LOCOS POR POTTER

LOCOS POR POTTER

¿Ese es Harry Potter?

Esa es la pregunta que se hacen todos cuando ven al Gryffindor entrar al comedor. Sigue teniendo el mismo pelo azabache desordenado, los mismos ojos verde esmeralda, las mismas gafas de montura redonda y la misma cicatriz. Nada en él ha cambiado, pero tiene algo distinto. Algo especial.

¿Qué es lo que tiene Harry Potter que tiene a todas las serpientes locas por él? El pobre Gryffindor tendrá que hacer gala de toda su fuerza y valentía para luchar contra los obstáculos a los que no está acostumbrado.

Por si eso no fuera suficiente, al cumplir la mayoría de edad, recibe la herencia de Los Potter, con una condición muy clara: Debe casarse antes de cumplir los 18 años.

¿Podrá alguna de las serpientes conseguir amarrar al Niño que Vivió?

Holaaaaaaaaaaaa!!

Bueno, después de mucho tiempo sin escribir Fics, regreso ahora con mi primer Fic Slash largo. No se como saldrá la cosa, pues ahora solo es una idea que me vino de pronto y decidí ponerla en marcha a ver cómo salía la cosa, pero tengo puestas muchas ganas e ilusión, y espero que os guste tanto como me está gustando a mí escribirla.

Sobre la pareja… No la tengo definida aún, aunque el protagonista indiscutible es Harry, pero si tenéis alguna idea o sugerencia sobre quien debe ser su pareja, estoy atenta a sugerencias, jaja.

Para situaros en el Fic, os diré que sucede en el último curso de Harry en Hogwarts, ya sin la amenaza de Voldemort. Lo ocurrido en el sexto y séptimo libro, me lo pasara por un sitio que se me yo, jajajja, por lo tanto, ni Dumbledore está muerto ni tampoco Sirius.

Por cierto, y aunque me pese, los personajes no son míos, sino que pertenecen a Rowling, y no consigo ningún beneficio económico de esto, tan solo pasar un buen rato, esperar divertidos, recibir reviews (para que negarlo, jaja) y sobretodo, disfrutar con lo que más me gusta: escribir.

Y ya no me enrollo más, os dejo con el Fic.

CAPITULO 1

Como todas las mañanas de verano, la del 31 de julio había amanecido especialmente soleada y calurosa. Pasándose el dorso de la mano por la frente empapada de sudor, Harry Potter cerró su baul. Con un suspiro de cansancio, se sentó en su incómoda y destartalada cama, paseando la mirada por la desolada habitación. No pudo evitar que le embargara un poco de pena al saber que ya no volvería nunca más allí. Al fin y al cabo, había sidosu casa – que no su hogar- desde pequeño, aunque sus momentos allí vividos, no eran muy agradables y la mayoría prefería olvidar.

Pero ya no más. Los Dursley ya no tendrían que soportar más su presencia y él lo perdería de vista para siempre, ya no tendría que soportar más abusos y castigos por su parte. Era libre. Por fin podría irse a vivir con su auténtica familia: su padrino Sirius, con Remus, los Weasley y Hermione.

Con solo imaginárselo, sentía la emoción vibrar en su interior. Por fin, después de tanto tiempo y tanto sufrimiento, las cosas estaban bien. Voldemort ya no estaba allí para amargarle la vida, pues lo había derrotado a finales de su sexto año en una cruel y sangrienta batalla, que acabó otorgándole el nuevo título de "El niño que venció y sobrevivió".

Para él, la batalla no era más que un borrón. No recordaba gran cosa de lo que había sucedido, sólo que cuando se quiso dar cuenta, el cuerpo de Voldemort yacía inerte en el suelo, mientras una nube negra salía de su pecho, camino del cielo, para después estallar como si de fuegos artificiales se tratara. Notaba como la gente le palmeaba la espalda, felicitándole, le abrazaban, gritando y vitoreando la victoria. Lo último que vio, fue la sonrisa radiante de Sirius, con lágrimas sin derramar en sus ojos zafiro. Recordó haberle correspondido a la sonrisa, antes de caer en la oscuridad. Despertó tres días después en San Muntgo.

