de salir de la habitación, Lily ya estaba lista, arreglada y en la cocina, comió rápidamente un par de tostadas con mermelada y un vaso de leche ( "¡Te vas a ahogar, Lily!" - nerviosa le decía su madre al verla), y poco tiempo faltó para que corriera hacia el coche donde aguardaban su padre y Petunia.

- Vaya, hasta que a la niña se le ocurrió llegar.
- Petunia, ¿acaso es que vas a venir?
- Já, ¿y quedarme en la casa? - rió sarcásticamente - Además, nuestro padre me ha obligado.
- Como familia, tenemos que apoyar a Lily. - interrumpió el señor Evans tras cerrar la puerta del asiento de Lily, adelante ya estaba la señora Evans - Muy bien, ya estamos listos, ¡Al callejon Diagon!
- ¡SI! - emocionadas gritaron la señora Evans y Lily.
- Huy sí, maravilloso, genial... un espectáculo de monstruosidades, si puedo añadir.

Al fín llegaron a Londres, afortunadamente en la carta de Hogwarts, venía la dirección en donde podían encontrar el callejon Diagon, además en el camino encontraban a gente con atuendos extraños y apariencias fuera de lo común a lo que asumían, eran magos y brujas, así que ayudó bastante.
El señor Evans estacionó el auto, enfrente estaba una taberna de aspecto fúnebre y vieja, colgaba un letrero el cual decía "El caldero chorreante".

- Bien, tiene que ser aquí - verificaba el señor Evans mientras leía nuevamente la dirección.
- Debe de ser, miren a esa pareja de ancianos que va entrando, se ve que no tienen pinta de ser de por estos rumbos - añadió la señora Evans al ver a unos viejecitos con túnicas negras y desgastadas, en la cintura colgaban algunos lazos y lo que pareciera, llenos de amuletos.
- ¿Qué estamos esperando? ¡Vámos! - sonrió Lily al ver como cerraba la puerta detrás de los ancianos.

En cuestión de segundos, ya estaban fuera los señores Evans y Lily, pero Petunia permanecía inmóvil, con los brazos cruzados y más palida de lo normal.

- Petunia, cariño, ¿sucede algo? - la cuestionó su madre asomando su cabeza por la puerta delantera.
- Ni soñando crean que voy a entrar a ese... a ese... espantoso lugar. ¡Lugar de locos!
- Pero, ¿acaso piensas quedárte ahí? - interrumpió el señor Evans, Petunia apretó más los labios y y desvió la mirada.
- Créanme, mejor que se quede. - murmuró Lily mientras se quitaba la chaqueta y la metía al auto.

Tras dejar a Petunia (no sin antes recomendándole que no saliera del auto y cosas por el estilo), la famila Evans, ahora compuesta sólamente de 3, cruzaba la calle y entraron en aquel peculiar y pequeño establecimiento. Una vez adentro, pudieron corroborar sus expectativas, todo el ambiente era sumamente "mágico". Había brujas y magos de todos los tipos, un pequeño enano los miro de arriba a abajo y sólo murmuró "muggles...". Sin dejar de mirar a sus alrededores, se acercaron al que parecía ser, el dueño de aquella taberna.

- ¿El Callejon Diagon? Y díganme, ¿que haría una familia de personas normales en aquél lugar?
- Eh... bueno, mi hija, ella... bueno, la recibió... - tartamudeaba el señor Evans mientras se secaba la frente con un pañuelo, parecía bastante nervioso, obviamente la situación lo ameritaba, ¿y si decía algo mal? con todos esos magos ahí, seguro terminaría bastante mal el asunto.
- Recibí mi carta de Hogwarts, aquí dice que ésta es la entrada al Callejon Diagon donde puedo comprar todos mis materiales. - dijo Lily al ver que su padre estaba en aquél estado, sacó enseguida su carta y se la mostró al dueño, éste la tomó y sólo la bajó un momento para sonreír.
- Así que - comenzó a doblar la carta y meterla al sobre - eres una bruja, y tus padres son muggles. - comenzó a reír ante las miradas atónitas de los Evans - No se preocupen, tengo que estar seguro de que sea la gente apropiada para entrar, siempre llegan aquí muggles con varios cuentos sólo para alimentar su morbosidad de no creer en la magia. En fin, que no son la primera familia compuesta que llega así, vengan, es por aquí.

