Había llegado el momento, ¡estaba por comenzar su 7° año en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería! Rose Weasley, por fin era mayor de edad, había cumplido los 17 años unos días atrás. Era de estatura mediana, esbelta, pelirroja de ojos verdes, los cuales siempre se había cuestionado de quien los heredó, pues sus padres los tenían marrones. Le iba muy bien en la escuela, ya que había heredado la inteligencia de su madre, Hermione, pero también había heredado el buen humor de su padre, Ron. Llegó junto con sus padres a la plataforma 9 ¾, pero a los segundos de haber cruzado la pared salió disparada en busca de sus amigas, Gabriella y Kate. Las encontró charlando en una de las esquinas de la plataforma, estaban tan emocionadas como ella de empezar por fin su último año de colegio. Se unió con gusto a la conversación, y ellas le contaron que chismes como que habían visto a Nicole Winslet de la mano con Matt Yorley, uno de los chicos más guapos de la clase. Rose y Nicole nunca se habían llevado bien, y Nicole siempre la burlaba de ella por tener una madre hija de muggles, pero claro, ella era una Slytherin presuntuosa, en cambio Rose era una Gryffindor humilde. No le dio importancia a la noticia, y les contó a sus amigas que se había enterado de que Albus Potter estaba de novio con Julie Palmer. En ese momento, pasaron por su lado los Malfoy, y Scorpius las saludó con un gesto de la cabeza. Al instante las tres se pusieron a comentar sobre lo guapo que era, que tenía lindo cabello, bonitos ojos, etc. Aunque no dijeron nada, Kate y Gabriella no pasaron por alto el entusiasmo con el que Rose hablaba del chico. Finalmente sonó la campana del tren, anunciando que debían partir en unos minutos. Rose volvió junto a sus padres y los saludó con un abrazo a cada uno. Luego subió al tren y junto con sus amigas buscaron un compartimiento vacío y se sentaron. Al poco rato llegó Albus, y se sentó junto a ellas. Estuvieron todo el viaje hablando sobre que era su último año en Hogwarts. Ni siquiera dejaron de hablar del tema cuando Rose se fue al vagón de prefectos para darles las instrucciones a los nuevos prefectos, ya que era delegada. Cuando llegaron, bajaron lo más rápido posible del tren y se subieron a uno de los primero carruajes.

— Mira quien está en el carruaje de enfrente, Rose — dijo Gabriella con picardía mirando a su amiga.

Rose se desconcertó un segundo, y luego miró para adelante, el hijo de los Malfoy estaba conversando con su amigo de Slytherin, John Melton. Se rió de mala gana y le dijo a su amiga que estaba completamente loca. Albus escuchaba todo con la boca abierta.

— Rose, recuerdas la historia que nos contó tu madre sobre la enemistad entre nuestros padres y el Sr. Malfoy, ¿no? — preguntó como para asegurarse.

— Sí, la recuerdo, y te aseguro que no me gusta Scorpius, Albus, tranquilo.

— Ya, deja de mentir Rose — intervino Kate — A nosotras puedes contárnoslo.

— ¡Pero si todo se lo imaginan ustedes! Aunque sea muy guapo, a mí no me gusta Scorpius Malfoy. — A la vez que trataba de convencer a sus amigas, Rose intentaba convencerse a sí misma de lo que sentía.

— Como quieras — zanjó el tema Gabriella.

Pasaron unos minutos en silencio y finalmente llegaron al castillo. Se bajaron del carruaje y cruzaron el Vestíbulo como rayos, porque conocían a Peeves lo suficientemente bien como para saber que el primer día de clases le encantaba hacer bromas. Se sentaron los cuatro juntos a la mesa de Gryffindor y hablaron solo de trivialidades.

Al llegar a la Sala Común estaban tan cansados por el viaje que ni se les ocurrió quedarse un rato allí. Se despidieron y subieron cada uno a su dormitorio correspondiente.

Pasadas las dos primeras semanas de clases, ya estaban habituadas a sus nuevos horarios. Lo que no podían creer era la cantidad de deberes que les daban. Aunque los cuatro eran muy aplicados, no querían pasarse haciendo tarea todo el día, pero había veces que no tenían otra opción. Kate y Gabriella sacaban el tema de Scorpius constantemente, para pillar desprevenida a su amiga y que confiese todo, pero Rose era lo suficientemente astuta como para cambiar de tema o decir que tenía deberes que hacer. Ella aún estaba confusa con respecto a sus sentimientos, y por eso no podían afirmarles nada a sus amigas. Siempre que se cruzaba con él por los pasillos, este le sonreía y ella se ponía roja de vergüenza. Varias veces lo vio hablando con chicas de Slytherin, y se ponía verde de los celos. Pasado ya un mes, estaba completamente segura de que se había enamorado, pero temía confesárselo a sus amigas por si se burlaban, o le remarcaban por la cara que les había mentido cuando les decía que no. Tampoco se le pasó por la cabeza contárselo a Albus, porque no se llevaba muy bien que digamos con el chico. Pero algo tenía que hacer algo al respecto, y se pasó toda la noche pensando qué.