¡Hola! Este es mi primer Fanfic. Me he vuelto un poco loca con todo para acabar este capítulo. No sé si la forma de narrar se entiende (acostumbro a escribir novela xD), ni si me explayo demasiado con cosas que no vienen al caso. El primero quería que fuera AoKaga porque es mi OTP de calle :3 Espero que os guste.
Aviso: Pensamientos en cursiva y diálogo entre comillas.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.
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Se puede oír claramente el sonido de un balón golpeando contundentemente sobre el suelo, hace frío y el vaho del aliento se confunde con la niebla, Tsk, no puedo ver nada, ¿por qué está todo oscuro?. En ese momento, como por arte de magia, una llama roja empieza a iluminar lo que parece ser un parque, "Ah, ya era hora," dice el joven.
Se encuentra en medio de un solitario parque, las manos en los bolsillos y la espalda ligeramente arqueada hacia delante. Con parsimonia, levanta su mirada hacia algo que le llama la atención y comienza a caminar con lentitud e inapetencia hacia allí.
El frío empieza a dar paso a una temperatura más adecuada. El muchacho ya ha llegado al azulado banco, al cual convirtió en su destino desde que posara sus ojos en él. Se tumba con una pierna completamente estirada y la otra contra el suelo, soltando un pequeño gruñido de disgusto debido al contraste entre su calor corporal y el barniz helado. Decide quedarse ahí, a la espera de que se disipe la niebla con ese renovado y agradable calor.
Nunca piensa en lo que desconoce. Nunca le importa mayor futuro que aquel que no pueda ir más allá de cuarenta minutos; extrañamente –o quizás no tanto– ahí fue donde fijó hace ya muchos años su límite de 'conciencia'. Nunca le importan los condicionantes ni las casualidades.
Poco a poco, la temperatura continúa en ascenso y el joven moreno empieza a sudar en demasía, ¿qué cojones?, es lo único que se le pasa por la cabeza antes de que otro resplandor mucho más grande que el anterior, le deje casi ciego.
"No la cagues," susurra una voz desde los alrededores, "No la cagues," repite una y otra vez. El peliazul al oír eso tarda un suspiro en levantarse y cerrar el puño, tensando todo su brazo dispuesto a dar caña, "¿Quién cojones está diciendo esas estupideces?." El grito de un ya muy cabreado Aomine resuena en el parque. Aunque un ya muy cabreado Aomine que no sabe exactamente en qué dirección dirigir su voz, "No la cagues… o no estaré ahí la próxima vez. No la cagues…" El cabreo dio paso a la ira. Si había algo que lo sacara de sus casillas, era no saber a quién tenía que dar una hostia.
"No la cagues, Ahomine..." Bueno, eso ya era demasiado, el colmo de los colmos, la gota que terminaba de llenar el vaso, ¿una maldita voz saliendo de la nada le iba a insultar?, ¿a él?, ¿al gran Aomine Daiki, as de la generación de milagros? Ah, no, por ahí no iba a pasar, "¡Sal de tu escondite si te atreves, cabronazo!" gritó mientras saltaba fugazmente sobre el banco para poder vislumbrar mejor cualquier punto del que pudiera salir su recién adquirido enemigo.
"Aomine… Ahomine, ¡AHOMINE!." El nombrado se sintió desvanecer, caía de espaldas, pero era una sensación muy extraña… algo no estaba bien. El descenso era a un ritmo demasiado lento, pausado y –para su sorpresa– extrañamente placentero. El peliazul quería girarse y parar el golpe contra el suelo, pero su cuerpo estaba ignorando por completo todas las señales que su cerebro enviaba, le costaba respirar y su visión tornó completamente blanca, no podía ver nada. Entonces abrió los ojos.
"¡Aomine! ¡Por fin despiertas! Ya sé que es mi culpa por llegar tarde, pero no es bueno que te quedes durmiendo en medio de la cancha, te vas a constipar, idiota" decía un chico pelirrojo a la par que le zarandeaba con no mucha delicadeza. Vestía un uniforme de instituto y tenía las facciones muy relajadas, aunque se atisbaba un rubor en sus mejillas que daba a entender que había corrido hacía poco, o que había realizado algún esfuerzo.