Con la expectación de aquél momento, siguieron al dueño hasta la parte trasera del lugar, ahí estaba una pared, el dueño hizo una señal de despedida y volvió a entrar riéndo. Y ahí, parados, Lily y sus padres se quedaron viendo la pared y sin decir ni una palabra.

- Bueno, sí... supongo que, algo, algo deberá pasar. - dijo seguro el señor Evans con aún un tono de incredulidad en su rostro. su esposa estaba analizando de arriba a abajo la pared y Lily se acercó a la pared para ver "si pasaba algo" realmente.
- Querido, ¿no será que hemos sido engañados? - apenada, comentó la señora Evans con su mano en la mejilla.
- No lo creo, ¿viste a todas esas personas allá adentro, como lucían y de lo que hablaban? Obviamente, no son gente común.
- Si, tal vez sí... Lily, ten cuidado, no sabemos que suceda. - advirtió la madre de Lily al verla que estaba inspeccionando la pared ella misma con sus manos.
- No te preocupes mamá, estoy segura que hay una forma que haga algo, que abra algo... si es el mundo mágico, debe de ser así, ¿no?.
- ¡¡Apúrate, nos las van a ganar todas y este es mi primer año!! - se oyó una voz de un niño que se acercaba por la puerta que habían pasado los Evans.
- ¡No me culpes, el señor Tom siempre me detiene! - se oyó a otro niño, de pronto la puerta se abrió - Además es muy temprano, no creo que se hayan acabado... - y al instante estaban ambos niños a un lado de la puerta.

Caminaron como si fuera de lo más normal, ni siquiera se percataron de la presencia de los Evans ya que estaban inmersos en su propia plática. Llegaron ante la gran pared y como si les hubieran dado un golpe, ladearon la cabeza sólo para ver a la familia que estaba inmutada ante su presencia. Obviamente porque parecía que los niños (ambos parecían tener la misma edad que Lily) no tenían el suficiente criterio para percatarse de la presencia de la familia Evans, pero sobre todo, su forma de vestir, porque uno de ellos su ropa denotaba algo fuera de lo casual, mientras que otro, daba el aspecto de no haberse visto en el espejo antes de salir. Éste precisamente tenía el cabello un poco más largo, vestía pantalones vaqueros azules, zapatos de golf cafés, una camisa a cuadros (no muy bien acomodada), una chaqueta de lana en un hombro y sombrero de paja que se encontraba un poco ladeado. El segundo niño, el cual había llegado después que el otro, y a diferencia del primero, su apariencia era más elegante: pantalones negros que combinaban con los zapatos del mismo color y perfectamente lustrados, camisa blanca (y desabotonada de los primeros 2 botones dejando ver una playera blanca de cuello redondo) y una gabardina también negra, pero lo que más hacía notar de este chico, era su cabello alborotado y azabachado, y al percatarse de la presencia de la familia, se acomodó los lentes que estaban en la punta de su naríz, dejando ver bien sus profundos ojos azules.

- ¿Callejón Diagon? - preguntó el chico de lentes mientras señalaba con su pulgar la pared.
- Er... sí, sólo que... - musitó el señor Evans ante la pregunta.
- Primera vez, supongo. No son los primeros que el señor Tom conduce a la entrada sin nisiquiera explicarles que hacer. Pero no se preocupen, ahora mismo lo verán. - dijo el chico con sombrero de paja mientras sonreía y se acercaba a un cubo de basura y empezaba a buscar algo - ¡Aquí está! - exclamó mientras se sacudía el polvo de los pantalones y dejaba ver lo que parecía, una vara de madera.
- Entonces no perdamos tiempo y apúrate - dijo el niño de lentes con tono de mandar.
- Mira quién ahora se preocupa por el tiempo.

Al instante, y ante la mirada incrédula de los Evans, el niño con sombrero de paja comenzó a contar ladrillos, al llegar al contar el que correspondía al número tres, le dió de golpecitos, y al instante se hizo a un lado.

- Por algunas cosas que hemos hecho, obviamente no nos dejan usar aún nuestras varitas, pero el señor Tom deja una en éste bote que toda la gente que pueda usar magia, puedan entrar - y en ese momento tiró al cubo de basura la varita que acababa de utilizar - así podemos entrar. Los muggles jamás sospecharían de esto, al ver el cubo y la varita, piensan que son basura.
- Así que sólo hay que golpear el tercer ladrillo a partir del cubo de basura y entonces - al instante que el chico de lentes hablaba, los ladrillos comenzaban a temblar - tendrán al Callejón Diagon ante ustedes.