De eso hacía ya cuatro meses. Cuatro meses en los que podría estar viviendo con Sirius, pero debido a la situación un poco caótica que estaba viviendo el mundo mágico después de la guerra, había asuntos que tratar antes. Su padrino había tenido que enfrentarse a varios juicios a fin de demostrar su inocencia y posteriormente, y tras declararle inocente, otros juicios para conseguir la custodia de Harry. Y por fin, después de mucho pelear, se la habían concedido. Pero antes de poder irse con él, Sirius tenía solucionar otros asuntos, como la búsqueda de casa, pues no quería regresar a Grimmauld Place.

Esas semanas se le habían hecho eternas a Harry, pero por fin, esa mañana había recibido una lechuza de Sirius comunicándole que preparara sus cosas que por la tarde pasaría a recogerle. No cabía en si de la impaciencia, y como no tenía ganas de ver las caras de sus tíos y su primo, se había pasado todo el día en su cuarto. Para cuando sonó el timbre, a Harry ya no le quedaban uñas que morderse. Saltó de la cama y bajó corriendo las escaleras, al tiempo que Sirius hacía su entrada en casa de los Dursley. Harry se quedo plantado en mitad las escaleras.

Sirius no le había visto, pues tenía puesta toda su atención en sus tíos. Por su expresión airada y su voz acerada, no les estaría haciendo ningún cumplido, de eso tenía Harry toda la convicción. Los Dursley, pálidos y asustados, escuchaban las recriminaciones que les hacía el mago a cusa de la forma en la que cuidaron a Harry en todos esos años.

Harry tuvo que haber hecho algún ruido, pues Sirius se calló de golpe y miró hacia las escaleras. El adulto tuvo un momento de sorpresa al ver allí a su ahijado, pero enseguida esbozó una radiante sonrisa y abrió los brazos. Harry no necesitó más invitación, y correspondiéndole a la sonrisa, bajó corriendo los pocos escalones que quedaban, y se lanzó a los brazos de su padrino, fundiéndose ambos en un emotivo abrazo, bajo la mirada atónita de los Dursley.

-¡Pero cómo has crecido, cachorro! – rió Sirius observando a Harry de arriba abajo, en una mirada de orgullo paternal.

Y tanto que había crecido en esos cuatro meses. Sirius nunca había sido bajo, pero su ahijado le sobrepasaba fácilmente dos palmos. Calculó que mediría casi el metro ochenta. Sus músculos se habían desarrollado, ensanchando sus espaldas, y no sin sorprenderse, se dio cuenta de que ese chiquillo que había tenido en sus brazos cuando no era más que un bebe, era ahora todo un hombre. Se le hizo un nudo en la garganta al ver lo mucho que se le parecía a James y lo mucho que veía de Lily en él. Sin duda, sus padres estarían muy orgullosos de su hijo, y no era para menos.

-Te he echado de menos – reconoció Harry con una sonrisa un tanto avergonzada.

Sirius soltó una carcajada y le revolvió el pelo. Era todo un hombre, pero seguía conservando esa dulzura y esa inocencia propia de un niño, pese a todo lo que había vivido. Ya era hora de pervertirlo un poco, se dijo.

-¿Ya tienes todas tus cosas listas? – Harry asintió fervientemente con la cabeza – En ese caso, será mejor que nos vayamos, aún nos queda bastante rato antes de que lleguemos a casa.

Para sorpresa de Harry, su padrino había ido a recogerlo en un lujoso deportivo. Cargaron el baúl en el maletero, y tras despedirse sus tíos, ambos se fueron. No había sido una despedida emotiva ni tampoco larga, tan sólo habían sido unas palabras breves y corteses. Su relación no daba para más.

Durante el camino, Sirius fue poniéndole al corriente de todo lo sucedido en el mundo mágico desde la muerte del Señor Tenebroso, y conociendo a su ahijado, se abstuvo de decirle que su rostro era portada de periódicos y revistas mágicas. Al chico no parecía agradarle ser el centro de toda atención, y posiblemente se encerraría bajo llave si supiera que en el momento en que pisara suelo mágico, la avalancha de periodistas y fans ansiosos por unas palabras o una foto que caería sobre él, sería monumental. Y si precisamente él, Dumbledore y los más allegados al chico decidieron que lo mejor era estar esos meses en tranquilidad aunque fuera en casa de sus desagradables parientes, era para que las cosas se calmaran un poco y el chico no tuviera que ser víctima de tantos acosos.

