Ranma ½ no me pertenece. Pero si lo fuera, tendría un mejor final, fufufu...

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Fantasy Fiction Estudios

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Proyecto Idavollr 2017 - 2018

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IDAVOLLR

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La guerra de los hijos del vacío

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Vanaheim

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I

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Si escuchas la voz del pasado es porque algo trata de advertirte: ¡No sigas, no repitas los mismos errores que yo!

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El viento azotaba los muros viejos con tal fuerza y velocidad que estelas blancas se producían por el choque del aire contra las cornisas. Un gran agujero en la pared hacía de improvisada ventana de la torre en ruinas, que miraba hacia el lado opuesto del que era golpeado por la furia de los elementos, encontrándose protegida así del vendaval y sus molestias. El cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes de una mezcla de colores gris, marrón, dorado, anaranjado y carmesí, que parecían dejar entrever y reflejar la pobre luz de un sol gigantesco, rojizo y débil.

En el interior de la torre, Ranma se acurrucaba sentado contra la pared envuelto en una vieja manta rasgada de un género entre grisáceo y verde musgo. Llevaba el cabello totalmente suelto, dejando que los largos mechones cayeran desordenadamente sobre los hombros, y abrazaba la espada con el emblema de la familia Praga grabada en el pendón con inusitada fuerza.

Un hombre joven y alto de barba corta pero descuidada, con el cabello largo e igualmente suelto y desaliñado, se movía alrededor de una pequeña mesa de madera vieja, y de una caldera pequeña que colgaba de un armazón formado por tres listones sobre una fogata rodeada de piedras para proteger al fuego del poco viento que conseguía entrar en aquel lugar. El cabello dorado había perdido el brillo, vestía ropas holgadas y algo deshilachadas en los bordes, pero todavía ostentaba una cadena de oro que colgaba sobre la camisa como un recuerdo de épocas más gloriosas. Los ojos azules del desgarbado hombre se movían de un lado al otro de la mesa buscando los utensilios que necesitaba, entre cubiertos oxidados y platos resquebrajados.

Tras una última revisión a la mesa, el hombre se sintió satisfecho de su labor.

—La cena se encuentra casi en su punto —dijo levantando un poco el rostro, sus ojos azules estaban medio cubiertos por los desordenados mechones rubios.

—Avisaré a Rashell —le contestó Méril, que desde el principio estaba oculto del otro lado de la habitación, frente una pila de estantes que habían traído de otros lugares de la abandonada ciudad.

Algunos de los estantes se sostenían en pie, otros estaban tirados de costado en el piso y medio destruidos, pero todos servían para guardar los centenares de libros en los que Méril pasaba sus horas, sentado en un escritorio que también estaba casi cubierto por más pilas de ancestrales tomos, dejando ver del joven arquero apenas un mechón asomado por sobre los textos.

—No —dijo Ranma con una voz raspada y la mirada perdida en el agujero de la pared—, yo lo haré.

—¿Estás seguro? —preguntó Méril poniéndose de pie, asomando la cabeza por encima de los libros.

Ranma, en lugar de responder, se levantó pesadamente llevándose la manta como una capa que sostuvo juntando los bordes con una mano sobre el pecho, arrastrando con su otra mano la espada. Tras dejar el joven Saotome la habitación, Méril también se quedó de pie, y apartando los libros que le impedían el paso, se acercó a la mesa para hablar con el extraño hombre.

—Me preocupa —dijo Méril.

El hombre sonrió con tristeza.

—El ginnugagap es un lugar peligroso —respondió el hombre asintiendo con la cabeza y el largo cabello lacio cubrió más su rostro—, no sabemos qué daño pudo haber ocasionado tanta exposición al vacío a un alma mortal como la de Ranma. Tu naturaleza Aesir, mi joven Méril, te protege mucho mejor, porque todo dios poseedor de un halo divino es un universo en sí mismo; y Rashell también posee un halo divino al contar con la divinidad de Touni. Pero para Ranma es muy distinto…

—Lo de Ranma no creo que sea culpa del ginnugagap —lo interrumpió Méril.

—¿No?

Méril miró por la ventana, el zumbido del viento a velocidades impensables en otros mundos, y el de las rocas desprendidas haciéndose pedazos contra los muros, le daba escalofríos.

—Es esta ciudad, es lo que significa… lo que representa para todos nosotros —respondió Méril.

Freyr se pasó las manos por el rostro despejando los cabellos rubios, echándoselos hacia atrás. Con una actitud relajada miró también por el gran agujero de la pared.

—Lo comprendo… Es esta imagen de derrota absoluta, la no esperanza, el resultado final, un mundo sin vida —el vanir respiró profundamente envolviéndose en un aire de solemnidad—, el futuro de Midgard y de todo Asgard se encuentra reflejado aquí en la muerta Vanaheim. Pobre muchacho, se culpa demasiado por los errores de otros.

—Pero si llegara a ser verdad que la dama Freya, siguiendo sus instrucciones, haya podido detener el tiempo en Midgard, si ella llegó a conseguirlo, entonces aun podríamos tener esperanzas —Méril no perdía la confianza—. Midgard puede que todavía siga existiendo.

La mirada de Freyr fue de profunda tristeza, sus labios se movieron repitiendo el nombre de Freya sin pronunciar sonido alguno.

