Se dice que el cielo y el infierno pueden encontrarse en la Tierra misma. Y que mientras los corazones humanos sean capaces de albergar tanto maldad como bondad, es imposible edificar el tan anhelado concepto que los hombres esperan del nombrado paraíso.
Sin embargo, el mundo gira ahora sobre una era en la que nunca estuvieron tan cerca de lograrlo.
Hace cuatro estaciones, los dioses de la muerte devastaron el mundo con su poder. Los guerreros de la Tierra se enfrentaron a ellos y a sus huestes malignas, librando encarnizadas y sangrientas luchas, logrando la victoria tras un camino tortuoso y lleno de sacrificios.
Se desencadenaron batallas sin cuartel. La más conocida será aquella en la que Hades, el antiguo dios del inframundo, fue vencido por la lanza dorada empuñada por Atena en compañía de sus sagrados santos. Sin embargo, la menos mencionada será la que decidió el fin del mundo cómo se conocía, aquella que está destinada a no ser recordada más que por escasos individuos en cuyas conciencias deberán cargar el peso de todas las pérdidas sufridas, es el precio por haber sido los causantes de tal desenlace.
Penoso fue que, pese a todo ese esfuerzo y la destrucción de las entidades oscuras, la victoria no repararía el daño irreparable que quebró el equilibrio del planeta, pero el milagro suscitado compensó en gran medida todas las lágrimas y el dolor… Aunque el costo siempre será debatible.
-* El legado de Atena*-
Por Ulti_SG
PRÓLOGO.
"Herederos"
—Aún en la muerte, nuestras almas estarán al servicio de Atena.
A la velocidad del sonido, un joven corre por una planicie desolada y árida. El atardecer comenzaba sobre el escenario montañoso que se alzaba en el horizonte, por lo que los rayos del astro rey se reflejaban en su armadura sagrada una vez que decidiera detener su avance en un intento por orientarse. Tenía claro su destino, aunque no el camino que debía tomar para llegar a él lo más pronto posible.
Durante esa pausa que empleó para inspeccionar los alrededores, el joven se encorvó bruscamente al sentir esa inquietante punzada en el pecho, a la altura del corazón, justo el lugar donde recordaba haber sido herido por la siniestra espada de Hades
El Pegaso Seiya dio algunas respiraciones que le causaron dolor, no obstante, como en las ocasiones anteriores, la sensación se desvaneció sin más complicaciones después de unos segundos.
Decidió sentarse un momento, verificando que no ocurriría de nuevo para importunar de nuevo su recorrido.
Sentado ahí, y contemplando el paisaje frente a sus ojos, fue imposible para el Pegaso no pensar, una vez más, en los cambios extraños sufridos en el mundo.
Aún en la confusión en que se perdían sus memorias con respecto a los últimos momentos de su enfrentamiento contra Hades, Seiya y sus hermanos de bronce fueron capaces de volver a ver la luz del sol, aquella que el dios de la muerte intentó arrebatarles a los seres humanos.
Lograron salir del Elysium gracias al cosmos divino de su diosa, despertando en la Tierra, ilesos, sin que Atena se encontrara con ellos. Pero esa no fue su única preocupación, poco tiempo pasaría para darse cuenta de la renovación ocurrida en el planeta, la forma en la que se respiraba un aire nuevo y limpio, las aguas corrían con una nueva fuerza, y las plantas florecían radiantes de los suelos fértiles.
En su momento, todo lo atribuyeron al exterminio de Hades y a las oraciones de Atena, pero la realidad estará fuera de su comprensión por un tiempo más.
Tras su retorno al Santuario, esperando encontrar respuestas a la desaparición de Atena, Seiya, Shiryu, Hyoga, Ikki y Shun se percataron de la ausencia de ciudades enteras, aquellos lugares donde alguna vez se alzaron grandes metrópolis habían desaparecido, como si la tierra las hubiera engullido en espera de borrarlas, y no sólo los edificios, sino también un sinnúmero de sus habitantes.
¿Podría ser que todos ellos hubieran sido victimas de la guerra santa? Lo que descartó tal razonamiento fue sin duda llegar al Santuario, reencontrarse con Shaina, Marin, Kiki, Jabu y el resto de los santos de bronce, y que estos no entendieran a lo que se referían. Ellos no recordaban los escenarios modernos que describieron con detalles; para Shaina y los demás, las cosas en el mundo siempre habían sido así…
El desconcierto fue demasiado para Seiya quien, pese a haberse reencontrado con su hermana Seika, no pudo sentirse tranquilo, un sentimiento que compartió con sus compañeros quienes se esforzaron por hacerles recordar, sin éxito.
Decidieron separarse y buscar respuestas por donde fuera posible, aún ante el desconcierto de los demás. Seiya viajó junto a Seika hacia Japón, donde con alivio volvieron a ver a Mino y a los niños del orfanato.
Shiryu regresó a los cinco viejos picos, donde Shunrei lo recibió con gran alegría.
Hyoga se dirigió a Asgard esperando que Hilda, en su comunión con Odín, pudiera saber algo.
Shun volvió a lo que alguna vez fue la Isla Andrómeda donde June y otros sobrevivientes todavía vivían.
E Ikki desapareció sin decir cual sería su rumbo ni sus planes.
Y pese a sus esfuerzos, la situación continuaba siendo la misma. Aterradoramente, nadie recordaba la última versión del mundo que los jóvenes de bronce tenían impresos en sus recuerdos; ¿algún acto de los dioses? Tal vez, ¿pero con qué fin?
Pero, omitiendo ese inexplicable detalle, todo en el mundo parecía funcionar a la perfección, y se respiraba una paz que aparentaba que jamás tendría fin.
Entonces ¿por qué no podían sentirse satisfechos por ello? Se preguntaba constantemente Seiya. ¿No es lo que siempre buscaron? ¿No era ese el sueño de Atena? ¿Un mundo donde la paz y la bondad reinaran sobre las personas…? ¿Una era donde ellos pudieran vivir como jóvenes normales, lejos de los conflictos?
Seiya quisiera poder aceptar la realidad como es ahora en que todo parece casi perfecto, pero el pensar en el destino de los millones de habitantes que han desaparecido de la faz de la Tierra no se lo permite. Debe encontrar la respuesta, así como el paradero de Saori, la cual y se había convencido en un acto de mantener la esperanza, también fue victima del extraño fenómeno. Él jamás podría vivir tranquilo ni en paz en un mundo donde Saori no estuviera a su lado.
Seiya se alarmó una vez más en que escuchara ese replicar en su cabeza, aquel que llegaba a su cosmos y lo llamaba de forma incesante, mismo que lo había alcanzado hasta Japón, sintiendo en su interior que debía regresar al Santuario.
¿Sería Atena acaso? Pensando en eso es por lo que inmediatamente emprendió el rumbo hacia Grecia después de casi un año de no volver a ahí.
Seiya se giró repentinamente al sentirse acechado, pero sus puños sólo se alzaron el instante que le tomó reconocer que no se trataba de ningún enemigo, al contrario.
— Tenías razón Shiryu, se trataba Seiya— aclaró una de las tres siluetas que saltaron hacia Pegaso, el que poseía una voz mas delicada y frágil.
— ¡Shun, Hyoga, Shiryu, que gusto verlos, amigos!— se le iluminó el rostro a Pegaso una vez que volviera a estar junto a sus inseparables camaradas— Pero esto no puede ser coincidencia, no me digan que ustedes también…
— Así es— se adelantó Hyoga— También escuchamos ese llamado, Seiya. Y nos dirigíamos al Santuario para averiguar lo que sea que está ocurriendo allá.