A Harry, el viaje se le hizo corto, aunque cuando llegaron a casa de Sirius, era ya de noche. Su padrino le había descrito un poco la casa que el Ministerio de Magia le dio en compensación por todos los años que pasó en Azkaban siendo inocente. Pero los adjetivos de "modesta casa" no tenían nada que ver con lo que Harry pensaba de esa mansión de tres pisos de altura que se erguía frente a él. Un enorme jardín rodeaba la casa, y soltó una risita ante la cara que pondría tía Petunia si lo viera. Con lo que se enorgullecía ella de su espléndido jardín…

Dentro, todo estaba oscuro y Sirius abrió la puerta haciéndose a un lado para que Harry entrara primero. El muchacho quedó sorprendido a más no poder cuando de pronto se encendieron las luces y un montón de voces gritaron al unísono "Feliz Cumpleaños". Todos estaban allí. Los Weasley al completo, Hermione y sus padres, Remus, el profesor Dumbledore, Tonks, Ojoloco y casi toda la Orden del Fénix que tan arduamente habían luchado con él en la batalla final. Esa era su familia, aunque no le uniera ningún lazo de sangre con ninguno de ellos. Uno de los momentos más emotivos, fue cuando Molly Weasley lo abrazó y le dijo que estaba muy orgullosa de él y que lo quería como si de un hijo se tratara. Sus ojos estaban abnegados de lágrimas de felicidad y le sonreían con un orgullo maternal que emocionó a Harry. Así es como le habría mirando su madre.

Sirius no había escatimado en los preparativos para la fiesta de cumpleaños de su ahijado. En un momento dado de la fiesta, Remus cogió al animago del brazo y lo sacó fuera del salón, donde pudieran hablar con tranquilidad. Pero el otro tenía otros planes, porque nada más salir y verse alejado de la mirada de los invitados, estampó a Remus en la pared y procedió a devorarlo con los labios. El licántropo soltó un pequeño gemido de protesta que no duró más que un segundo antes de que devolviera con igual o más fervor, el beso, con sus lenguas emprendiendo una acalorada lucha por tomar el control. Las manos atrevidas de Sirius se posaron en las caderas del licántropo, acariciando y apretando al compás del movimiento de pelvis que rozaba las dos erecciones y las respiraciones se agitaban ante el placentero roce.

-¡Por Merlín, Sirius, está todo el mundo ahí dentro! – jadeó Remus cuando Sirius tocó su miembro a través del pantalón. Era enloquecedor. Las caricias de Sirius hacían que se olvidara de todo y que sólo importaran las sensaciones y emociones. Tenía que parar, pues ese no era el momento ni el lugar para ello, aunque se muriera de ganas de continuar y terminar lo que habían empezado.

-Te he echado de menos, Rem – susurró Sirius atacando su cuello con suaves y enloquecedores besos y pequeños mordiscos.

-Y yo también, pese a que sólo has estado cuatro horas fuera de casa – soltó una risita cuando el pelo del animago le hizo cosquillas en el cuello, y haciendo gala de un autocontrol que no sabía ni que tenía, se apartó un poco de él. – Pero no era esto lo que tenía en mente cuando te saqué del comedor, y que conste que no me estoy quejando – rió ante la cara de perro apaleado que mostró el otro hombre – Ha llegado una lechuza del abogado. Mañana por la tarde vendrá para leer el testamento de James y Lily.

-¿Testamento? – la voz de Sirius denotaba sorpresa, justamente la misma que había puesto él cuando leyó la carta – No tenía ni idea de que hubiesen dejado testamento, pensé que todo sería para Harry, al fin y al cabo, es su único hijo.

-Lo mismo pensé yo, pero en la carta ponía que James y Lily dejaron escrito que el testamento se leyera cuando Harry cumpliera su mayoría de edad y dado que hoy es su cumpleaños…

-Mañana se lo comentare a Harry – se quedó pensativo un momento y luego, soltando una risita, se lanzó a devorar los dulces y adictivos labios del licántropo, pero esté se hizo a un lado, y frenó sus intenciones - ¡Remus! – protestó indignado.

-Prometo compensarte esta noche – sonrió con picardía – Lo importante ahora, es la fiesta de cumpleaños de su ahijado.