—Lo siento —agregó Méril, que se percató tarde de lo insensible que estaba siendo al recordar el posible destino de la dama Freya.

—Todos lo sentimos, mi buen niño, todos hemos perdido algo valioso a cambio del privilegio de poder continuar con vida en el juego del destino, aunque en este instante nuestra mano sea la perdedora —Freyr pronunció como pensando en voz alta, mirándose su mano vacía.

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Ranma bajó las escalinatas con cuidado teniendo que evitar los bloques más débiles que amenazaban con derrumbarse. Llegó a un enorme espacio cerrado donde el viento susurraba calamidades a través de los agujeros y silbaba escalofriantes pensamientos entre las columnas. Afirmó con mayor fuerza la manta y continuó. Al llegar a la sala, que en otro tiempo debió ser una magnífica recepción con estatuas que todavía se mantenían en pie mostrando a gloriosas mujeres danzando bajo el antiguo sol, se detuvo para admirar el lugar.

Por un momento, Ranma dejó de ver las ruinas, y tuvo una visión de aquella sala en otra época. Las paredes eran blancas y competían con las columnas por cuál de ellas tocaba más alto el lejano cielo de arcos de piedra tallada y bóvedas pintadas de oro, las estatuas parecían tener vida en medio de enredaderas que colgaban de todas partes, la fragancia de las flores se confundía con los aromas de los perfumes de las damas de la corte, que reían y discutían sus triviales asuntos sentadas en los peldaños a la sombra de las imágenes. La visión cesó y la nostalgia que lo invadió al encontrarse otra vez en el frío, oscuro, gris y derruido edificio, aumentó la pena de su corazón.

—¿Qué significa esto? —se preguntó el joven otra vez—. ¿Por qué tengo la sensación de que ya conocía este lugar?... ¿Será culpa de mi imaginación?

Sacudió la cabeza y continuó. Al final de la sala se encontraba la salida donde se veía una gran escalera delante de una plaza cortada por columnas derrumbadas, con estatuas y fuentes erosionadas por el viento, unida a la distancia con otros magníficos edificios que todavía mantenían algo de su antigua gloria. A un costado de la puerta se encontraba Rashell, sentado de piernas cruzadas y envuelto también en una manta, con la lanza descansando a su lado en la pared. El joven exmercenario miraba el paisaje sin expresar ninguna emoción, como si estuviera esculpido en piedra y fuera una figura más de ese lugar. Cuando percibió la llegada de Ranma giró rápidamente la cabeza y cambió la terrible seriedad de su semblante por la más amena de las sonrisas.

—¡Geez!, Ranma, ¿qué te trae a mis dominios? —preguntó Rashell con una sonrisa.

—¿Dominios? —Ranma alzó la ceja.

—Pues claro, amigo, si no queda nadie más en la ciudad entonces puedo proclamarla oficialmente de mi propiedad, será mi primera conquista —Rashell dejó de sonreír y lo miró con mortal seriedad—. A menos que quieras pelear por ella, claro está.

—Olvídalo —respondió Ranma. No estaba de humor para sus bromas, en realidad nunca lo estaba desde que llegaron a ese lugar.

—¡Perfecto! —Rashell recobró la sonrisa—. Entonces, mi fiel camarada, ya que hemos decidido el asunto de mi conquista, podré nombrarte a ti mi primer ministro.

—No me interesa —Ranma respondió desanimado, sin deseos de discutir.

Rashell notó el malhumor de su compañero, pero no desanimándose continuó hablando con entusiasmo.

—Ranma, te necesito. ¡Geez! Como verás los candidatos no sobran para mi nueva e invencible plana mayor.

—¿Y Méril? —Ranma comentó, entendiendo que Rashell no dejaría de molestarlo a menos que le siguiera el juego, a pesar de estar apenas prestando atención.

—Méril ya tiene cargo, será ministro de cultura, obviamente. A Freyr lo puedo dejar en cualquier parte, ¿ministro de relaciones exteriores?, supongo que no sería una mala elección.

—Se supone que ese cargo es para tratar con otras naciones, ¿no? —preguntó Ranma—. No le veo ninguna utilidad, no hay nadie más.

—¡Exacto! —Rashell chasqueó la lengua—, es el trabajo perfecto para Freyr, no tendría que hacer nada.

Rashell rio de buena gana, pero se detuvo lentamente al ver cómo Ranma ni siquiera sonrió.

—La comida está lista —dijo Ranma finalmente entre labios, cuando notó que Rashell lo miraba atentamente y en silencio.

—Ya era hora, ¡geez!, muero de hambre. Espero que esta vez haya algo distinto que esa viscosa sopa de babosa de las profundidades.

—Las babosas son la única cosa viva que queda por aquí —Ranma respondió de manera cortante—, a excepción de nosotros —se miró la mano abriendo y cerrando los dedos lentamente—. Aunque ya no estoy muy seguro de ello.

Por un instante Rashell lo miró con preocupación, pero prefirió hacer caso omiso a las palabras de Ranma sin perder su inusitado entusiasmo.

