Dramatical Vampire
Sus pasos eran casi sordos, todo estaba envuelto en un fúnebre silencio apenas interrumpido por los murmullos del viento. Todo estaba sumido en oscuridad, y mientras Aoba caminaba lentamente por el largo pasillo del estrecho y oscuro corredor, comenzó a preguntarse sobre su paradero, pues el hecho era, que no tenía ni la menor idea de donde se encontraba.
La oscuridad no le aterraba, de alguna forma, sentía que poco a poco se iba acostumbrando, en cierta forma prefería no poder ver nada, a toparse con algo desagradable.
Mientras sus pies descalzos buscaban el camino, las manos de Aoba se deslizaban suavemente por la pared, cerciorándose de no chocar contra ningún objeto. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no podía recordarlo? ¿Se había golpeado la cabeza? No lo sabía, no podía recordar nada. Y con ello, un pensamiento optimista resonó lentamente, como un murmuro del viento, como si alguien hubiera escuchado sus pensamientos y se hubiera apiadado de él, Aoba pensó que: quizá, esto no es más que un sueño.
Un sonido, diferente al del viento golpeando la ventana, se dejó escuchar, era música, suave y tenue música. Aoba se detuvo, dejó de caminar y trató de concentrarse lo más que pudo, incluso dejó de respirar unos segundos, y entonces, pudo reconocerlo, era música de piano, sin lugar a dudas. La música parecía volverse más intensa. Aoba, casi hipnotizado por el sonido, comenzó a caminar nuevamente, tratando de no hacer ruido. La música tenía cierto toque macabro, era la clase de melodía que despertaba la intranquilidad, pero también era música con un toque de pasión y dolor. Era música tan hermosa, que a pesar de su aterradora composición, logró que Aoba ignorara todo aviso de peligro, y continuara.
La música parecía intensificarse, los pasos de Aoba dejaron de ser lentos y precavidos, ahora parecía ya no importarle donde estaba, ahora parecía importarle más sobre la fuente de tan hermosa y extraña música, jamás había escuchado algo tan intenso.
Entonces, llegó al cuarto de donde la música provenía. El cuarto estaba sumido en la oscuridad, pero, el gran ventanal que había en la pared permitía que la luna iluminase tenuemente todo el espacio, dejando así, que Aoba viese el precioso piano negro relucía espléndidamente. Y en el piano, estaba un joven sentado, probablemente de la edad del mismo Aoba. El chico sentado en el piano tenía cabello negro, un poco largo, pero lo tenía bien arreglado. Aoba no podía verle el rostro, pues el fleco negro del joven cubría su rostro. Vestía ropajes oscuros, y su camisa era color tinto.
—¿Koujaku? —susurró Aoba, sus ojos miraban con desasosiego al joven que tan finamente tocaba el instrumento.
—¿Has despertado? —Preguntó él y se puso de pie, caminó lentamente hacia Aoba, y cuando estuvo frente suyo, le sujetó con suavidad—. Duerme, aun no es tiempo —le susurró con dulzura al odio.
—¿Qué?...
Aoba no pudo decir nada más, toda la fuerza abandonó su cuerpo, como si aquellas tiernas palabras hubieran sido un tranquilizante. Aoba cerró los ojos, presa del sueño, olvidó incluso su nombre y se entregó a los brazos de Morfeo, volviendo a sumirse en un lánguido sueño.
…
—¿Dónde estoy?
—Aoba-san, me alegra ver que despertaras.
—¿Qué…? —Aoba, aun mareado y confundido, intentaban reincorporar su conciencia a la realidad.
—¿Recuerdas algo? Soy yo, tu mayordomo, Clear. Ayer colapsaste, te dio una fiebre terrible.
~Flash back~
La Abuela de Aoba había muerto hace unas semanas. Ahora, Aoba estaba solo en el mundo y su futuro lucia incierto, ¿Qué se supone debería hacer él solo? Las preocupaciones parecían devorarle vivo, además, recibió un aviso de desalojo, Aoba estaba sin duda desesperado por su horrible situación, las cosas malas estaban viniendo una tras otra, sin piedad o misericordia de su tristeza.