La pared comenzó a moverse, los ladrillos se hacían a un lado unos contra otros, y en cuestión de segundos, una calle empedrada y larga se asomaba ante todos. Y como si no hubiera pasado nada, el niño con sombrero comenzó a correr mientras que el otro dió un respingo al verlo.

- ¡Eh, Sirius, espérame! - enfadado se quedó parado viéndolo
- ¡Esas bombas serán mías! - se oyó a lo lejos.

El chico de anteojos pasó a un lado de los señores Evans, pero al pasar a Lily, la vió rápidamente de reojo, la niña en cambio que estaba bastante impresionada y emocionada por todo aquello, lo volteó a ver para encontrarse con su mirada. Era como si de pronto todo alrededor se hubiera borrado y estaba en un cuarto blanco, Lily no tenía nada en que pensar y sólo sintió una sensación extraña, a su vez, el chico de cabello alborotado, la miraba fijamente y con aire pensativo. Y todo volvió a la normalidad, el niño corrió para reunirse con su amigo ("¡Hey, si yo también quiero bombas y algunas bengálas...!" - gritaba) y Lily se quedó inmóvil mientras el viento jugaba con su cabello.

- Andando, ¿Lily? - le dijo el señor Evans a su hija mientras le ponía una mano en el hombro haciendo que ésta saliera de ese estado inmóvil.
- Ah, sí, ¡vámos! - dijo Lily ya en la realidad.
- ¿Sucede algo, hija? - preguntó la señora Evans.
- No te preocupes mujer, lo que sucede es que es la primera vez que Lily tiene un encuentro con magos de su edad, ¿no es cierto, linda?.
- Sí papá, es extraño, pero debo acostumbrarme - sonrió Lily, a su vez, volvió a ver el callejón - ("¿En verdad fue eso? Ni siquiera pudimos agradecerles").

Minutos después, los Evans se encontraban contemplando todo aquello, era fascinante estar ahí y descubrir todo lo que por años, no habían jamás imaginado, así que se pasaron bastante tiempo viendo las tiendas, entre libros, pociones, animales, brujas y magos de todos los tipos, niños corriendo y todo ese ambiente mágico. Al preguntarle a un mago sobre como debían de comprar los útiles, éste les indicó que necesitarían cambiar su dinero muggle por dinero mágico, así que les mostró dónde quedaba Gringotts, el banco dónde todos los magos guardaban su dinero. Tras pasar algunos sustos (con aquellas criaturas no tan amigables que dirigían el banco) por fin salieron con bastante dinero para comenzar a comprar.

Compraron la túnica de Lily y algunos rollos de pergamino junto con tinteros, plumas, repuestos y una mochila. Lo siguiente en la lista eran algunas pociones y los libros, pero Lily estaba impaciente, quería comprar su varita mágica.

- Por favor papá, ¿puedo ir? -insistió Lily una vez más.
- De acuerdo, compra la varita - le dió algo de dinero - al fin que ya estoy algo cansado, compraremos lo que falta e iremos a tomar algo. Supongo que en el Caldero Chorreante será bien vernos.
- ¡No te tardes mucho! - alcanzó a advertirle la señora Evans, pero Lily ya había corrido.

Lily se había memorizado el camino para dar con la tienda en donde vendían las varitas mágicas, el lugar se llamaba "Ollivander" y al dar una mirada a todo el exterior de la misma, entró tomando aire y apretando los puños.

- Eh... ¿Buenos días? - dijo suavemente Lily mientras se acercaba a un polvoriento escritorio y alzaba la vista a todos los estantes.
- Ahh... señorita, buenos días. - un señor acababa de asomarse de una larga fila de cajas amontonadas, sacudiéndose el polvo de los hombros, se acercó a Lily y la miró asombrado.
- Primer año...
- Sí.
- Primera de la familia...
- Ah... sí, ¿cómo lo supo?
- Su cara lo refleja, todo esto es nuevo para usted. Pero descuide, estoy seguro que pronto se adaptará.
- Gracias - sonrió Lily.
- Ahora, ¿dónde dejé esa cinta para medir...?

En ese mismo momento, los dos niños que habían ayudado a los Evans a entrar al callejón Diagon, ahora salían de una tienda cargados de varias bolsas y sonrientes, se sentaron en la acera admirando lo que acababan de comprar.

