Primer intento de escribir, espero que lo disfruten.

...

-¡Mycroft!

- John, si esto no es verdaderamente urgente preferiría no interrumpir mi reunión con el jefe de ministros.

Le había llamado sin pensarlo. ¿Era un asunto de urgencia? Ahora en retrospectiva, no estaba seguro. Pero continuaba exaltado, sentía sus ojos girar de un lado a otro y no lograba mantener la compostura de su rostro. Había salido prácticamente corriendo de Baker st. Es que su convivencia con Sherlock Holmes se las había arreglado para darle una sorpresa tras otra, la cabeza en el refrigerador fue la primera de muchas. Ya se había acostumbrado a encontrar vísceras humanas en sitios donde los alimentos que ambos consumían debieran hallarse.

El violín a las tres de la mañana, decidió que era algo con lo que podría vivir. Incluso en ocasiones el detective ejecutaba melodías arrulladoras con el son de una canción de cuna, como un acto lleno de intensión que le daban a entender que sabia que John estaba aún girando en su cama, sin poder conciliar el sueño tras una pesadilla reciente. Ya fuera porque Sherlock quisiera presumir sus habilidades deductivas o porque le importaba John, probablemente ambas, de cualquier forma el ex soldado agradecía esos momentos.

Ya no encontraba sitio en el departamento para esconder el arma, el muro de la sala de vez en cuando tenía un nuevo orificio cuando John volvía de hacer sus horas de clínica. En esos momentos suspiraba rogando paciencia y empezaba pensar en un nuevo sitio para esconderla. Sherlock no lo admitiría, pero cuando lo veía llegar y tomar la pistola para guardarla, una sonrisa llena de autosuficiencia aparecía en sus labios. Y silenciosamente lo retaban a volver a intentarlo, para que la próxima vez la volviera a encontrar. Era tácito. Pero este se había convertido en un pequeño juego entre ambos, aunque John sospechaba que el único en disfrutarlo en verdad era su compañero.

Explosiones en medio de su cocina. Reactivos que en realidad no debieron mezclarse y Shelock parecía querer probar lo contrario. Manchas en los muebles de orígenes dudosos, uno de sus sweaters favoritos victimizado por una mezcla de ácidos que, según Sherlock, había tenido mayor poder destructivo sobre la lana de lo que había previsto en un primer momento (lo había comentado con mas entusiasmo en sus ojos del que John había visto en un niño con un regalo de navidad frente a sus narices). Los gritos a la televisión (el sujeto del clima estaba mal, no iba a llover en toda la tarde), visitas rápidas de algún sujeto con aspecto terrorífico proveniente de la red de indigentes en su sala, hablándole con naturalidad a Sherlock mientras el discutía con la misma familiaridad.

Llevaban meses viviendo juntos y todos esos aspectos de alguna u otra forma (un balance preciso entre resignación por parte de John y reticencia a cambiar por parte de Sherlock) se habían vuelto parte de la rutina en el 221b de Baker St.

Pero sin duda, nunca había esperado lo que encontró ese mediodía al volver cargado con bolsas del supermercado. Entro a la cocina totalmente relajado y desprevenido, pero inmediatamente creció el desconcierto al encontrarse con Sherlock en medio de su cocina, preparando te, completamente desnudo.

Sherlock Holmes, el único detective consultor del mundo. El autoproclamado casado con su trabajo. Asexual. Desnudo.

-Hum... John. ¿Trajiste la leche?- el detective se giro y le hablo con tranquilidad al verlo. Se veía despeinado y sus ojos soñolientos. Parecía recién haberse despertado. Su voz sonaba grave y ronca, confirmando que acaba de salir del estupor del sueño.

- Sherlock, si, eh... - John dejo las bolsas en el piso y se paso una mano por la frente, masajeándose la sien con un pulgar y el resto de los dedos descansando sobre el puente de su nariz. Inconscientemente como si quisiera cubrirse la vista.- Sherlock, estas desnu... no estas usando ropa.- Se aclaró la garganta con evidente incomodidad. No sabía exactamente a donde mirar. La tarea había sido mas difícil de lo esperado, la piel pálida de Sherlock parecía brillar y se pregunto si algo así era posible. Nuevamente se encontró cuestionando la humanidad de su compañero de piso.

- Obviamente. John, no puntualices lo obvio, ni siquiera tu eres tan estúpido. - Se giro para continuar con la labor, el agua recién hervida estaba siendo vertida sobre su taza. Sonaba perturbadoramente tranquilo, como si aquello fuera lo mas natural del mundo.

