PRELUDIO.

1872~ Beatrice

– Respóndeme de una maldita vez, no más juegos. Beatrice es mi hija ¿sí o no? – la niña los podía ver desde las escaleras de la sala de estar, estaba sentada en unos de los escalones a la espera de que su madre subiera a su cuarto para que le diera las buenas noches; pero los golpes desenfrenados de su padre desde la puerta de entrada las sacó de trance y la mujer mayor tuvo que ir a abrirle, ya que la ama de llaves nunca fue. El hombre que estaba bien vestido con un traje de frac y manos enguantadas de blanco sostenía a su madre de los hombros mientras la mecía con euforia esperando una respuesta.

El sombrero de copa había caído al suelo y la mujer de un hermoso cabello castaño que caía sobre su espalda le sonría con descaro.

– Bebiste, he de suponerlo por el mal aliento que tienes – la sonrisa no se iba de su cara, lo miraba despectivo casi con odio.

– Tessa – el hombre frunció el ceño afligido y las palabras casi se quedan trabadas en su garganta – necesito la verdad.

– ¿Que verdad quieres escuchar Folco? ¿Qué Beatrice es hija de Bardi? – Tessa se había apartado de su marido para verle como su cara se desfiguraba. El rumor que había escuchado en el teatro parecía que se hacía realidad, su padre le dijo que Tessa mantenía un romance con su mejor amigo. Amigo que tenía casi el cincuenta por ciento de la empresa industrial familiar y el cual había sido el padrino de bautizo de la pequeña Beatrice – o mejor aún, Beatrice es hija de tu padre o de tu hermano.

El golpe en su cara hizo el declive de todo. Ella llevo su mano despacio a su mejilla donde su marido le había golpeado dejándole una marca roja.

– ¡¿Cómo puedes decir eso?! – el hombre alzo la mano nuevamente para golearla, pero se detuvo en último momento – ¿Por qué Tessa? ¡¿Por qué?! Yo…yo les di todo a ustedes, ¡te cumplí todos tus malditos caprichos!

– No es suficiente – la mujer tenia una mirada afilada hacia la persona que en algún momento dijo que amaba delante de una iglesia – Aunque parece que te afecta más con quien me haya acostado que el padre verdadero de Bice.

Folco la empujó agresivo hacia el sillón carmesí, el pijama blanco de Tessa se elevo hasta sus rodillas, pero ambas miradas no se apartaban.

– Quiero la verdad – la voz del hombre salió como un ahogo – la puta verdad.

– ¿La verdad de qué? – Tessa volvió a sonreír descaradamente – ¿de con cuantos hombres te he sido infiel o sobre el padre de Bice?

–Estas cortando mi paciencia mujer – el agarre sobre los hombros de la mujer se hizo más fuerte.

– Y tú la mía Folco – la voz de Tessa sonaba de lo más calmada – y si lo supiera tampoco te lo diría.

–Quiero que te vayas de mi casa – Folco se separó de su esposa y oculto su rostro con una mano, estaba lleno de coraje y amargura. No podía creer lo que le decía su esposa. ¿Cómo pudo traicionarlo de esa forma? Él que le dio todo, él que la amo con todo su ser. Independiente de que su matrimonio fuese arreglado, cuando la vio bajar de ese carruaje, con la mirada en alto y unos brillantes ojos verdes, nunca más la pudo sacar de su mente. Había caído enamorado como los múltiples jóvenes de su edad que veían a Tessa Portinari por primera vez. La cuarta de hija de un total de seis hermanos de la casa Portinari, una familia reconocida de banqueros italianos que decidieron mudarse a Francia para mejorar el negocio e invertir en la gran industria.

Tendría alrededor de trece años cuando la vio y los comprometieron enseguida; su padre no iba a perder la oportunidad de unir lazos lo más rápido posible con esa familia de banqueros. Se casaron cuando ambos cumplieron los dieciocho, para él Tessa era la mujer más hermosa que vio y ella siempre lo hacia notar. Cuando nació Beatrice, ellos ya llevaban ocho años de casados y las relaciones con la burocracia francesa y las ganancias habían sido multiplicadas considerablemente; era como si la pequeña bebé les hubiera dado un golpe de suerte casi divino.

–Con gusto me iré, pero me llevo a mi hija – esa voz dulce, melodiosa lo estaba torturando. Tessa tenia un control casi sobrehumano sobre Folco. Cerró los ojos con recelo, todavía la amaba y a la pequeña Beatrice igual. Como no querer a ese ángel que tenía los mismos ojos de su madre y tocaba el piano de una manera prodiga. Él no dudaba que no fuera su hija, el cabello rojizo que diferenciaba a su familia había caído sobre ella dándoles unas hermosas ondas en su pelo que amarraban en dos largas trenzas. Aunque no era un rojo llamativo, era un rojo cobrizo, casi ni se diferenciaba del castaño y muy diferente al de él. Dios, que le había hecho a Tessa para que merecer esto.