—Bueno, amigo, no me quejaría tanto si por lo menos supiera a verdadera babosa, porque ni siquiera una babosa gigante de Gimle sabe tan mal —Rashell se pasó la mano por su cabello más largo y desordenado—. Lo que más extraño de la magia es la comida. Te prometo, Ranma, que cuando regresemos no volveré a pensar que el hechizo de Millia para hacer aparecer platos atiborrados de manjares es inútil.

—¿Pensabas eso? —preguntó Ranma, con un tono de voz decaído.

—En un mundo donde la comida sobra pues sí, lo creía —suspiró nostálgicamente—. Será mejor que nos apresuremos que luego no nos dejarán nada de esa apetitosa babosa.

—Adelántate —Ranma se apoyó en el mismo muro que su amigo y deslizando la espalda se sentó mirando hacia el exterior, donde apenas se podía ver la plaza y algunos edificios antes de que las demás estructuras se perdieran en oscuras siluetas cubiertas por un violento manto de polvo y arena.

Rashell no quiso discutir y encogiéndose de hombros lo dejó, desapareciendo en las sombras de la gran sala. Ranma entonces buscó debajo de la ropa y sacó una pequeña fotografía de Akane. La imagen estaba en pésimo estado, con varias líneas marcadas y comenzando ya a deshacerse en los bordes, pero a pesar de ello la sonrisa de la chica era la misma que parecía irradiar calor aun en ese mundo frío y muerto. Ranma cerró los ojos y recordó la primera vez que la vio sonreír así poco después de conocerse: se habían dicho cosas, como siempre, la persiguió y él terminó en el canal convertido en mujer mientras que ella, haciendo gala de un maravilloso equilibrio, se mantuvo de pie sobre un pilar de madera riendo. Esa risa, esa fue la primera vez que la vio como era realmente, una chica hermosa.

El viento cambió repentinamente de dirección y la brisa entró en la sala. Ranma se protegió con los brazos de la arena cuando sintió que la fotografía resbaló de sus dedos. Abrió los ojos y buscó desesperado el pequeño papel brillando como una estrella blanca en ese mundo ausente de color, dio giros en el aire y la corriente volvió a cambiar muy extrañamente, como si el aire que entró de pronto fuera succionado de regreso hacia el exterior, llevándose consigo la fotografía. Ranma tiró la manta que lo envolvía y corrió hacia el exterior. Dudó por unos segundos al encontrarse ante la plaza, recordando las advertencias de Freyr y Rashell de no salir bajo la tormenta. A esa velocidad el viento podía haberse llevado la fotografía ya al desierto a cientos de kilómetros de distancia. Apretó los puños, quiso gritar, esa imagen era todo para él, lo único que le quedaba. Ranma volvió al interior del edificio, cogió la manta y enrollándosela en los hombros la utilizó como una improvisada bufanda protegiéndose la mitad inferior del rostro, y salió otra vez, corriendo al internarse en la tormenta.

En las sombras de la sala estaba oculto el vanir Freyr, que al ver a Ranma salir sonrió.

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Ranma apenas podía ver, pero sin guía alguna corrió escaleras abajo, dio vuelta en la plaza y se dirigió siguiendo la dirección del viento, dejando que este lo golpeara en la espalda, así mejoraba la visión y podía también seguir la dirección de la fotografía. ¿Dónde?, pensó, ¿dónde en toda una inmensa ciudad abandonada podría encontrarse una pequeña imagen de papel? ¿Dónde en todo ese mundo muerto encontraría a Akane, su Akane?

Ya no le importaron las amenazas sobre el veneno de la tormenta, que como dijo Freyr, era un miasma de materia necrosada, producto de la putrefacción de un mundo muerto, y que podía consumir también la vida de un mortal en cuestión de minutos. Akane era todo lo que Ranma tenía en la mente.

Las escaleras que parecían componer la mayor parte de las grandes avenidas de una ciudad de altura cambiante, comenzaron ahora a subir, ya el viento lo golpeaba con mayor fuerza que antes al encontrarse desprotegido y un par de veces lo tumbó de costado, amenazando arrojarlo por el borde de las escaleras, directo a una caída sin final. Pero armándose de valor se sostuvo con todas sus fuerzas y continuó. Llegó entonces a un lugar que le era desconocido de la capital de Vanaheim, donde una plaza más grande que las anteriores estaba cruzada por los restos de estatuas y grandes columnas tiradas y partidas por doquier. Un símbolo que le pareció reconocer adornaba el centro de las circunferencias de oro dibujadas en el suelo de loza blanca.

Ranma se cubrió del inclemente viento de rodillas tras los restos de una de las columnas. Tosía violentamente pero trató de calmarse para calmar las convulsiones. Las fuerzas le fallaban, brazos y piernas le temblaban pero no era algo nuevo para él, pues desde que había llegado a ese mundo sentía que algo se había extraviado dentro de su cuerpo y su alma, o quizás su cuerpo astral como el de un einjergar, por estar lejos de Asgard, comenzaba a degenerarse… Dejó de pensar en las extrañas teorías que tanto les gustaban a sus amigos, él volvió sus pensamientos a la fotografía. Aunque se vio tan embrollado en la tormenta, al punto de dudar en si podría volver a encontrar el camino de regreso a la torre que usaban de refugio en esa infinita ciudad, no se preocupó más del asunto y siguió buscando. Pero ¿por dónde seguir? Miró confundido en todas direcciones apoyando la espalda en la columna. Estaba cansado, muy cansado.