El chico de instituto se levantó y estiró sus brazos, aún contemplando a su compañero en el suelo. Una mirada graciosa adornaba sus labios. "¿Un sueño?" murmuró el moreno entre confuso y somnoliento mientras se incorporaba. Estaba en medio de la pista local de baloncesto donde solía quedar con Kagami. Ah, me quedé dormido mientras lo esperaba... y, oe, este imbécil, ¿por qué sonríe?. Aomine miraba al pelirrojo con cara de malas pulgas. No es que en ese momento estuviera cabreado con él o algo parecido, simplemente era su cara natural para mirar a cualquiera, y en el caso de Kagami, podía tener incluso peores pulgas. Enarcó una ceja intentando descifrar sin éxito lo que se le pasaba por la cabeza a ese malditamente molesto y sonriente Kagami.
Como si hubiera leído sus pensamientos, la sonrisa de Kagami se esfumó y frunció el ceño, "¡¿Ehhh!? ¿Me estás diciendo en serio que estabas tan dormido como para estar soñando? Jajaja, de verdad, eres un idiota."
Vale, ya había oído dos veces la palabra idiota desde que se había despertado, y eso lo mosqueaba mucho, "¿A quién llamas idiota, maldito Bakagami?," contestó cabreado mientras se pasaba una mano por la cabeza para desentumecer su azulado cabello, el cual había quedado aplastado de dormir contra el hormigón.
El silencio lo inundó todo unos segundos. Aomine levantó la vista al cielo. Hacía una noche muy buena, la brisa templada hacía mecer su pelo de forma exquisita y no había más ruido que el de las hojas de los árboles rozando entre ellas. Volvió a bajar la mirada y una mueca de suficiencia se dibujó en su rostro: Kagami se estaba atando las deportivas de baloncesto en uno de los bancos habilitados para la pista, como si él pensara jugar de esa guisa, "¡Oe, oe, Kagami! No creerás que voy a jugar contigo después de que me hayas dejado aquí esperando durante casi una hora," refunfuñó aún sentado en medio de la cancha.
"Claro que sí, sabes que a ti también te apetece. No es mi maldita culpa que te vayas durmiendo por cada rincón que pillas. Además, te mandé un mensaje avisando de que llegaría tarde," contestó aún dándole la espalda y con esta estúpida sonrisa en la cara. Esa sonrisa que, por alguna razón que no llegaba a entender ni le interesaba averiguar, tanto le irritaba.
Aomine se incorporó, dejando atrás el suelo donde hasta hace un momento había estado soñando. Un sueño que, como de costumbre, ya no recordaba. Como si fuera a dejar las cosas así, "¿Que a mi me apetece jugar contigo? Jajaja, vamos Kagami, como si no tuviera mejores cosas que hacer," respondió de forma altanera mientras caminaba hacia la puerta de la pista.
La sonrisa de Kagami desapareció rauda, "¡Eh! Estarás de coña ¿no?, ¿te marchas?." Sus ojos denotaban una expresión mezcla de confusión y sorpresa, esperando que fuera una broma, esperando poder jugar. Pero la respuesta no fue la que esperaba. Últimamente, las respuestas del jugador de Tõõ nunca eran precisamente 'lo que se esperaba'.
"Claro que lo hago, ya te he dicho que tengo mejores cosas que hacer," en realidad no era cierto, simplemente no iba a dejar que Kagami pensara que estaba dispuesto a esperarle para jugar siempre que le viniera en gana, "Además me has hecho esperar una hora"
"¡Pero eso no ha sido mi cul–"
"Como sea, ya no me apetece jugar. Nos vemos," cortó perezoso mientras bostezaba. Se puso la mochila al hombro y dejó atrás a un perplejo y semi-descalzo Kagami en el parque.
Aomine puso rumbo a la estación de tren, pues la cancha donde quedaba con el pelirrojo estaba lejos de su casa, pero como él salía antes de clase –aunque en realidad se las saltaba– habían acordado jugar allí, Tsk, maldita sea… ¿por qué tengo que venir tan lejos para jugar a basket?, refunfuñaba interiormente, cada vez más absorto en los recuerdos que se agolpaban en su cabeza
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Habían pasado ya dos meses desde que Tõõ y Seirin se habían enfrentado en la WinterCup y aún podía recordar cada segundo del partido con total claridad. Recordaba el olor de la cancha, el sonido de las deportivas chirriando sobre la pista, el sordo ruido de las gradas gritando de fondo, las forzadas respiraciones de los jugadores, los intensos colores de cada camiseta, pantalón y zapatilla tanto de su equipo como del rival; juraría hasta recordar el momento en el que destellos de sol se fundían con el suelo, creando un puzzle de líneas imposible.
