Disclaimer: Nada me pertenece, todo es de J.K Rowling. Cualquier parecido con la realidad u otras historias es pura coincidencia.
Summary: Fue curioso que, justo después de formular esa pregunta, tus ojos empezaran a lagrimear. Sonreí por lo tonto que había sido, porque al preguntarte eso, era evidente que teníamos que recapitular. Así que empecemos .:Dramione:.
Note: Sé que me he guiado más por las películas que por todo lo escrito en los libros, pero no recuerdo nada antes del sexto T.T así que sean buenitas.
¿Cuántas veces te hice llorar, Hermione?
"Ahora esperaré algunos días
Para ver si lo que te di fue suficiente"
Fue curioso que, justo después de formular esa pregunta, tus ojos empezaran a lagrimear. Debo confesar que me asusté, porque otra vez, otra maldita vez te estaba haciendo llorar. Aunque si en mi defensa cabe alguna razón, es que no eres justa. Eres muy sensible. O yo un maldito idiota.
Sólo lo pregunté para intentar liberar la culpa que, a pesar de los años transcurridos, todavía cargo. Me miraste de una manera que me desconcertó: es como si quisieras hacerme recapitular año por año, cada acto de maldad; pero al mismo tiempo es como si todo eso hubiera valido la pena.
Sonreí por lo tonto que había sido porque, al preguntarte eso, era evidente que teníamos que recapitular. Así que empecemos.
Desde la primera vez que te vi entrar a mi vagón, en el Expreso de Hogwarts, rumbo al castillo para nuestro primer año, y pronunciaste ese "¿Han visto una rana llamada Trevor?" con tanta confianza de poder hablarnos, fue que supe que tenía que odiarte. No me preguntes por qué, sólo tenía que hacerlo. Más tarde, te odié más cuando te eligieron para Gryffindor, porque seríamos enemigos naturales. Y en la cena te las juré, porque estabas hablando con el insensato de Potter y el odioso Weasley.
Me burlé de ti por tu inhabilidad para volar, pero te odié más tarde cuando fuiste la única en clase del profesor Flitwick que logró el condenado Wingardium Leviosa. Al principio sólo era odio, como ves, odio y quizás envidia, pero ansiaba tanto hacer algo para que tú también me odiaras. Poco después de la clase, te seguí, te iba a acorralar y hacerte saber quién era el que mandaba aquí, pero tu amigo pelirrojo se encargó de hacerlo (aunque no de la manera apropiada) con un comentario malintencionado y doloroso; entonces te vi empujarlo e irte deprisa hacia el baño de las chicas, donde seguramente llorarías. Me regodeé tanto cuando en el Banquete de Halloween no te vi, y ni siquiera pensé en ti cuando anunciaron a aquel Troll en el castillo. Aunque, a pesar de tu desgracia, conseguiste hacerte amiga de esos dos, cuando en realidad lo que más deseaba yo era que no tuvieras a nadie con quien hablar.
Fue por eso que los seguí aquella noche cuando fueron a visitar al gigantón. Quería meterlos en problemas, los quería fuera de Hogwarts, a ti te quería a donde pertenecías, en tu mundo. Y quería que me odiaras, como dije antes, quería que te sintieras frustrada por mi presencia, para deleitarme con las miradas de antipatía que me dirigirías. Un placer extraño.
Pero, todos lo saben, lograste sobrevivir el año escolar y gracias a tu intelecto y ayuda de tus compañeros estúpidos, nos ganaron la Copa de las Casas.
Al menos para ese entonces, ya me tenías en cuenta.
Quise hacerte llorar antes de empezar el segundo año escolar, cuando nos encontramos en Flourish and Blotts, pero mi padre y el padre comadreja se agarraron a golpes y todos se distrajeron. Así que esperé a que tu nariz metete y tu don sabelotodo intervinieran donde, claro, no debían: fue la primera vez que te llamé sangresucia. Y no sabes lo feliz que me hizo, el placer que me dio, la excitación que sentí, cuando tu rostro se llenó de arrugas y fruncidos, y tus ojos de lágrimas; supe que te ocasioné el primer llanto del año. Me sentí victorioso, y jubiloso cuando el patético Weasel intentó hechizarme con esa varita barata. Después de eso como que se puso de moda, y todos te lo recordaban cuando tenían la oportunidad, pero cada vez que lo escuchabas, pensabas solamente en mí.
Con la notica de la Cámara de los Secretos otra vez abierta, me vino bien que aquel insensato profesor organizara un Club de Duelo, porque así tendría otra oportunidad para aprovecharme de ti. Cuando vi que tu contrincante sería uno de mi casa, ordené a Millicent Bulstrode que no te tuviera compasión. Qué buena idea esa de usar la fuerza bruta en lugar de la varita, porque disfruté tanto al verte en el suelo bajo todo su peso muerto.