- Genial, comenzaremos bien nuestro primer año en Hogwarts. - afirmó seguro el niño con sombrero de paja - ¿que pása James? Pareces perdido en tus pensamientos.
- No, no es nada - nervioso volvió en sí el niño de lentes que respondió al nombre de James - Es que, tenía mucho tiempo de no ver muggles... - miró a otro lado.
- No es que a mi no me sorprenda verlos, pero estás bastante pensativo, ¿no será que te impresionó esa niña?
- ¡Cállate Sirius! - se puso de pie y comenzó a caminar, Sirius hizo lo mismo - Y mejor díme que tenemos que comprar todavía.
- De acuerdo, de acuerdo - Sirius rió mientras sacaba de su bolsillo una carta - veamos, los libros a los dos nos faltan, tu ya tienes túnica porque la compraste la semana pasada...
- Pero tu te compraste la varita, así que no te quejes.
- Es cierto - dijo mientras volvia a guardarse la carta - pues entonces es bastante obvio que necesitas comprarte la varita y yo la túnica, pero aún falta los rollos de pergamino, plumas y los calderos entre otras cosas por comprar para cada uno, - se detuvo y su amigo hizo lo mismo - ¿y si tu vas a comprar la varita mientras yo voy por la túnica? Así ahorraremos tiempo.
- Bueno, yo - James se calló por un momento, estaban a un lado de la tienda Ollivander y volviéndo en sí, volteó rápidamente a ver a su amigo - Bien, te veo en Flourish y Blotts una vez que acabes.
- Me parece bien. ¡Suerte!

Sirius dió la vuelta algo extrañado y se fue rumbo a la tienda de túnicas "Madam Malkin", James vió como se alejaba su amigo y enseguida se quitó la gabardina y abrió la puerta. Ahí parada, se encontraba de espaldas Lily mientras una cinta mágica recorría su brazo, el señor Ollivander enseguida se percató de la presencia de James con el tintineo de la campanilla de la puerta.

- ¡Jóven James! - gritó emocionado el señor Ollivander, esto provocó que Lily volteara y se sorprendiera de ver nuevamente al chico.
- Buenos días, ¿mucho trabajo? - sonrió James entrando en la tienda.
- Afortunadamente sí, gracias. ¿Por fin veremos cuál será la varita?
- Sí.
- Perfecto, perfecto... por aquí tenía sus medidas anotadas, si me permiten. - el señor Ollivander comenzó a traspapelar algunos pergaminos que tenía en una silla cercana.
- Nos volvemos a ver. - le dijo James a Lily mientras dejaba su gabardina en una silla que estaba cerca de la vitrina - ¿y tus padres?
- Ah... estaban ya cansados, esto es bastante nuevo y extraño para ellos, así que fueron a descansar un poco.
- Los padres muggles siempre se cansan rápido, siempre que vengo y veo algunos, los hijos terminan ellos mismos las compras. - se acercó al escritorio quedando a un lado de Lily.
- ¿Muggles?
- Oh, lo siento, todo esto es nuevo para tí. Muggles son las personas que en su sangre no tienen nada de magia ni la habilidad, personas no mágicas - explicó James con su dedo índice levantado.
- Ahora entiendo - sonrió Lily al tiempo que James se dió un poco de aire de suficiencia.
- Aquí tenemos algunas varitas que tal vez, podrían ser, ¿porqué no las prueban? - interrumpió el señor Ollivander al regresar con varias cajas y comenzando a abrir algunas.
- Por favor, primero ella. - se dirigió al señor Ollivander y dando y paso atrás para que Lily tomara la varita.
- Y... ¿que tengo que hacer? - apenada, Lily movía de un lado a otro la varita.

Pero poco le duró tener la varita, el señor Ollivander enseguida se la quito y le volvió a dar otra, Lily la agitó nuevamente imitando al señor Ollivander, le volvió a dar otra y dió un par de especificaciones más, repitieron el procedimiento otras 2 veces, hasta que entonces la miró a los ojos y como si hubiera comprendido, regresó con otra cajita.

- Estoy seguro, 26cm de largo, elástica, de sauce... - decía mientras le entregaba la varita.

Al instante, Lily la agitó de arriba a abajo y un gran rayo escarlata salió de la varita pegando en un montón de libros que estaban arrinconados al fondo de la tienda, todos salieron volando como una parváda de pájaros cruzando toda la tienda rápidamente, Lily se asustó dando un paso atrás tambaleándose y casi a punto de caerse, si no fuera por la ayuda de James que la atrapó, la niña ya se encontraría en el suelo.