Su familia estaba rota desde el comienzo y él no se había dado cuenta.

–No – el hombre intento recomponerse mirarla desafiante – Ella se queda.

–Serás idiota – Tessa se levantó del sillón – Beatrice se viene con su madre, digas lo que digas.

–Escúchame Tessa – se acercó nuevamente a ella para agarrarla de los hombros, ahora tenía muchísimas ganas de quitarle esa sonrisa de la cara, sus manos viajaron rápido al cuello de Tessa para apretarlo, el alcohol y la ira lo llenaron y su esposa comenzó a mostrar los primeros signos de la falta de aire – Bice se…

Un frio golpe de vidrio en la cabeza de Folco lo hizo caer en el piso, la mujer antes de levantarse del sillón había agarrado la botella de wiski de la pequeña mesa de centro y no dudo en golpearlo. Sin más Tessa se alejó de la sala de estar y se dispuso a subir las escaleras. Bice antes de que su madre la viera subió de vuelta a su cuarto y la espero.

Tessa ignoró el corte en su mano y fue a acariciar el rostro de su hija.

–Bice, mi damita florentina – le sonrió como si nada hubiese pasado – tenemos que irnos donde tu padrino. Estas serán unas pequeñas vacaciones donde solo tú y yo estaremos. Ahora le diremos a tu Nani que nos ayude a empacar.

–No quiero ir donde mi padrino – la niña hizo un puchero, ganándose una risilla por parte de su madre.

–Solo será por un tiempo – la mujer no perdió ningún segundo he hizo sonar la campanita para que la ama de llaves le ordenara las maletas a ambas – estaremos solo por unos días.

Cuando cumplió once, ya se habían mudado cinco veces y la última fue en un viaje a París con su tía Amelie, donde por fin pudieron tener un lugar estable al que la pequeña podía denominar hogar y en el cual no estaban rodeadas por un hombre que siempre la trataba como una hija. Ella no era estúpida y sabia que su madre podía manipular a cualquier hombre que se le pasara por enfrente; tenía ese extraño encanto en donde ellos podían creerle o creían todo lo que ella les decían sin importar lo que fuera. Así pudo ocultar su existencia de su padre Folco. Olvidándose de lo duro que puede ser para una niña separarse de aquel hombre que de verdad lo encontraba su verdadero padre, aunque luego de esas revelaciones esa noche fatídica no sabía que creer. Pero su madre ya le había envenenado la mente diciéndole que su padre había decidido irse y abandonarlas.

–Bice, ya estas toda una mujer– su tía Amelie era una mujer bastante esbelta de cabellos negros, sabia poco de ella, pero siempre vestía los mejores vestidos. Era una belleza fatal igual que su madre. Sin más le sonrió – que linda sonrisa. Y bienvenida a mi casa, hermana.

Las mujeres se dieron un largo abrazo y se sonrieron con bastante misterio.

Cerca de su doceavo cumpleaños, Bice vio como su madre guardaba una extraña llave en su tocador. Cada noche la volvía a guardar en el mismo lugar y la curiosidad ya la carcomía ¿Qué abriría? ¿algún tesoro de su madre? ¿dinero? No creía posible que fuera dinero, ya que su madre estaba trabajando con la tía Amelia y estaba ganando bastante dinero, el necesario para que ella le comprara la gran casa de tres pisos a su hermana en la que se estaban hospedando. Cuando cumplió los doce se decidió y tomó la llave del tocador y la fue probando en cada puerta de la casa. Nada, la llave no le hacía a ninguna puerta conocida por ella. Así que una noche decidió espiar a su madre y ver a donde iba con la llave. La mujer que esa noche vestía un hermoso vestido rojo con una cola ajustada en el polisón. Camino varios minutos por el pasillo del segundo piso, hasta que entro a la biblioteca, la niña miró por la puerta entreabierta y vio cómo su madre corría un mueble y dejaba ver una puerta blanca; la llave entro sin prisa y la abrió despacio mostrando unas escaleras que la llevaban al tercer piso. Bice dejo de espiar y se fue a dormir a esperar que su madre volviera a dejar la llave en el tocador de su cuarto.