—Estoy perdido… —suspiró pesado—. ¿Qué debo hacer?
Aoba, estaba sentado en la entrada de su pequeño apartamento, no tenía ni la más mínima idea acerca de lo que debería hacer, en unos días perdería su vivienda y debía pensar en algún plan, pero la muerte de su adorada abuela tenía su mente algo nublada y no podía pensar con claridad.
—Quizá podría pedirle un prestamos al banco en lo que encuentro un trabajo… —murmuró Aoba, mientras sus ojos distantes trataban de encontrar la claridad y la paz en los hermosos colores del atardecer. Estaba vivo, y eso era bueno, pero estaba algo confundido y deprimido. Ninguna pena dura por siempre, eso es verdad, no obstante, en aquel momento sentía que el mundo estaba viniéndose abajo.
—¿Eres tú, Aoba, el nieto de Tae? —preguntó una voz monótona.
Aoba despertó de sus desasosiego, frente a él había un hombre de traje, tenía el cabello café y lucía como alguien mayor, posiblemente tendría la edad de su abuela o un poco menos.
—Sí, ¿Podría preguntar, quién eres tú?
—Mi nombre es Toe, sé que no me conoces, pero yo a tu abuela sí. Lamento lo ocurrido.
—Gracias, para todos ha sido difícil —dijo Aoba, apartando la mirada, en su rostro estaba reflejada toda su tristeza—. Toe-san, ¿hay algo en que pueda ayudarte? —inquirió Aoba, dudoso, no tenía idea acerca de lo que quería Toe con él.
—El asunto Aoba, es que vengo a entregarte una herencia.
—¿Herencia? —Aoba alzó la vista, las palabras de ese hombre le habían sorprendido. El notario ya había ido a hablar con Aoba y le había dejado muy en claro que no había mucho de herencia, de hecho era quizá muy poco como para ser llamado "herencia". Por lo tanto, Toe, el hombre frente a él, estaba desconcertándolo por completo.
—Aoba, Tae fue una mujer muy importante para mí, y ya que tu madre no está, el único que queda eres tú. Aoba, yo poseo muchas riquezas, pero no tengo un heredero a quien dejárselas; planeaba dejarle todo a Tae, pero como ella se adelantó, entonces lo dejaré todo en tus manos.
—No puedo aceptarlo —se apresuró a decir Aoba—. Yo ni siquiera te conozco… no creo que sea correcto.
—No te preocupes —Toe sonrió—. Ya lo has hecho, yo solo he venido a darte las escrituras y darte un saludo —dijo Toe, con un tono increíblemente amable. La mirada del hombre viajó y vio el aviso de desalojo, pareció reír entre dientes—. Te aconsejo que lo aceptes, es mi regalo para el nieto de la mujer que más ame.
—P-Pero ¿no vive nadie más ahí? No quiero irrumpir, en serio, esto es… demasiado.
—Oh, no te preocupes, solo tengo cuatro ¿sobrinos? Podría decirse, pero solo lo son de nombre, ellos te servirán y te darán todo lo que quieras. Cuídalos bien, ¿de acuerdo?
Toe dejó algunos papeles en las manos de Aoba, quien ya no pudo decir nada, la amable sonrisa del hombre y su sincera mirada, habían sido suficientes para quitarle al peli-azul todo argumento. Además, si lo pensaba un poco, este era un gran golpe de suerte, una ayuda del cielo. Quizá era demasiado, pero tampoco sería un malagradecido, si ese hombre había amado a su abuela y quería hacer de Aoba el sucesor —aunque en realidad lo había hecho ya—, entonces así sería.
—Un auto vendrá a recogerte mañana.
—Está bien —sus miradas se encontraron una vez más, Aoba tomó las escrituras y le aseguró que cuidaría bien de todo. Toe le sonrió en respuesta y tal como había aparecido, desapareció.
Casi, parece que estoy soñando, no me lo puedo creer, esto es demasiado oportuno. Pensó Aoba mientras entraba a su apartamento por última vez. Empacó sus pocas posiciones, y sin ánimos de nada durmió toda la noche, aun sin poder creer lo que había ocurrido.