Cerró los ojos un instante… ya no escuchó el viento ni el tronar de los cielos que se hacía constante en aquel lugar. La plaza en la que se encontraba estaba distinta. Él ya no estaba sentado en el suelo sino que en un banquillo de piedra a un costado del amplio círculo de la plaza, donde el agua fluía por un canal que la rodeaba. A los alrededores de la plaza también había muchas fuentes que regaban los jardines colgantes, las que cubrían de verde las fachadas de todos los edificios en los alrededores.

Pero la sorpresa fue mayor cuando le pareció ver a Akane usando un largo vestido de tonos violáceos que se degradaba hermosamente bajo la luz del sol, un hermoso sol en un perfecto cielo azul, siendo imposible distinguir el verdadero color de la tela. Akane tenía el cabello más largo, como cuando la conoció, pero los mechones de los bordes de la cabeza los tenía trenzados y recogidos en la nuca, ordenando como si fuera una cinta al resto del bello peinado que caía como un velo por la espalda. Ella jugaba con un pequeño balón que le arrojaba a otras chicas que parecían estar allí únicamente para atenderla. Ranma quiso llamarla, pero algo en esa belleza lo impresionó de tal manera que no pudo articular palabra alguna. Ella fue la que giró y al verlo pareció reconocerlo. Levantó la mano con entusiasmo, saludándolo a la distancia, olvidando prestar atención al balón, que rebotó en su cabeza. Akane se quejó avergonzada, frotándose por el golpe y luego corrió tras las otras chicas que huyeron entre risas de su furia.

Ranma abrió los ojos y otra vez se encontraba en la plaza en ruinas, oculto tras la columna de la arena y del fuerte bramido del viento ensordecedor. Sintió una gran pena al ver otra vez la destrucción que lo rodeaba, más al ser consciente ahora de la belleza que en otro tiempo había en ese lugar. Sin embargo, algo que creyó ser parte de su visión no había desaparecido. Se frotó los ojos para asegurarse de que no lo estuviera imaginando, pero ella seguía allí, a través del denso polvo pudo ver perfectamente la silueta de Akane, la misma que durante pocos segundos había apreciado en esa visión, repitiendo el mismo gesto, saludándolo con la mano en alto.

—A… ¿Akane? —murmuró confundido—. ¡Akane, espera! —gritó, tosiendo de nuevo.

La chica dio media vuelta y desapareció corriendo hacia la tormenta. Ranma dudó un segundo creyendo que había terminado por enloquecer, porque aquellas continuas visiones del pasado de Vanaheim se hacían cada vez más seguidas y realistas con el pasar de los días. Aunque era algo que no compartía con sus amigos para que no lo molestaran más de lo que ya lo hacían al verlo tan desanimado como si estuviera enfermo, ¿acaso nadie entendía que ya estaba cansado de todo?... Sacudió la cabeza, tenía que seguirla. Poniéndose de pie corrió en la misma dirección que ella.

Descubrió con sorpresa que la gran plaza se transformó en el inicio de una amplia avenida que en otro tiempo supuso era un centro donde se reunía la alta aristocracia de la ciudad y discutía en sus rincones asuntos de estado resolviendo mucho más allí que en las cortes, pero ¿él lo suponía o de verdad lo sabía como cuando lo veía en sus otras visiones?

Corrió hasta que la calle topó contra un gran edificio más alto que todos los demás, cuyo frontis se curvaba ligeramente rodeando parte de la nueva plaza que se formaba a sus pies. Estatuas o restos de ellas estaban en lo alto de las paredes y parecían representar a los antiguos señores que ocuparon la mansión. El símbolo que como emblema estaba a sus pies en el centro de la plaza, estaba también esculpido en piedra en varias partes de la estructura. Los altos edificios que lo rodeaban lo protegían un poco mejor de los vientos por lo que pudo ver con algo más de claridad. Asintió como si se hubiera terminado por decidir y comenzó a caminar lentamente hacia el arco de la entrada de la mansión.

No dejó nunca de mirar hacia arriba la colosal estructura que mientras más se acercaba, más veía que como una torre parecía cortar el cielo desafiando de frente a la tormenta.

Al entrar la vio otra vez, a esa chica idéntica a Akane corriendo entre muros derruidos y enormes salones. Ranma no dudó y la siguió esquivando escombros y saltando trampas mortales en las que se habían convertido los agujeros en el piso, ocultos entre las sombras de la estructura. Aunque pudo apreciar a través de uno de los agujeros la insondable profundidad de los salones y pasillos subterráneos. Estaba por dudar otra vez de su cordura cuando la encontró, detenida, al final de un pasillo que terminaba en una pared donde comenzaban otros dos pasadizos a los costados que guiaban a nuevas secciones de la gigantesca mansión.

Ranma corrió con tal devoción susurrando el nombre de Akane que casi quedó sin aliento, pero cuando llegó la desilusión fue tal que su corazón dio un doloroso vuelco en su pecho.