A la noche siguiente, su madre no había llegado y la llave estaba en el tocador. La tomó con prisa y salió corriendo a la biblioteca, el mueble estaba corrido hacia el lado y la puerta blanca estaba cerrada. La chica al colocar la llave se dio cuenta que no tenía seguro. Su corazón iba a mil y la abrió, volviendo a ver las extrañas escaleras que le llevaban al tercer piso. Intento ir lo más sigilosa posible, guardó la llave en un bolsillo de su delantal y siguió subiendo con cuidado. Las tablas no crujían, pero estaba escuchando algo. Eran quejidos. Muchos quejidos.

En el ultimo escalón vio a su madre en el centro del gran cuarto, sentada en un gran sillón dorado.

Rodeada por hombres vendados de los ojos que la veneraban como una diosa, mientras que dejaban que ella jugueteara con sus cabellos. Estos hombres tenían el descaro de estar en paños menores y besar las piernas de madre. Y uno fue más descarado en besar su boca sin reparo.

Beatrice no quiso mirar más y salió corriendo por las escaleras, cayéndose en los últimos escalones. Tessa se dio cuenta del ruido y del golpe que no dudo en separarse del hombre.

– ¿Beatrice? – la mujer camino hacia la escalera y vio a su pequeña al final intentando levantarse – ¡Beatrice!

Unos hombres se sacaron las vendas y fueron al lado de Tessa.

–¿Quieres que vayamos por ella?

–Por favor – la mujer le dio un beso en el hombro donde dejo marcado su labial – creo que es momento de mostrarle a mi hija los castigos por ser curiosa.

La joven dama siguió corriendo y salió de la gran casona. Vio como los hombres iban tras ella, su madre era una mujer bastante cruel. ¿Qué esperaba que hiciera una niña luego de ver eso? Huir era la mejor opción, una clásica y efectiva opción. Ya no estaba dispuesta a seguir con aquella mujer que había entrado en una depravación bastante alta, que no explicaba el por que de las cosas y la dejaba vivir en una burbuja.

Llego al mercado de Paris, el cual no estaba lejos de donde vivía, he intento ocultarse entre la gente. Los hombres gritaban su nombre, pero ella se metió bajo los puestos, ocultándose de la vista de todos. Allí que quedo varios minutos hasta que vio oportuno salir y seguir corriendo. Su destino ahora era la casa de su tía. Ella era la única que la podría ayudar.

Al llegar a la casona del mismo estilo que la otra, su tía la abrazó bastante comprensiva cuando ella le conto toda la historia con los ojos llorosos.

–Tranquila mi damita. Te propongo un trato, yo te hago desaparecer si tu trabajas para mí. Así tu madre y ningún hombre que viste te podrán encontrar o hacer algo – la mujer sonrió, sonrisa que le recordó a su madre.

–¡N-no! – la chica se separó de ella.

–Tranquila que el trabajo es bastante sencillo, solo tendrás que limpiar mi local, además tendrás ayuda de dos más que tienen alrededor de tu misma edad. No es nada malo, además ya tienes la edad para trabajar –ella le acarició el rostro – ahora que estas por tu cuenta debes saber que el dinero no se hace solo. Y lo necesitas, porque casa tampoco tienes.

La adulta se rio en su cara y le dijo:

–Bienvenida al verdadero mundo – le apretó la cara con una mano – mañana comenzaras a las ocho de mañana… Y no tendrás ningún beneficio solo porque seas de mi sangre niña.


1870~ Nero.

Las ropas de un niño estaban rotas y sus zapatos los había perdido luego de huir de su madre, había corrido por su vida, por la de él y la de su amigo que no pudo salvar. Tenía lodo y sangre seca en el rostro y las lágrimas ya no salían luego de tanto. Y la pregunta es ¿Cómo un niño de diez años se encontraba en esas situaciones en las tormentosas calles de París? Todo se remonta al amorío de una noche que su madre tuvo con el hijo de un propietario de la empresa metalúrgica Sparda Co.

Solo fue una noche, una simple noche en la que el mayor de los gemelos de Sparda celebró su cumpleaños y entre amigos (e incluido su gemelo) lo llevaron a celebrar fuera de su gran casa. Allí entre diversos tragos y alcohol puro el chico perdió el sentido y nunca se enteró que se acostó con aquella chica que su propio hermano contrato para que lo divirtiera esa noche. Cuando despertó el gemelo, su dolor de cabeza era más fuerte que el sentido común, agarró a su hermano y se fueron con el primer cochero que vio pasar; ignorando por completo a la bella mujer con la que había compartido lecho.

