Léeme: tanto si eres un lector viejo o nuevo, te doy la bienvenida a la versión de platino de Jus Sanguinis, lo que significa que si eres viejo lector, varias cosas han cambiado y quizás te convendría releer para entender bien de qué va esto. Sin más preámbulos, los datos importantes. Esta historia sigue la línea del sexto libro de Harry Potter, no es canon. Por motivos de trama, Hermione no tiene un año más que el resto de sus compañeros.
Harry Potter no me pertenece, sino que a J. K. Rowling. Yo sólo me entretengo con sus personajes y aunque ella considere a Draco Malfoy como un malvado sin opción de redención, ¡yo no estoy de acuerdo!
¡Espero que les guste!
"Jus Sanguinis"
Por Ar-Nárwen
Capítulo 1: El Inicio
El expreso de Hogwarts iba repleto como todos los años de estudiantes que hablaban hasta por los codos para contar a sus amigos lo que habían hecho durante las vacaciones. Parecía que las visitas, lechuzas y todo tipo de comunicación no habían sido suficientes, siempre había un detalle, un encuentro, algo más que contar.
Hermione y Ron venían saliendo del vagón donde se reunían los prefectos, con toda la intención de ir a patrullar un poco el tren, aunque este deber sólo Hermione se lo tomara en serio. Ron, por su parte, quería llegar lo más rápido posible a su vagón. Hasta el momento había sido un viaje perfecto y no quería arruinarlo con latosas responsabilidades que de todas maneras, nadie se enteraría si no hacía. El truco, era ser capaz de evitar a Hermione. Una vez pasado ese obstáculo, bienvenido el descanso antes del banquete de bienvenida.
Cuando ambos volvieron a su compartimiento, se encontraron con Harry, Ginny, Neville y Seamus, comiendo lo que Harry había comprado hace un rato. Habían visto pasar el carrito con la comida, y sus estómagos no perdieron el tiempo para declarar que tenían hambre y que entre antes comieran un rana de chocolate, más satisfechos se sentirían. El resto del viaje, fue muy ameno para todos los Gryffindor, al menos, aquellos que no tenían un tren que patrullar. Finalmente Hermione se había salido con la suya (como todos sabrían que ocurriría) y ella y Ron, habían partido a recorrer el tren, dejando a Harry con los otros. No era que Harry se sintiera especialmente miserable al estar en compañía de sus compañeros, pero aquello no era lo mismo que compartir su viaje con sus dos mejores amigos. Finalmente, Harry se excusó de su pequeño grupo y tomando de la manera más inocente que pudo su capa de invisibilidad, decidió que averiguaría algo más sobre un tema que lo había estado molestando todo el verano: Malfoy. Ron y Hermione estaban un poco cansados de discutir el tema con él, y una parte suya no los culpaba por ello, pero simplemente Harry no podía dejar el tema descansar. Después de su aventura en el Departamento de Misterios y la notoria ausencia de Lucius Malfoy esa noche, Harry se había preocupado y teorizado sobre lo que aquello podía significar. ¿Por qué no iba a estar Malfoy con el resto de los suyos cuando había aparecido en el cementerio clamando por el perdón de Voldemort y jurándole su lealtad? Si a ello se le sumaba lo que había visto en el Callejón Alley con Ron y Hermione, entonces la paranoia de Harry estaba completamente fundamentada. La familia Malfoy tenía que estar planeando algo y Draco Malfoy era un agente dentro de Hogwarts. La única manera de demostrarlo sería viéndole la Marca Tenebrosa en el brazo, por eso Harry partía a espiar a Malfoy.
A Hermione se le tenía que perdonar el no haberse percatado inmediatamente que algo había ocurrido con Harry, pero entre sus deberes de prefecta, el tener que supervisar que Ron cumpliera los suyos y el alboroto que se había creado en el tren con la reunión de un grupo de alumnos con un nuevo profesor, la chica tenía bastantes cosas en su cabeza, lo que no significaba que estuviera bien que algo así se le hubiera pasado.
―¿Harry, estás bien? ―preguntó al notar cómo miraba con especial furia hacia la mesa de Slytherin.
―No ―gruñó Harry, aún sintiéndose humillado por la escena del tren como para ser más cortés con Hermione.
―¿Qué pasó, amigo?