A la mañana siguiente, exactamente a las diez, un auto negro vino a recogerle. Un hombre de aspecto neutro e inexpresivo le saludó educadamente, empacó sus cosas y le pidió que entrara al auto. Aoba, totalmente mudo, asintió y entró con calma, aunque no estaba precisamente tranquilo, sino que estaba nervioso y su cuerpo se engarrotó por los mismos nervios.
El viaje parecía de nunca acabar, Aoba ya no podía asegurar cuento tiempo llevaba dentro del auto. ¿Es que acaso el lugar estaba al otro lado del mundo? Trató de distraerse mirando el paisaje, pero todo eran árboles y árboles, y tan rápido como los arboles aparecían desaparecían, ese raro panorama provocó que Aoba se mareara. Resignado, cerró los ojos, tenía ganas de preguntar cuando llegarían, pero no tenía ni las fuerzas ni el valor, en aquellos momentos aún se encontraba incapacitado para decir algo.
Rendido, y cansado, pensó que quizá no estaría mal si se dormía un rato.
—Aoba-san —le despertó el conductor—. Hemos llegado a nuestro destino.
Aoba abrió los ojos y se reincorporó con algo de dificultad. Bajó del auto y dejó que la deliciosa brisa le despertara, era fresca y eso le quitó el mareo. El aire era limpio y puro, nada que ver con la ciudad.
Miró a su alrededor, por lo visto la mansión estaba en medio de un enorme terreno boscoso. Aoba no sabía si esto era muy bueno, ya que le tomaría mucho tiempo llegar a su escuela.
Aoba buscó con la mirada al conductor, pero este ya había desaparecido.
El joven peli-azul, dejó de admirar el bosque y entonces fue cuando vio aquella mansión que sería su hogar por primera vez. Era enorme, tenía un hermoso toque de estilo victoriano, sin duda era antigua. Algo tétrico, con colores oscuros. Pero, los jardines que había antes de llegar a la entrada eran preciosos, dos enormes rosales blancos acompañaban a cada lado, dejando un claro y pulcro pasillo que conducía directo a la puerta. Eso, fue lo que Aoba pudo distinguir apenas mirando a través del enorme portón que protegía la entrada a la mansión.
Apenas Aoba tocó las puertas, estas se abrieron, y en silencio, con maleta en mano, comenzó a caminar por el pasillo. Se detuvo un momento para admirar los rosales blancos, eran hermosos, seguramente costaba mucho trabajo mantenerlos tan bellos. El perfume era encantador, Aoba podía respirar el aroma de mil rosas, era una sensación envolvente. Sonrió un poco más calmado, como si el perfume hubiese entrado en su mente y hubiera nublado todas sus preocupaciones y ansiedades.
Por fin, frente a los grandes puertas principales, Aoba tocó una de las puerta con suavidad. Las dos gigantes puertas se abrieron lentamente, haciendo un sonido tan macabro que casi parecía salido de película de terror, pero Aoba no se asustó. Con tanta tecnología moderna, apuesto a que son automáticas, es impresionante. Pensó asombrado mientras entraba y escuchaba a las puertas cerrándose lentamente tras él.
Los ojos dorados de Aoba recorrieron el lugar (el vestíbulo) todo estaba preciosamente decorado. Había cuadros con pinturas caras, jarrones de todas las clases, muebles finos, sillones con decorados preciosos. Todo el lugar parecía haber salido de un libro de historia, realmente era precioso. Aoba no podía creer que ahora todo eso fuera suyo.
Toe-san dijo que había otras cuatro personas aquí ¿verdad?
Aoba paseó su mirada de izquierda a derecha, pero nada, o mejor dicho, nadie, no había nadie, todo estaba sumergido en el precioso silencio a penas interrumpido por algunas ramas, que empujadas por la brisa, acariciaban la ventana.
—¿Hola? —se atrevió a llamar—. ¿H-hay alguien aquí?