Cuatro meses después aquella chica fue a la mansión de aquella familia, rogándole a los sirvientes ver al hombre que seria el padre de la criatura que estaba esperando resultado de un plan que le llevo bastante planificar. Sabía que decirle y como debía actuar para que le creyera todo, un poco de lágrimas no podían faltar y quizás una que otra sonrisilla coqueta, todo para que la fortuna de esta millonaria familia fuera de ella. Pero una mujer de un largo cabello rubio fue quien la recibió, la hizo sentar en un sillón rodeada de un hermoso jardín y le invitó una taza de té importado. Mantuvo silencio por unos minutos, hasta que aquella mujer rubia le tomó una mano entre las suyas y las apretó. Le hablo como si la conociera desde siempre, como si fueran intimas amigas, y para ella tal grado de afabilidad lo encontró vil más aun cuando le dijo que ninguno de sus hijos se iba a ser responsable de algo que nadie quería. ¿Y que esperaba? Ella no venía a comprometerse con aquel chico, aunque podría ser una opción y sonaba bastante bien; en cambio, su plan principal era el dinero, mucho dinero que podía sacarles en su condición y mucho más si los amenazaba con contarle todo al periódico para que manchara el prestigio de aquella familia en segundos. Pero no contaba con esa mujer de sonrisilla amigable que ocultaba una mentalidad bastante peligrosa y quizás peor que la de ella. Intentó responderle, pero ella sacó un papel de su bolsillo y se lo entrego con cuidado.

– Todos estos francos serán tuyos solo si te olvidas de que el padre de ese niño es mi hijo.

Y así de sencillo aquella chica cumplió su objetivo y ni siquiera tuvo que hablar. Cuando tomo el papel aceptó la cantidad inmensurable de dinero, pero por su arrogancia no le leyó la letra chica, la cual decía que el banco no le permitiría sacar el dinero antes de que el recién nacido cumpliera los seis meses. (Maldita letra chica). Lo lamentó, lo gritó y se enfureció. Todo el tiempo en el que estuvo embaraza no pudo trabajar, no pudo tener clientes y ninguno de los hombres que conocía les gustaba las embarazadas. Se quedo aislada de todos y una extraña locura comenzaba a invadirla. La gota que colmó su vaso fue que el "querido" embarazo fue uno de alto riesgo y los cobros de los doctores a domicilio no eran los más baratos que digamos. Sus amigas del burdel hacían lo posible para ayudarla, pero ella solo corría el rostro. Los últimos meses los tuvo que pasar haciendo reposo en su cama maltrecha. Sin conocer al bebé ya lo odiaba. Cuando nació hizo que se lo entregaran enseguida a la chica nodriza del burdel, no lo podía ver, no lo quería; ni siquiera lo quiso ver y tomar cuando lo dio a luz. Hasta pensaba que de vez en cuando el crio no era suyo. Intento varias veces entregarlo a los orfanatos, pero las chicas se encariñaban con él y ella tenía que intervenir para dejarles claro que el niño era suyo. Y aunque lo odiara era su fuente de dinero.

Cuando por fin pudo tener todo el dinero de su hijo lo primero que hizo fue comprar varios sombreros y vestidos exclusivos que imponían moda en ese tiempo, darse los lujos de ir a las tiendas de los ricos sin olvidar los lujosos restaurantes y nuevos vicios que adquiría. El dinero restante lo guardaba meticulosamente dentro de su colchón, a la vista de todos como si quisiera que los demás fueran por sus ganancias. En ese tiempo se había olvidado de su hijo, ni si quiera sabia que nombre le había dado la nodriza, lo vio jugar con los demás niños del burdel muy feliz y sonriente, cosa que le amargo el día y para solucionarlo fue a fumar lo que en su momento se le conocería como el opio. Marcas de cortes y un extraño tic volvía a la mujer cada vez que probaba esa droga, para ella placer, pero para las demás un peligro por su agresividad.

Hasta que llego la desgracia, un día cuando su hijo tenía siete años le tomo todo ese dinero oculto que tenía bajo el colchón y lo rompió, jugando con el hijo de otra prostituta lo estrujaron, lo lanzaron por la ventana, cortaron y rayaron pensando que era un papel más con el que podían jugar, sin saber el valor que ese simple papel tenían. Pero que más podían hacer en un día de lluvia unos niños encerrados en el cuarto de su madre, comenzaron a rastrojear, inventando juegos sin sentidos, hasta que encontraron el dinero. Solo fue un juego, un juego en donde ellos creían ser millonarios. Unos a los cuales no les importaba el dinero. La nodriza fue la primera en darse cuenta y que comenzó a limpiar todo el lugar y borrar los rastros del destrozo de aquellos niños. Lo guardaron como un secreto, un secreto que se rompió cuando cumplieron diez ya que al ladrón que le habían echado la culpa del robo de los millones había salido de la cárcel y fue al burdel a decirle la verdad a la chica.

