Dino le dio muchas vueltas al asunto, preocupado por ese sentimiento.

Sentía vergüenza de los pensamientos que ocupaban su mente con respecto al nuevo trabajador del Café Stile. Observaba cada mínimo detalle del nuevo empleado: su cabello, largo hasta la cintura, color plateado, sus ojos verde agua, sus labios, mayormente, curvados en forma oblicua. La forma en la que le quedaba su traje, ese color verde agua que le quedaba como anillo al dedo, esos calcetines arriba de la rodilla y esa diadema con un lazo en la parte superior de su cabeza.

Su peculiar alegría y su forma divertida de lograr relacionarse bien con las demás personas, esa tendencia a ser un poco sádico, el cómo actúa como una chica, cuando actuó de forma varonil y lo hizo descubrir su verdadero género a los demás. Pensaba mucho en eso.

Vio su amabilidad cuando se enteró de sus sentimientos hacia Maika y ayudándolo con consejos.

Pero Dino no sabía que pensar con respecto a sus sentimientos. Ese chico, si porque era un chico, lo hacía estar confundido. Se comportaba de una forma y luego de otra, se veía tan frágil y luego era duro como una roca. Lucía asustado y luego tan valiente.

Le echó la culpa a los animes que veía, esos estereotipos que hacían ver su entorno de distinta forma, le echó la culpa a su falta de sueño por confundir su mente, le echó la culpa a sus dudas innecesarias, le echó la culpa a ese chico tierno por llegar de repente y poner su mundo de cabeza. Y no iba a negar que le atraía un poco, aunque fuese su secreto más preciado. Pero no podía ni debía hacer algo, no era lo debido ni lo correcto, ya pasaba de los límites de la sociedad así como la relación de gerente-empleado.

Pero si no fuese así, si la relación gerente-empleado no existiese, sería siendo algo malo, porque, aunque su apariencia era de mujer, Hideri Kanzaki era un hombre.