SI TE PIERDO
Capítulo 1
Kate Beckett suspiró delante de la ventana cerrada de su salón. Fuera, el frío aire del invierno de Nueva York movía los toldos y las hojas de los árboles cercanos. Siempre le había gustado observar las calles de la ciudad cuando algo turbaba su mente (a pesar de que solían ser los propios habitantes de la ciudad los que mayores quebraderos de cabeza le daban debido a su trabajo). Pero esta vez el trabajo no era el motivo, o al menos no directamente. El motivo era él. Aquel que desde hacía ya bastante tiempo se colaba en su mente sin pedir permiso y cuando menos se lo esperaba. Ni siquiera un día como ese, sábado por la noche, se libraba de tenerle cerca, si no físicamente sí dentro de su cabeza. Hacía tiempo que había admitido que algo era diferente con él que con el resto de sus compañeros. Y no era el hecho de que él la siguiera constantemente en su trabajo sin ser policía, ni el hecho de que la considerara su inspiración, o hubiera escrito dos libros (por ahora) sobre ella. No. Lo que era diferente era el modo en que la miraba y su cuerpo reaccionaba a esas miradas, el modo en que le sonreía y ella respondía casi sin querer a esas sonrisas, y sobre todo era el modo en que su corazón trataba de salírsele del pecho cada vez que lo veía acercarse a ella, darle su café de cada mañana y sentarse en su silla a observarla. Richard Castle era su perdición, pero sabía que ahora ya sería incapaz de sobrellevar el día a día sin su presencia. Ya lo había intentado una vez, y le había costado demasiado.
Se levantó y fue a prepararse algo de cenar. La cocina nunca había sido su punto fuerte, prefería la comida preparada, pero algo podría encontrar… Finalmente se decantó por una ensalada simple y sencilla y se sentó en el sofá. Cogió el mando de la tele y probó varios canales hasta que encontró una típica comedia romántica adolescente. "Simple y sin grandes tramas" pensó. "Perfecta para una noche tranquila".
Cuando estaba a punto de quedarse dormida (la película resultó incluso más aburrida de lo que ella se esperaba) su teléfono sonó, sobresaltándola por completo. Contestó sin mirar si quiera de quién se trataba.
- Beckett.
- Hola, Beckett, soy Alexis… - contestó una voz temblorosa al otro lado de la línea.
Beckett abrió los ojos, sorprendida. No se esperaba para nada que fuera la joven.
- Alexis, hola. ¿Ocurre algo?
- Pues… - la chica pareció dudar en si continuar o no, pero al final se decidió. – La verdad es que sí. He tenido un pequeño problema… no sabía a quién llamar, Kate, y… Mi padre me mataría porque él no quería que viniera pero al final le convencí para que me dejara, además iba a venir con Lucy pero ella no se ha presentado y encima era ella la que me tenía que llevar de vuelta a casa porque me dijo que sus padres vendrían a recogerla así que no tengo como volver, y estoy aquí sola y… ¡Yo no sabía que esto iba a ser así! Es horrible, he salido de la casa pero no tengo claro ni dónde estamos, dentro hay un montón de gente que no conozco y esta zona se parece cada vez más a esas calles de las películas de la tele donde al final…
- Frena, frena, Alexis – la paró Kate. – O quieres que vaya a por ti, o quieres que monte una redada.
- Que vengas a por mí, por favor… - Suplicó ella.
- De acuerdo – Contestó divertida Kate - ¿Puedes decirme más o menos dónde estás?
Hubo un momento de silencio en el que Beckett supuso que la joven estaba observado su alrededor buscando algo con lo que orientarse.
- Lo único que sé es que la calle está muy oscura y las casas parecen bastante viejas… Creo que al venir vi un parque cerca de aquí, y hay muchos árboles alrededor… Además creo que puedo oler algo salado…
-Vale, no hace falta que sigas, ya sé dónde estás. Quédate delante de la puerta y espérame, en cinco minutos estoy ahí- Y colgó.
En un minuto ya estaba arrancando el coche. Conocía la zona en la que estaba Alexis y no era una zona muy segura precisamente. La conocía por todas las veces que había tenido que ir por ahí por altercados e incluso algún que otro asesinato, principalmente por ajustes de cuentas. No le extrañaba que Alexis estuviera tan asustada… Conociendo a la chica esas compañías no le pegaban para nada, pero eso era lo malo del Instituto: aceptas ir con gente que luego no son lo que parecen.