La mujer adulta que no se encontraba estable se llenó de ira y fue contra los dos niños con el pequeño cuchillo que siempre guardaba bajo su falda. Acorralándolos en un pasillo sin salida ellos se apoyaron en la pared viendo como la mujer perdía la última gota de cordura por el opio que había fumado anteriormente. Hasta que fue detenida por las demás chicas del local que hicieron el intento de quitarle el cuchillo, el escándalo se agravio cuando el piso comenzó a tambalear, la casona comenzó a rechinar, un temblor se hacía más grande y las maderas mal puestas comenzaban a caerse. Los niños se abrazaron mientras veían como una gran grieta rompía el suelo del local botándolos al primer piso acompañados de las demás tablas del techo y paredes. Las mujeres cayeron de lleno, los gritos de ayuda se comenzaban a escuchar por toda la cuadra, el burdel se había echo trizas por un temblor que no le hizo nada a las demás construcciones. La nodriza que no se encontraba en ese momento en el burdel, fue corriendo hacia el lugar e hizo lo posible por sacar a los niños del derrumbe, los encontró inconscientes e intento reanimarlos, los movía, les golpeaba despacio la carita, nada.

–Nero, Joseph, por favor reaccionen – la nodriza los mantenía agarradas en su pecho, ella los había criado como no se iba lamentar verlos en ese estado.

–¡Suelta a mi maldito hijo! –Llena de polvo, con la cara rasmillada y el cuchillo en mano aquella mujer que ya había perdido el juicio le quito a un niño a la nodriza gritando a los cuatro vientos blasfemias e incordias – ¡este niño de aquí, me pudrió mi vida! ¡Me quitó todo y lo destruyó!... y ahora yo le quitare la suya.

Sin medir las consecuencias de sus actos la mujer le paso el cuchillo por el cuello al niño, jactándose con una risa nerviosa y cayendo al suelo junto a él. La gente que estaba ayudando a sacar a las personas del derrumbe vieron el acto con horror y llamaron a la policía. La nodriza le tapo los ojos al niño que tenia aferrado a su pecho.

– Nero, no veas lo que tu madre a hecho, ella ya ha perdido la cordura – ella le acaricio el rostro.

– ¡Este no es mi hijo! – la mujer loca se levantó apresurada señalando a la otra mujer con el niño – ¡Dame a mi hijo!

– ¡No! – La nodriza intento detenerla – ¡Nero corre!... ¡hijo corre!

– Es MI hijo, bruja – la mujer mayor la tenia de las muñecas, pero la derribo hacia el suelo.

Nero no sabia que hacer, si correr o ayudarla a su mamá Ellen, se quedo paralizado cuando vio que la mujer con el cuchillo la apuñalo cerca de las costillas.

No…

– Ven hijo, yo soy tu madre – como si la sangre en su cara no fuera nada, ella se levanto nuevamente hacia el chico.

No…

– ¡Ven con tu madre, maldito crío!

El miedo no lo paralizo, salió corriendo sin rumbo, esquivando todo, olvidándose de la lluvia que comenzaba a caer, del dolor de una pierna que tenía una astilla enterrada, de sus múltiples caídas sobre el lodo de las calles mal pavimentadas, él solo quería huir, huir de una locura que su mente no podía aceptar. Corrió y siguió corriendo como si la mujer con cuchillo lo siguiera todavía después de que fuera capturada por la policía. Solo se detuvo cuando unas personas que dijeron que lo iban ayudar lo metieron a un orfanato.

Lugar en el que duro menos de una semana por sus múltiples fugas y mal comportamiento. Hasta que un día en una de esas fugaz, choco contra un señor bastante arreglado y con un cigarro en boca.

– ¿Qué ocurre niño? – el hombre tenía una voz tranquila. – parece que estas huyendo

– eso hago….

El hombre le acaricio el cabello.

– eres del orfanato Enfants Rouges.

– Si…

– Y por lo que veo, no te gusta ese lugar – Nero no contestó – ¿Qué te parecería trabajar para mí? Cuando crezcas serás fuerte y necesito alguien con fuerza en el local. Así ya no tendrías que volver a ese orfanato que tan mal te cae. – el hombre botó su cigarrillo y lo pisó – Iría a hablar con las hermanas para que te dejaran ir conmigo ¿Qué me dices?

No lo dudo, todo era mejor que ese orfanato y el hombre no parecía mala persona, aceptó enseguida. Lo acompañó hacia el lugar, vio como hablaba con una señora de edad que no conocía y luego de unos minutos de larga charla, el hombre lo agarró de su mano y le dijo:

– Bien, creo que es hora de volver a casa hijo.

Hijo….