―Es Malfoy ―admitió Harry, despegando por unos momentos la mirada de la mesa enemiga―. Más tarde les cuento.
Y con esas pocas palabras, Hermione supo que verdaderamente Harry no había dejado de lado el tema del complot malvado que supuestamente estaban haciendo los Malfoy.
El banquete de bienvenida había terminado con el clásico discurso de Dumbledore, cada vez menos alegre e insistiendo con renovada energía en la unión de las casas para los tiempos que se les venían encima. Mecánicamente, los estudiantes se pusieron de pie, y un nuevo griterío llenó el comedor. Los prefectos llamaban a los nuevos para mostrarles el camino, mientras que el resto caminaba por instinto hacia sus lugares designados. Los Gryffindor estaban subiendo la gran escalera de la entrada, cuando una voz se levantó entre las otras:
―Pero si es cara rajada, el pobretón y nuestra querida sangre sucia –dijo Malfoy con una falsa sonrisa en los labios.
―¿Qué quieres, Malfoy? ―escupió Ron comenzando a enojarse.
―Sólo saber cómo estaba el Trío Dorado, Weasley. ¿Es idea mía o este año tus túnicas se ven aún más usadas que las del año pasado?
Ron saltó ante el comentario dispuesto a romperle la nariz al rubio, pero un rápido movimiento de varita de Harry lo frenó en su intento.
―¿Luchando en nombre de Weasley eh, Potter? ―preguntó Malfoy como si ello le sorprendiera―. ¿No has tenido suficiente hoy?
Harry y Ron enrojecieron inmediatamente, pero para sorpresa de todos los presentes, Malfoy no respondió ante el desafío de la varita de Harry como solía hacerlo, sino que con una mueca y una sonrisa satisfecha, dejó a los tres Gryffindor mirando su espalda mientras seguía su camino.
―Eso fue extraño ―dijo Hermione después de unos minutos―. Harry, ¿qué quiso decir Malfoy con eso de que no has tenido suficiente por hoy?
―¿A quién le importa lo que insinúe o no el hurón? ―comentó Ron, aún herido por el comentario sobre su túnica.
―Luego, Hermione, cuando haya menos personas a nuestro alrededor. Ahí les contaré todo ¿de acuerdo?
Los siguientes días pasaron sin mucha novedad. Gracias a que Snape ya no enseñaba Pociones, Harry y Ron habían podido incluirse a la clase y Harry había descubierto sus habilidades potenciales en la materia ahora que otro profesor la enseñaba. Defensa contra las Artes Ocuras había sido tan mala como los tres amigos lo habían supuesto y al final de la hora, Harry se había ganado su primer castigo del año. Otro aspecto a considerar era que los profesores no perdían el tiempo, la preparación para los ÉXTASIS había comenzado y Hermione no iba a quedarse atrás. Traía de antemano un itinerario de estudio a grandes rasgos para el resto del año, con suficiente espacio entre anotación y anotación para incluir detalles y cosas importantes. Aún con Voldemort suelto y Harry y Dumbledore nuevamente en el buen lado de la prensa y el público, habían ciertas cosas en Hogwarts que no cambiaban. Hermione era una de ellas.
El jueves por la noche, luego de la comida, Harry y Ron se entretenían a sí mismos en una acumulación de insultos hacia Snape por haberles dejado tanta tarea. Hermione hacía oídos sordos a sus palabras, mientras intentaba concentrarse y seguir trabajando, pero un dolor de cabeza más fuerte de lo normal, sumado a las quejas de sus dos mejores amigos, hacía sus esfuerzos en vano. Cerró el libro con fuerza, y miró a ambos con una mirada de reproche. Decidió irse a dormir, y preocuparse al día siguiente por la tarea de Snape, de todas maneras, ya la tenía casi lista y no había nada mejor que trabajar con la mente despejada en las silenciosas horas de la mañana.
Hermione fijó la vista en su reloj de pulsera. Eran las cuatro de la madrugada, y el repentino dolor de cabeza que la había despertado, no la dejaría volver a dormir. La idea no le gustó, necesitaba esas horas extras de sueño para estar bien despierta y alerta a la hora de aprender. Volver a dormir le resultó imposible como temía, y después de dar al menos unas veinte vueltas en su cama, y haberse enredado en las sábanas otras tantas, Hermione finalmente se puso de pie, dirigiéndose al baño. Si no podía dormir, entonces usaría su tiempo en algo útil como estudiar. Este año no podría permitirse ningún tipo de atraso.