Cayó de rodillas, agotado, sin aire, débil y triste ante una estatua muy hermosa esculpida en piedra blanca donde aparecía una joven mujer que lo había confundido. Pasó sus manos por el rostro y rio apenado, de verdad se estaba volviendo loco, ¿cómo podía creer que Akane se encontraría en ese lugar tan extraño, tan lejos de todo? Volvió a levantar la vista y entonces lo notó. Poniéndose de pie se acercó a la estatua, con las manos temblorosas extendió los dedos apoyándolos en la base de la imagen, acariciando los dedos de piedra de ese pequeño pie apenas cubierto por una sandalia. Miró hacia arriba cómo aquella joven mujer era en realidad la viva imagen de la Akane que había visto en sus visiones, con el mismo vestido y el mismo extraño peinado que tenía la que había seguido.

—Akane —Ranma susurró su nombre.

—¡Te encontré! —lo llamó una dulce pero autoritaria voz de mujer.

Reaccionando al llamado, Ranma giró asustado la cabeza, para su propia sorpresa actuó como si supiera quién le hablaba, y también como si él hubiera sido atrapado en una comprometedora situación. Ante él se encontraba la dueña de aquella voz, era una chica muy hermosa de apariencia frágil, de tez blanca y cabello oscuro que arqueaba los brazos apoyando los puños en la cintura

—¿Dónde te habías metido? —insistió ella, enfadada.

Ranma parpadeó confundido, miró a su alrededor y ya no se encontraba en la misma encrucijada entre pasillos, derruida por el paso de los siglos, sino en un lugar más hermoso, de paredes en tonos crema y adornos de oro en todas partes. Cristales levitaban a pocos metros del cielo proyectando una maravillosa iluminación que constantemente variaba de tonalidades. En el borde del suelo a los pies de los muros había una pequeña vertiente de agua cristalina que parecía refrescar el ambiente con una fragancia dulce. Cortinas de un azul casi traslúcido colgaban de los altos arcos del techo y se recogían sobre las columnas sin llegar a tocar el suelo.

—Lo siento, es que nos distrajimos mientras le enseñaba el resto de la mansión —una segunda voz femenina se escuchó a sus espaldas, pero esta sí le pareció conocida.

Ranma volvió a girar la cabeza, igual de confundido que antes, y en el lugar de la estatua había un pequeño banco hecho con arcos de delgada piedra rodeada de maceteros, con dos pequeños arbustos que parecían árboles en miniatura. Allí estaba sentada una chica con una angelical sonrisa en su rostro; sí, era la misma Akane de sus sueños, la del vestido tornasolado, pero recién pudo descubrir la ligera diferencia en la tonalidad de los ojos de la chica con su Akane, y en su piel también más blanca. Ranma estaba demasiado aturdido como para poder decir algo, cuando la primera chica que lo había llamado volvió a hablar con un evidentemente fingido tono de molestia.

—Si te sigues desapareciendo con él —dijo la primera chica—, voy a creer que me quieres arrebatar a mi prometido.

—Eso quisieras —dijo la presunta Akane, borrando al instante la dulce sonrisa que tenía hacía un segundo cuando lo miraba a él, mostrándose ahora en una actitud orgullosa como si fuera en realidad su Akane, la misma Akane hosca siempre a la defensiva de cuando llevaban poco tiempo de conocerse en Nerima y peleaban muy a menudo—, pero no estoy lo suficientemente loca como para querer enredarme con un Yngvi —agregó con ironía.

—Tú te lo pierdes —dijo la primera chica y le sacó la lengua. Se veía que se tenían confianza las dos—, si no te molesta me toca a mí pasearme con este apuesto caballero.

—Pues por mí te lo puedes llevar que ya me estaba comenzando a cansar —respondió la chica casi idéntica a Akane—. Prefiero pasar mi tiempo con un hombre más intelectual, que estar junto a un adolescente violento y sin inteligencia. ¡Media hora me llevó explicarle el significado de los distintos colores de los cristales y su relación con la intensidad de la magia que proyectan bajo las leyes de equilibrio del maestro Mimir! Me pregunto si en ese universo del que venía tenían escuelas.

—Vamos, vamos —la primera chica cambió su tono y trató de mostrarse conciliadora—, no tienes que ser tan arrogante. Recuerda todos los problemas por los que ha pasado el pobre, traicionó a su propio pueblo por protegernos, por proteger a Vanaheim, ¿eso no cuenta?

—Tienes razón —dijo la que se parecía a Akane—, lo siento, de verdad lo siento, quizás se me pasó la mano contigo —agregó con una amable sonrisa dirigida a él. Ranma, todavía confundido sin saber lo que sucedía, iba a contestar pero no le salieron las palabras, era como uno de esos sueños donde se dejaba llevar por la situación. Esa Akane siguió hablando—. Mira, sé que no es tu culpa que estés aquí y tampoco el que tu pueblo se haya especializado en la guerra por culpa de la necesidad. Después de todo tú nos has protegido valientemente de los hijos del vacío. Sin ustedes y su oportuno aviso, nuestro mundo hubiera perecido también como el tuyo.

—Es por eso —agregó la primera chica con renovado entusiasmo—, que los Yngvi y los vanir hacemos la combinación perfecta. Los maestros de la batalla unidos al pueblo de la magia y del conocimiento. Sin su dominio sobre el arte de la guerra hubiésemos sido esclavizados por el imperio del vacío. Te debemos a ti nuestras vidas —ella le sonrió y Ranma se sintió sonrojar contra su voluntad.