1863~ Vergil y Dante.

–Vamos no seas canalla, tú me lo prometiste, cuando cumpliéramos diecisiete nos iríamos a celebrar afuera. Con amigos, alcohol y muchísimas mujeres. – la cara del gemelo mayor estaba más seria que de costumbre, a su hermano se le había metido en la cabeza una idea errónea de la fiesta que tendrían en unas horas. Todo por culpa de una apuesta que había perdido. Negó con la cabeza.

–Escúchame Dante, estas siendo más irresponsable que de costumbre. ¿Tú de verdad crees que yo voy a ir a una fiesta así? – el mayor rodó los ojos esperando una respuesta lógica de su hermano, cosa que era imposible cuando se le metía algo en la cabeza.

–Claro que sí, ¿Por qué no? – Dante le respondió de lo más tranquilo, mientras sacaba todos los papeles del escritorio de Vergil para sentarse sin reparo – Papá y mamá no están y nuestro mayordomo es un anciano de ochenta años, ni se va a dar cuenta de que no estamos.

–La respuesta sigue siendo la misma, no.

–En el mundo al revés el no es sí. Así que te me vas a colocar bonito, cosa que encuentro imposible porque no tienes arreglo – Dante le pico el ego sonriente y Vergil le frunció el ceño. Su hermano era un completo idiota – y después vamos a celebrar nuestro cumpleaños como dios manda.

–Dante – lo amenazó. Su hermano estaba resignado a llevarlo cueste lo que cueste. Lo empujó con una mano cuando lo estaba intentando levantar de su escritorio.

–Vergil – le respondió del mismo modo –No seas antiguado, imagina las posibilidades de esta salida. Quizás hasta te enamores o yo lo haga– el menor no se aguantó la risa de ver como se le deformaba la cara a su hermano por lo dicho. Vergil siempre había sido un viejo arcaico con cuerpo de joven. Todo lo que no estaba en sus sagrados libros o las simples cosas del corazón siempre lo encogía en un extraño decoro orgulloso.

–Si voy, ¿me dejarías en paz?

–Te dejo en paz por una semana, seré una estatua más para ti. Ni respirare cerca de ti, ni me veras. Seré una sombra.

–No exageres Dante – sonrió de lado, sin perder el tiempo se encamino hacia la salida del estudio – ¿a qué hora viene el cochero por nosotros? Porque supongo que no iremos caminando.

El menor miró el reloj que colgaba en la pared.

-En treinta minutos, mis amigos no lo van a poder creer – se acercó a Vergil y le dio dos besos rápidos en las mejillas – Hermano mío, ¡esta noche no la olvidaras!

Idiota.

Llegaron alrededor de las ocho de la noche a la casa de un amigo del primo del tío de un conocido de Dante. Todos con trajes de frac y corbatines mirando como el gran salón se llenaba de colores por los vestidos de las damas de alta clase que ingresan bastantes alegres a acompañarlos.

–Mira Vergil allí está el pintor Daumier – Dante intentaba señalarlo disimuladamente.

– ¿Cómo sabes eso?

– ¡Tu hermano también sabe sobre el mundo! – le quitó dos copas con vino a un sirviente que pasaba cerca ellos y una se la paso a Vergil – Ahora mi querido hermano, disfruta, conoce gente, diviértete. –giro rápidamente su rostro cuando vio a unas señoritas bastante guapas – ¡Señoritas! Que alegría verlas por aquí.

Como si Dante nunca estuvo a su lado, Vergil se quedó solo al lado de una chimenea mientras veía la leña fundirse entre las llamas lentamente. Comenzó a beber de la copa sin preocupaciones. La vida para Dante era bastante simple, pero para él hacer lo mismo que su hermano era una locura, hasta lo encontraba indecoroso.

¿Por qué demonios vine aquí?

–¿aburrido? – una voz lo tomó por desprevenido, era una chica, mayor que él de seguro. Bastante guapa, de cabellos claros atado en un moño travieso. Su vestido celeste con un marcado polizón en la cola le hacia juego a sus brillantes ojos azules y sonrisa risueña. Muy extraño, era una chica del gusto de Dante.

–¿Te pidió venir mi hermano? – la ignoró mientras seguía viendo la leña consumirse. Mañana tenia que completar unos informes para su padre y estaba perdiendo el tiempo en esto.

– No sé quien sea tu hermano, solo vengo a hablar con alguien en este embrollo tan aburrido – la chica se apoyó en la otra esquina de la chimenea.

Vergil bebió al seco y dejo la copa sobre la chimenea. No estaba de ánimos para los cortejos.

– Si es así, ve a hablar con otra persona – con su respuesta seca se gano una risilla de la chica.

