Soñé con algo como esto. No tengo más palabras.


Orgullosos

Neville lo hizo. Se los contó. Todo. De cómo se había sentido con la dictadura de los Carrow, de cómo el Cruciatus le había dado fuerzas porque, después de todo, si ellos lo habían soportado por qué no él; sobreviviría, y no sería vergüenza alguna quedar como sus padres. Les contó de cómo había surgido el levantamiento, de que se había impuesto, de que había elegido liderar. Que todo había salido bien, al final. Que Bellatrix Lestrange había sido asesinada por Molly Weasley, pero que los Weasley también habían perdido. Que todos habían perdido. Les dijo una lista de los nombres. Era una lista larga, y a cada nombre dejó caer una lágrima. Muchos de ellos no los conocía, muchos de ellos habían dudado de él, se habían burlado de él. Pero muchos habían sido sus amigos, sus cercanos, le habían apoyado. Les contó cómo había empuñado la espada de Gryffindor y cómo había destruido un Horrocrux fundamental en la muerte de Voldemort, de cómo el cuerpo de aquel villano se había desplomado como cualquier otro humano: la muerte por fin le había llegado. Les contó de los abrazos de sus amigos, de las risas, de las lágrimas. Se los contó todo.

Alice Longbottom le miró con sus profundos ojos, tan iguales a los suyos, normalmente vacíos de vida consciente. Levantó la mano, una mano delgada y huesuda, para ponerla en su mejilla. Tenía los dedos fríos, se dio cuenta Neville.

—Orgullosos —susurró ella, su madre, sonriendo con una calidez asombrosa que le estremeció por todo el cuerpo.

Podía haber dicho cualquier cosa. Podía haber seguido en cualquier parte. Pero le había entendido. Estaba orgullosa.

Entonces, Neville pudo llorar en paz.


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