Shiryu y Shun asintieron al mismo tiempo— En un principio creí que podría tratarse del cosmos de Atena intentando comunicarse con nosotros, pero… algo no está bien, este cosmos que percibo es totalmente diferente al de Saori, posee otro espacio— explicó Shiryu sus sospechas. Sus ojos sellados denotaban su ceguera perpetua.
— Es justo lo que había pensado— exclamó Pegaso— Pero ahora que lo dices, es verdad, no parece ser ella… Aunque eso quiere decir, que alguien deliberadamente ha logrado entrar al Santuario. ¡Tal vez esto sea una trampa!
— No lo descubriremos si eludimos la invitación que cortésmente nos han enviado— puntualizó Cignus con un semblante frío que se reflejó en ambos ojos.
— Y si santos como Shaina y Marin continúan vigilando el recinto, eso significa que podrían estar en problemas. No tenemos otra opción— añadió angustiado Andrómeda.
— Tienen razón. No demoremos más entonces— se volvió Pegaso hacia la dirección en la que se encontraba el Santuario.
Las cuatro saetas de bronce recorrieron a gran velocidad las distancias. Aún cuando sus ropajes divinos no lucieran como lo hicieron en el Elysium, la resistencia de sus armaduras era indiscutible, por lo que si debieran enfrentar a un nuevo enemigo ellos solos, sentirían la confianza de poder superarlo, no por nada ellos habían ido al inframundo y regresado con la victoria.
La noche llegó cuando pisaron las tierras dentro del Santuario. En su última visita, habían contemplado el complejo parcialmente en ruinas, huella irrefutable de las intensas batallas libradas entre los espectros y los santos dorados; y sin olvidar el choque de dos Exclamaciones de Atena que estuvo por destruirlo todo.
Esa es la imagen que esperaron encontrar en el Santuario, pero lo que estaba delante de ellos los dejó perplejos. Los templos y las instalaciones se alzaban intactos con la arquitectura de la época antigua, mas algunos nuevos detalles en relieve les cedían a cada estructura una imponencia jamás antes vista.
El sonido de una corriente de agua le indicó a Shiryu de la existencia de algún manantial, y el aroma de un fresco rocío la presencia de plantas y jardines.
— Esto es… ¿Qué es lo que pasó aquí?— se acercó Shun a una de las fuentes, observando su reflejo tan claro como si se tratara de un espejo.
Por mucho el esfuerzo que cualquier antiguo santo hubiera empleado en reconstruir el Santuario, no habría logrado llegar a este resultado en tan poco tiempo. Además, es sabido que la fortaleza tiene la capacidad de reconstruirse, pero sólo cuando el cosmos como el de Atena decidiera volver a levantarlo.
Alguien sin duda le había dado nueva vida al recinto sagrado, pero no se trataba de la diosa de la sabiduría, de eso se convencían cada vez más y eso aumentaba su inseguridad.
— Ahí está de nuevo— se sujetó la cabeza Shun al ser victima de esa vibración en su mente y que retumbó en sus oídos— Y es mucho más fuerte que antes, nos estamos acercando.
— La cámara del Patriarca, allá debe ser— calculó Shiryu dejándose guiar por sus sentidos.
— Atentos, amigos. Porque cualquier cosa podría esperarnos adelante— aconsejó Seiya al ser el primero en marchar a toda velocidad.
Ascendieron por pasajes que evitó que debieran infiltrarse por las doce casas. Caminos que conocían gracias al corto tiempo en que Saori pudo permanecer como mandamás de toda la Orden.
Esperaban ser atacados de un momento a otro, por lo que su cautela fue extrema. Sin embargo, avanzaron gran parte del camino y nada desagradable o imprevisto ocurrió.
Pegaso frenó en seco cuando a lo lejos pudo divisar una silueta inmóvil en el suelo.
— ¡Shaina!— gritó Seiya al agudizar su vista y alcanzar a reconocer a la mujer tendida en las escalinatas.
Corrió hasta ella seguido por sus compañeros, levantándola por la espalda y buscando una reacción de su parte. A simple vista no se encontraba herida.
La mascara de la amazona cayó de su rostro por su propio peso. Para alivio de Seiya, ni una sola marca de sangre era visible.
El resto de los santos respetaban la intimidan de los santos femeninos, por lo que decidieron mantenerse a distancia pese a ya conocer el rostro de la amazona.
Las facciones de su cara no reflejaban angustia o dolor, mas bien una inmensa tranquilidad, la misma que todo ser humano muestra al dormir placidamente.
— Shaina, por favor, reacciona— le pidió con un poco más de calma. Respiraba, eso era evidente ante el movimiento continuo de su pecho, pero no llegaba a comprender la razón de aquel estado— Despierta— le tocó el rostro con delicadeza, y ante el simple tacto, ella comenzó a reaccionar, sus cejas se arquearon débilmente antes de que sus pestañas temblaran para abrir sus ojos color esmeralda.
Ella contempló en silencio a Seiya quien emitió un sonido de alegría ante su despertar.
— Sei... ya...—musitó débilmente su nombre.
— Tranquila, todo está bien— pudo decirle aún manteniéndola en sus brazos.
Sólo por un momento, Shaina se permitió el papel de una débil mujer. El reencontrarse después de más de un año con el hombre que ama lograba que su voluntad accediera a ese capricho.
— ¿Qué es lo que pasó aquí Shaina? ¿Quién te hizo esto?— preguntó el Pegaso con evidente urgencia.
La guerrera de Ofiuco fue la única miembro del antiguo Santuario qué permaneció custodiándolo tal y cual creyó su deber. Los demás decidieron hace tiempo ir a buscar a sus familias y amigos. La era de paz y el último Apocalipsis que sufrió la Tierra, despertó en muchos la necesidad de buscar algo con lo cual llenar sus vidas ahora que Atena se había marchado y nadie se encontraba dirigiendo el Santuario. Además, la diosa de la sabiduría nunca mintió al pregonar que su mayor deseo era que sus santos vivieran una vida donde encontraran la felicidad. Fue la orden silenciosa que dejó para sus fieles caballeros ante el incierto final que la guerra contra Hades y sus espectros pudiera desatar.
Pero Shaina, encadenada a ese lugar sólo por convicción, permitió partir a todos, accediendo a velar el cementerio que este fue no hace mucho.
El ver a Seiya nuevamente le regresó un viejo resentimiento, pues, siendo él el único al que le permitiría romper la cadena que la mantenía unida al Santuario, el Pegaso egoístamente partió hacia Oriente y nunca miró hacia atrás. Dejando inconcluso el drama existente entre ellos.
— Un hombre…— logró pronunciar aún somnolienta— … está en el Santuario… Intenté detenerlo, pero el insistió en subir y… — el momento en que atacó al intruso vino a su mente. En el segundo en que su técnica mortal había sido eludida, ese sujeto solo tuvo que tocarle la frente con la punta de sus dedos para que todo se volviera irremediablemente oscuro— … Es muy hábil… Estoy bien, no me lastimó pero… Seiya, debes ir tras él— recogió su mascara y la colocó en su lugar, liberándose de los brazos del santo.
— Iremos juntos— previó Seiya, a lo que Shaina negó.
— Sólo los retrasaría, Seiya vete ya— recalcó al apoyarse contra una columna y permanecer en pie, todavía débil— No pienso repetirlo, anda— exigió al verlo titubear, como siempre lo ha hecho.
