Las vistas de Florencia desde lo alto eran espectaculares, pero en esos momentos yo solo podía pensar en que dejaba atrás a mis amigos y a mis abuelos para adentrarme en un país nuevo. Mis padres intentaban mantenerme tranquila mientras el avión despegaba aunque yo estaba de la mar de tranquila, sabía que dentro de poco empezaría una nueva aventura.

La profesora empezó la clase y como todos los viernes empezaban con matemáticas. Miré hacia la ventana intentando pensar en mi vida si fuera mejor. Una bola de papel tirada por Dudley hizo que volviera a la realidad. Eso era totalmente imposible. Entonces la profesora se levantó y dijo:

-A estas alturas de curso ha venido una alumna nueva, se llama Niki. Puedes sentarte al lado de Harry.

Todo el mundo se reía, ¿De quién? Me tocaba sentarme al lado de un niño de pelo oscuro y revuelto y con gafas que miraba desde su pupitre el patio del recreo. Me senté y dio un brinco y me miró. Sus ojos eran de un color verde intenso, los había visto antes. ¿Pero en dónde y en quién?

-Hola encantada, soy Niki.

-Yo Harry.-dijo y volvió a mirar a otro sitio.

La profesora puso los primeros problemas en la pizarra. Eran de fracciones. Algunos murmullos entre los alumnos hicieron que la profesora se girara y mirara enfuruñada a la clase. Cuando ya hube terminado se giró molesta e hizo que Harry fuera a la pizarra. Él puso cara de pánico y miraba su cuaderno intentando excusarse de por qué los problemas no se los tenía bien y que los tendría mal. Le cambié su libreta por la mía y me miró a los ojos, a lo que tuve que responderle con una sonrisa. Hizo los problemas y se gano la felicitación de la profesora y volvió al asiento sonriente.

-Gracias.-dijo en un susurro.

-De nada.-contesté.

Las clases seguían hasta que toco el timbre para salir a comer. Salí junto a Harry. Vi que no tenía amigos y me costaba creerlo porque era muy simpático. Nos sentamos a comer en las mesas de afuera viendo a los demás jugar al futbol, baloncesto… Estuvimos hablando de muchas cosas, de Florencia, de su familia. Resultaba que vivía con sus tíos y su primo porque sus padres habían muerto en un accidente de coche y él pudo sobrevivir. Vi que tenía una cicatriz en la frente en forma de rayo muy similar a la mía que tenía en el cuello. Instintivamente me la toque. Su almuerzo consistía en pan mientras que yo tenía un bocadillo de tortilla de papas.

-Harry, ¿Quieres mitad de mi bocadillo?

-Eh… No gracias.

-No me lo voy a comer todo.

-Bueno pues…

-Venga insisto.

Así que le dí mitad de mi bocadillo. La verdad es que se veía que no comía algo así en años. Le dije que algún día podía venir a comer a mi casa ya que le había encantado la tortilla de mi madre. Él aceptó encantado. Me contó que sus tíos al igual que su primo le trataban mal, como a un bicho raro. Me conmovió su historia. Quería que se quedase conmigo en mi casa y tenerlo como hermano. Era el único amigo que tenía. Entonces volví a ver la cicatriz en forma de rayo tan parecida a la mía.

-Harry… Una cosa. ¿Cómo te hiciste esa cicatriz?

-¿La de mi frente? Es curiosa. Me la hice cuando mis padres murieron en un accidente de coche.

-Es que yo…-dije quitándome el pañuelo del cuello, cuando alguien me empujó haciendo que mi vestido quedara lleno de barro.

Alguien empezó a reirse, pero no era Harry, él se había levantado enfadado. El que se reía junto a unos chicos era un niño gordo, de pelo rojo con la cara también roja. Me sacudí como pude y me dirigí a él.

-¿De qué te ríes?

-De ti.-dijo uno que iba detrás.

-No te lo he preguntado a ti.

-Mejor que dejes de ser amiga de él, o si no te pasaran cosas peores.-dijo el gordo.

-¿Cómo qué? Además tú no me puedes decir con quien me junto o quien no.

-Pero se lo puedo decir a él. Harry no te juntes con ella, ya sabes que si no se lo digo a mi madre.-dijo el gordo y Harry se puso tenso.

-Me da igual.-dijo Harry. Así que él era el primo de Harry.

-A bueno entonces…-Dijo y me cogió de la coleta.

Chille de dolor y empecé a dar patadas por todos lados, ¿Dónde había un profesor? Quería pedir auxilio. Entonces empecé a sentir como un fuego en mi interior. No, ahora no, por favor. Lloraba de dolor. ¿Nadie me ayudaba? Solo podía oír la risa de Dudley y la voz de Harry quien era empujado por los otros matones. Entonces sucedió. Los zapatos de Dudley se incendiaron y me soltó. Los aspersores saltaron y el timbre y la alarma antiincendios saltó. Caí al suelo y levanté la cabeza. Harry retrocedía sorprendido y medio asustado. Me levanté con lágrimas en los ojos de aquel dolor que antes me había causado la rechoncha mano de Dudley. Harry desapareció de ahí, un chico rubio de un curso por delante se acercó a mí y me preguntó que si estaba bien. Yo solo pude asentir y me llevó a la enfermería. Esa fue la última vez que hable con Harry.

Los días siguientes pasaron igual que el anterior sin que me dirigiera la palabra. Estaría asustado por lo que vio, yo también lo hubiera estado. El chico que me ayudó estuvo pendiente haber si Dudley se metía conmigo. Pero no lo hizo. El curso se acabó y empezaron las vacaciones de verano. Me pasé los días en mi casa, de un lado a otro. Hasta que mi madre decidió que tenía que salir de casa e ir con mis amigos, los cuales no los tenía. Como todos los días miré la cicatriz similar a la que tenía Harry. Pensé en él. Me podía inventar cualquier escusa para explicar lo que había pasado, cualquiera. Era mi amigo, ¿no? Salí hacia su calle y vi a una mujer de cuello largo y a un hombre gordo con bigote metiendo cosas en el coche. Entonces vi que alguien salía de la casa. Dudley. Eran los tíos de Harry. Vi como el señor Dursey cogía a un niño delgaducho con gafas por detrás e intentaba meterlo en el coche. Iba con la bicicleta así que pude llegar antes de que él lo metiera.

-Déjelo. Se puede quedar conmigo.-dije suplicante.

-Aparta.- dijo y me dio tal empujon que me tiró al suelo.

-¡Qué le has hecho! Niki, ¿Estás bien?-dijo Harry.

Me incorporé, pero no podía levantarme. Me dolía la muñeca. Harry estaba en el coche he intentaba darme la mano. Yo la extendí y pude rozar su dedo. Una descarga hizo que nos separaramos. Cuando el coche se alejó tuve la certeza que el proximo curso ya no lo vería en el colegio.