- ¡¿Qué, qué fue eso?! - tartamudeó nerviosa Lily mientras veía la varita y los libros en el aire.
- ¡La varita te ha escogido! - orgulloso dijo el señor Ollivander mientras esquivaba un libro que le rozó por la cabeza.
- ¿Cómo...?
- Significa que la varita es la indicada para tí. Muchos piensan que uno escoge a la varita, pero es la varita la que escoge al dueño, al agitarla, la varita reaccionó - sonrió James ante aquél espectáculo de libros voladores, en sus brazos aún tenía a Lily.

El señor Ollivander calmó a los libros con un golpe de su varita en el aire, todos cayeron y volteó a ver los niños, sonrió, y como si se hubieran dado cuenta, Lily se incorporó y James quedó algo confundido y, extrañamente nervioso.

- Muchas gracias, por evitar que me cayera - trató de no tartamudear mucho Lily mirando a su varita.
- No fue nada, lo que importa es que te encuentras bien - dijo desviando la mirada a un par de libros que estaban a su lado ya inmóviles como cualquier libro común.
- Bien, ahora el jóven James, estoy seguro que sé la varita apropiada para usted, desde la primera vez que lo ví entrar a esta tienda hace años, lo supe, estoy seguro... - se dió la vuelta y revolvió algunas cajas sacando una negra de aspecto polvoriento, la sacudió y se acercó a James - 28 ½, flexible, caoba.

Como James ya sabía lo que tenía que hacer, tomó la varita elegantemente y le dió un par de giros apuntando a los pergaminos que estaban en el escritorio. Cuestión de segundos bastó para que se sintiéra una pequeña ráfaga de aire que provenía de la varita e instantáneamente, un rayo dorado que chocó con toda la pila de pergaminos, éstos se convirtieron en un montón de plumas blancas dejando algunas en el aire provocado por el choque.

- ¡Já! Estaba seguro, era imposible que no fuera otra, es una varita excepcional, poderosa y excelente para transformaciones, como usted pudo apreciar - dijo el señor Ollivander mientras se quitaba algunas plumas de la cabeza.
- ¡Es perfecta! - exclamó emocionado James mientras volvía a meterla en la caja negra.
- Ah... señorita, la suya también es algo especial, una preciosa varita para encantamientos. - el señor Ollivander decía mientras metía la varita de Lily en una cajita café y se la entregaba, Lily parecía fascinada con todo aquello.

Pagaron lo correspondiente a la varita y James fue por su gabardina, Lily agradeció al señor Ollivander por todo y ambos se encontraban en la puerta de entrada.

- Gracias por venir, estoy seguro que serán excelentes magos y... - sonrió suspicazmente el señor Ollivander - estoy seguro que este momento lo recordaré más adelante en el futuro, sí, así será. - miró más fijamente a los niños, pasando de uno a otro y caminó hasta perderse entre los estantes llenos de cajas.

Lily y James se quedaron perplejos, se voltearon a ver y se intercambiaron sonrisas, salieron de la tienda y el sol brillaba intensamente.

- El señor Ollivander siempre habla así, la otra vez una bruja salió diciendo que probablemente haya estudiado Adivinación, yo sólo digo que tiene un tino bastante bueno para acertar - dijo calmádamente James mientras restiraba sus brazos.
- Me extraña que entre todo este ambiente mágico y misterioso, alguien como tú dude de que un mago pueda saber Adivinación - comentó sarcásticamente con una sonrisa Lily mirando a su acompañante de ese momento.
- Mejor no lo habría dicho yo - se escuchó detrás de Lily, era Sirius con su túnica bajo el brazo - vaya, eres la primera persona (aparte de mí, claro) que cuestiona así a este jóven. - y sonrió pícaramente a su amigo James.
- Cállate Sirius, tú sabes que no creo mucho en eso de adivinar y consultar estrellas - molesto vió a su amigo mientras que Lily disimulaba una pequeña sonrisita.
- Pero si hace unos momentos, en la tienda supiste que mis padres son muggles - le preguntó Lily
- Si, ¿cómo supiste que sus padres eran muggles? - sarcásticamente Sirius cuestionó a James y tomó pose de meditación.
- Dijiste que para tus padres, todo esto era nuevo y extraño, obviamente cualquier familia de magos no anda diciendo que esto es nuevo ni mucho menos extraño, el callejón Diagon a decir verdad, es un lugar bastante común y peculiar, aunque a tu hermana seguramente le hubiera dado un infarto con todo esto. - concluyó James mirando fijamente al cielo y regresando la mirada ante la cara atónita de Lily y Sirius que le sacaba la lengua - ¿ves? Un poco de tino y adivinas...
- Aún así, creo que debes de pensar en entrar a clases de Adivinación, con esos tinos podrías hacer bastante dinero - rió Sirius.
- Cielos, les dije a mis padres que no me tardaría - consultó Lily su reloj - y ya tengo mucho tiempo aquí, debo irme. ¿Hacia dónde queda el Caldero Chorreante?
- Si vas adelante y directo de este lado, llegarás sin perderte - señaló Sirius.