— Shaina, ¿tú sabes quién es ese hombre?— cuestionó Shiryu antes de partir.
— Es la primera vez que lo veo…— respondió la amazona— No me dijo su nombre pero… había algo en su cosmos que se me figuró familiar…
— Espera aquí entonces, regresaremos por ti Shaina— prometió Pegaso.
Las escaleras que conducían hacia el gran salón del Patriarca nunca le parecieron tan interminables como en ese momento, ni siquiera en aquella ocasión en la que cruzó por ellas buscando salvar la vida de Atena, superando la alfombra de rosas diabólicas con la que el caballero de Piscis protegía al camino hacia el Santo Pontífice y los aposentos de la diosa.
Sin embargo, Seiya, Shun y Hyoga notaron inmediatamente algo diferente, justo antes del umbral a la entrada del gran templo. Paso a paso redujeron su velocidad al quedar atónitos ante las esculturas bellamente elaboradas y tallados sobre la roca. Shiryu fue el último en detenerse al no comprender el motivo por el que sus compañeros aminoraron el paso.
Allí, emergiendo de entre las paredes de sólida piedra, las figuras de varios hombres formaban parte de una obra de arte. La maestría del artista debió ser tremenda para lograr esos exquisitos detalles que volvían relieves y volúmenes en un retrato exacto de rostros que conocían perfectamente.
Ese mural parecía estar vivo, las facciones de cada uno de ellos expresaba una naturalidad imposible de tallar en piedra. En el se mostraban en toda su gloria el poderío de los santos dorados, todos formando una imagen armónica en que la fuerza que poseyeron en vida se encontraba plasmadas ahí, bajo la magnanimidad del emblema de Niké.
— ¿Seiya, qué ocurre?— se apresuró a saber el Dragón.
— N-no me lo creerías si te lo dijera Shiryu… Esto es… Cielos, siento como si en cualquier momento fueran a moverse— comentó aun azorado por el trabajo elaborado en esas grandes paredes.
Cada línea de determinada armadura estaba ahí. No iban a engañarse pensando que se trataba de míticos santos de la antigüedad, no. Para Hyoga el reconocer al Santo de Acuario como su maestro Camus, y al Escorpión como el veloz Milo lo decía todo; así como para Shun al mirar detenidamente aquellas figuras que pertenecían a Afrodita de Piscis, Shaka de Virgo y Saga de Géminis. Seiya no contuvo su inconciente y con extremo cuidado se animó a tocar el brazo que alzaba airoso la escultura del santo que reconocía como Aiorios de Sagitario, junto a este el león dorado Aioria y el valeroso Aldebaran de Tauro. Shiryu habría compartido ese mismo asombro de poder ver y contemplar las imágenes pertenecientes a Mu de Aries, Mascara Mortal de Cáncer, su maestro Dokko de Libra, Shura de Capricornio y, en una posición más próxima al sol resplandeciente que figuraba el símbolo de la diosa de la victoria, Shion de Aries era visible con sus atuendos de santo Patriarca.
De una terrible nostalgia fueron victimas los jóvenes de bronce al reencontrarse, aunque fuera de esa forma, con aquellos que fueron sus hermanos dorados. No podían imaginar cómo es que algo como esto había sido elaborado pero, algunos se mostraron agradecidos de tal monumento para los caídos justicieros que sacrificaron sus vidas y almas para defender a Atena.
Una vez que Seiya recordará que no había que perder el tiempo, creyó ferviente que se trataba de un engaño por el que tontamente había bajado su defensa. Le parecía un truco muy sucio el utilizar el recuerdo de sus camaradas para ello, por lo que el Pegaso fue el primero en volver a andar, todavía más enfurecido que antes.
Sus pisadas resonaron en la lisa y reluciente superficie cuando entraron al templo, encontrándose con la gran puerta blanca adornada por detalles dorados, el obstáculo final para descubrir la identidad del invasor.
Seiya empujó con rudeza las puertas del Gran Salón, abriéndolas completamente.
De inmediato escucharon una voz que les dio la bienvenida— Inapropiada forma de arribar a esta sala de meditación, pudieron haber tocado para anunciar su llegada ¿no les parece? Que jóvenes tan maleducados...—escucharon una vez que los cuatro santos de bronce se adentraran.
Sus ojos rápidamente se lanzaron sobre el trono al final del pasillo en donde divisaron una silueta, de pie, junto a la escalinata recubierta por una alfombra roja.
— ¡Detente ahí mismo!— se adelantó entonces el Pegaso Seiya.
— ¿Cuál es el significado de esto?— cuestionó Shiryu— ¿Quién es usted y por qué se encuentra aquí?
Ante el acercamiento, los santos vieron a un joven bastante delgado vestido por una larga túnica marrón, quien subió las pequeñas escaleras y palpó la cabecera del trono con nostalgia. Después se volvió al grupo y sonrío ampliamente, con un gesto amigable y bastante pasivo.
— Seiya, Hyoga, Shiryu y Shun, los esperaba—aclaró— Tardaron más de lo que supuse, si que se han vuelto descuidados.
Los cuatro se miraron unos a otros, confundidos. Ese hombre resultaba un completo desconocido, pero él parecía saber demasiado de ellos...
Ante tal rostro frente a él, Shun buscó alguna reacción en sus cadenas, pero no reaccionaron de ninguna forma ante la presencia de ese individuo.
— Por un momento llegué a pensar que no les importaba para nada este Santuario ahora que la paz finalmente envuelve al mundo— habló el hombre de cabello café y ojos negros— Y eso me hace dudar un poco...— se acarició el mentón— Si ustedes son el futuro de este Santuario... ¿qué es lo que nos espera?—murmuró más para si que para ellos.
—Sólo hablas por hablar, si no tienes un motivo justificable por estar aquí y armar todo este alboroto, ahora mismo voy a sacarte por la fuerza—se apresuró a decir Pegaso.
—Basta Seiya—lo contuvo el santo de hielo— Identifícate ahora y nos ahorraremos más malentendidos— insistió Cignus al hombre.
Por alguna razón, ninguno de los santos se atrevía a dar ni un paso más, la presencia de esa persona resultaba demasiado abrumante... Su cosmoenergía parecía someterlos de alguna forma.
— ¿Que modales son esos?— preguntó sarcástico el sujeto— ¿Así es como tratan al pobre viajero cansado y hambriento después de largos días de viaje?—dijo sarcástico, con una mueca burlona.
— Lo dice un hombre que ha entrado a este Santuario sagrado sin permiso, y pasando por encima de uno de sus santos protectores—espetó Shiryu—No tiene ningún derecho para estar aquí, por lo que esperamos que tenga una excelente excusa para tal allanamiento, o mejor aún, que se marche.
— Por supuesto que tengo derecho de estar aquí—dijo él sonriente cuando, ante el asombro de todos, tomó asiento en el trono dorado.
— ¡Esto es inaudito...!— vociferó el santo de Pegaso, conteniendo a duras penas su furia por lo que veían sus ojos— ¡¿Quién te has creído?!
— Es todo un sacrilegio el que ose ocupar un puesto que no le pertenece, con tal descaro— secundó Hyoga.
— Por favor niños, únicamente revivo viejas costumbres— se relajó en el asiento ante la indignación de todos— Hace años, solía sentarme aquí durante todo el día, tomando decisiones importantes sobre el Santuario y todos sus habitantes.
