—Maldita sea Kagome, debes dejar de comer o ya no podre levantarte— la tiro al suelo, sin demasiada delicadeza, y saltó al árbol sobre ellos.

—¿Nos quedamos aquí?— Sango la miro algo confundida, estaban muy cerca de la aldea de la anciana Kaede, mientras Kagome se levantaba del suelo y sacudía su falda del uniforme.

—Parece que si— miró con el ceño fruncido hacía donde Inuyasha estaba.

—¿Han peleado?— ella negó con la cabeza.

—No se qué bicho le ha picado. Ha sido muy grosero conmigo, más que de costumbre.

—Ya sabes cómo es, no lo tomes contra ti. –Consoló la exterminadora, mientras Kagome miraba con tristeza en dirección al medio demonio.

—Señorita Kagome, Inuyasha daría su vida para protegerla sin dudarlo dos veces, solo es su mal humor— intervino Miroku.

—Eso no le da permiso para tratarme así, sabiendo cuanto me lastima con eso.

Shippo hizo una graciosa mueca de enojo.

—Perro tonto, todos sabemos que estas enamorada de él, menos él.

Kagome se sonrojo furiosamente, pero ese comentario solo la entristeció más.

—Lo sabe, solo que no le importa. –suspiró— Creo que iré a mi tiempo, unos días.

—Un buen momento, no hemos tenido noticias de Naraku por un tiempo— todos se debatieron entre si eso era una buena o mala noticia.

Tomo su mochila casi vacía, se despidió de todos y caminó en dirección a la aldea.

—¿Dónde crees que vas?— la voz molesta de Inuyasha la detuvo.

—A mi casa, hace mucho que no voy— respondió secamente, estaba furiosa.

—No vas a irte a jugar a tu tiempo, vas a quedarte aquí.

—¿Porqué?

—Porque yo lo digo—Kagome esbozó una sonrisa.

—ABAJO.

El mediodemonio se estrelló contra el piso, mientras ella siguió con paso decidido y no se detuvo hasta llegar al pozo.

Estaba por tirar su mochila, cuando sintió un piquete en el cuello.

—Anciano myoga— se disculpó por haberlo aplastado— ¿Qué hace aquí?

—Su sangre siempre tan deliciosa, señorita Kagome. ¿Se irá?

—Por unos días, Inuyasha está demasiado irritable.

—Es comprensible, dado su estado.

—¿Estado?—Myoga negó con la cabeza.

—Era predecible que el amo Inuyasha no diría nada. Vera, señorita Kagome, cuando los Inu Youkai llegan a la edad adulta, en la que empiezan a considerarse hombres… su instintos empiezan a pedirle ciertas cosas.

—¿Ciertas cosas?—la pulga sonrió, como si hubiese esperado que Kagome le hiciese esa pregunta.

—Empiezan a tener épocas de celo, unas semanas al año hasta que tomen una compañera.

Kagome se sonrojo, entendiendo lo que aquello significaba.

—Una compañera es como una esposa ¿verdad?— pensó en Kykyo, quizás Inuyasha estaba enfadado porque ella había fallecido y no podría tomarla, o lo había hecho… un hueco en su estomago se formo al dudar hasta donde habían llegado ellos dos.

—Mucho más fuerte que eso, se unirán de por vida y es permanente.

—¿Por eso ha estado enojado?

—No está enojado, el amo Inuyasha está más sensible a cualquier estimulación femenina, y eso no debería ser un problema para un medio demonio, si no fuera por usted claro. El amo siempre creyó que su hijo encontraría a una compañera, a pesar de ser solo medio demonio.

—¿Los medio demonios no tienen compañeras?

—Las tendrían, si alguien aceptara. La vida de los medio demonios es muy solitaria, ninguna youkai ni humana los aceptaría, es extremamente raro que una señorita se comprometa de esa forma con un hanyou, por no hablar de una sacerdotisa— Kagome se mordió el labio.

—Pobre Inuyasha— sintió ganas de llorar, lo habían acostumbrado toda su vida a que debía estar solo, que nadie iba a quererlo, si la escogiera nunca lo abandonaría, la idea cruzó por su cabeza y sintió el latido del corazón en los oídos. –Anciano Myoga ¿Podría decirle a Inuyasha que cruce a mi tiempo?— pidió mirándose los zapatos avergonzada.

La pulga sonrió casi de manera libidinosa.

—Claro, señorita Kagome.

Antes de poder decir algo más, saltó dentro del pozo.

Suspiró con tristeza cuando el sol comenzó a esconderse en el horizonte e Inuyasha no había aparecido. Su familia se había ido a la boda de su tía y estaría sola, y para completar el desesperanzador paisaje, no entendía nada de los ejercicios de matemática ¿Cómo iba a hacerlo si se pasaba la mayor parte del año escolar peleando con demonios en el sengoku?