No hubo respuesta. Aoba consideró como una buena idea explorar el lugar, no debía sentirse como un extraño en su nuevo hogar ¿verdad? Así que comenzó a caminar en una dirección cualquiera, caminando por pasillos y visitando cuartos múltiples hasta que llegó a lo que parecía ser el comedor. Era maravilloso; había una larga mesa con varias sillas. Del techo colgaban dos enormes y finos candelabros de cristal y las paredes también tenían cuadros decorando la sala, era espectacular.
—Vaya, de verdad es precioso —murmuró Aoba.
De esa forma continuó explorando, logró ver: la biblioteca, algunas habitaciones para huéspedes, dos hermosas bibliotecas, cuartos de lectura, dos estudios, un gran salón, algunas habitaciones totalmente vacías, más salones, más cuartos, y así hasta que volvió a su punto de inicio, ya había explorado todo el primer piso —y le había costado mucho tiempo—. La mansión tenía tres pisos, así que Aoba consideró prudente dejar la exploración para después, no quería perderse y no quería quedar agotado.
Un sube gruñido de escuchó, ese era el estómago de Aoba. Creo que la cocina estaba hacia allá. Reflexionó Aoba mientras intentaba recordar donde había visto la cocina, pero entonces una voz real le sacó bruscamente de sus pensamientos.
—¿Eres tú, Aoba? —preguntó la voz.
—¿E-Eh? ¡Ah! Sí, soy yo… —respondió Aoba rápidamente, pero, por más que buscó el origen de esa voz no vio a nadie—. Llegué hace rato, no encontré a nadie… así que me puse a explorar —confesó como si fuera un niño que había hecho una travesura.
—¡Oh! ¡Pero que lamentable! ¿Cómo podríamos disculparnos? Ha sido nuestra falta, no le hemos recibido como se debe, amo —expresó la voz apenada.
Entonces, Aoba alzó la mirada, en el centro del vestíbulo había una gran escalera que dirigía al seguro piso, y en el inicio de esta, había cuatro hombres elegantemente vestidos, eran ropas de mayordomo. Aoba intuyó rápidamente que ellos eran los cuatro chicos de los cuales Toe había hablado.
—No pasa nada, de verdad, creo que yo debí avisar o algo…—dijo Aoba, esforzándose por no parecer un tirano, no era culpa de ellos no haberle escuchado, después de todo, la mansión era enorme, seguramente no se escucha nada en el segundo piso, o por lo menos eso quiso pensar Aoba.
—Amo, permítanos presentarnos —el joven y los otros comenzaron a bajar las escaleras—. Mi nombre es Koujaku, después de usted yo soy quien dirige a los mayordomos y asigna tareas, en caso de que usted esté demasiado ocupado.
—Es un gusto conocerte, Koujaku —dijo Aoba, mientras una delicada sonrisa se deslizaba por sus labios.
—Él es Clear, usualmente se ocupa del jardín y de la cocina, está a su entera disposición.
Aoba observó a Koujaku, tenía el cabello negro, largo, aunque lo tenía arreglado con una coleta, y su fleco tapaba la mitad de su rostro, más aun así tenía una expresión amable. Luego miró a Clear, él tenía el cabello blanco, pero era joven, sus ojos tenían un tono purpura rosado muy llamativo, y también parecía tener una mirada cariñosa.
—Él es Noiz, él se encarga de múltiples tareas en la mansión, además se encargará de elegir su guarda ropa y si necesita ir a la ciudad él le llevará sin duda. Y él es Ren, también se encarga de múltiples tareas, pero, hará lo que usted desee.
Noiz y Ren a diferencia de Koujaku y Clear, eran más inexpresivos. Noiz tenía una mirada helada y se veía inexpresivo, Aoba no estaba seguro si Noiz estaba feliz o molesto, era muy difícil leer su expresión, pero igual le dedicó una sonrisa amable. Ren, no era frio, pero parecía tímido, como esa clase de personas que prefieren callar antes de hablar, prudente podría decirse, pero noble.
—Nosotros estaremos complacidos en servirle, Aoba-san —dijeron los cuatro a coro.
Aoba, algo intimidado por tanta formalidad, preguntó titubeante.