—A su primo tal vez, porque él dirige los ejércitos con mesura, pero a él nada —respondió esa Akane—, no a un niño que lo único que sabe es blandir la espada como un suicida imprudente y tosco, siempre queriendo lucirse al frente de cada combate.

—Ya basta, deja de provocarlo —dijo la primera chica—, ¿qué no sabes que él partirá mañana otra vez al campo de batalla?

—¿A la guerra? —pudo ver que esa Akane palideció. Luego ella miró hacia un costado como para ocultar su notorio arrebato de temor—. ¿O-otra vez? Pero es peligroso, enfrentarse a los hijos del vacío no es algo que se pueda tomar con tal ligereza como para apresurarse sin ninguna preparación. ¿No escuchaste lo que sucedió en el último encuentro? —insinuó.

—¿Salieron vencedores? —preguntó la primera chica con inocencia.

—Eres una idiota, siempre pensando tan positivamente y no viendo la realidad de las cosas. Sí, sí, sé que ganaste —dijo la chica dirigiéndose ahora a Ranma, como si él hubiera dicho algo, aunque no creía haber hablado ninguna palabra, solo escuchaba a esas dos—, ¡pero por poco te matan! —exclamó esa Akane—… de nuevo. ¿Alguna vez piensas en las consecuencias de ser tan arriesgado? ¿Tienes idea de lo que sufriría mi tontita prima si algo te llegara a pasar, estúpido Yngvi?

La mirada apasionada de «Akane» lo hizo sentir que no lo decía por la otra chica, sino por ella.

—No te preocupes, no le sucederá nada —dijo la otra chica—. Recuerda que no es ningún novato, simplemente él es el mejor.

—Lo sé —respondió esa Akane con un ligero aire de orgullo, pero al percatarse que había dicho más de lo que pensaba revelar, continuó rápidamente cambiando su tono a uno más agresivo—… con su primo y el ejército de Vanaheim protegiéndolo es seguro que no le sucederá nada, aunque con un tonto como él es mejor pedirle a Touni que lo vigile con mayor cuidado. Porque Touni sí es un joven de confianza y todo un conocedor de la magia, no como tu prometido, Yngvi el bobo.

— ¡Ay, prima! Si pareciera que lo odiaras de verdad —reaccionó la primera chica colgándose del brazo del cada vez más perturbado Ranma, que se mantenía en silencio entre esas dos.

—¿Y lo dudas? —preguntó con ironía esa Akane.

—Bueno, no te preocupes, prima, que si no lo quieres ya te dije que yo estoy más que contenta con él, ¿verdad? —la primera chica tirando su brazo, miró a Ranma con ojos ensoñadores.

—¿Y a dónde te lo llevas con tanta premura, prima? —dijo la que era casi idéntica a Akane—. Recuerda que después de todo mi padre me pidió que le mostrara parte de nuestras mansiones al príncipe Yngvi, sería descortés desobedecerlo…

—No seas fastidiosa, mira que quiero disfrutar del poco tiempo que tendremos juntos antes de que se una mañana al ejército —dijo la primera chica, arrastrando a Ranma a la fuerza—, quiero estar el mayor tiempo posible juntos, una cita de verdad y no esas caminatas con la mitad de la corte siguiéndonos y vigilando hasta nuestras miradas. Puede que no nos veamos en semanas.

—Se supone, prima —protestó esa Akane—, que el matrimonio era arreglado, pero por lo que veo estás más que satisfecha. Voy a comenzar a creer que lo del compromiso fue idea tuya.

—¿Lo crees? —respondió la primera chica con mal fingida inocencia.

—Prima, tú nunca cambias —sonrió Akane, pero tras su sonrisa Ranma pudo notar algo extraño en su mirada—. Bien, márchense de una vez par de idiotas tortolitos, y no te preocupes, que yo los cubriré con nuestros padres.

—Gracias —dijo la primera chica con sinceridad.

Esa Akane se acercó a Ranma y lo apuntó con el dedo.

—Ni creas que me comienzas a caer bien, Yngvi. Solo lo hago por mi prima y porque sé que cuando descubran que salieron juntos, y solos, te van a despellejar vivo —sonrió maquiavélicamente—, y lo voy a disfrutar mucho.

—¡No lo asustes! Ven, no le creas que no te sucederá nada.

La primera chica tomó a Ranma del brazo con más fuerza y lo arrastró entusiasmada por el pasillo. Ranma giró, como si su cuerpo se negara a avanzar, y pudo ver a Akane quedarse sola y de pie en el lugar donde antes estaba la estatua. La anterior sonrisa había desaparecido de su rostro y podría jurar que estaba triste, como si estuviera a punto de llorar.