Un ruido en su ventana hizo que se alarmara, pero se tranquilizó al ver a Inuyasha entrando.

—¿Estabas asustada?— preguntó con el ceño fruncido, al oler el miedo de Kagome.

—Creí que eras un ladrón, me da miedo estar sola de noche—murmuró— puedes reírte, se que es un miedo estúpido.

No hay nada de estúpido en temerle a la soledad, quiso decírselo pero no pudo. Solo se quedo mirándola, con esa extraña ropa que usaba y que marcaba tan bien sus bonitas formas, se maldijo mentalmente, debía dejar de tener pensamientos pervertidos sobre ella.

—¿Para qué me hiciste venir?— preguntó con enfado, se odiaba a sí mismo por traicionar la confianza de Kagome, pensando esas cosas.

—Myoga me contó porque es tan enojado últimamente— Inuyasha se sonrojo furiosamente, y anoto mentalmente asesinar a la maldita pulga— que te sientes incomodo cuando subo a tu espalda o me acerco a ti. Es porque yo soy una mujer y tu deseas…

—No— cortó, no podía escucharla decir aquello, podía soportar que lo enviara al suelo hasta romperle los huesos, o que purificara su estúpido trasero, pero no podía escucharla decirle el monstruo que era— yo me iré y no me acercaré a ti hasta que esto pase.

Kagome sonrió y lo detuvo.

—No me molesta gustarte o que me mires de otra forma— Inuyasha abrió los ojos con sorpresa.

—¡Deberías odiarme! Tu eres una sacerdotisa, pura y virgen, tienes mejores opciones que arruinar tu vida conmigo, además…Kagome si tú supieras lo que yo necesito, son cosas que no debería pensar de ti… cosas sucias…soy un…

—Para de decir esas cosas— se acercó a él— a mi también me pasa en ocasiones, sentirme rara cuando me cargas o— se sonrojó un poco, pero no dejo de mirarlo ni de sonreírle levemente— no querer que te vistas tan pronto, después de curarte.

Inuyasha se quedo atonito ante aquello ¿Por qué ella querría mirar a un hanyou como él? tenía ganas de golpear las cosas, él quería mucho mas que solo mirar.

—Myoga me dijo que estarías molesto hasta que tomaras una compañera, yo se que Kykyo era más bonita, no era gritona ni débil, pero si quisieras yo…

—No entiendes lo que significa eso.

—Se que es algo como una esposa y que es irrompible.

—Kagome, los medio demonios no tienen compañeras. Nadie sería tan miserable por gusto.

—¡Deja de decir eso! A mí me gustas siendo medio demonio, no te cambiaría por ningún demonio ni humano, se que para que sea tu compañera tendrías que hacerme tuya, que probablemente sere un asco porque ni siquiera he besado un chico, te decepcionaras de mí y te arrepentirás de no haber escogido a alguien mejor.

Inuyasha la abrazó y soltó un suspiró.

—tonta, no me decepcionaría de ti.

Se alejó tan abruptamente como la había abrazado, cuando sintió la incomodidad en su entrepierna empezó a crecer, al sentir las curvas de Kagome pegadas a su pecho.

—¿Qué…?— la azabache bajo su mirada y comprendió.

—Esto es tan sucio, no puedo abrazarte sin pensar en hacer cosas que no merezco…

—Querer tocarme no es sucio, y te mereces todo lo que quieras. si quieres tenerme, solo tendrías que quererme— lo golpeó el olor a tristeza con tanta fuerza que quiso golpearse a sí mismo para dejar de sentirlo.

—Kagome…

—Si me quieres, no necesito nada más que eso para ser tuya.

—Yo si te…— se silenció a si mismo, y se insulto por ser tan cobarde. Pero eso basto para que Kagome sonriera. Él la quería.

—Yo también te quiero.

Se acercó y le dio un suave beso. Pero aquello fue el desencadenante de lo que el medio demonio llevaba controlando los últimos días. Puso la mano en la nuca de la azabache y ahondo el beso, colando su lengua en la tibia boca. Gruño cuando sintió el sabor salado de la sangre, había lastimado el labio de Kagome con su colmillo.

—¿Lo ves? Voy a herirte, por ser un maldito med…—Kagome lo calló con otro beso, tomándolo por sorpresa. ¿Cómo era posible que a ella no le importara?

—¿Podrías tranquilizarte?— pidió al sentir la tensión de Inuyasha, tomó las manos del mediodemonio y las dejo en su cintura— Haz lo que tengas ganas de hacer— volvió a besarlo, mezclando sus dedos en el pelo plateado. Inuyasha acarició la pequeña cintura, hasta que una mano se coló bajo la ropa de Kagome.