- No, no Sherlock, lo que no resulta obvio es el porqué. ¿Que diablos haces en medio de la cocina sin usar tu maldita ropa?- Había levantado la voz al final, señal de que estaba exasperándose. Miraba hacia el techo, el cielorraso, jugando a adivinar las manchas de roschard hechas de humedad. De pronto todas parecian tener forma de un sujeto alto, palido y con un esbelto -y desnudo- cuerpo.

- Haciendo té.- Murmuró sin girarse, aburriéndose de la charla.- Voy a estar en la sala, la leche por favor John.

Así, tranquilamente, con su espectacular trasero al aire (¿de donde habia salido esa palabra?),Sherlock Holmes marcho hacia la sala y se echo a lo largo de su sillón. No dijo nada, al parecer había entrado en uno de sus trances, momento en que parecía mas una gárgola de Notre Dame que un detective. Ahora mismo, John se encontró que compararlo con un David de Miguel Angel era mas adecuado.

Lo llamó por su nombre pero no recibió respuesta. Pensó por un momento en las posibilidades. La noche anterior habían terminado un caso especialmente agotador a nivel físico, habían tenido que disfrazarse como personajes de comic para simular una pelea y Sherlock había pasado en consecuencia varios días sin comer ni dormir. ¿Y si finalmente había pasado? ¿Si quizás el frágil hilo que mantenía la mente de Sherlock Holmes todavía unido a la realidad, aquella que lo volvía un sociópata "altamente funcional" según sus palabras, se había roto?

Oh Dios mio, pensó John con alarma, Sherlock Holmes finalmente se había roto.

Debía salir del departamento, debía hablar con la única persona que quizás podría ayudarle en esos momentos. Mycroft Holmes tendría que suspender su tarea de salvar el trasero del mundo para ayudar a su hermano.

En medio de la calle, a exactamente una cuadra del departamento. John suspiro y mas decidido le respondió al hombre del otro lado del celular.

- Tiene que ver con Sherlock, creo que... creo que finalmente podria estar roto.

Llego al punto de encuentro, nuevamente escoltado por Anthea en uno de los autos de Mycroft. El ni siquiera se había tomado la molestia de iniciar una conversación con la muchacha que parecía siempre encontrar su blackberry mucho mas interesante que un medico ex-militar.

El mayor de los Holmes ya le estaba esperando, de pie junto a una ventana, mirando a través del cristal los transeúntes de Londres pasar. Giraba distraídamente su paraguas cuando se volvió para darle a John una de sus sonrisas de reconocimiento, pequeñas, diplomáticas y hasta con una dosis de cinismo.

- John, toma asiento por favor. ¿Una taza de té?

John simplemente negó mientras se sentaba en uno de los sillones de aquella pequeña pero elegante sala de estilo victoriano. Se pregunto donde estarían. ¿La casa de Mycroft quizás? No, no parecia factible.

- Entonces, Dr. Watson, ¿que exactamente hizo mi hermano para asustarlo de esa forma?

Poner en palabras los hechos sucedidos unos momentos atrás en la cocina del 221b de Baker St. le dieron la sensación de quizás había dramatizado demasiado una situación, que no era tan grave como inicialmente había pensado. Pero si Mycroft pensó lo mismo, jamás lo dejo entrever. Se mantenía impasible escuchando con expresión estoica la narración. John lo imagino reaccionando de igual forma ante un tema de importancia nacional, una tarea de contraespionaje o filtración de información que podría costarle a Gran Bretaña la perdida de algunos millones, vidas o cosas de igual importancia.

El hombre mayor asintió una vez terminado, pero no miraba a John. Su vista estaba perdida.

-Maravillosa cosa, la mente de los genios. ¿No lo cree Dr. Watson?

-Mycroft…

Levantó la palma de su mano como para detenerlo.

-Mummy no podía entender la totalidad de la complejidad de un niño genio. Pero… ¿alguien lo hace? Nuestro padre, el señor Holmes, no estuvo ahí para verlo. – suspiró, redirigiendo su mirada a John. Pudo ver algo en los ojos de Mycroft, por primera vez desde que entro a la sala, algo que parecía ser una emoción sincera.- No es hora de ventilar viejos dramas familiares, pero mummy hizo lo que estaba dentro de sus posibilidades. No fue fácil criar a un niño como Sherlock, eso no debe sorprenderte… Ya no recuerdo cuantas veces tuve que hacer el papel de su madre. Sherlock no habló hasta los cinco años, aprendió a tocar el violín antes de que usar su voz. Y luego… luego nadie podía callarlo.

Una sonrisa cómplice se extendió en los labios de Mycroft y la expresión en el rostro de John se suavizo. Sintió un deje de ternura al imaginar un pequeño Sherlock, como un angelito con su rostro enmarcado en rizos oscuros.