—Esta prima mía —dijo la primera chica que lo acompañaba dando un respingo—, le gusta actuar como si no tuviera corazón, pero la conozco, es la mujer más dulce del mundo cuando la sabes tratar bien. Estoy segura de que algún día encontrará a un hombre que la haga actuar con mayor prudencia. ¡Pero no tú! ¿Me oyes? Mira que tus paseítos con ella se están haciendo demasiado seguidos, si no la conociera tan bien comenzaría a ponerme celosa. ¿Cómo es que siempre terminan juntos a pesar de lo mucho que pelean? —suspiró—. Lo siento, es mi culpa, si no me distrajeran tanto con esas cargantes obligaciones de la corte por ser la princesa de Vanaheim tendría mucho más tiempo para ti, debo agradecerle a mi prima el que tenga la disposición de acompañarte siempre, sé que este mundo de política te debe aburrir y que debes estar ansioso por unirte a tus tropas en la batalla. Pero debes prometerme que te vas a cuidar, por favor.

Ranma parpadeó confundido, se encontraba otra vez en el pasillo derruido y a varios metros de la estatua como si de verdad se hubiera movido como un sonámbulo en un sueño. Al mirar la imagen de piedra pudo notar que la expresión de esa mujer tan parecida Akane era de auténtica tristeza.

Miró luego por una ventana de una de las habitaciones vacías hacia el exterior y se percató dolorosamente de que la tormenta había empeorado. No tenía otra opción más que pasar la noche en esa vieja mansión abandonada, lo que no le hizo gracia. Prefirió seguir recorriendo el lugar antes de que la absoluta oscuridad lo obligara a acurrucarse en el primer rincón que encontrara para esperar el otro día. Deambuló hasta perderse en aquel laberinto de piedra y ruinas, muy pocas cosas él encontró allí, imaginando que los habitantes originales debieron haber sacado todo lo de valor antes de marcharse, y los siglos habían acabado con el resto.

La oscuridad llegó y el ruido del viento se hizo más espeluznante cuando notó con sorpresa que algunos cristales todavía quedaban levitando cerca del techo y brillaban con una tenue luz azulada. Ranma dirigió sus pasos hacia el lugar por el que parecían funcionar los cristales de luz, como si le estuvieran señalando un camino. ¿Se estarían preocupando por él los chicos a estas horas? Seguramente si sobrevivía a la noche fuera del refugio ellos se encargarían de asesinarlo después.

Entonces recordó el riesgo de encontrarse solo en el exterior durante una tormenta de arena, cómo ellos podían estar acechando cualquier rasgo de vida y lejos de las protecciones mágicas de Freyr su propia alma sería tan atractiva para ellos como un vaso de agua en el desierto. Prefirió no pensar más en lo inevitable y seguir avanzando, si se encontraba dentro de una profunda edificación quizás pudiera estar a salvo. Las luces lo guiaron hacia una serie de escalinatas que descendían en caracol pegadas a la pared de un profundo pozo, la luz azulada apenas le indicaba el camino a seguir unos pocos metros alrededor de las escaleras, el resto era la absoluta oscuridad.

Tras bajar por las escaleras por más tiempo del que creía prudente, sintiendo un aire frío y rancio, como si el pozo tuviera una decena de metros de diámetro, sintió miedo. Iba a retroceder y abandonar esa riesgosa aventura cuando escuchó otra vez la voz de esa mujer tan parecida a Akane. Al girar tuvo una nueva visión, el mismo pozo pero cálidamente iluminado bajo cristales dorados y naranjas, y ella estaba allí vistiendo una larga túnica y un cristal de luz más intenso levitando sobre la mano a modo de lumbrera. La chica descendió las escalinatas antes de desaparecer como el resto de la visión, encontrándose otra vez solo en la oscuridad.

Ranma no dudó entonces, estaba claro que fantasmas o lo que fuera que estuviera viendo, lo estaban guiando y ante la imposibilidad de hacer nada más sintió en ello una esperanza, un peligro capaz de distraerlo de sus actuales preocupaciones.

Los pasos del joven producían un fuerte eco que le parecía recorrer todo el profundo pozo. Era tal la oscuridad que le parecía estar caminando en un pequeño tramo de peldaños suspendidos en medio de la nada, muy cercano a cuando estuvo en el ginnugagap.

Finalmente llegó al suelo donde un pequeño círculo de loza estaba iluminado a una decena de metros desde la base de las escaleras, y no pudo saber si la oscuridad que lo rodeaba sería el muro del pozo o una sala más amplia. La brisa fría lo golpeó en el rostro y al instante entendió que se encontraba en una amplia zona subterránea. Sintió un escalofrío. Caminó alejándose de las escaleras en dirección del círculo de luz, temiendo porque durante un largo tramo no pudo ver ni sus manos, hasta que consiguió alcanzar su objetivo.

Descubrió que la luz provenía de un trozo de cristal dorado en el suelo, recordó la visión y lo tomó extendiendo la palma, al instante la piedra levitó sobre su mano aumentando su intensidad. Sonriendo trató de buscar una pared, luego dejó de sonreír y temió extraviarse, al darse cuenta de que la luz que lo guió ya no existía y el final de las escaleras se había perdido en la oscuridad. Caminó dando círculos, formando una espiral, esperanzado con toparse con las escaleras, pero no halló ninguna pared, tampoco el camino por el que había descendido, solo estaba él en el centro de un pequeño círculo de luz de no más de tres a cuatro metros de diámetro, sobre un suelo de baldosas de piedra en medio de la infinita oscuridad. La brisa se transformaba a ratos en un fuerte viento y se escuchó un gruñido que después del miedo inicial supo reconocer como el golpe del aire a través de columnas. Tuvo la ocurrencia de sentarse y esperar el día para guiarse y escapar de allí, pero luego pensó con seguridad que la luz del sol jamás llegaría a ese sitio y sintió pánico.