— ¡Mentira!— exclamó Seiya ante tales palabras— Sólo grandes hombres han tomado ese lugar, incluyendo a la misma diosa Atena. No eres más que un hablador que ha profanado el Santuario solo para venir con cuentos absurdos.
— Haces mal en hablarme de esa manera Pegaso— le advirtió el joven sentado en el lugar del Gran Maestro.
— No eres más que un canalla al que no tolerare más— el santo de bronce se lanzó en dirección a él.
— ¡Seiya, detente!— intentó Shiryu detener a su impaciente compañero.
— ¡Espera Seiya, no hay necesidad, el hombre frente a nosotros no es una amenaza, mi cadena no lo considera alguien peligroso!— le gritó Andrómeda en vano.
—¡Pegasus Ryu Sei Ken! (Meteoros de Pegaso) – exclamó desplegando su cosmos en cientos de golpes.
El intruso, anticipando el acto se puso de pie, extendiendo ambos brazos en forma horizontal al permanecer inmóvil en su sitio. Para sorpresa de los presentes, y del mismo Seiya, los meteoros no alcanzaron a tocar a su oponente ya que fueron devorados por un muro de energía que se materializó a través del cosmos que desprendía el delgado cuerpo del invasor.
— ¡Imposible, Seiya no pudo tocarlo si quiera!— añadió sorprendido el Santo de Andrómeda— ¡Que cosmos tan sorprendente posee!
— Esa técnica... ¡No puede ser otro más que El Muro de Cristal!— analizó el dragón aun a través de sus ojos ciegos.
— ¿Qué dices Shiryu?— se pasmó Seiya— ¡Eso no puede ser!— observó al individuo quien bajó sus brazos y los contemplaba con una mirada prepotente. Ocultando a la perfección el intenso dolor que se encendió en su pecho al ejecutar su técnica.
— Pegaso, veo que sigues tan impertinente como siempre— habló el sujeto quien bajó escalón por escalón— Creí que durante la guerra contra Hades llegarías a madurar. Tal vez tu cosmos lo haya hecho, pero como santo debes crecer en muchos otros aspectos si en verdad servirás a los planes de Atena.
— ¿Planes de Atena?— preguntó intrigado Shun
— Explícate—pidió Hyoga aún con la defensa en alto.
— La reconstrucción del Santuario, claro está—respondió rápidamente— Esos son sus deseos y me ha pedido que regrese a este mundo sólo para comunicárselo a ustedes, sus santos mas fieles.
— Eres un...—Seiya no soportaba tal cosa, pero antes de poder expresar nuevamente su disgusto, Shiryu intervino.
— Habla en un modo que transmite la sensación de que nos conoce, nos habla con demasiada familiaridad y sin embargo su rostro, así como su presencia aquí, resulta todo un enigma— aclaró Shiryu con un tono respetable— No nos ha hecho daño ni a nadie más que haya intentado ponerse en su camino. Ahora dice tener un mensaje de Atena para nosotros ¿por qué creer tal cosa? ¿Quién es usted para que ella depositara tal confianza?
El joven misterioso guardó silencio y sonrió bastante complacido—Sin duda alguna, de los cinco, tú resultas el mas sensato, Dragón, pero no por nada fuiste discípulo de Dohko— se encaminó entonces hacia un gran espejo que cubría completamente una de las paredes laterales del salón, observando minuciosamente su reflejo, así como las caras llenas de interrogantes de los santos, y la de Seiya quien apenas y lograba contenerse.
Shiryu se encontraba cada vez más intrigado, ese sujeto habló de su maestro con demasiada camaradería y nostalgia.
El hombre cerró los ojos un momento antes de proseguir—Estos meses en los que reina la paz parecen haberlos estropeado un poco. Pero no los culpo, cualquiera se dejaría llevar por su influencia—realizó una pequeña pausa— Han olvidado que no sólo necesitan ojos para reconocer a un amigo, también cuentan con la sensibilidad de sus demás sentidos para encontrar lo que sus ojos no pueden. Este rostro, este cuerpo, esta voz, no son míos...— confesó— Pero debo admitir que ha sido divertido confundirlos un poco— sonrió cínico.
— Genial, ahora somos objeto de burla— agregó Pegaso perdiendo la paciencia.
— ¿Por qué no terminar con las intrigas de una buena vez?—preguntó el Cisne comenzando a sentir lo mismo.
— Jóvenes...—suspiró resignado— No dejan que un pobre viejo como yo se divierta—nuevamente guardó silencio y se volvió hacia ellos. Su mirada se torno seria y determinada conforme su cosmos se extendía por la habitación.
Seiya, Shiryu, Hyoga y Shun se mantuvieron atentos ante el incremento de energía, pero el cosmos del extraño logró una reacción sobre el de ellos y a través de su cosmoenergia comenzarían a comunicarse.
Ante la incredulidad de los santos, el panorama que los rodeaba cambió por completo, dejaron atrás el Gran Salón y se encontraban rodeados por paredes que simulaban el espacio exterior, el suelo y el techo habían desaparecido. El cosmos dorado que emanaba del hombre frente a ellos se volvió tan espeso que formó una silueta y algunos detalles que permitieron el distinguir a una persona diferente, una que reconocieron con asombro al haber tomado una consistencia fantasmal. En cuestión de segundos se materializó un hombre de larga y despeinada cabellera esmeralda, vistiendo una toga larga y blanca que recaía sobre sus hombros, alcanzando a cubrir sus pies. Éste les dedicó una leve sonrisa, y esperó una reacción.
— ¡Shion de Aries!—exclamaron al unísono los santos, provocando que el hombre en cuestión sonriera aún más.
— No puede ser...— susurró abrumado el Dragón, expresando el pensamiento de los demás.
—Es un placer volver a estar frente a ustedes santos de Atena—les dirigió la palabra con una voz inquebrantable y retumbante, pero llena de serenidad— Estoy aquí con el único propósito de dictar las últimas ordenes que, como Patriarca de este Santuario, voy a encomendarles en nombre de nuestra diosa.
Para Seiya, Hyoga, Shiryu y Shun resultaba sorprendente y hasta imposible que el antiguo Patriarca se presentase ante ellos de aquella forma tan poca ortodoxa.
—... Gran Maestro... ¿cómo es que usted pueda estar aquí?— finalmente Seiya logró hablar con algo de respeto— Creí que...
— Son muchas las dudas que leo en tus ojos. Mi tiempo es corto, por lo que les suplico me permitan hablar— aclaró antes de dar comienzo a una intrigante explicación— Así que escúchenme con atención y lo comprenderán— les pidió— Éste mundo mortal cuenta desde tiempos remotos con numerosas órdenes encargadas de proteger la santidad de nuestro mundo de las fuerzas que intentan conquistarla o destruirla. Por centurias ha sido de esta manera. Nosotros como Santos de éste Santuario en Grecia, formamos parte de las líneas de defensa más importantes, pero no la única—explicó— La Tierra ha contado con decenas de hombres valientes que, como nosotros, ponen a su servicio y protección todas sus habilidades así como sus vidas. Como Patriarca tengo conocimiento de esto, y cada una de ellas se encarga de resolver lo propio.
— Eso suena demasiado egoísta— murmuró Shun— ¿Quiere decir que se han desatado batallas a manos de otros guerreros y que nosotros jamás les hemos ayudado?
— ¿Ellos les han ayudado a ustedes? —revirtió la pregunta el antiguo Patriarca.
Shun prefirió guardar silencio ante la mirada tan intensa de Shion.
