¡Que van a morir
Nada descubre el canto
De las cigarras!...1
Capítulo I
El Kazekage y la Villa de la Hoja.
Clareaba la mañana luminosa y polvorienta en la Villa de la Arena, hacía tiempo que nadie se asombraba de ver el rostro huraño y poco amistoso de Gaara paseándose de aquí a allá sin parar. Ni siquiera él se asombraba ya de haberse convertido en Kazekage, era como si desde el principio el destino lo hubiese llevado hasta allí. Muchas veces, tendido indolentemente sobre su cama olorosa a cedro y algodón recién lavado, se había reído de aquella ocurrencia del concejo, en otras ocasiones fruncía el ceño taciturno, divagando sin sentidos ¿Tan mal estaban las cosas en la villa que la única opción viable para el puesto era un jinchuriki huraño e inestable?
A pesar de las dudas había aceptado el puesto con toda la seriedad con la puede aceptar un reto un adolescente. Era prudente cuando las circunstancias los requerían, rápidamente se hizo de un cuerpo de consejeros sabios y sin ambición a quienes consultar en caso de emergencia; sus hermanos ocuparon puestos estratégicos de especial relevancia dentro de la Villa. Anhelaba llevar la dirección de la Villa de Arena de una manera virtuosa, aunque a ciencia cierta no tenía motivos personales para hacerlo.
Solo una cosa lo inquietaba aún y aunque intentaba desesperadamente no pensar en ello, aquel pensamiento necio no lo dejaba ni a sol ni a sombra, lo obsesionaba de tal manera que de vez en vez se aparecía en sus sueños. Era una experiencia cuya gran importancia solo era comprensible para su persona, si se lo hubiera contado a Kankuro o a Temari se habrían reído de él a pesar de ser ahora el jefe de la Villa. El punto era que aún después de varios años no lograba superar el tremendo miedo que le tenía a la kunoichi Sakura de la Villa de la Hoja; maldijo una y mil veces aquella cita en la que casi pierde la cordura.
Este era un secreto muy bien guardado, solo dos personas conocían los hechos de aquel día ya que era imposible que el camarero lo hubiese reconocido en esa ocasión. Nadie sospechaba que aquel era el motivo por el que el ninja evitaba, desde hace más de un mes, ir a hacer su presentación oficial como Kazekage a la Villa de la Hoja. Las visitas oficiales a todas las Aldeas Ocultas aliadas ya habían sido realizadas con gran pompa y ceremonia y los consejeros temían que la reticencia del Kazekage ocasionase un lamentable impase diplomático. Todos se ponían las manos en la cabeza, temiendo por la precaria paz entre ambas Aldeas, cuando recordaban los eventos protagonizados por el mismo Gaara cuando la Arena invadió a la Hoja.
El joven dirigente, previendo una nueva emboscada de sus consejeros para convencerlo de visitar la Villa de la Hoja, se había marchado sin avisar, a supervisar la construcción de un puente rural en una tierra que carecía de ríos y agua corriente, cubierto con un turbante color arena andaba de acá para allá examinando los materiales de construcción ante la mirada asombrada de los obreros y de los aldeanos, estaba a punto de dar el visto bueno a la obra cuando una voz rasposa le puso todos los sentidos en alerta:
Kazekage sama, por fin lo encontramos, tenemos algo importante que conversar.
Era su consejero más viejo, un eremita hambriento que siempre estaba ayunando y que por eso le resultaba muy barato de mantener.
Huum…-simuló estar pensativo- ¿No podríamos hacerlo en la villa anciano?
Me temo que llevamos una semana esperándolo allí Kazekage sama, su pueblo necesita su sabia guía, de manera que sus leales consejeros hemos decidido acompañar sus partidas de campo de ahora en adelante.
Apenas hubo hablado un enjambre de viejos igual de achacosos que él asintió ruidosamente y se apostaron alrededor de Gaara, este enfrentó el penoso revés con la mayor cantidad de dignidad que pudo y decidió actuar con astucia.
Muy bien anciano, admiro tu desinteresado sacrificio, me sentía preocupado de traerlos conmigo pero ya que veo su disposición a ayudarme los aceptare de un muy buen grado.
Los ancianos consejeros se quedaron desencajados ante la amable respuesta de su joven señor ya que en otras ocasiones los había despedido con cajas destempladas.
Acto seguido Gaara se despojo de su grueso turbante y con su encendida cabellera al viento echó a andar a buen paso hacia donde trabajaban los obreros. El puente en cuestión se construía sobre un agudo despeñadero y a ambos lados del abismo se reunían curiosos campesinos, Gaara en una perversa estratagema se disponía cruzar a pulso el despeñadero para conversar con sus súbditos al otro lado.
Un buen líder necesita conocer las necesidades de su pueblo, acompáñenme a conversar con aquellas buenas personas- ordenó al tiempo que señalaba al otro lado.