El aroma a excitación lo golpeo con fuerza cuando tocó justo debajo de sus senos.

—¿Kagome…puedo…?— ella asintió. Él cubrió con sus manos los femeninos atributos. Y se estremeció cuando la escucho suspirar su nombre. Solo a Kagome se le ocurriría dejar que él la tocara de esa manera. Haz lo que tengas ganas de hacer. Obedeció, adoraba el aroma que desprendía la suave piel, así que dejo de besar su boca para bajar a su cuello y su clavícula. Dio una lamida y rozo con sus colmillos. Se detuvo al escucharla gemir. —¿Estás bien?

—Me gusta eso— se pregunto si toda la piel de Kagome tendría el mismo sabor, quizás tendría la oportunidad de saberlo, su entrepierna dio un tirón al pensar en poder probarla.

Kagome se cansó de quedarse quieta, llevo sus manos al haori de Inuyasha y lo quito, tantas veces lo había pensando, los músculos fuertes que tantas veces había tocado mientras curaba.

Soltó un gemido cuando Inuyasha toco la parte mas sensible de su pecho. La miro con curiosidad cuando, ante su toque, se marcaban en la tela.

—¿Por qué pasa eso?— preguntó curioso, sin dejar de explorar la piel de la miko.

—No sé, pasa cuando me tocas…— Inuyasha la miró complacido, él producía esos cambios en el cuerpo de Kagome. La azabache termino de quitar el kosode blanco y acarició los músculos de Inuyasha, deslizó sus dedos con especial cariño sobre una cicatriz bastante notoria de la ultima pelea, sabía que Inuyasha no tendría nada ahí para la siguiente noche.

Pero tuvo que interrumpirse cuando Inuyasha la cargó a lo recién casados y la dejo con suavidad en la cama rosada del cuarto.

—Siempre que pensé en mi primera vez, lo imagine así— susurró Kagome, mientras Inuyasha le quitaba la falda y recorría sus piernas con la mirada.

—¿A que te refieres?— la besó despacio, colocándose sobre ella y soltando un suave gruñido al sentir cada pequeño centímetro de su cuerpo pegado al de Kagome.

—A ti, tratándome así, aunque la mayoría de las veces yo pensaba que te irías tan pronto terminar.

—¿Irme? ¿A dónde?— kagome lo miró con tristeza y el comprendió. Ella siempre había creído que la tomaría y se marcharía con Kykyo— Nunca te haría eso ¿Lo sabes?— al ver que no respondía y que el aroma a tristeza se incrementaba, le beso la mejilla y el cuello— Kykyo podría estar en el piso de abajo y yo no me movería de aquí— Inuyasha le acarició la cintura— si Kykyo volviera, yo volvería a salvarla cada vez que este en peligro, porque no amarla no significa que no me importe, ¿Lo entiendes? Ha sido a si desde hace mucho, ella me salvo por aquel tiempo Kagome y yo debo devolverle el favor, no sería un hombre honorable si no lo hiciera. Eso no significa que la quiera.

Kagome asintió comprendiendo, había necesitado durante mucho tiempo oír eso. Inuyasha la beso, no se cansaba de hacerlo, quería besarla cada maldito segundo de su vida.

—¿No vas a dejarme?— sintió su corazón estrujarse, él había creado tantas inseguridades en Kagome.

—No voy a dejarte nunca, pero si no estas segura de esto…

—Quiero estar contigo, estoy un poco asustada. Te amo, no podría soportar que me dejaras después de esto.

Inuyasha sintió el latido del corazón en los oídos al escuchar eso, nunca nadie le había dicho eso, quizás debería intentar… suspiró, Kagome se lo merecía.

Le acarició la mejilla y la beso.

—Cuando te haga mía y te marque, estaremos unidos de por vida, sentiré cada vez que estes en peligro, podré sanarte cuando te lastimes, envejeceremos al mismo ritmo, y no podre dejarte un par de días sin sentirme vacío, mi vida serás tu— Todo su cuerpo se relajo al ver la hermosa sonrisa que Kagome tenía el rostro, ilusionada, inocente y dulce.

—Creo que hablas mucho, deberías besarme— comentó, pegándole su sonrisa sin poder evitarlo. Él cumplió el pedido sin ninguna demora. Rasgó la camisa de colegio de Kagome con una de sus garras. –La rompiste.

—Fue un accidente— puso su mejor cara de niño bueno.

—No lo fue— terminó de quitársela y la tiró al suelo sin cuidado, después de todo ya no le serviría.