-Mummy, el señor Holmes ni los tutores entendían el comportamiento de Sherlock en ocasiones. Solía correr desnudo por el jardín…

-Mycroft pero eso no es extraño en los niños. Y… y es Sherlock, aquí ahora, treinta años después… no puedes esperar que…

-John no es solo el jardín, eran sus clases, fiestas familiares, reuniones del señor Holmes con altos mandatarios y mummy con sus amigas de la beneficencia.

-¿Por qué hacía eso?

-¿Por qué un niño genio hace sus cosas? – John se encogió de hombros y suspiro resignado.- Ni yo, John. No lo supe entonces, pero con paciencia logre que empezara a usar su ropa con mayor frecuencia. Por supuesto, no pude lograr eliminar ese, asi como muchos de sus malos hábitos John.

-Y sino sería peor. ¡Que alivio, Mycroft! Francamente si que sabes como tranquilizarme. – El sarcasmo fue obvio, pero ya no se encontraba tan alterado como al principio. Parte de si se hallaba más tranquilo al comprender que, después de todo, aquello era una de las locuras "normales" dentro de los parámetros de Sherlock.

Mycroft se disculpó y tomó una llamada telefónica, alejándose nuevamente hacia el ventanal de la habitación. John dio por aludido de que así terminaba su reunión, y comenzó a caminar a la salida.

-John.- Llamó el mayor de los Holmes antes de que abandonara la sala.- Imagino que este incidente no será un motivo para abandonar Baker st… ¿o me equivoco? He pensado que usted es un médico después de todo, no encontrara en… la anatomía de Sherlock nada que le sorprendiera, o que no haya visto antes en el ejercicio de su profesión. Incluso en su carrera militar.

Mycroft no se equivocaba, por supuesto que había visto innumerables hombres desnudos, desde las duchas en su escuela secundaria hasta las improvisadas en su campaña por Afganistán. Se encontró sonrojándose suavemente ante la abrumante realidad, después de todo, si había exagerado un poco. Sherlock era un hombre, como el, al fin de cuentas. Es que no había estado examinando con ojo clínico buscando algún tipo de lesión, no, esa piel era perfecta en toda su extensión ajustándose con precisión a unos músculos que no estaban tan desarollados pero encontraban una armonía casi artística.

El calor en su rostro se pronuncio un poco más, esta vez no estaba seguro de si se trataba del bochorso sentido al haber reaccionado de más, o por la imagen mental de Sherlock desnudo que parecía no querer desprenderse de su memoria.

-No.- carraspeó, aclarándose la garganta.- No Mycroft, descuida.

El hombre le dio otra de sus sonrisas extrañamente cinicas a su salida.

En su regreso a Baker st, le había dedicado unos momentos mas de reflexión al asunto. No, por supuesto que no iba a mudarse, aquello era impensable. Su vida con Sherlock era extraña, pero nunca se aburría. Y Mycroft tenia razón al haberle dicho, tiempo atrás, que eso no era algo malo.

No, definitivamente no lo era. Necesitaba ese estilo de vida que alternaba días de relativa tranquilidad (cuando Sherlock solamente explotaba la cocina) con la adrenalina proporcionada al verse secuestrado por un consultor criminal que tenia el fetiche de vestir con explosivos.

"Maravillosa cosa, la mente de los genios", había dicho Mycroft. Y no había podido evitar recordar las incontables veces que se había escapado de sus propios labios la misma palabra para referirse a las deducciones del detective.

También una serie de imágenes se abrieron lugar en sus cavilaciones. No tenia idea de la vida de Sherlock antes de haberse mudado a Baker st. "Mummy" era un personaje más bien anecdótico antes de esa charla con el mayor de los Holmes. La primera vez que Sherlock y Mycroft pelearon frente suyo, su madre había sido nombrada. Pero no recordaba haber vuelto oír nada sobre ella los meses posteriores durante su convivencia con Sherlock. ¿Cómo seria tal mujer? Si tuviera que inferir por lo comentado, sonaba a una persona bastante normal, abrumada e incapaz de poder controlar a un niño con capacidades extraordinarias.

Ingreso al departamento e hizo los diecisiete escalones hasta la entrada con una ligera sonrisa en sus labios, había imaginado a un pequeño Sherlock corriendo desnudo por toda la casa con la misma diplomacia que usaria para decirle a los adultos que todos estaban equivocados.

En la sala, todo parecía estar exactamente como lo había dejado. Incluido Sherlock.

-… mi teléfono John, no me lo haz pasado.

-Sherlock otra vez … Acabo de llegar al departamento, acabo de entrar a la sala, no puedo escucharte ni pasarte objetos y definitivamente no podemos pactar arreglos si no estoy aquí presente. Por dios santo… Sherlock, ¿estás escuchando al menos?