Algunas horas más tarde, la sala común se iba llenando de estudiantes que se veían recién salidos de sus camas. Hermione volvió a fijar la vista en su reloj, llevaba tres horas con ese maldito dolor de cabeza, y el desayuno debería estar recién sirviéndose, por lo que se puso en pie, y fue a dejar el libro que estaba leyendo a su habitación. Al verla, Parvati y Lavender dejaron escapar un pequeño grito que retumbó en la cabeza de Hermione, que para ese entonces, amenazaba con explotarle al menor decibel. Sin oponer resistencia, fue arrastrada por ambas Gryffindor al baño, donde en unos minutos, la dejaron bastante más presentable.
―Ahora nadie podrá decir que has tenido una mala noche ―dijo Parvati mirando con ojo crítico a Hermione por si se le había escapado algún detalle que arreglar.
―Si salieras así todas las mañanas, te aseguro que Harry y Ron te verían más como una chica y no como un chico, Hermione ―dijo Lavender como si ello fuese lo más obvio del planeta― y antes de que respondas que tu amistad con ellos es completamente normal y que yo debería aprender a tener amigos hombres, solo voy a agregar que ahora que Harry es nuevamente popular, vas a necesitar algo más que tu cerebro.
―Lav tiene toda la razón. Debajo de todo ese pelo, se puede apreciar tu cara, y tú simplemente te escondes. Deberías estar agradecida, no tienes nada que ocultar, no como aquella chica de Ravenclaw… ¿Has visto su cara? Ella dice que es una maldición, pero con Lavender estamos seguras de que se trata de algún tipo de infección.
―Parvati…
―No seas así con nostras Hermione ―volvió a hablar Parvati, mientras hacía nuevos cambios al pelo de Hermione― todos estos años te hemos dicho que deberías preocuparte un poco más por tu apariencia… ¡y ya está! Bastante simple, pero con clase. De esta forma, no parece que hubieras estado mucho tiempo frente al espejo, si me preguntas, simplemente perfecto para ti.
Ante este último comentario, Hermione se puso de pie caminando hacia la salida. De no ser por el maldito dolor de cabeza, no se hubiera sometido libremente a la tortura de Parvati y Lavender, pero no tenía mucha energía como para detenerlas. A pesar de ser éste el sexto año que compartían dormitorio, Hermione nunca había hecho muy buenas relaciones con las otras dos chicas. Sus intereses eran diferentes y dado que el primer año Hermione había demostrado una completa incapacidad para hacer amigos hasta que Harry y Ron la salvaron del Troll, la relación entre las tres nunca había pasado a más que cordialidad y una que otra mínima confidencia. Seguía siendo temprano para ir a desayunar, y además ella siempre bajaba con Harry y Ron, o Ginny si es que sus mejores amigos se tardaban mucho, pero sentía que debía comer algo y averiguar si el dolor que tenía se debía a un poco de fatiga o no.
Los pasillos se veían bastante lúgubres, todos silenciosos. Hermione no podía evitar el sentimiento de estar haciendo algo contra las reglas, siendo tantas las veces que ella, Harry y Ron habían vagado durante la noche por el colegio, pero era de mañana aunque no lo pareciera. Al llegar al comedor, se encontró con las mesas completamente vacías. Hermione respiró aliviada, lo mejor para una jaqueca como la que tenía, era mucho silencio.
Al pasar por la mesa que le correspondía a los de Slytherin, Hermione notó que no estaba sola. Sentado en el medio, estaba nada más que Draco Malfoy, desparramado sobre la mesa, con la cabeza entre los brazos que hacían de improvisada almohada. El rubio no daba signos de haberla notado, por lo que Hermione caminó hacia la mesa de Gryffindor y se sentó en ella. Al ver la comida, una sensación de asco se apoderó de ella, y apartando el plato, también se desparramó en la mesa, curiosamente en la misma posición que Malfoy se encontraba.
Harry y Ron habían bajado a la sala común y buscaban a su amiga cuando Parvati y Lavender les dijeron que se había levantado muy temprano esa mañana y ya debería estar desayunando. Al llegar al comedor, y hacia donde Hermione se encontraba, la miraron preocupados. No era propio de ella estar así en la mesa, y menos dejar el plato a un lado, sin haber comido nada. Eso les recordaba peligrosamente a su campaña de liberación de los elfos domésticos, y no querían volver a pasar por lo mismo.