Lily corrió, pero se paró en seco y volteó donde los dos niños.

- Gracias por ayudarnos en encontrar la entrada al callejón, nos vemos, er...
- Yo soy Sirius - se apuntó asimismo con un pulgar.
- James.
- James y Sirius, gracias. - sonrió y enseguida se alejó corriendo.

Ambos chicos la vieron desaparecerse entre toda la gente, James en especial se había quedado ensimismado en sus pensamientos y un codazo de Sirius le ayudó a reaccionar.

- Vaya, dijo primero tu nombre - volvió pícaramente a sonreír.
- ¡¿De qué hablas?! - exclamó James mientras se frotaba las costillas que habían recibido el codazo.
- Vámos James, si antes estabas pensativo, ahora estás impresionado. La chica prácticamente no trató de halagarte ni nada por el estilo como todas las que se nos acercan, ¿extrañado? ¿El toque de James ha fallado?
- Sirius...
- ¿Sí?
- Cállate...

Sirius se encogió de hombros y caminaron rumbo a Flourish y Blotts, aunque los pensamientos de James estaban en aquella chica, podía recordar la extraña sensación que tuvo estando con ella, como Sirius había dicho, no era como esas niñas que siempre trataban de impresionarlos a los dos, sin embargo ¿eso era? Pero pronto todo eso se le olvidó cuando Sirius soltó una bómba fétida en un grupo de niños pequeños que estaban frente a la vitrina de una tienda donde vendían escobas, la escena se volvió bastante divertida al verlos tratar de correr mientras se tapaban la naríz, James y Sirius también corrieron en dirección opuesta para perderse antes de que los descubrieran.

- Seguro fueron Potter y Black - comentó un viejo y engarrotado mago que salía a ver el tumulto provocado por la reciente bómba y alejaba a todo aquél curioso - durante todos estos años, ellos dos han sido los que ocasionan estos destrozos - a su lado estaba el vendedor de escobas, dueño del lugar del reciente hecho.
- Al menos me reconforta el hecho de que ya se van a Hogwarts desde este año, ¡siempre es lo mismo! - resignado, el dueño lanzaba al aire un puñado de polvo y el aroma fétido desapareció - ¡no saben lo que les espera a esos profesores y sus alumnos con esos dos adentro!
- Sirius Black y James Potter... - suspiró - Dudo mucho que lleguen muy lejos, me sorprendería si no los expulsan en la primera semana. - el viejo mago se quitó un poco de polvo de la túnica y con paso lento regresó a la tienda de escobas.

De regreso en el Caldero Chorreante, Lily corrió a la mesa donde había visto a sus padres sentados y conversando amenamente, mostró su varita y unos minutos después estaban pagando para salir de ahí. Cruzaron la calle para ir al auto y ya estaban a punto de entrar cuando vieron que Petunia estaba encorvada en el asiento trasero con una sombrilla entre las manos, parecía que estaba temblando, rápidamente abrieron las puertas.