John se esforzaba por buscar la mirada del detective consultor. Trago en seco cuando Sherlock, aun desnudo, se sento en el sofá en el cual segundos antes había estado echado a lo largo. Mirar a los ojos, ese sin duda era un punto seguro. Mirar a los ojos. Pero ya no se sentía tan confiado, cuando Sherlock hizo lo que solia practicar con frecuencia. Su mirada viajo de un extremo al otro de John, prestando atención a pequeños detalles seguramente invisibles para el ojo humano normal, y abrumadoramente obvios para él. Lo estaba analizando, y cuando termino fruncio sus labios.

-Mycroft.- susurró.

-Sí.- Carraspeó el rubio, usando toda la firmeza aprendida en su entrenamiento militar para sostenerle la mirada.- De hecho si.

-¿Y que se supone que quiere ahora mi querido hermano? Comienzo a pensar que disfruta raptándote, John. Cuidado, no vayas a convertirte en su hobbie favorito. – Habia una nota de rencor mal disimulado en el tono que había usado. Se estiro para alcanzar el arco y su violin, y fue ahí cuando John no pudo tolerar mucho más.

Con un bufido se puso de pie violentamente antes de marchar decidido a la habitación de atrás, no había estado muchas veces en el cuarto de Sherlock y tenían un tacito acuerdo de no entrar sin permiso a sus mutuas habitaciones, pero no le importó y jaló una de las sabanas sobre la cama de su compañero. La arrastro de vuelta a la sala y la arrojó sobre un ligeramente sorprendido Sherlock.

-Ahí tienes, bien. Bien.- Se repitió John, dejando escapar el aire contenido.- Ahora bien, vas a escucharme.

La fracción de segundos que duró su sorpresa cedió, dando lugar a una sonrisa divertida.

-Bien… Sherlock, ser tu compañero no es fácil. Un dolor en el trasero muchas veces, no voy a negar que la dosis de diversión es algo que también ha aumentado en mi vida. Como ya dije, nunca es aburrido. Y Dios sabe que he empezado a encontrar normal cosas a las que nadie debería acostumbrarse…

-¿Qué es exactamente todo esto? El punto, John. – La sonrisa ladina no abandonaba el rostro de Sherlock. Se estaba divirtiendo, no hacia falta que le explicara, el sabia de que estaban hablando. Pero en esas ocasiones encontraba francamente entretenido poner en esa clase de aprietos a su blogger.

-¡La desnudez!- gritó. Arrepintiéndose inmediatamente de hacerlo, un apenas detectable rubor coloreo sus mejillas.- Lo que quiero decir es que, esta bien por mi. Es decir… todo esta bien. – Terminó tranquilamente, mirándole a los ojos.

-No te estaba pidiendo permiso, John. – Aclaro Sherlock, impasible pero sin dejar de hacerle frente a la mirada de John. El ex militar endurecio su expresión.

-Nunca lo haces…

-Exacto.

Continuaron en esa lucha de voluntades, mirándose a los ojos sin parpadear durante unos silenciosos y eternos segundos más.

-No mientras la señora Hudson este aquí, no queremos matarla de un infarto.

-No seas ridículo, dudo que su corazón sea tan frágil. Pero no planeaba hacerlo.- Rodó los ojos y se cruzó de brazos.

-No si tenemos visitas.

-Nunca tenemos visitas.- Rebatió, pero ante la mirada insistente de John se encogió de hombros.- No ante las "visitas".

-Bien. Creo que podemos lograrlo… Yo, voy a sorprenderme un par de veces más pero eventualmente voy a acostúmbrame. –Aquella declaración, Sherlock dedujo, estaba diriga especialmente a el mismo como un intento de tranquilizarse. Un suspiro melodramático por parte de Sherlock interrumpio aquel monologo, y nuevamente se echo a lo largo del sofá, cubriéndose con las sabanas y adoptando posición fetal antes de darse vuelta y dar la espalda a John.

-No exageres John, no es como si me fueras a ver asi cada dia. Llevo años durmiendo sin usar nada de ropa, meses desde que nos mudamos juntos y jamás hasta ahora lo habias notado.

-Solo digo que esta bien por mi Sherlock… todo esta bien.

Un gesto de alivio en el rostro del médico, Sherlock no pudo verlo pero lo había adivinado, John era bastante predecible. Se desplomó en su propio sillón y unos

silenciosos minutos después tomó el periódico.

-Gracias. –murmuró, bajo y con su voz profunda solapada por las sabanas. Una de sus comisuras labiales se estiro en una semi sonrisa. Pero tan pronto apareció se fue, empezaba a sentirse aburrido otra vez, necesitaba un caso urgente.

-John… mi teléfono.- Estiró el brazo fuera de su capullo de sábanas, sin siquiera mirar a su compañero. Lo escucho suspirar y ponerse de pie para buscarlo. Siempre lo hacia.