-¿Hermione? –preguntó Harry, tanteando el terreno. Recibió sólo un gruñido por parte de su amiga-. ¿Estás bien?
Hermione levantó la cabeza y asintió. Todo parecía indicar que el trabajo que Parvati y Lavender habían hecho con ella fue muy exitoso, pues inmediatamente Harry y Ron comenzaron a desayunar, sin decir una sola palabra.
―¿No vas a comerte eso? –preguntó Ron después de un rato, mirando hambriento el plato de Hermione.
―No tengo hambre.
―¿Y no te va a dar después? ―preguntó Ron recordando un episodio de años pasados.
―Te doy permiso para que te comas la comida que queda en mi plato, Ron ―respondió Hermione cansada.
―¿Segura de que estás bien? No se te oye sana.
―No lo sé, Harry. Desde muy temprano tengo una jaqueca bastante insoportable ―dijo fijando la vista en Malfoy, que según pudo apreciar, no estaba en todo su esplendor. Inmediatamente desvió sus pensamientos del Slytherin, recriminándose mentalmente por esto. Tendría que comenzar a sentarse al otro lado de la mesa, ya que cada desayuno, almuerzo o comida, terminaba mirándolo. El por qué de esto, era un pensamiento que le disgustaba demasiado como para darle más vueltas.
Ante esto, Ron que había estado escuchando la conversación, comenzó a presionar a Hermione para que fuera a la enfermería. Seguramente le darían alguna poción y se sentiría como nueva.
Hermione estaba bastante agradecida de que sus amigos se preocuparan por una simple jaqueca suya, la hacía sentirse querida, sobretodo viniendo de Harry, que no estaba teniendo mucho progreso en asumir y aceptar la muerte de Sirius.
Despejó su cabeza de aquellos recuerdos tan penosos… no quería preocupar a su amigo a primera hora.
Harry, Ron y Hermione se encaminaron a su primera clase, Cuidado de las Criaturas Mágicas, que debían compartir con los Slytherin. Todos los años, alguno de ellos se las ingeniaba para poner a Hagrid en problemas ya sea por las horribles criaturas que los hacía estudiar, o por el simple desprecio que le tenían a éste. Aunque el trío le tenía un cariño especial a Hagrid, muchas veces debían concordar con los otros estudiantes,en que el profesor solía pasarse de la raya con los monstruos que les hacía estudiar.
―Siempre que no haya inventado más variaciones de Escregutos de Cola Explosiva, me considero satisfecho ―dijo Ron exteriorizando los pensamientos de los otros dos.
―Yo sigo esperando que una de las criaturas finalmente se coma a Malfoy ―agregó Harry resignado― ¿supongo que podemos soñar, no?
―Nunca se sabe, puede que tengamos suerte y que algo salga del bosque y se lo zampe.
La clase estaba reunida frente a la cabaña de Hagrid, hablando despreocupadamente.
Cuando Harry, Ron y Hermione llegaron al grupo, notaron como todos tenían una gran sonrisa en sus rostros, gesto muy raro cuando de esta clase se trataba.
Hagrid les había estado hablando de un pequeño cambio de planes en la clase del día, y que deberían volver al castillo, pues esta vez tenía unas criaturas inofensivas e interesantes que mostrarles. Hermione no entendía la causa de su felicidad, lo que para Hagrid parecía inocente, ciertamente no lo era. Pero ella no era la única que pensaba de este modo, ya que Malfoy se quejaba de lo mismo frente a sus amigos, aún viéndose bastante enfermo.
Hagrid los guió a una pequeña sala en el primer piso dónde se encontraba una caja de cristal con dos criaturas que se asemejaban a conejos peludos y pequeños, sin las orejas, dentro de ella. El resto de la clase miraba desconfiadamente hacia las dos criaturas esperando que en cualquier momento, ambas explotaran o les creciera una segunda cabeza que escupiría fuego.
―Estos pequeños no son criaturas muy comunes en el mundo mágico, debido a su poco normal origen, y debo decir que para encontrar uno, hay que saber muy bien lo que se está haciendo. Son bastante mansos, se llevan especialmente bien con los niños, y no tienen habilidad mágica alguna. Fueron nombrados Conejos Falsos debido a su falta de orejas. ¿Alguien sabe algo más de ellos?