— Andrómeda, los Santos del Santuario, así como los Dioses Guerreros en Asgard, e incluso los Marine Shoguns de Poseidón, tenemos nuestras responsabilidades establecidas y nos preocupamos por llevarlas a cabo; justamente como lo hacen los demás: guerreros, sacerdotes, hechiceros, shamanes e incluso los humanos comunes. Todos llevan a cabo su función en este mundo y así se mantiene un equilibrio. Además, si involucrábamos a seres como ellos en las numerosas guerras santas que se han desatado, ninguno hubiera llegado a sobrevivir, son sociedades poderosas, pero el derramamiento de sangre sería innecesario, y Atena lo sabía muy bien. En su infinita bondad es por lo que jamás ha pedido nada a las demás órdenes. Así han sido nuestras reglas desde la era del Mito, pero— realizó una ligera pausa— Atena desea que eso termine— añadió, despertando más la atención de los jóvenes frente a ellos.
— Finalmente se llegó a la paz por la que Atena y muchos otros han luchado siempre. Los mismos dioses se encuentran complacidos con lo que ha ocurrido en este mundo, pero no por ello se debe bajar la guardia. Aun en época de quietud, el Santuario debe existir, deberá resurgir y volver a ser lo que fue mucho antes de que Saga pudiese corromper y desprestigiar nuestra Orden, y todo deberá hacerse para proteger el Legado de Atena.
— ¿El Legado de Atena?— murmuró confundido el santo del Cisne.
— Debe referirse a este tiempo de paz que las luchas han traído—explicó Shiryu, comprendiendo a lo que Shion se refería— Atena siempre ha luchado para conservar la calma, y después de tantas guerras y sacrificios lo ha conseguido.
— Y como sobrevivientes de las pasadas guerra, ahora ustedes serán los responsables de que eso se lleve a cabo—añadió Shion, asintiendo.
— ¿Reconstruir el Santuario? ¿Cómo se supone que haremos eso?—preguntó Seiya al adelantarse, aceptando de ese modo la misión que se les encomendaba.
— En éste mundo una nueva generación ya ha nacido, existen un gran numero de individuos con las aptitudes necesarias para convertirse en parte del Santuario en el futuro.
— ¿Cómo los encontraremos?—inquirió Seiya nuevamente.
— Ellos vendrán a ustedes, algunos se encontrarán en su camino y otros serán acarreados por la mano del destino— dijo Shion—No teman Santos de Bronce—comentó Shion al ver la consternación en sus miradas— No estarán solos en esto. Aún hay personas del antiguo Santuario que no dudaran en apoyarlos— les aseguró con una mirada más cálida— Nuestra Orden se creó con la finalidad de proteger a Atena en cada ocasión en la que ella retornase a este mundo, pero aunque ella se haya ido, somos nosotros quienes debemos velar por preservar su legado, uno que, contra todo lo que ella creía, finalmente se ha logrado. Igualmente, debemos asegurar que nuestra Orden perdure para cuando ella retorne y nos necesite de nuevo.
— ¿Saori volverá?— preguntó inconscientemente el Pegaso.
— Saori Kido... Ella no volverá—respondió con sinceridad— Al final de su enfrentamiento contra Hade, despertó como Atena y por lo tanto, después de la batalla le fue imposible el regresar y retomar la identidad humana que llegó a forjar. Su vida aquí, con ustedes, sólo resultó una constante preparación que dio como resultado el despertar de su auténtica divinidad. De ese modo ahora se encuentra en donde debe de estar y en donde, sin duda, pertenece y hará un mayor bien.
Seiya bajó la cabeza, oprimiendo sus puños a su costado.
— Pero aunque ya no esté aquí, se preocupa por la Tierra que tanto ama—dijo animosamente— Y pensando en ustedes y en los demás es por lo que desea que el Santuario vuelva a vivir. Como ya lo dije, Atena desea algunos cambios, y entre ellos está el crear lazos de hermandad con otros guerreros sobrevivientes a las batallas que, hace tiempo decidieron el futuro de este planeta. Ante las confrontaciones que deban pasar en el nuevo mundo, Atena desea que se analice el pasado, encontrar los errores y evitar repetirlos en el futuro, es por ello que cree que establecer relaciones con otras órdenes resultará benéfico y dotará al Santuario de un nuevo comienzo, con cimientos más fuertes e indestructibles.
— Maestro Shion ¿sabe usted lo que pasó en la Tierra?— inquirió rápidamente el Dragón una vez que encontrara su oportunidad— ¿Por qué es que todos han olvidado cómo era este mundo en verdad? ¿Por qué únicamente nosotros parecemos recordarlo?
Shion respondió lacónicamente a esa cuestión que previó iba a recibir— No ésta en mí decírselos, algún día obtendrán su respuesta… Pero algo les puedo asegurar: es lo mejor, no intenten cambiarlo.
— ¡Pero…!— se exaltó Seiya ante la negativa de Shion por revelar ese enigma.
— Pegaso, confía— pidió el antiguo Patriarca con una mirada que suplicaba respeto a su decisión.
— ¿Cómo llevar a cabo tales uniones?— intervino Hyoga, retomando el curso inicial de la charla. No es que no deseara obtener respuestas sobre ese asunto con la misma intensidad que sus amigos, simplemente estaba dispuesto a fiarse de la promesa de Shion— Eso tomaría mucho tiempo...No sabemos ni siquiera con quienes debemos hablar o buscar.
— ¿Creen que hubiese venido sin las respuestas apropiadas?—preguntó el alguna vez Patriarca— Después de todo mi presencia aquí no sería posible de no contar con la ayuda y el apoyo de uno de los líderes de las grandes órdenes de las que hablo.
—¿Cómo dices?—preguntó consternado Seiya.
— Él cuerpo de quien me he valido para estar aquí pertenece a un guerrero que forma parte de la tribu de los shamanes.
— ¿Shamanes?—repitió Shun con extrañeza.
— Son aquellos cuyos cuerpos o sentidos llegan a ser el vinculo que unen a este mundo con el otro... Eso fue lo que escuché alguna vez de mi viejo Maestro— comentó Shiryu.
— ¿Puede ser eso posible?—recriminó Hyoga.
— Así es. Estas personas tienen la habilidad de permitir que un espíritu se aloje en sus cuerpos para llevar a cabo algún asunto pendiente en el mundo de los vivos... Es gracias al cuerpo de este hombre por lo que pude llegar hasta aquí, ante ustedes— explicó— Los shamanes son una tribu tradicionalista y en la que se puede confiar no sólo por sus buenas intenciones, sino por ser guerreros nobles y leales; sus artes en el combate llegan a ser de cuidado. Ellos, igual que nosotros, estuvieron plenamente involucrados durante los sucesos que decidieron el comienzo de ésta nueva era. Pueden confiar en ellos ya que Atena misma lo hace.
—No parecen ser guerreros—pensó Seiya al recordar el semblante tan despistado del shaman.
— No te dejes llevar por las apariencias Seiya, el hombre a quien viste es alguien muy importante y debes de tenerle respeto— le advirtió Shion como si hubiera sido capaz de leer su mente. Seiya solo realizó un gesto indiferente pero guardó sus comentarios.
Una estrella fugaz fue visible en la habitación estrellada, la que le indicó a Shion que era tiempo de partir— Jóvenes santos, mí tiempo aquí ha llegado a su fin— dijo él aún ante la impotencia de los santos— Fue poco, pero es un placer, a pesar de todo, continuar bajo el servicio de Atena y del Santuario aunque deba ser de ésta forma.