– Me caes bien – como si fuera lo más normal del mundo tomo una botella de vino de una mesa y le sirvió hasta llenar su copa– ¿Por qué no hablamos en un lugar más a gusto?

Vergil levanto una ceja y busco a su hermano entre toda la gente con la mirada. Dante estaba haciendo el ridículo entre dos chicas mientras bebía y se reía con otros chicos. Estaba haciendo lo que siempre hacía. No encontraba problema si acompañaba a esa señorita a un lugar más tranquilo de todo ese bullicio, total solo iban a hablar.

Ella le sonrió cuando vio que el chico le colocaba el brazo cortes para caminar hacia afuera. Fueron a unos de los jardines de la gran casona donde se sentaron en unos sillones de mimbre, quizás fue por la bebida o el alza de la temperatura en ese momento, pero estaba comenzado a reírse más de la cuenta y a hablar demasiado. La chica no lo quería soltar del brazo y su cercanía se volvía sofocante. El piso comenzaba a girarle, ¿Qué estaba ocurriéndole? Miró preocupado a la chica que se apoyó sobre su hombro y que lo beso fugaz sobre los labios.

–Esto…. Esto está mal – ella se detuvo unos segundos para rozarle el rostro.

–Tranquilo, ya pasará, la droga que te di solo te entumecerá – siempre sonriente, mirándolo con esos ojos azules hambrientos ella lo volvió a besar con fervor – te haré sentir mejor. Te lo prometo.

Y en ese momento su mundo se apagó, no recordaba nada, ni como llego a unos de los cuartos de la casa. Tenía un dolor punzante en la cabeza y la luz que entraba por la ventana no le ayudaba para nada a su jaqueca. Miró su ropa esparcida en el suelo y pensó que su hermano lo había traído luego de haber bebido tanto la noche anterior, pero Dante no estaba en el cuarto y se propuso a salir a buscarlo. Se colocó su ropa con bastante desgaña y salió, ignorando el cuerpo de la mujer desnudo que estaba en el otro lado de la cama durmiendo plácidamente.

Dios como me duele la cabeza.

Bajo la escalera despacio y encontró a varios chicos acostados en el suelo y entre ellos estaba Dante sin camisa, con un ojo morado y sin un zapato.

–¿Y ahora que hizo este idiota?

Vergil lo intentó levantar, pero le hacia un peso muerte bastante pesado. Le pateó las costillas sin medir su fuerza. Un quejido sin fuerza salió del menor, parecía que le iba a dejar otra marca morada en el cuerpo.

Está vivo, venga hay que salir de aquí ahora – mientras Dante intentaba abrir los ojos Vergil colocó un brazo en su hombro y comenzó a cargarlo hacia la salida. El cochero no se había ido en toda la noche esperándolos. Cuando los vio en ese estado los fue a ayudar enseguida y se fueron rápidamente a su casa.

Sus padres no habían llegado, pero el mayordomo los estaba esperando bastante preocupado. Vergil les entregó a Dante para que lo cuidaran y le sanaran ese ojo morado y él sin más subió a su cuarto a descansar y a terminar los informes para su padre.

El muy zopenco demás que comenzó una pelea allí abajo por una idiotez… espero que no salga en los periódicos este hecho.

El gemelo mayor se llevo la mano hacia la cabeza, todavía sentía mucha presión y eso que recordaba no haber bebido tanto.

Un segundo…

Varias escenas comenzaron a pasar por su mente y se dio cuenta de la verdad; la bebida que le había dado esa chica era la responsable de todo, ella lo había planeado de seguro. Le era muy sospechoso que una mujer se le acercara y le diera de beber como lo hizo ella. ¿Cómo no se dio cuenta antes? Había caído casi por gusto en su juego y ni siquiera sabía su nombre. Su rostro se enrojeció de coraje y vergüenza, la chica se había aprovechado de su estado. Lo sedujo, lo manipulo y le saco la ropa.

Se había acostado con ella y tenía que decírselo a alguien, quizás en que embrollo lo meterían ahora con esto y el dolor de su cabeza mágicamente se le desapareció, bajo rápido la escalera en busca de su hermano. Las sirvientas le estaban dando un té de hierbas mientras el mayordomo le curaba las heridas en la cocina con un poco de algodón y alcohol, parecía que ya estaba más recompuesto y lo más importante, más lúcido. Se disculpó con ellos y les pidió que se retiraran por un momento, sacó una silla y la colocó enfrente de Dante.

– Dante, hay algo que quiero preguntarte.

– ¿es sobre la chica con la que te fuiste en la noche? – Vergil lo miró sorprendido.

– S-sí, sobre eso.