—Ahora sí que dudo que me encuentren —murmuró nervioso, Ranma no esperaba acabar así, en las profundidades de las ruinas de un mundo muerto, en un universo diferente al suyo.

Con el rostro inclinado recién pudo ver parte de una extraña formación dibujada en la loza. Trató de seguir los dibujos y así ubicó lo que sería el centro de la sala, o el centro de la formación. No pudo reconocer las runas pero eran notoriamente del estilo de los vanir.

—¡Qué genial! —se dijo con ironía regañándose a sí mismo cuando pensó a continuación que allí obviamente todo era vanir.

En el centro de la formación se arrodilló para ver las pequeñas inscripciones y pudo entonces sorprenderse de que estas sí las comprendía. Sacudió con fuerza el polvo arrastrando la mano sobre la losa tratando de despejar las runas.

—Mundo de arriba, mundo de abajo —leyó dubitativamente—… mundo antiguo, mundo nuevo… portal… —gruñó, se le hacía difícil seguir la lectura—… abre el portal que cruza el cielo… ¿portal?

En ese momento todo el círculo se iluminó y las líneas azuladas dibujaron la entera formación mágica que estaba oculta en la oscuridad. Y pudo ver que era inmensa y que las escaleras por las que había descendido ya no se encontraban. También pudo apreciar la inmensidad de la sala, o caverna, únicamente por el extenso tamaño del círculo mágico, tan grande como el domo de Tokio. El suelo crujió y se estremeció, trató de ponerse en pie pero cayó de rodillas. La piedra se movió bajo él, separándose el círculo central del resto del suelo y elevándose rápidamente. Ranma sintió que todo se iluminaba a su alrededor de un intenso color azul. Desde que llegó a ese mundo nunca había visto tanta luz.

Ranma cerró los ojos.

—Maldición, ¿en qué me metí ahora?

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Continuará

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A mis queridos lectores:

Durante algunos años tuve estos textos guardados esperando ver la luz del día. Lo sé, suena cruel, pero acabar de editar y tener tiempo para publicar Ragnarok siempre se convirtió en una odisea. Los tiempos han cambiado, las responsabilidades también, y ya no soy aquel joven soltero que escribía ochenta páginas hasta el amanecer sin preocuparme de nada.

Además, el mejorar la pluma exige mayor tiempo en un párrafo de lo que antes necesitaba en una página. Ya no solo quiero contar una historia, también quiero hacerlo de la mejor manera posible, experimentando con las descripciones, jugando con el narrador, haciendo y deshaciendo en distintos temas. Me alejé un poco de mis inicios en el mundo de Crónicas y Ragnarok, buscando aprender nuevas cosas. Allí nació La esposa secuestrada con el final más clásico y canon que siempre imaginé para mis personajes predilectos de Ranma ½, Alas de Misawa y el tratar de escribir las situaciones más horrendas que sobrepasan mis valores, explorando lo más oscuro del alma humana, escenas que uno normalmente se censura, pues todos tenemos nuestros límites. En Cocinando a Akane di rienda suelta a explorar la literatura erótica, buscando también romper ciertas limitaciones que tenía como autor. También me di el gusto de divertirme con historias como Sueños o la más actual Yorokobi dedicada también a la literatura erótica, pero con mayor libertad para introducirme en el mundo de los tabúes.

Así con todo, he regresado a mis raíces, al mundo de la fantasía. Tras mucho viajar y aprender, ahora que trabajo en mis primeras novelas originales es que he entendido cuál es mi género predilecto, el que más me emociona y que uso como base para todos mis escritos.

Gracias a todos mis grandes colaboradores, amigos, camaradas, cómplices, lectores, críticos, seguidores silenciosos y mecenas. A ustedes debo gran parte de lo aprendido durante estos años, y creo que más que para mí, esta última saga es un «gracias» llevado a la práctica para ustedes, mis primeros y leales amigos, que han esperado la conclusión de mi primera historia desde siempre.

Ahora puedo decirles, con más seguridad, que los capítulos de Idavollr se publicarán semanalmente, como hoy cada día jueves hasta acabarla. ¿Por qué toda una semana si ya dije que tenía muchos capítulos escritos?, es sencillo, porque todavía me queda más por escribir y también hay detalles que pulir de lo que he hecho durante años. Por ello creo que lo mejor, y para dar un cumplimiento a las fechas y darme tiempo de avanzar con lo que falta, es que sean entregas semanales. También así podré dedicarme a mis otros proyectos que también necesitan un final.

Espero que les haya gustado el primer capítulo de esta nueva saga. Sé que en la trama pareciera no avanzar tanto, pero quise hacerlo de esta forma para explicar mejor y tratar de introducir aquellos mundos tan llenos de misterios con el detalle necesario, para darles la importancia justa y poder finalmente contar los secretos que me he guardado de esta saga durante tanto tiempo. Sé que las expectativas eran muchas, espero no haber decepcionado a nadie.

Nos vemos el próximo jueves con más de Idavollr: la guerra de los hijos del vacío.

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Noham Theonaus

Espadachín mago de Idavollr

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