Cuando llegó a la zona y vio a la chica esperando, le hizo una seña y esta se subió rápidamente al asiento del copiloto. Cerró la puerta y durante un momento miró al suelo casi avergonzada. Kate esbozó una pequeña sonrisa y arrancó el coche.
- No eres la única a la que le ha pasado esto. – Dijo, tratando de hacer que se sintiera mejor, pues conociéndola sabía que en esos momentos no estaba muy contenta consigo misma. – Todos hemos ido a fiestas o hemos salido con personas que luego resultaron que no eran las más adecuadas, por decirlo de un modo suave.
- Lo sé, pero es que… Estaban bebiendo, fumando y… bueno, imagínate. Se supone que yo soy madura para mi edad Kate, que no me meto en este tipo de cosas…
- Y no lo has hecho. Te invitaron, se suponía que sería otra cosa y que irías acompañada y tú aceptaste. Tienes 15 años, es lo más normal del mundo. No metemos a nadie en la cárcel por eso, tranquila.
Al final consiguió que la chica se riera, y siguieron en silencio pero más relajadas hasta la casa de Alexis. Una vez Beckett hubo parado el coche, miró a la joven.
- Sabes lo que viene ahora, ¿verdad? – Preguntó la detective, en un tono comprensivo.
- Se lo vas a contar… - Murmuró Alexis. – No pasa nada, lo entiendo.
Kate la miró durante unos segundos y al final habló.
- Venga, vamos arriba.
Las dos salieron del coche y subieron en silencio hasta el piso. Llamaron a la puerta y esperaron pacientemente a que les abrieran (Alexis rezando mentalmente por que la persona que les abriera fuera su abuela). Cuando la puerta se abrió y un Richard Castle somnoliento y en pijama apareció detrás de esta, la chica sólo pudo dedicarle una sonrisita nerviosa y bastante culpable a ojos de Kate. Los ojos de Castle se pasearon un par de veces de su hija a Beckett sin decidirse cuál de las dos era más raro que estuviera ahí. Al final se quedaron quietos en Beckett cuando esta habló por fin.
- Buenas noches Castle, y perdona que te despierte. Es que resulta que volviendo a mi casa me encontré a Alexis y a su amiga saliendo de la casa donde tenían la fiesta y ya que la vi decidí traerla yo misma hasta aquí porque ya sabes que las calles de Nueva York no son muy seguras de noche…
- Pero… - Castle dudó, mirando a Beckett en vez de a Alexis, hasta que finalmente pareció que una bombillita se encendía en su cabeza.- Vaya, pues gracias, Beckett… Esto… Alexis cielo, es tarde, sube a acostarte ¿vale? – Le dijo a su hija, mientras se hacía a un lado para dejarla pasar. La chica le dedicó una mirada agradecida a Beckett disimuladamente y subió de dos en dos los escalones hasta su cuarto.
- No ha sucedido así, ¿no es verdad? – Dijo Castle, una vez que Beckett y él se hubieron quedado solos.
- No, no fue así, pero no seas muy duro con ella. Su amiga la dejó tirada y la pobre estaba muy asustada cuando me llamó. Me dijo que no quería llamarte porque sabía que te enfadarías por haberte convencido para dejarla ir… Es una chica muy responsable y supo enseguida que no debía quedarse en la fiesta.
Castle suspiró. Beckett tenía razón, cualquier otra chica de la edad de su hija se habría quedado en la fiesta y no quería ni pensar cómo habría acabado la noche. Tenía mucha suerte con Alexis.
Y con Becket.
- Muchísimas gracias por haber ido a por ella Beckett. – Le dijo Castle, sinceramente agradecido.
- No hay de qué. Alexis es una chica que se hace de querer. – Le contestó, sonriendo.
Castle se la quedó mirando durante unos segundos de una forma que a Beckett le hizo que le temblaran las piernas. Trató de no mirar a Castle más de lo debido, pero no pudo pasar por alto el hecho de que estaba en pijama y descalzo, con el pelo alborotado. "Condenadamente sexy", le dijo una vocecita rebelde en su cabeza. Parpadeó un par de veces para alejar esos pensamientos y le sonrió cordialmente.
- Me voy ya, es muy tarde. Nos vemos el lunes en comisaría.
- Claro. – Contestó Castle – Hasta el lunes Beckett.
Y cerró la puerta despacio, quedándose un momento con la espalda apoyada en ella, sin saber que al otro lado Beckett había hecho exactamente lo mismo.