— Maestro, ¿de verdad nos cree capacitados para llevar a cabo tal mandato?—se apresuró a preguntar el Dragón.
— Dudar de si mismos sólo los llevará al fracaso, Shiryu. No se preocupen, lo harán bien, el que continúen con vida tras las numerosas batallas que se han desencadenado, es suficiente para reflejar lo capacitados que son ahora... Empezaron su travesía desde lo mas bajo dentro de nuestra Orden y con el tiempo han logrado encontrarse en la cima, son poderosos, todos ustedes. Atena no podría confiar en nadie más para cuidar su legado—contemplaba con gracia el rostro de los jóvenes, no parecían del todo convencidos— No se preocupen, si unos pobres incautos como yo y Dohko logramos reconstruir el Santuario alguna vez, para ustedes será mucho más sencillo— sonrió, pero su imagen comenzaba a desvanecerse entre el panorama de estrellas— Yo estuve en su lugar en ese entonces y sé como deben sentirse... Pero pese a sus miedos, sus dudas y su inseguridad, el cosmos de Atena los guiará siempre— sus palabras sonaron como las de un padre cariñoso esperando alentar a sus hijos pequeños. Finalmente agregó— Pero lo más importante, no olviden el deseo de nuestra diosa: vivan caballeros, disfruten de está paz que sus lágrimas y sangre han logrado, lo merecen. Son jóvenes, aún tienen mucho que descubrir de ustedes mismos, encuentren la felicidad…
— Maestro Shion—musitaron al unísono.
—Aún en la muerte, nuestras almas estarán al servicio de Atena—alcanzó a decir antes de desaparecer y que todo el panorama cósmico se desvaneciera como neblina alejada por el viento.
Por un instante sus vistas se cegaron, pero pronto, al abrir sus ojos, se encontraron de nuevo dentro del salón del Gran Maestro. Los santos se aseguraron que estuvieran bien, cuando de pronto escucharon un quejido.
— Auuuh, si que es difícil mantener en este mundo a un Santo Dorado— dijo el joven de túnica una vez que se dejara caer en el suelo y sentarse, expresando una mueca que reflejaba su cansancio. Se sobó la cabeza, removiendo algo de su largo cabello oscuro.
Seiya, Hyoga y Shun lo miraron con desconcierto.
— ¿Hmmm?— él los miró por unos segundos— Hola— saludó risueño, desde su posición tan poco distinguida.
Nuevamente los santos se miraron entre ellos, todo se había vuelto tan extraño...
— Ah... hola— alcanzó a animarse el Dragón Shiryu, adelantándose— ¿Estás bien?
— Un poco cansado nada más, pero estoy bien gracias—observó su alrededor— ¿Dónde estoy?—preguntó bastante desorientado y despistado.
— ¿Qué acaso no recuerdas nada?— cuestionó Shun.
— Creí que los shamanes serían mas listos...— musitó Seiya.
Después de una última ojeada a los aposentos es que el shaman comprendió— Entiendo—permaneció en el suelo para analizar a los jóvenes que lo rodeaban— Así que Shion finalmente cumplió con su misión, eso me alegra. De ser así, eso quiere decir que estamos en el Santuario de Atena, en Grecia—dedujo— Y ustedes deben ser el Pegaso Seiya, Shun de Andrómeda, el Cisne Hyoga y el Dragón Shiryu ¿no es verdad?— preguntó después de haber atinado correctamente.
— ¿Shion te lo contó?— preguntó Hyoga.
— No precisamente, hemos tenido largas charlas él y yo, es cierto, pero cuando le permití entrar a mi cuerpo, muchos de sus recuerdos quedan a la vista y no pude evitar darles un vistazo— dijo aquel joven de aspecto amable e indefenso.
— Parece que tienes mucho que contarnos, pero antes de ello nos gustaría saber tu nombre— dijo Shiryu al extenderle una mano amiga, algo que Seiya desaprobó totalmente.
El joven tomó la mano del Dragón, quien lo ayudó a levantarse— Soy Yoh Asakura*, es un placer conocer a tales celebridades como ustedes— añadió sin apartar su sonrisa tranquila y sincera.
— ¿Cómo es qué te involucraste en todo esto en primer lugar?— cuestionó Seiya, aún no tan confiado.
— Shion debió decírselos ¿no? He accedido al pacto que su diosa me ha pedido— respondió despreocupadamente.
— ¡¿Viste a Saori?!— preguntó Seiya.
— Hablé con Atena— rectificó Asakura— Es una mujer muy interesante y simpática, me agrada. Ella me contó mucho sobre ustedes, e igual me advirtió que si yo solo me presentaba aquí, seguramente habría muchos problemas, es por ello que le pidió a Shion el que me acompañase. Veo que no se equivocó.
— ¿Un shaman es capaz de estar en contacto con una divinidad como Atena?— se preguntó Shun en silencio.
— ¿Cómo puedes hacer tal cosa?— preguntó nuevamente Seiya.
— Puedo hacer eso y mucho más, Seiya— le comentó Yoh, sin la intensión de presumir.
— ¿Qué estás escondiendo?
— Seiya, ya basta— lo contuvo Shiryu— Si el Patriarca y la misma Atena nos han pedido confiar en él, no veo por qué no hacerlo.
— Shiryu tiene razón, no creo que lo vimos sea una simple ilusión. Era el cosmos de Shion de Aries, y eso es indiscutible Seiya— impuso Hyoga.
— Además dijo que él—refiriéndose a Yoh— era el líder de una de las órdenes a las que debíamos contactar— le recordó Shun.
— No parece lo que dice— insistió Seiya.
— ¿Crees que porque no visto una armadura vistosa como la tuya, no soy digno de mi titulo?— inquirió Yoh serenamente.
— Simplemente no aparentas serlo...— repuso Seiya con aire irrespetuoso.
— Si no me crees no me importa...—murmuró el shaman con gestos despreocupados, caminando lentamente hacia Seiya.
El Santo de Pegaso tomó aquello como una provocación, estaba dispuesto a levantar la guardia en ese mismo segundo pero, en ese momento, sintió como es que sus extremidades se paralizaron ante la cercanía de aquel individuo.
El resto de los santos sólo pudieron percatarse de la gran cosmoenergía que emanó del shaman. Creyeron que le demostraría a Seiya lo equivocado de sus conjeturas, tal vez lo lastimaría, pero de igual forma fueron incapaces de moverse o hablar.
La mirada de Seiya le mostró aun coraje y determinación, pero Yoh poseía una mucho más intensa y que llegaba a ser temible al estar envuelto por aquella aura.
Yoh pasó de largo al santo, dirigiéndose una vez más hacia el trono del salón.
Conforme se alejaba, Seiya recuperó un poco el movimiento de su cuerpo.
— Agradezco mucho la confianza de ustedes, Shun, Hyoga, Shiryu, y espero que tú, Seiya, algún día llegues a comprender que mis intenciones son sinceras. Quiero ayudar a que el deseo de su diosa se cumpla, ya que es algo que beneficiará notablemente el futuro de este mundo y a todos sus habitantes. El que ella me pidiese aliar fuerzas con ustedes es todo un honor. Les ofrezco mi ayuda a partir de este momento.
— Dime algo, ¿tú recuerdas cómo era el mundo antes de tal... 'paz'?— preguntó Shiryu, curioso.
Yoh asintió— Igual o mejor que ustedes.
— ¿Entonces sabes lo qué ocurrió? Atena, ni Shion lograron explicárnoslo— comentó Hyoga.