Días más tarde, esparcí el rumor de que yo era el heredero, porque sabía que tarde o temprano querrías averiguarlo por tu cuenta y vendrías a mí, y yo te trataría peor que a un elfo doméstico. Deseé tanto que fueras tú la próxima víctima de la terrible bestia que se escondía ahí, pero tuve que conformarme con que fueras petrificada, que era mejor que oír tu chillona voz. De nuevo, el heroísmo frustrado de Potter hizo que todo el colegio estuviera a salvo y se suspendieran los exámenes finales, cosa que no supe si celebrar u odiar. Definitivamente no te celebré a ti cuando regresaste de la enfermería, vivita y coleando.
El tercer año fue un poco más placentero, después de la maravillosa noticia de Potter y el dementor en el tren, tuve buenas bromas respecto a eso, y más muecas e insultos de tu parte. Encantadora. Verte apoyando a los que yo desdeñaba. Así que cuando vi lo que nos esperaba en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, rápidamente ideé una nueva forma de hacerte llorar: me acerqué con las intenciones de provocar al hipogrifo, y cuando éste me atacó, supe instantáneamente que tenía que desaparecerlo; la herida no dolió durante mucho tiempo ya que Madame Pomfrey es realmente una sanadora, pero me facilitó bastante las cosas para hacer un juicio y, ganarlo, por supuesto, a pesar de tus apelaciones. Y no me importó el que me golpearas con tanta rabia y me rompieras la nariz, porque a pesar de que eso significó que realmente te saqué de tus casillas, supe que te quedarías a ver la condena y llorarías por la criatura, y pensarías en mí.
Aunque eso no resultó como esperaba, porque de algún modo esa cosa se escapó. Luego desapareciste, jugando a ser la heroína con Potter y los demás, así que no tuve oportunidad de volver a hacerte llorar, no al menos hasta el siguiente año, donde te humillaría tanto que desearías no haber aceptado venir al castillo.
Oh sí, el mundial es uno de los mejores recuerdos que tengo: yo la pasé de lo lindo, y tú no. Creo que fue eso lo que me inspiró a querer verte para el cuarto año en el colegio, tendrías un sabor amargo al empezar el curso. Y durante, si me lo proponía. Sabía que los estudiantes de Durmstrang defendían el linaje tanto como yo, y estar rodeados de ellos sólo facilitaría las cosas.
Cuando me percaté del interés que Krum mostró por ti en los primeros días del curso, no perdí tiempo y con un hechizo hice que te crecieran los dientes (más de lo que ya eran). Já, claro que lloraste y te sentiste humillada y tus guaruras vinieron a cantármelas, pero yo los ignoré con el sabor de victoria. A pesar de odiar a San Potter y ser el principal accionista en ese movimiento de las insignias "Apoya a Cedric- Potter apesta", no lograba otra rabieta tuya. En realidad, estabas muy cautelosa. No te imaginas todas las apuestas que hice para que el tramposo no saliera con vida de la primera prueba. Pero tú no mostrabas interés.
Para el Baile de Navidad, estaba esperando el momento oportuno para quizás invitarte a bailar (aunque esto significara tocarte) y humillarte de alguna u otra forma, por tu aspecto o tu vestido, o tu horroroso cabello. Pero… ¡Merlín! No sabes cuánta rabia me dio que después de tu mágica transformación, todos los ilusos creyeran que eras una chica y no una… mojigata. Y Krum lo había descubierto antes que yo, el bruto sin cerebro. Así que te odié más, porque Víktor Krum era mi jugador favorito antes de que lo conocieras y te revolcaras con él.
El resto ya se sabe, lograste salir con vida en la segunda prueba y la tercera perdimos a un mestizo más, bla bla blá. (No quiero ni recordar aquel infamo momento en el que la comadreja me apodó El increíble hurón saltador).Y fin del año escolar. Demonios, no fui el causante de tus lágrimas más de dos veces. Pero como bien decía Nott, todavía tenía tres años.
Mi quinto año empezó bien. Oh dulce placa de poder aquella pequeña insignia en mi pecho: Prefecto. Perfecto. Me esforcé en que todo el tren se enterara de esto antes de llegar al colegio. La ocasión era adecuada, ahora podría intimidarte cada vez que nos tocara patrullar juntos. Ya imaginaba tus ojos de grindylow asustado contra un corredor, acorralada y sin aliento, sólo para perturbarte con mi presencia. Mi esencia.