A nadie le sorprendió ver como la mano de Hermione se levantaba en el aire ansiosa por responder la pregunta. Cuando Hagrid le dio palabra, ella comenzó a hablar con ese tono de voz que todos identificaban muy bien, uno de total sabelotodo. –Una de las razones de que los Conejos Falsos sean creaturas extrañas es porque fueron creados por accidente por un mago irresponsable que intentaba embruja conejos muggle normales. Se ha descubierto que la sangre de los Conejos Falsos tiene propiedades paralizantes usadas en pociones del área de la medicina.
―¿Es que no se puede quedar callada? ―dijo Pansy Parkinson, lo suficientemente fuerte para que toda la clase la oyera.
―Cállate, Parkinson. Nadie ha pedido tu opinión ―dijo Hermione, que gracias al dolor de cabeza, no tenía mucha paciencia.
―¿Y si no lo hago, qué? ¿Vas a leernos un libo y matarnos de aburrimiento?
―Dudo que sepas leer, Pansy, por lo que no te haré un favor leyendo para ti ―respondió Hermione, mirándola con la misma arrogancia que cada miembro de la casa enemiga solía adoptar.
Harry y Ron no pudieron aguantar la risa, y se fueron hacia atrás para no causar problemas.
―No te creas la gran cosa, entre tú y yo, no eres nada sangre sucia ―terminó Pansy. La seguridad de Hermione flaqueó inmediatamente al oír esas dos palabras, y como Pansy se dio cuenta de esto, le dedicó una mirada desdeñosa.
―Oh vamos, Granger, ¿aún no aceptas tu condición? ―dijo Malfoy entre risas sofocadas.
Ron, que había estado esperando una buena oportunidad para darle a entender a Malfoy lo que pensaba de él, tomó la ofensa de su mejor amiga como propia y saltó sobre el rubio. Tenía a Malfoy tomado firmemente del cuello de su túnica, con el puño en alto dirigiéndose hacia su nariz, pero él fue más rápido, librándose de Ron con una patada y una sacudida que los hizo retroceder unos cuantos pasos, y a Ron tropezarse.
―Como siempre, Weasley ―dijo Draco limpiándose la túnica―, yo gano.
Hagrid que había visto todo el enfrentamiento sin decidirse a intervenir, se encontraba ahora atravesado entre Malfoy y Ron, mirándolos a ambos, bastante enojado. Nada le hubiese gustado más que castigar a Malfoy por sus comentarios, pero eso significaría tener que castigar también a Ron, no podía ser imparcial.
―Es la última vez que dejaré pasar algo como esto. Y la advertencia también es para ustedes, señoritas ―gruñó por lo bajo, desviando su atención nuevamente a la clase.
La pelea entre Draco y Ron, había dejado a los estudiantes de ambas casas más tensos que de costumbre. Cada uno fulminaba con la mirada al enemigo, mientras que Hermione en el otro extremo de la sala, intentaba calmar a Ron para que no siguiera agitando la clase de Hagrid. No podían arriesgarse a que Malfoy planeara una nueva forma para que expulsaran a Hagrid, como casi lo logra en su tercer curso. El resto de la mañana lo pasaron observando a los Conejos Falsos degustando distintos tipos de hierbas y probando superficies para poder dormir. Una clase más que aburrida.
Media hora antes de que se vieran libres, Hagrid peguntó quién sería capaz de explicar a qué edad la sangre de los Conejos Falsos estaba madura para poder ser usada. Inmediatamente todas las cabezas se desviaron hacia Hermione, que tenía la suya sepultada en sus manos, ausente a todo lo que pasaba a su alrededor.
―¿Hermione, estás bien? ―le susurró Harry al oído.
―Claro, Harry, no me pasa nada.
Complicaciones como ésa no estaban programadas en el año de Hermione e iba siendo hora de que dejaran de atormentarla.
―Hagrid está esperando que des una respuesta.
―Oh ―Hermione se puso de pie, situándose frente a sus compañeros mientras empezaba a hablar del proceso de crecimiento de los conejos falsos. La jaqueca que había tenido toda la mañana, había hecho que perdiera el hilo de sus pensamientos dos veces, y concentrarse le resultaba cada vez más difícil. Intentó una vez más seguir hablando, pero el dolor se había vuelto tan intenso que sentía como si se fuera a desmayar de un segundo a otro. Una oleada de náuseas la había invadido junto con un repentino mareo que atacaba su equilibrio. Hermione se afirmó de una pared para no caer al suelo, intentando enfocar los ojos en un punto fijo.