— Sólo pocos tenemos la desdicha de recordar lo que sucedió...— dijo con cierta tristeza— Y no puedo contarles todo, no ahora, pero sí puedo decirles que todos los seres vivos de este mundo pasaron por un proceso de selección. A quienes ven ahora caminar por la Tierra, son aquellos que fueron dignos de permanecer aquí.
— ¿Qué dices?—preguntó consternado Shun.
— Sé que cuando esto ocurrió, ustedes se encontraban en el inframundo, el reino del dios Hades; por encontrarse en el mundo de la muerte es por lo que no pasaron por tal proceso....
— ¿Pero por qué ocurrió tal cosa? ¿Qué ocurrió con las demás personas, las ciudades, todo?— preguntó Seiya.
— Tendremos mucho tiempo para hablar de ello, pero ahora no es el momento— les dio la espalda y se acercó al telón que cubría la estancia detrás del salón.
— ¡No! ¡Después de mucho buscar eres la primera persona que admite saber lo qué ocurrió aquí, y no pienso dejarte ir sin que nos lo digas!— insistió Pegaso.
— Se los diré cuando los considere listos— sentenció el shaman— Cuando crea que son en verdad dignos de estar aquí pese a que a millones se les fue negado este derecho— aclaró con severidad— No me resta nada más qué hacer en este lugar, sólo mostrar la sinceridad de mis palabras. Pero, si reconstruir el Santuario no es suficiente para ustedes, espero que la alianza entre santos y shamanes quede pactada con este obsequio que he traído conmigo— jaló entonces las cortinas rojas, abriéndose de par en par y mostrando tras de ella doce objetos que asombraron a los santos.
— ... No puede ser...— susurró casi sin aliento Seiya.
— Creí que jamás volvería a verlas...—pensó Hyoga.
— ... ¿Cómo pueden estar aquí?...— murmuró Shun.
— Increíble... las doce armaduras de Oro han regresado al Santuario...— dijo Seiya sin poder creerlo.
— Pero pensé que habrían desaparecido para siempre junto al Elysium...—habló Shun, recordando esos difíciles momentos contra el dios de la muerte Thanatos y la destrucción del Muro de los Lamentos.
Poco a poco los cuatro jóvenes se acercaron hasta donde se encontraban las doce relucientes cajas doradas, debiendo palparlas para desechar la posibilidad de tratarse de ilusiones, sintiendo su poder.
— ¿Tú hiciste esto?— le pregunto Shiryu a Yoh.
— No fue tan difícil. Es bastante simple tratar con los seres del más allá cuando eres un shaman— sonrió ante la incredulidad de los jóvenes santos— Ahora podrán empezar con su misión. Ya que estas doce armaduras han regresado a casa, sólo falta el que encuentren o aparezcan los dueños apropiados para cada una de ellas. Sé que las protegerán bien hasta entonces.
En verdad estaba sucediendo... Ahora ellos se convertirán en los maestros para la futura generación que algún día reclamarán los ropajes dorados, sin duda deberán tener todo listo para cuando ese momento llegue.
El contemplar las doce armaduras doradas los llenó de melancolía, al pensar en los antiguos portadores de cada una de ellas, pero a la vez los llenó de esperanza y de la seguridad de que los próximos en usarlas serían dignos de tal honor.
— Hay mucho que se debe de hacer, les deseo mucha suerte santos, y no olviden que no pueden considerarme sólo su aliado, sino también su amigo— anunció el shaman.
— Aún hay muchas preguntas...—se volteó Shiryu, buscando a Yoh, pero este había desaparecido.
— ¿Adónde se fue?— exclamó Seiya con desesperación.
Estuvo a punto de salir corriendo detrás él. Aunque no tuviera ni la menor idea el camino que tomó, tenía que encontrarlo. Sin embargo, un repentino sonido frenó sus impulsos.
Los santos observaron como es que las doce cajas comenzaron a resplandecer en energía dorada, y ante el choque de ellas, se desató una resonancia melodiosa, una que se extendió por todos los rincones del Santuario, como si deseara anunciar el regreso de los mantos sagrados al recinto.
En el exterior las estrellas se mostraban con una claridad que cualquier astrólogo agradecería para admirar la majestuosidad de la pequeña porción del universo que podían alcanzar sus ojos y artefactos. El viento soplaba con tranquilidad, arrastrando consigo la frescura de los jardines y del rocío, aromas agradables para cualquier olfato.
Yoh contemplaba dentro del templo mayor la estatua a escala de diosa Atena esculpida en oro puro, la misma en la que el báculo de Niké descansaba en su mano derecha, y a la izquierda se encontraba el escudo sagrado que se dice es capaz de reflejar y resistir cualquier ataque.
— Cumplí tu deseo, espero que estés contenta y a la vez espero que estemos haciendo lo correcto— dijo Yoh sonriendo con cierta amargura.
— Ante una entrada tan triunfal a este lugar, era predecible que desearías hacer lo mismo a tu salida— escuchó el shaman a sus espaldas.
— ¿Qué se le puede hacer? Uno debe tener su estilo para estas cosas, además me divierto mucho haciéndolo...—río levemente el shaman, sin girarse todavía— Imagino que me comprendes, ya que pareces ser un hombre que gusta de aparecerse únicamente hasta que en verdad se trata de un situación crucial ¿no es verdad?— preguntó Yoh con tranquilidad.
— Así es, igual cuando deseo dar una buena impresión a alguien de quien desconfío totalmente...
— No me sorprende, no esperaba que me recibieran con los brazos abiertos o algo parecido, únicamente cumplí con una promesa— Yoh dio media vuelta lentamente y se encontró de frente con otro santo— Cuando menos te presentas, fuiste muy desconsiderado al permanecer oculto todo este tiempo... Ikki Fénix, presumo.
Con su armadura inmortal protegiéndolo, el Ave Fénix confrontó al extraño viajero— Yo desconfío de cualquiera que intenta pasarse de listo— puntualizó Ikki— Tus acciones, aunque desinteresadas, me parecen demasiado repentinas.
— ¿No confías en las palabras del Antiguo Patriarca?
— De quien no me fío es de ti— aclaró— Yoh Asakura ¿quién eres en realidad?
— Solo un simple shaman...— respondió hundiendo los hombros
— Tal vez seas el primer shaman que conozca, pero no creo que seas simple...— le dijo con firmeza— El mismo Shion lo dijo, aunque los de tu clan son fuertes, en una guerra santa no hubiesen tenido grandes oportunidades... Y sin embargo, tú pareces capaz de intimidar a un Santo.
— ¿Te intimidé— preguntó Yoh, divertido.
— He vivido en el mismo infierno más de una vez, ya nada es capaz de intimidarme.
— Hmmm existen diferentes clases de infiernos por los que uno puede pasar, ¿cómo puedes estar tan seguro de que has vivido en el peor?— preguntó tranquilamente.
Fénix no era capaz de encontrar malicia en esa mirada, o en su tono de voz... Yoh sonreía como un niño, con inocencia, algo demasiado extraño para alguien de su edad. Ikki intentaba conocer al hombre frente a él a través de sus ojos, pero no encontraba algún defecto, ni mentiras o malas intenciones; si las hubiera, desde hace tiempo lo habría atacado.
— Fénix, no tengo el gusto de conocerte, pero he escuchado mucho de ti, al igual que de los demás. Ante lo que he visto con mis propios ojos al venir aquí, tengo la completa confianza de que lograrán reconstruir este lugar y tal vez llegue a ser la época dorada del Santuario, sin duda la más prometedora— habló rompiendo el incómodo silencio que había confabulado para mantener la tensión entre ellos— Créeme lo que te digo, tengo respeto por ustedes, por su diosa y por su causa, es por ello que accedo a una unión con el Santuario en un futuro, si lo permiten claro, ya que en este momento no es el apropiado. Hay mucho trabajo que debemos hacer.