—E-Entonces… ¿y-yo debo darles ordenes?
—Sí, usted es nuestro amo y así debe de ser —respondió Koujaku.
—¿Harán todo lo que yo pida?
—Así es —contestó Clear.
—Entonces… —Aoba reflexionó un momento—. Les pido que no me hablen de "usted"… c-creo que me sentiría más cómodo.
—Si ese es tu deseo Amo, entonces así será —dijo Koujaku, colocando una mano en su pecho y haciendo una leve reverencia, de verdad parecía alguien devoto a su trabajo.
Luego de ello, las tripas de Aoba volvieron a gruñir con desagrado, tenía hambre y no podía evitarlo. Koujaku miró su reloj que guardaba el bolsillo, faltaba media hora para que llegara la hora de comer. Koujaku sonrió suavemente.
—Noiz, lleva a nuestro amo a su nueva habitación. Ren, desempacaba las pertenecías de nuestro amo. Clear, ya sabes que hacer —indicó firme, luego se volteó con Aoba y le dijo antes de subir las escaleras—. Le ruego sea paciente, la comida estará lista en breve —Aoba ignoró le hecho de que al final Koujaku le había vuelto a hablar de "usted" posiblemente le costaría un poco acostumbrarse a hablarle de tú, ya habría tiempo para que pudiera adaptarse.
Aoba asintió agradeciendo tan delicadas y amables atenciones. No sería mal agradecido, de hecho se sentía algo avergonzado.
Vaya, ser un "amo" suena difícil, no soy bueno dando órdenes y me gusta ser auto-suficiente. ¿Por qué toe me dejó este lugar? ¿Por qué no les dejó a ellos la mansión? No lo entiendo, pero, debo esforzarme, prometí que me haría cargo de todo y lo cuidaría. Me pregunto… que me deparara el destino.
—Aoba, esta será tu habitación —dijo Noiz, seriamente.
—¿M-me llamaste por mi nombre? —Aoba estaba contento, aliviado y asombrado, casi había dado por sentado que todos serían igual de formales que Koujaku.
—¿Te molesta? —inquirió Noiz.
—No, para nada, me alivia un poco —se apresuró a decir Aoba.
Noiz, había conducido a Aoba por un largo pasillo, ambos estaban frente a dos largas y grandes puertas blancas. Noiz las abrió, mostrando la increíble habitación. Había una cama gigante, adorada con cortinas blancas, también era de estilo victoriano. A cada lado de la cama había dos enormes ventanales que llevaban a dos pequeñas terrazas que ofrecían una preciosa vista a los bosques y jardines de la mansión. Había algunas cómodas y armarios, y otra puerta que llevaba al nuevo baño privado de Aoba. Todo era precioso y casi todo estaba en tonos blancos con dorado, era como estar en un costoso cielo.
—Es preciosa —dijo Aoba—. Aun no puedo creérmelo.
—Aoba —le llamó Noiz—. No vamos a interferir en tu forma de vestir para cuando vayas a la ciudad, pero en la mansión será mejor que uses vestimentas más apropiadas.
Tiene sentido, le daría mala apariencia a la mansión que su dueño vista como alguien corriente, aunque me gusta mi ropa.
—De acuerdo —respondió—. Pero, no me van a poner trajes y eso ¿verdad?
—No te preocupes, te gustará, no son trajes como los que piensas.
Alguien tocó las puertas. Era Ren. Noiz se le quedó viendo a Aoba, como si le dijera "anda hazlo".
—A-Adelante —dijo Aoba, aunque, sonó inseguro.
Ren entró, sin decir nada, guardó las ropas de Aoba en su lugar, acomodó las demás pertenecías. Hiso una reverencia y se fue. Aoba no estaba muy seguro de cómo reaccionar, pero como nada de lo que él había hecho le molestó, simplemente dijo "gracias" y todo quedó tranquilo.
Noiz miró su reloj que tenía en la muñeca —Es hora, bajemos ya —indicó Noiz, Aoba asintió y le siguió sin discutir.