La jaqueca que en los últimos cinco minutos se había hecho cada vez más intensa, pareció alcanzar su punto límite, extendiéndose a todo su cuerpo. Hermione sentía como si se estuviera quemando lentamente, la misma sensación que la había invadido cuando había tomado la poción multijugos. Sintió como su cuerpo se estiraba, y sus facciones cambiaban, mientras seguía respirando agitadamente, casi ahogándose. Una luz blanca, como si de un relámpago se tratara, inundó la pequeña sala donde estaban, cegando a todos los presentes por una milésima de segundo.
Hermione se incorporó, sintiendo como el dolor la abandonaba y también aquella maldita jaqueca. No entendía bien lo sucedido, ni tampoco aquella repentina luz, pero se sentía bien, y con eso estaba satisfecha.
―¡HERMIONE! ¿Estás…? ―la voz de Ron se apagó a media pregunta, mientras miraba boquiabierto a su amiga, con los ojos tan abiertos como si se le fueran a salir.
La chica notó esta extraña situación, y respondió a ella mirando a Ron como si le hubiese salido una segunda cabeza, pero él no era el único que tenía su vista fija en ella, sino que todo el resto. Harry la miraba con una mezcla de incredulidad y asco, que ella tenía problemas en procesar. Pero Hermione seguía mirándolos a ambos, buscando respuestas o algún indicio de su extraña conducta. Lentamente fue recorriendo con la vista las expresiones del resto, todos los Gryffindor la miraban impactados, de algunos hasta se podía decir que la miraban decepcionados y traicionados.
¿Traicionados? pensó con la primera nota de miedo.
Una repentina sensación de malestar y desolación invadió a Hermione. El silencio estaba siendo reemplazado poco a poco por sofocados murmullos, que presentía, iban dirigidos hacia ella. Desplazó los ojos hacia Neville y Seamus, pero ambos parecían demasiados ocupados mirando a Malfoy y luego a ella, con una expresión aterrorizada.
Sabiendo que era una mala idea, decidió mirar a los Slytherin. Pansy Parkinson la miraba con tanto odio que no le pareció raro. Crabbe y Goyle parecían no entender nada, como si eso fuese algo de lo que preocuparse, pero cuando se topó con los fríos ojos de Malfoy, clavados en su persona, comenzó a asustarse. Draco la miraba furibundo, con los ojos grises opacados por la furia, y tan pálido que parecía uno de los tantos fantasmas de Hogwarts. Sus labios estaban apretados, y todo su cuerpo daba a entender que en cualquier momento explotaría si no hacía algo rápidamente. Hermione le sostuvo la mirada lo más que pudo, pero cuando éste se levantó impulsivamente, con la varita en la mano, no pudo evitar retroceder unos pasos. Draco caminó hacia la puerta, haciéndola volar con un movimiento de su varita para salir de aquella sala lo más rápido posible.
Con la repentina explosión, Hagrid pareció reaccionar, al igual que todos los otros, y tomando a Hermione de un brazo, la sacó rápidamente de la sala. Caminaba tan rápido, que Hermione iba casi volando detrás de él, reconociendo el camino que seguían como el que llevaba al despacho de Dumbledore.
―¿Q-q-qué está pa-pasando? ―preguntó en una convincente imitación del ex profesor Quirrel.
Hagrid permaneció en silencio hasta que ambos llegaron frente a la gárgola que cerraba el acceso al despacho de Dumbledore. Hagrid dijo la contraseña rápidamente, sin darle tiempo a Hermione para oírla, estaba muy sumida en sus pensamientos, y asustada por la reacción de Malfoy como para pensar en otra cosa. La gárgola giró sobre sí misma, revelando la escalera en espiral que llevaba directamente hasta el despacho del director, donde Hermione había estado previamente. Hagrid, que aún la tenía fuertemente tomada de un brazo, subió con ella la escalera, y tocando la puerta, asomó la cabeza, sin esperar una respuesta. Inmediatamente Dumbledore los hizo pasar, observando atentamente a Hermione.