Los ancianos viendo que Gaara se les escapaba una vez más, corrieron tras él lo más rápido que su añejos huesos se los permitieron. Aún así no lograron alcanzarlo, el ágil ninja cruzó de un solo salto el abismo y desde el otro lado se hacia el sordo a las llamadas de los ancianos.
Unas horas más tarde, descansaba oculto tras el quicio de una puerta, cubierto de una fina capa de polvo ceniciento producto de andar sin rumbo a través de las arenas del desierto. En esta ocasión la sala donde solía reunirse con sus consejeros se hallaba vacía, lo constato cuando espió el interior de la sala. Después de un rato decidió entrar en ella, se sentó a la turca en un gran cojín color albaricoque y se puso a observar como entraba la roja luz del atardecer a través de los tragaluces del techo, cubriendo de sutiles iridiscencias las copas y fuentes de cristal dispuestas sobre las esteras multicolores elegidas por el extraño gusto de Temari, el ambiente tenía esa pesadez que caracteriza las estancias donde se ha dado alguna gran fiesta, podría decirse que el salón estaba cansado, flotaba en el aire un sutil aroma a manzanas y miel, Gaara agotado por la jornada luchaba por no rendirse al sueño, podía escuchar como el Shukaku murmuraba alborozado tentándolo a liberarlo de una vez, inconscientemente lo reprimió aún más en su interior.
Aquella modorra no era producto del cansancio, que Gaara manejaba con suma facilidad sino de algo deliberado. Sintió como la estancia daba vueltas sin control a su alrededor, luego sintió como se desvanecía, en un último instante de lucidez se supo víctima de un jutsu ilusorio, en vano trato de contrarrestarlo, por alguna razón sus manos no les respondían, las sentía como si fuesen de fina porcelana… Lo siguiente que supo fue que se hallaba en un fragante albaricoquero, las plantas se sucedían unas tras otras en una larga hilera, echaba a andar a través de ellas sin rumbo fijo hasta que se encontraba con una larga cabellera negra, sorprendido e intrigado por el inusual contenido de aquella ilusión extendió su mano derecha hacia la negra cortina de cabello, hechizado por el aroma de su dueña; después de eso justo cuando la mujer se daba la vuelta, cuando estaba a punto de ver su rostro de piel alabastrina la ilusión se hizo añicos como una pompa de jabón.
Gaara despertó en medio de su sala de reuniones con un dolor punzante en la nuca e incapaz de mover sus manos, estaba tumbado panza arriba sobre un gran cojín con las manos atadas mirando el intrincado diseño ondulante del techo abovedado de la estancia… no entendía nada de lo que había pasado.
He aquí lo que había ocurrido, luego de incidente del puente, los sagaces funcionarios de La Arena decididos a no dejarse amilanar por el joven Kazekage dispusieron todo para tentar a Gaara con algo más dulce que el deber, regresaron y se pusieron a divagar acerca de los atractivos de la Villa de la Hoja, rápidamente descartaron todo lo que tuviese que ver con paseos turísticos, indagando un poco en lo hecho por Gaara en sus anteriores visitas a La Hoja, descubrieron que este tuvo una cita con una kunoichi de allí, los arcaicos caballeros supusieron que cualquier muchacha bonita serviría para atraer al reticente Kazekage. Rebuscaron en un antiquísimo anuario de la Villa de la Hoja, que por Dios sabrá qué razón estaba en la biblioteca y hallaron una fotografía de la madre de Hinata Hyuga, la mujer les agradó y decidieron usar su imagen para engatusar a Gaara.
Cuando el muchacho llegó al edificio los consejeros se hallaban todos al acecho, para cuando entró a la sala de reuniones les puso todo en bandeja de plata, apenas puso sus pies en la estancia cayó en un jutsu ilusorio ejecutado por cinco experimentados ninjas, indujeron la visión de la mujer de la Villa de la Hoja y se marcharon de la sala dejando al Kazekage atado y encerrado.
Al día siguiente, muchos de sorprendieron de ver al Kazekage más malhumorado de lo normal saliendo de la recién abierta sala de reuniones todo sucio y desgarbado. Fue directo al comedor donde su leal cuerpo de concejeros tomaban el té vespertino, cuando lo vieron llegar se pusieron mas achacosos que de costumbre e incluso alguno se hizo el sordo. Gaara no tuvo más remedio que dejar esta batalla y preparar la siguiente.
Los ancianos se felicitaban del resultado de su importante tarea, a partir de entonces, descubierta la debilidad de Gaara con lo jutsus ilusorios conjuntos, se dedicaron a aplicárselos cada vez que les parecía conveniente, esto habría continuado así de no ser porque uno de los hombres descubrió que a pesar de que a estas alturas Gaara ya debía estar a punto de volverse loco por la misteriosa mujer que le obligaban a ver sin parar, esto no los ayudaría a llevarlo a la aldea de Hoja ya que por senilidad o por descuido olvidaron hacer que los emblemas de la aldea fuesen visibles en la ilusión. En resumen Gaara veía a la mujer pero no tenía razones para asociarla con la Villa de Hoja.
