Hola, aquí otra vez con algo para el Tercer AI del Foro Alas Negras, Palabras Negras. Esta vez voy a entregarle el regalo a Tris, sí, de Tris y Annabeth.
Espero que te guste, (O les guste a ambas), ya que tu AI no pudo entregar hice esto para tí con una de tus propuestas. Es pequeño, pero creo que vel :D
George R. R. Martin es el único y exclusivo dueño de esto. Lo mío es solo bla, bla, bla.
Con dulces besos robados
A media tarde cualquier día,
Una rosa invernal puede, si así lo quiere,
Mantener la primavera encendida.
A ella jamás la tuvieron en cuenta. Más allá de lo que cualquiera pudiese pensar, su carácter guerrero solo le ayudó a acelerar todos esos acontecimientos a los que cualquier dama aspira y ella solo encontraba detestables. Se ganó un prometido al que no podía rechazar y una responsabilidad que no le agradaba.
Pujó con fuerza para ahuyentar esos pensamientos atroces y facilitar la situación.
Tal vez se trataba de que alguien debía enseñarle a esos viejos a no jugar con fuego, a no poner todas las fichas a disposición de una sola jugada. Ellos, su padre y los demás señores que iban contra el Trono, creían que movilizar a todos sus hijos hacia un encuentro era sabio. Ella sin amargura podía decir que ninguna mujer de la corte, o las grandes casas, había llegado a ser su amiga, sabía que se trataba del miedo, de como ella inspiraba ese espíritu de rebeldía imposible de gobernar, pero aun así se sometía a la voluntad de sus mayores por el bien de su casa.
Una nueva contracción la atacó. Volvió a pujar con un poco más de fuerza.
Casi sentía a ese nuevo ser arañando sus entrañas para salir.
De todas sus acciones esa había sido a más estúpida, seguir a Rhaegar. No solo había propiciado una guerra abierta, con una huida innecesaria y la muerte de miles de inocentes que no tenían nada que ver allí. Miles de vidas cegadas por una tontería adolescente. El mundo giraba en redondo a través del tiempo, una tuerca dentro de otra que se iba desgastando… y ella estaba siendo arrastrada por todo eso, sucumbiendo ante las situaciones.
Un dolor intensó le atravesó el vientre y paralizó su columna vertebral. El grito que expulsó pudo ser el mismo de diez hombres sucumbiendo en llamas.
Quizá se trataba de que fuera una niña, una con cuerpo de mujer, pero niña al fin y al cabo. Y es que el destino se portó tan cruel, confinando su corazón de amazona en una torre lúgubre en mitad de un desierto insoportable. A ella, la pequeña rosa de los jardines del invierno, no se le permitía si quiera rozar con la punta de sus dedos el aire fresco más allá de la ventana.
Y él que decía amarla.
Wylla puso el niño en sus manos. Blanco como la leche y una pequeña mata de cabello castaño sobre la cabeza.
A veces se trata de simplemente esperar, otras de enfrentarse a la realidad. A ella ambas opciones la cercaron con barrotes invisibles y un pretexto tonto llamado amor… un amor fantasioso que esperaba traer al mundo un guerrero que los salvara de futuros peligros. Ella solo era el vehículo, como lo había sido para su padre en el momento de comprometerla con Robert, una manera de asegurar una alianza que debilitara al Trono.
El niño gorjeó en sus brazos.
Sonrió al saber que su cuerpo había podido darle vida a esa cosita tan delicada. Luego se dio cuenta de que algo seguía resbalando entre sus piernas.
A todas las flores se les acaba la primavera, la de ella apenas empezaba para cuando la sangre se secó.
Azules o rojas,
Las rosas siempre se marchitan.
Al norte o al sur,
Sabes decir adiós con una sonrisa.