- ¡Petunia! Hija, ya regresamos, ¿qué pasó, porqué estás así? - asustada, la señora Evans sacudía por el hombro a Petunia, ésta la volteó a ver.
- ¡MADRE! - su cara esquelética de caballo estaba completamente más blanca de lo habitual - fue horrible, primero fueron unos niños (parecían de preescolar) que estaban vestidos muy extraños y gritaban como locos saliendo de aquél lugar espantoso al que entraron, supe enseguida que eran esos fenómenos de... de... ¡magia! y lo peor fue cuando todos cruzaron la calle y se acercaron al auto, comenzaron a verlo, le dieron de golpes y lo movían. Claro que yo les grité que no lo hicieran, pero uno de ellos sacó un tubo largo con mecha y lo lanzó por debajo del auto y - volvió a llevarse las manos a la cara - fue horrible madre, ¡yo no sabía que hacer! Con todas esas luces saliendo de ahí, pensé que me matarían... ¡todos son unos delincuentes! ¡Los magos son una plaga y amenaza para la gente normal!
- ¡Petunia! - exclamó el señor Evans en desacuerdo.
- ¡Es la verdad padre! Lily es una verguenza para la familia y si me lo preguntan mejor sería meterla a un hospital para que le hagan algo o...
- ¡No te permitiré que te expreses de los magos de esa forma! - Lily dijo con voz furiosa pero tranquila, ya había llegado al tope con su paciencia.
- Tu eres la que no debería de expresarte así conmi... - Petunia fue interrumpida, bajo su mentón, estaba la varita de Lily apuntándola, se escuchó un grito ahogado de la señora Evans, pero Lily se acercó a Petunia.
- Si ser normal, significa ser como tú, ¡agradezco el que yo sea bruja!
- ¡Lily! - ahora el señor Evans desaprobaba la actitud de su hija menor.
- Escúchenme las dos aténtamente - cortó el silencio en ese momento la madre de ambas - ni tú podrás insultar a Lily de que ella es una bruja - lanzó una mirada de enojo a Petunia - ni tampoco podrás amenazar a Petunia con tu magia, Lily - la mirada se enfocaba en la pequeña de cabello rojo - ¿¡Quedó claro!? - ahora era una mirada fulminante para las dos.

Petunia se cruzó de brazos y dejando escapar un ligero y forzado "sí" mientras que Lily sujetaba sobre sus piernas su varita y asentía con la cabeza. La señora Evans se acomodó en el asiento delantero y se abrochó el cinturón, lanzó un último reojo a sus hijas y miro hacia adelante. El señor Evans ya estaba en su asiento y encendía el motor, mientras que Petunia miró hacia la ventana (suspirando aliviada de que ya se iban de ese lugar) y Lily guardó la varita.

- ¿Mamá? ¿Papá? - ambos padres voltearon - lo... lo siento, yo prometí que me convertiría en una excelente bruja y bueno - se sonrojó un poco dejando escapar un titubeo en su voz - esta no es la actitud si es que lo quiero lograr...
- Lily... - su madre la interrumpió, Lily alzó la vista mientras que Petunia veía la escena con fastidio - serás una excelente bruja.

Lily no pudo evitar el que se le dibujara una pequeña sonrisa, su madre (aunque todavía un tanto enfadada), también le sonrió. Minutos más tarde, y ya rumbo a su hogar, comentaban lo bien que se la habían pasado en el callejón, sobre todo se lo contaban a Petunia que se había perdido todo aquello y como no quería que su madre se pusiera en su contra, Petunia se limitó a torcer la boca (haciéndo como si fuera una sonrisa). Lily sólo se repetía así misma, que debía de soportar la actitud de su hermana, si no quería demostrar que los magos y las brujas sólo usan la magia para convertir a sus hermanas odiosas en sapos con verrugas repulsivas o en alguna variedad de parásito.

Llegada la noche, Lily estaba en su habitación acomodando todos sus libros en la mochila, a cada uno le había dado una rápida hojeada y de vez en cuando se quedaba leyendo algunos párrafos, pensaba que tal vez si se documentaba desde antes sobre algunas cosas de los magos o de Hogwarts, y así llegar preparada el día en que llegara a clases.
Al terminar de acomodar "Historia de Hogwarts" (el cual había sido uno de los que más tiempo pasó leyendo), la niña dió un suspiro al tiempo que se alejaba del escritorio, estiró los brazos y se dejó caer en la cama. Un sin fin de imágenes aparecieron en su mente, se imaginó a ella misma comenzando a estudiar como bruja (mientras le atravesaban escenas en que transformaba a Petunia en caballo o la hacía levitar por toda la casa), y todas las cosas que iba a aprender.
También le vino el pensamiento de qué es lo que haría después de graduarse, al fin y al cabo, no sabía que hacía un mago al terminar su curso en Hogwarts. Se imaginó desde trabajando cazando dragones (recordó la fotografía de un mago victorioso al batirse un duelo con un dragón de uno de sus libros), o también haciendo una presentación de sus poderes ante el público ( -"Eso sería bastante absurdo" - pensó al imaginarse con un esmóquin negro y sacando conejos de un sombrero de copa).