Aoba jamás había comido nada mejor, todo estaba delicioso, cada bocado era mejor que el anterior. Pero, se sentía algo triste y extraño, no le gustaba comer él solo.
—¿Koujaku? —le llamó tímidamente—. ¿No puedes comer conmigo?
—Me temo que no, amo. Pero, si quieres, podemos acompañarte.
Koujaku permaneció a un costado de Aoba, sonriendo tranquilo. Aoba negó rápidamente, no quería estar comiendo con cuatro personas mirándole. —¿Y ustedes a qué hora comen? —preguntó preocupado.
—Amo, de eso, tú no tienes por qué preocuparte, tu alimentación es lo más importante para nosotros.
Aoba se sintió halagado y un poco enternecido. Desde que había muerto su abuela, nadie se había preocupado así por él, de alguna forma se sintió feliz al pensar que alguien estaba preocupándose por él, era halagador y le provocó ganas de sonreír.
—Gracias.
—Es un honor.
Después de tan buena comida, Aoba puso realizar todo su paseo por el segundo piso. Encontró algunos cuartos con instrumentos. Se alegró al ver que a pesar de que ese lugar tenía estilo tan rustico, también tenía tecnología. Había un cuarto con una gran televisión, era como un mini cine. También había una computadora y algunos apartados más. Encontró más bibliotecas y cosas interesantes y una vez que terminó de explorar se sintió agotado. Bajó nuevamente y se dirigió a una sala de estar, y se recostó en el sillón.
—¿Todo bien, Aoba-san? —Aoba, quien había cerrado los ojos, los abrió para encontrarse con la tierna mirada de Clear. Aoba le sonrió amable.
—Sí, solo me cansé, este lugar es increíble.
—Me alegra saber que te gusta, nada nos hace más felices que saber que este lugar es de tu agrado —Clear usualmente hablaba de usted, pero respetando los deseos de su amo, se esforzaba por hablarle de "tú" y no le llamaba 'amo' pues consideraba que el nombre de su amo era hermoso.
—Es más de lo que jamás pude soñar —confesó Aoba—. Clear, quisiera preguntarte, y dime la verdad ¿no les molesta saber que yo heredé esto? ¿No les hubiera gustado quedarse ustedes con todo esto?
—Es verdad que podría ser tentador —respondió Clear—. Pero, ¿Qué son algunas propiedades y riquezas, comparadas con tenerte a ti aquí?
Aoba se quedó absorto en las palabras de Clear, trataba por todos los medios de entender que es lo que había dicho. ¿Cómo podían preferir servirle a alguien a tener todas las comodidades? No tenía sentido alguno, realmente no lo comprendía, para nada en lo absoluto.
—No lo entiendo —murmuró Aoba, acompañado de un suspiro.
Clear sonrió cariñoso, deslizó su mano enguantada y peinó algunos cabellos de Aoba.
—Ya lo comprenderás.
Aoba pasó el resto de las horas leyendo y explorando, la verdad, a pesar de estar encantado y feliz con todo lo que ahora tenía, recordaba que jamás volvería a tener a su abuela, y eso le entristeció, superar la muerte de un ser amado jamás es sencillo, hacerte a la idea de que esa persona ya no está y jamás volverá, tampoco es fácil, es como un carga pesada, como un horrible castigo.
Aoba escuchó un trueno, probablemente llovería.
En la cena, Aoba comió en silencio, no podía dejar de pensar en lo mucho que extrañaba a su abuela, no podía dejar de recordar todo lo que ella había hecho por él.
Sin poderlo soportar, Aoba salió corriendo, y se quedó ahí, llorando en silencio bajo la helada lluvia, extrañando como nunca antes lo había hecho. Esta sería la última vez que lloraría de esa forma, sabía que su abuela jamás desearía verle así, el deseo de ella era que Aoba creciera y viviera, que fuera feliz. Aoba entendía que a pesar de su propia tristeza, debía luchar por vivir.
—Noiz, ve por él —ordenó Koujaku.
Noiz salió a la lluvia, y a penas su mano tocó el hombro de Aoba, este colapsó instantáneamente. Noiz le trajo de vuelta a la mansión, y luego de haber cambiado las ropas de Aoba, le arroparon y dejaron que durmiera.