―Profesor, realmente no sé cómo ocurrió esto, señor. Ella parecía totalmente enferma, y luego una luz, y todos miraban, pero estaba igualita a, es lo más increíble que he visto en mi vida, señor. ¿Podrá ser magia negra? Señor, Malfoy, aún tengo que alcanzarlo, pero el cambio, simplemente no lo entiendo ―dijo Hagrid intentando explicarse y sin respirar mientras hablaba. Dumbledore se quedó mirándolo, y con un tono de voz muy calmado, mandó a Hagrid de vuelta a su clase, con la orden de que se asegurara que ninguno de los testigos abandonara el lugar. No querían rumores extendiéndose por todo el colegio, luego él se haría cargo.
―Profesor, temo que no estoy entendiendo ―dijo Hermione, sintiendo como nuevamente el colegio comenzaba a dar vueltas a su alrededor.
―Señorita Granger, le sugeriría que tome asiento antes de empezar nuestra pequeña charla ―Dumbledore señaló una de las sillas frente a su escritorio, en la cual Hermione se sentó ―¿se le ofrece algo, quizás un té o preferiría un sorbete de limón?
Hermione negó con la cabeza, y se arrepintió inmediatamente de ello, mientras sus ojos seguían cerrados en un intento de que todo dejase de girar a su alrededor.
―¿Se encuentra usted bien, señorita Granger?
―Jaqueca, mareo. Todo me da vueltas.
Y ante los ojos del director, Hermione Granger se desvaneció.
Había mucha luz a su alrededor, la luz dolía. Hermione se giró en su cama y hundió la cabeza en la almohada, donde estaba oscuro. Si, oscuro era bueno. Sabía por experiencias de una de sus tías que las jaquecas o migrañas o la maldición de la familia, como solía decir su tía Esther, eran unos dolores de cabeza tan intensos que podían hacer caer hasta al más grande los hombres y venían acompañadas de síntomas como náuseas, vómitos y el que Hermione estaba experimentando, fotofobia. ¿Por qué se sentía tan mal? Era como haber sido golpeada por una maldición especialmente viciosa. Un rítmico golpeteo en el ambiente hizo a Hermione gruñir por lo bajo.
Dolía.
―¿Está usted despierta, señorita Granger?
No. El golpeteo seguía.
―¿Señorita Granger?
No respondería. El hecho de pensar en qué decir le dolía. El silencio era bueno, también la oscuridad. Odioso golpeteo.
―Señorita Granger, temo que no podrá tomar algo para calmar el dolor si no se da vuelta.
Cuando después de varios minutos Hermione finalmente se dio vuelta, la luz que antes la había dañado ya no estaba y agradables penumbras la envolvían. Junto a ella no sólo estaba la señora Pomfrey con un surtido de pociones, sino que el director, quien se había sentado en una silla al lado de su cama, la miraba con atención.
―¡Querida! Imagino el dolor que debes sentir. Presentas todos los síntomas de una fuerte migraña y no voy a saber yo lo que se siente tener una de esas. Pero no hay que preocuparse, no hay nada que el descanso y una buena poción no sean capaces de curar.
Hermione aceptó agradecida la poción que la enfermera le facilitaba, esperando que fuera una de esas de acción inmediata.
―¿Recuerda lo que la trajo a la enfermería, señorita Granger?
La pregunta del director sobresaltó a Hermione. Algo había ocurrido en la clase de Hagrid, pero no estaba segura de qué, puesto que el dolor de cabeza no la había dejado pensar racionalmente. Dirigiendo su atención al director y aún ponderando lo que había visto en Harry y Ron, Hermione hizo una mueca ante el mal gusto de la poción y un nuevo ramalazo de dolor.
―Temo decir, señorita Granger ―dijo el director con especial énfasis en el Granger― que su mirada se ha vuelto más dura de lo que solía ser ―ante esto, Hermione hizo una mueca de confusión. ¿A qué venía eso?― Sé que debo estar confundiéndola, por lo tanto buscaremos una forma de hacer las cosas más simples ―con un movimiento de su varita, Dumbledore hizo aparecer un espejo de mano que le tendió a Hermione.
―Imposible…
Continuará.
Para quienes se pregunten, aquí va una breve explicación sobre Jus Sanguinis: significa ley de sangre, o derecho de sangre.
Comentario de cualquier tipo, son más que apreciados.