Inuyasha sentía que toda su sangre iba a su entrepierna, estaba tocando cada rincón de Kagome y ella no ponía mínima objeción, todo lo contrario, gemía y le devolvía la atención, masajeando sus musculos y mezclando los dedos entre su cabello plateado.

Decidió que quería ver mas piel, por lo que observo la extraña prenda que cubría la parte superior de Kagome, al no entender la forma de quitarla, sonrió de lado.

—¿Te enfadaras si hay otro accidente?— colocó su garra justo en la pequeña parte que unía ambas copas del sostén.

—Creo que podre perdonártelo— suspiró, lo único que quería era que Inuyasha siguiera deslizando sus garras, sus colmillos y sus labios en ella. Rompió la prenda y sintió un tirón en la entrepierna al ver aquella porción de su cuerpo. Miró maravillado su descubrimiento, había tenido vistazos de ella desnuda, nunca apropósito, pero no había podido evitar recordar esos segundos demasiadas veces, pero ahora no necesitaba aferrarse a esos instantes, ahora ella estaba ahí, pequeña y casi desnuda bajo él.

Kagome estuvo a punto de cubrirse cuando sintió la mirada fija en su cuerpo, pero esa idea desapareció tan pronto como vio el deseo en con los oscurecidos ojos dorados.

—Inuyasha…— soltó un profundo gemido cuando él rozó sus colmillos contra la piel sensible, lamió detenidamente la deliciosa y pálida piel, pero había algo…el aroma que emanaba cada vez con mas fuerza del centro de Kagome… bajo lamiendo en línea recta hasta las bragas rosadas y las rompió.

Demasiados accidentes, pensó con gracia la azabache, pero todo desapareció de su mente cuando sintió la lamida experimental que dio el hanyou en su zona más intima.

—Por favor…— Mierda, Inuyasha se estremeció, Kagome le estaba pidiendo por favor que… ¿Quién era él para negarse? Subió besando su cuerpo, hasta llegar a su boca. Sintió como las manos torpes por la excitación de ella desataban el nudo de su hakama.

Kagome se sorprendió al ver que no llevaba nada debajo, Inuyasha se sonrojó un poco al sentir la mirada fija de la ojimarron en esa parte de su cuerpo. Levantó la mirada y se encontró curiosidad los ojos dorados y levantó una ceja, ella se sintió avergonzada.

—Lo siento, nunca he visto un hombre desnudo— Inuyasha asintió, y la beso intentando darle confianza, pero el beso se torno cada vez mas necesitado y errático.

—Hazlo— pidió, acunando a Inuyasha entre sus piernas y rodeándole la cintura.

—Trataré de que no duela— murmuró, y volvió a besarla mientras entraba en ella despacio. Su sangre demoniaca le gritaba que la poseyera sin piedad, pero se contuvo al sentir el pequeño cuerpo de Kagome recibirlo con dificultad, cuando llego a su virginidad, la atravesó de una estocada y al sentir el profundo placer del cuerpo de la sacerdotisa contrayéndose contra él, deseo morderla, con fuerza, sentir su sangre, su instinto lo arrastraba al hueco entre el cuello y el hombro, debía…necesitaba… Y sin poder controlarse, hinco sus colmillos en la piel de Kagome.

Se sintió un maldito monstruo por sentir semejante placer cuando Kagome estaba derramando finas lagrimas, seco sus lágrimas y lamió la herida de su cuello como si fuera un cachorrito herido. Quería moverse, pero espero a que ella moviera suavemente sus caderas primero.

—Eres mía— gruñó, mientras comenzaba a entrar y salir de ella.

Cada vez todo se volvió mas descoordinado y salvaje, pero ahora Kagome gemía su nombre con fuerza y no había una pizca de olor a dolor, solo excitación y un olor agobiante a sexo en cada rincón del pequeño cuarto. Se estremeció cuando Kagome llego al orgasmo y él la siguió sin poder contenerse.

Kagome pasó sus dedos por la marca con suavidad.

—¿Pasa algo?— Inuyasha la rodeó con sus brazos y la dejo acurrucarse en su pecho.

—¿Ya soy tuya?— preguntó, depositando un beso donde estaba la pequeña cicatriz de la flecha sagrada.

—Creo que eso es bastante obvio— Kagome sonrió.

—¿Pero ya soy tu compañera?— Inuyasha asintió y le acarició la espalda, deslizando con cuidados sus garras.

—Hueles a mí y esto— rozó su marca, dándole un escalofrío— significa que eres mi mujer.

—Eso me agrada— se sintió profundamente somnolienta, protegida por los brazos de Inuyasha y con el filo de sus garras acariciándola, se quedo dormida.