Sabía que llorabas cada noche, con cada insinuación mía, porque simplemente era irreal y cruel. Y supe que lloraste más, lo noté en tus ojos, cuando fui nombrado jefe de la Brigada Inquisitorial, aunque no supieras que la principal razón por la que me uní, fue porque podría ejercer un mejor control, mejor control sobre ti. Cada vez que veías esa nueva insignia con una dorada I en mi pecho, tus ojos refulgían de angustia, y lo que más disfrutaba yo era quitarle puntos a tu casa, simplemente por pasar a mi lado.
Pusiste todas esas trampas, quizás porque ya te conocía bien. No fue cuestión de tiempo que mi ingenio los descubriera, y lloraste todo el camino en el que te arrastré hasta el despacho de Umbridge, rumeando insultos y desprecios. Ustedes escaparon, como siempre lo habían hecho, hasta ahora no quería aceptar que era mi quinta derrota. Así que fui a mi habitación a esperar las noticias: cuando quedaste en aquel terrible estado después de la pelea en el Ministerio (y que te tomó días recuperarte), no me alegré para nada, porque para ese entonces, ya tenía otros problemas.
Estaba confiado y te dirigí uno de mis mejores desprecios cuando te encontré donde Madame Malkin, en el callejón Diagon, antes de comenzar las clases. Pero, luego… Al inicio del curso yo estaba en una montaña rusa de emociones (término que ahora sé, gracias a ti); creía, quería, sentía y debía lograr que todo saliera de acuerdo al plan. Así tenía que ser. Con los días, nada lucía divertido. Verte ya no era placentero. Me pasaba las noches con ambas manos en la cabeza, intentando maquinar alguna idea para que todo resultara ideal: deseaba tanto tener tu intelecto para acabar con eso de una vez. Las vacaciones eran terroríficas, cada carta a casa era una pesadilla, podía sentir una presión y un estrés sobre mi columna vertebral de una forma tan palpable; sé que adelgacé, empalidecí, mis ojos y cabello se opacaron, sudaba frío constantemente, y los temblores que recorrían mi cuerpo eran incontrolables. También sé que notaste todo eso, y que intentabas averiguar qué estaba tramando, nunca nada se te escapaba.
A pesar de que mis intenciones esta vez no eran hacerte llorar, lo logré exitosamente en todos mis fracasos. Lloraste cuando Katie Bell recibió el collar de Ópalos que le mandé, y cuando curiosamente Weasel resultó envenenado, lloraste tanto y tan largamente que me lamentaba no escuchar tus chillidos. Yo también lloré, para qué negarlo, pero no era por lo que estaba sucediendo, era por lo que sucedía más allá, lo que había detrás de todo esto y lo que estaba por venir. Al final, tantos días de encierro valieron la pena y logré llevar a cabo la primera parte de la misión, aunque para esas alturas tú ya tenías una idea de lo que haríamos. Después de lanzar el Polvo peruano para la Oscuridad, no te volví a ver.
No te volví a ver hasta que… los Carroñeros te trajeron. Ya para ese entonces me estaba consumiendo en una terrible agonía, y observar a tía Bellatrix infligiéndote tal daño era peor aún. Y no importó que te negara el reconocimiento, igual los descubrieron. Para cuando lograron escapar, cosa que nunca termino de entender cómo lo lograron, sentí alivio al haber sido despojado de mi varita. No preguntes por qué, yo tampoco lo sé.
Claro que me torturaron después de eso, pero fue por la impotencia de haber fracasado una vez más. Por eso fui directamente hasta ustedes en la Sala de los Menesteres, sin importarme ya nada, lanzaba Avadas Kedavras a diestra y siniestra; poco me importaba que fueras tú o cualquier otro, sólo quería tener la diadema y largarme. Pero… quizás, no sé, ahí me di cuenta de algo. Fue un acto reflejo, el que yo me haya lanzado contra Crabbe para que su maldición no te alcanzara, no sabía si había intentado salvarte o… ¿Sabes? No me gusta ni siquiera reparar en ello. Ese fue uno de los peores años de mi vida, todo lo contrario a lo que debía haber sido, no sólo Potter me había salvado el pellejo (y a todos, dicho sea de paso), sino que salvó a mi familia de una condena eterna. Todo había acabado, pero me seguía sintiendo la criatura más minúscula e insignificante sobre la tierra.
Estaba insatisfecho.
Y si no hubiera sido porque yo estaba obligado a volver a Hogwarts el siguiente año, y porque me enteré de que tú también ibas a acabar tus estudios mágicos como se debía, ese sentimiento hubiera perdurado mucho más.
Originalmente iba a ser un OneShot, pero decidí dividirlo en dos partes porque no quería que se volviera fastidioso al leer un sólo capítulo tan largo.
Gracias por leer hasta acá =) me encargaré de subir el próximo capítulo lo más pronto que pueda.