Pero no sólo del futuro pensaba Lily, a un lado de su brazo derecho, se encontraba la caja que contenía su varita mágica, la sacó y la alzó al techo exáminandola. Se sentó en el borde de la cama y al mirar de nuevo la varita, ahí estaba nuevamente, la mirada del chico con lentes. Se sobresaltó un poco, ¿qué tenía que ver aquél muchacho con la varita? Y entonces, lo volvió a recordar todo como si pasara una película ante sus ojos. No pudo el evitar reírse en la parte en que le cuestionaba el porqué no creía en que el señor Ollivander pudo haberles dado alguna "predicción" y llegaba el otro niño, las palabras sonaron más graciosas ahora que las recordaba:

- "Mejor no lo habría dicho yo. Vaya, eres la primera persona (aparte de mí, claro) que cuestiona así a este jóven.."

Lily dibujó una sonrisa al ver la cara del chico de lentes todo nervioso, y también recordó el ver como volvía a su pose firme, elegante y misteriosa:

- "...no creo mucho en eso de adivinar y consultar estrellas. (...) ¿ves? Un poco de tino y adivinas..."

La niña pelirroja quedó pensativa ("En verdad, ¿no cree en eso? - susurró), pero de pronto, como si le hubieran dado un golpe, pudo recordar algo que la dejó aún más confusa, algo que había dicho el chico de lentes:

- "...aunque a tu hermana seguramente le hubiera dado un infarto con todo esto."

- Yo... yo nunca le dije, que tenía una hermana... ni mucho menos... que fuera no-mágica... - musitó Lily nerviosa, volvió a ver la varita - muy bien, señor James, tal parece que usted oculta un par de secretos bajo la manga, ¡no me dejaré vencer! - alzó la varita mientras se ponía de pie y empezó a reírse por la pose que estaba tomando, dejó la caja y la varita en el escritorio y retirando las sábanas, se acostó - aún no sé qué fue lo que sucedió cuando James me volteó a ver al pasar a mi lado, pude sentir como una fuerza llenaba mi cuerpo, ¿habrá sido alguna reacción mágica? - se dió la vuelta quedando de lado viendo a la ventana mientras la luna en tres cuartos se asomaba - ¿Los volveré a ver, tal vez en Hogwarts? - cerró los ojos, nuevamente veía la mirada profunda de los ojos azules a través de los lentes del muchacho - ¿Quién es usted, señor James?

- "Gracias por ayudarnos en encontrar la entrada al callejón, nos vemos, er..."
- "Yo soy Sirius"
- "James."
- "James y Sirius, gracias."

Y con el último susurro de las voces resonando en su cabeza, Lily quedó completamente dormida. Afuera, la brisa del verano estaba dándo su último viento fresco anunciando que pronto se iría para llegar la temporada de clases. La luna comenzó a abrirse paso de las espesas nubes, los árboles entonaban su canción de las hojas. A unos cuantos metros, alejado de la residencia de los Evans, sobre la punta de un faro que no emitía ninguna luz, la figura encapotada de alguien estaba sigilosamente sentada, los suaves rayos de luna comenzaban a caer sobre aquél sujeto y rápidamente se entornaron a sus ojos mientras que el viento jugaba con su cabellera alborotada y dejando apenas ver un fulminante azul profundo proveniente de aquella mirada.

- Alguien quién también está extrañado con su presencia, señorita Lily...

Continúa:
Capítulo 2: Dos enemigos y un amigo.

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Notas:

Hola! Muchas gracias por leer este fanfic que apenas está comenzando. Me fascina toda la historia de la serie Harry Potter y por lo tanto me decidí a escribir algunos fanfics con ideas que me han surgido, por ejemplo, mi fascinación es la Parent Generation (Generación de los Padres) y muy en especial la de los Marauders (Merodeadores) y siendo que mis personajes favoritos son James Potter y Lily Evans, no pude evitar el escribir una historia de ellos pero relacionándolo todo con lo que les sucedió en sus años en Hogwarts (y sin olvidar a Remus ni a Sirius, claro está ^_~). Esta historia es justamente todo lo que pasó incluso momentos antes de que Voldemort le hiciera la cicatriz a Harry.
Así que espero que les esté gustando mi fic y que si tienen algún comentario, por favor, déjenme algun review y así pueda mejorarlo. Me gustaría saber si les está agradando o que dudas tienen, cualquier comentario para ayudarme será muy bien recibido y se los agradezco de antemano ^^ Nos vemos en el próx. capítulo!!