— Suponiendo que hablas con la verdad, ¿qué es lo que harás tú?
— No me interpondré en sus caminos, yo debo recorrer el propio y hacer lo mismo que ustedes con mi pueblo. Pero eso no quiere decir que no vaya a volver—aseguró el shaman.
— Jamás pensé lo contrario.
— Bueno, creo que ya es hora de marcharme—musitó Asakura al volver el rostro hacia la estatua de Atena— A menos que tengas algo más que quieras decir... o impedir que me vaya como tu amigo Seiya...
— A diferencia de él, yo pienso, luego actúo— dijo al darse vuelta y emprender la marcha hacia el Gran Salón— Eres un sujeto extraño, y por más que lo he intentado no encuentro algo en ti que me permita mantener mi creencia de que eres un farsante.
— Eso ya es todo un avance...
— Pero eso no quita que te considere de cuidado... Yoh Asakura, aún tengo mis dudas sobre ti, pero sé que el tiempo me dará la razón o me mostrará mi error al haberte dejado ir así como así...— su voz se perdió por la distancia entre ambos y la resonancia de las armaduras.
Una vez solo, Yoh suspiró y comenzó a caminar, dirección opuesta a la del Fénix.
— Disculpa su impertinencia, son jóvenes y aún conservan la rebeldía de la edad— escuchó Yoh durante su andar.
— Descuida, yo lo entiendo, de verdad— dijo sin resentimiento alguno, pudiendo él ver a su lado a Shion de Aries.
— Aún así, me avergüenzan sus acciones, todo lo que hagan aún lo siento como mí responsabilidad y es por ello que le reitero mis disculpas— el espíritu del Patriarca se inclinó en una reverencia formal— Son tan impetuosos que ni ante el mismo Shaman King han sabido comportarse— pensó Shion con malestar.
— Shion, por favor. A la única que debes rendirle cuentas es a tu diosa, y como no han cometido ninguna falta contra ella entonces... no veo la necesidad de que te disculpes, todo está bien amigo mío.
Shion sonrió discretamente ante el cumplido, y se puso de pie— No hay duda, esta nueva era estará al cuidado de personas extraordinarias...— pensó ante la generosidad del actual Shaman King— Seiya, Shun, Hyoga, Shiryu, Ikki, el mayor reto de sus jóvenes vidas comenzará ahora, pero Atena ha depositado todas sus esperanzas en ustedes; no por nada les ha cedido grandes aliados. Bajo su protección estoy seguro que lograrán el éxito de su misión...— miró en dirección al Santuario, despidiéndose en silencio del refugio antes de desvanecerse en el aire junto con la melodía de las armaduras.
Como un canto de sirenas, aquella resonancia los atrapó e indujo al silencio completo, prestando toda su atención a las doce cajas doradas. Hasta que el cántico cesó es cuando pudieron reaccionar. Seiya fue el primero, pero sus pensamientos seguían siendo los mismos y comenzó a correr de nuevo.
— ¡Seiya, detente, no tiene caso!— alcanzó Hyoga a sujetarlo por el brazo— Ese hombre se ha ido.
— ¡¿Acaso piensan dejarlo ir sin responder a todas estas intrigas?!— logró soltarse, pero postergó sus intensiones.
— No quisiera, pero si te tranquilizas un momento te darías cuenta que su presencia ha desaparecido, por completo— respondió serenamente el Cisne— Estoy tan desconcertado como tú, pero ahora todo parecer tomar sentido gracias a que los mantos dorados están aquí.
— Olvida a ese hombre por el momento Seiya, hay cosas que debemos atender ¿no lo crees?— se acercó Shiryu.
— Pero él...
— Suficiente— pidió Shun— Él solo era un mensajero, ya ha demostrado decir la verdad ya que el mismo Patriarca lo ha respaldado, y tras Shion la misma Atena. ¡Además mira esto!— apuntó las armaduras— ¿Por qué traerlas de vuelta y entregárnoslas? Seiya, sé que debemos ser cuidadosos, y más al tratar a una persona que esconde tremendas habilidades... Pero también debemos aprender que no todos los que se presentan ante nosotros deben ser nuestros enemigos...
— Shun tiene razón, el tiempo nos dirá si ese sujeto es nuestro aliado o enemigo, por ahora sólo podemos juzgarlo por sus acciones y... no veo el por qué desconfiar, incluso deberíamos sentirnos agradecidos— recalcó el Dragón.
— .... Está bien. Pero algo me dice que me arrepentiré después por esto— suspiró resignado Seiya— Ahora ¿Cuál es el plan a seguir?
— Eso es sencillo— escucharon proveniente del acceso trasero del salón— Construir el camino por el que los próximos santos deberán cruzar para llegar hasta aquí. ¿O no fueron esas las palabras de Shion?
El rostro de Andrómeda se iluminó de alegría al reconocer el timbre de aquella voz— ¡Ikki!
En cuestión de instantes Ikki, el ave Fénix, arribó cerca de sus camaradas, contemplando discretamente las cajas doradas y despertando en él los mismos sentimientos de dicha.
— Ikki, parece que ya sabes de la situación— inquirió Shiryu.
— ¿Cuándo llegaste?— agregó el Cisne.
— Justo a tiempo para escuchar lo que debía escuchar— respondió a secas el santo.
— ¿Y qué opinas hermano?
— Me reservaré mi juicio sobre lo ocurrido... — palpó uno de las columnas del templo— Aunque, es abrumante el pensar que fuerzas que desconocemos se hayan reunido en este lugar para levantarlo tal y como hace años se encontraba... Sin embargo, creeré lo que ven mis ojos, y en este caso la prueba de que Atena desea el renacimiento del Santuario se encuentra frente a nosotros.
— Parece que la decisión es unánime— comentó Shun.
— Pero la pregunta es.... ¿por dónde comenzar?— murmuró pensativo el Pegaso, callando, así como sus demás compañeros quienes intentaban extraer la respuesta más adecuada de las cajas de oro.
Si hace años les hubieran dicho que ellos estarían a cargo de tal obligación, no lo hubieran creído....
Eran sólo niños cuando comenzaron a portar sus mantos sagrados y luchar en las interminables guerras santas. Irónicamente pasaron por encima de sus superiores, y el haber sobrevivido hasta hoy corroboraba lo indicados que resultaban para tal responsabilidad. Sus amargas pero victoriosas experiencias, los han convertido en maestros.
En el interior de cada uno de ellos, cierta impaciencia comenzó a crecer, al igual que un poco de temor por el fracaso, la inseguridad ante la desconfianza de los hechos, pero igualmente crecía una alegría y emoción indescriptible por el futuro que, hace poco, resultaba incierto para ellos.
Finalmente una pequeña luz había aparecido y les alumbraba un panorama bastante prometedor.... difícil, pero el resultado valdría la pena.
Las palabras de Shion parecían confortar sus inquietudes y apartar sus temores — ... pese a sus miedos, sus dudas y su inseguridad, el cosmos de Atena los guiará siempre....
Continuará…
* Yoh Asakura: Protagonista del anime/manga 'Shaman King'. Al comienzo de esta historia tiene alrededor de veinte años y todo indica que es dueño del titulo de 'Shaman King'