– No te emociones hermano, yo le dije que te entretuviera, pero no pensé…. Bueno ya sabes que fueran tan rápido al otro… – le sonrió descaradamente mientras se colocaba una bolsa de hielo sobre el ojo, pero se calló al ver la cara seria de su hermano – da igual, por su culpa tengo el ojo morado y creo que un hueso roto.

–¿tú hiciste qué? – la voz de Vergil sonó monótona.

–Vergil, por favor. No me siento bien como para responderte. Pelee con cada hijo de papá en esa fiesta que insultaba a nuestra familia. Además, tu querida señorita quería más dinero por…

–¡Maldita sea Dante! – le gritó – ¡Me contrataste una prostituta! ¡una jodida prostituta!

–Prefiero llamarlas damas de compañía – Vergil se levantó de su asiento y le pegó un puñetazo en la cara.

–Jamás vuelvas a dirigirme la palabra – sonaba más como una amenaza – desde ahora ya no somos hermanos.

El mayor de los gemelos dejo a Dante solo en la cocina.

–Vergil, ¡¿cómo te vas a enojar por eso?! –Dante intentó seguirlo – ¡Lo disfrutaste no lo niegues!

La mente de Vergil era un caos, su hermano había cruzado la línea de la idiotez y ahora los recuerdos de esa noche fueron tachados con rojo. Arregló sus maletas, le importaba un carajo vivir en una casa bajo en mismo techo de Dante, pero hay cosas que no iba a perdonarle. Les escribió una carta a sus padres explicándoles el porque de su huida, se iba a ir por un tiempo para despejar la mente y por supuesto solucionar el problema que le estaba ocasionando haberse acostado con esa "dama de compañía"

No miró atrás y salió por la puerta con la cara en alto.

Dante no supo como explicarles a sus padres la acción de Vergil de irse de la casa, había actuado mal y lo sabía. Su madre le acarició el rostro y con una sonrisa calmada le dijo que ella iba a solucionar todo. Cosa que Dante agradeció de rodillas, ya que dieciocho años después su hermano volvió a su casa, pero como un magnate de la gran empresa.

–Perdóname Vergil.

El mayor no le contesto y le entregó una carta que una vez su madre le había enviado hace algún tiempo atrás.

–La dama de compañía que tu contrataste quedo embarazada, pero perdió el bebé a los cuatro meses –Vergil sacó una pipa – me hubieras hundido completamente hermano.

Dante no supo que contestarle ni siquiera sabia si debía acercársele para darle un abrazo. El tiempo le había dado un aspecto imponente muy diferente al niño que recordaba. A quien engañaba Vergil se había convertido en todo un hombre de negocios y él con suerte pudo mantener a flote una mini empresa que su padre le encargo.

–Ahora ella esta en un manicomio – botó el humo del tabaco con pausa. –gritando que su hijo estaba vivo.

–¿Cómo sabes eso?

–La fui a ver un día, ya no es la chica de la que tengo vagos recuerdos – Vergil se giró a ver a su gemelo a los ojos – me hice un examen con un médico cuando hui de casa, mi sangre mostraba rastros de drogas.

– Vergil te juro que yo no sabía que ella tenía planeado hacerte eso. Solo quería que disfrutaras con alguien no de esa manera.

Dante le tocó el hombro bastante preocupado, la angustia de ese tiempo le había vuelto y deseaba que hermano lo entendiera o al menos lo perdonara. Vergil exhaló y le dijo:

– Claro que no sabias idiota.

– Vergil lo siento mucho. – no sabía que más decirle a su hermano.

– No te disculpes – volvió a fumar – Cuéntame mejor, ¿cómo has estado?

Dante abrió los ojos sorprendido, su hermano se había relajado y ya no lo miraba fríamente.

–Pues, normal… ¿qué quieres que te diga? – Vergil guardo su pipa con cuidado en su caja y le sonrió a Dante.

– Que te parece si me muestras el nuevo París – Dante le devolvió la sonrisa – dicen que arreglaron el teatro y algunos bares.

– Los bares se han vuelto la atracción. Déjame que te muestre algunos….

El gemelo menor fue a buscar su abrigo, Vergil se colocó su sombrero de copa y salieron a las calles de París a disfrutar de la época bohemia que se acercaba.


Hola!

Bienvenidos a una nueva historia de Dmc, sin casi nada de Dmc :´v

Estamos en el siglo XIX, Francia, plena época de Cabarés como el Moulin Rouge, Le chat Noir... y que mejor que mezclarlos con los personajes de nuestra querida saga y con algunos toques de Royal Scandal de vocaloid para la trama :3

Opiniones, quejas, reclamos, tomates?