Fin del flash back.
—Lo siento, ayer no me sentía bien… —agregó Aoba.
Clear negó con la cabeza, su mirada era tan dulce. Clear abrió las cortinas dejando que la habitación se iluminara, todo era blanco puro, al igual que al día anterior. Aoba admiró la enorme y reluciente habitación, se sentía como en el cielo, como en un precioso sueño.
—Aoba-san, ¿tienes alguna idea de cómo manejar una mansión? —preguntó Clear, mientras abría el armario de Aoba y sacaba las ropas ya pre-elegidas para su uso dentro de la mansión. Aoba, sin entender esa pregunta, se limitó a responder.
—No, la verdad, no.
—Bueno, no tienes nada de qué preocuparte, ya comenzamos a buscar tutores para ti, aunque si gustas nosotros mismos podemos enseñarte todo lo que debes hacer como nuestro amo. Será cuestión de tiempo, pronto será tan natural para ti como respirar —dijo Clear, con un tono alegre, como si de verdad le emocionara la idea de ver a Aoba convertido en un excelente amo.
—Preferiría que ustedes me lo mostraran pero, ¿y mi escuela?
—Sobre ese tema, creo que será mejor que lo hables con Koujaku-san.
Aoba se sentó en la cama, notó que tenía puesto una especie de camisón blanco. Clear se acercó, le quitó las cobijas con delicadeza y le hiso una seña para que se sentara en la orilla.
—Y-Yo puedo vestirme solo —se apresuró Aoba a decir. Le avergonzaba hasta la medula pensar que un chico le vistiera y desvistiera.
—Aoba-san, yo voy a respetar todos tus deseos, pero… ¿no podrías concederme el mío? La vida de un mayordomo consiste en asistir a las necesidades de su amo, ¿de qué sirve mi existencia, si yo no puedo asistirle?
Por un momento Aoba no supo que decir, pero con tan solo mirar a Clear directo a los ojos, cedió. Aquella mirada era tan dulce y tierna, parecía como si estuviera a punto de romperse a llorar. Enternecido por tan preciosa mirada, Aoba simplemente asintió, además ¿Qué podría pasar? Solo iba a vestirle, y eso no tiene nada de malo ¿verdad?
No obstante, cuando Clear deslizaba sus manos para despojarle de sus ropas, sintió un escalofrió, Aoba simplemente desvió su mirada al techo, tratando de distraerse y así no darle mucha atención a lo que estaba sucediendo.
Lo que Aoba no pudo ver, era que esa mirada tierna se había borrado por completo de Clear, ahora serán ojos helados, su mirada estaba afilada y miraba el cuerpo de su nuevo amo con total deseo. Si Aoba sentía cosas tan extrañas, era porque cuando Clear deslizaba sus dedeos, lo hacía con todo ánimo de morbo. Su 'tierno mayordomo' estaba extasiado, todo lo que veía era agradable a su vista, casi podía sentir como salivaba con anticipación, hambriento, deseando hacer muchas más cosas. No podía creer lo sencillo que era convencer a su amo, aunque era natural, después de todo, sus ojos tenían esa habilidad.
—Aoba-san, ¿deseas que te prepare un baño ahora? —preguntó Clear, suavemente.
—N-No gracias —respondió nervioso—. Creo que en la noche será mejor.
—Como tú desees.
Aoba dejó que Clear le ayudara a vestirse, y apenas estuvo listo, salió de ahí a toda velocidad.
…
La noche anterior.
—¿Y? ¿Qué les parece? —preguntó Koujaku, mientras sonreía, mostrando sus peculiares colmillos.
—Creo que Toe-san tiene un gusto excelente —comentó Clear, sonriendo a la par, sumergido en pensamientos despreciables y pervertidos.
—Quizá, este sea definitivo —comentó Noiz, indiferente.
—No podremos dejarle ir —murmuró Ren.
—Será interesante…pero, debemos ser pacientes, aún no hay luna roja —agregó Koujaku.
Continuará…