En aquel entonces Aomine apenas conocía a Kagami, pero si estaba seguro de algo, era de que ese chico escandaloso no le caía bien. Siempre estaba hablando de ganar, esforzarse y ayudar al equipo; como si alguna de esas cosas pudiera hacerte subir un escalafón en la sociedad, en un partido, o en cualquier otro lugar. Para Aomine, que siempre había ganado con instinto natural, sin pensar, sin ensayar difíciles técnicas o trazar disparatadas estrategias, todo eso le sonaba a excusas para perdedores.
Pero ese día de hace dos meses perdió. Le ganaron. ÉL le ganó. Y eso había dejado su mundo patas arriba. Todavía no podía vislumbrar un futuro en el que él perdiera contra alguien, y menos contra Seirin, un equipo formado sólo por miembros de primer y segundo año. Al fin y al cabo 'el único que podía vencerlo, era él mismo' y eso nadie se lo podía negar.
Por eso mismo le odiaba. Odiaba a Kagami por haberle vencido, por haberle hecho recordar el amargo sabor de la derrota, por haberle tenido en vela los días siguientes a la misma, rememorando el partido y pensando cómo podía haber ganado, por hacer que se sintiera… bueno, un perdedor, aunque era obvio que si no hubiera estado ahí Tetsu, Seirin no hubiera ganado. ¡Ah! Todo eso lo desquiciaba de verdad, pero al menos debía concederle que en el fondo se sentía un poco agradecido. Muy en el fondo.
¿Hace cuanto que dejó de ir a las prácticas? ¿Hace cuánto que empezó a bostezar en los partidos? ¿En qué momento dejó de sentir emoción cuando jugaba? ¿Cuándo llegó a aburrirle jugar al baloncesto? Todo eso se acabó el día en el que Seirin ganó. El día que Kagami le ganó. Por fin se había vuelto a encender esa llama en su interior, esas ganas de jugar a balonesto hasta que no pudiera controlar su respiración y sus músculos gritaran 'basta'; esa emoción por volver a jugar un partido que no sabe si va a ganar o perder, cuyo marcador estará tan ajustado en el último cuarto que su corazón latirá a mil por hora; ese júbilo por poder jugar un uno contra uno con alguien con el que pudiera dar todo de sí mismo y más… y ese alguien era Kagami Taiga. Eso era lo que realmente le molestaba.
Una semana después de la WinterCup, cuando por fin se le había pasado la 'sensación del perdedor', decidió mandar un mensaje a Kagami para echar la revancha en un uno contra uno. Lo necesitaba, quería dejar de sentir su corazón oprimiéndole el pecho, ese nudo en la garganta que a veces amenazaba con no permitirle hablar, esa pesadez en los párpados que le instaba a comenzar un viaje de ensueño que acabaría tornando en pesadilla, esa sensación de agarrotamiento general donde tu cuerpo no tiene fuerzas ni para salir a la calle. Necesitaba olvidar todo eso, y para ello debía ganar al imbécil de Kagami.
"Nos vemos en la cancha de tu barrio mañana a las cinco para jugar un 1Vs1," rezaba el mensaje. La cara que vio Kuroko cuando el pelirrojo leyó el mensaje no podía haber sido más épica. Una mezcla de sensaciones se agolparon en el ala-pívot de Seirin sin previo aviso.
Alegría, porque iba a poder enfrentar a Aomine, uno de los mejores jugadores de baloncesto que conocía.
Éxtasis, porque ya le recorría el cuerpo ese frenesí previo a los partidos, haciendo que todos sus músculos se tensaran en anticipación a lo que le esperaba.
Curiosidad, porque no tenía ni la más remota idea de por qué su mayor rival había decidido jugar con él, es más… ¿dónde cojones había conseguido su número de teléfono?
Y finalmente… Enojo, porque no le daba la opción de aceptar o refutar la oferta, simplemente era una maldita orden. Algo malditamente normal en ese maldito Ahomine.
Tras sopesar si dejar a ese egocéntrico y vanidoso chico tirado en el parque o acudir al encuentro, decidió que su odio abiertamente profesado por Aomine no debía ser lo suficientemente obvio, de modo que no iba a acudir a la cita. No iba a darle la oportunidad a ese idiota de regocijarse por haberse salido con la suya.
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Hacía algo de frío para ser la una del medio día, pero ya se atisbaba el cambio de estación. Al sol empezaba a hacer suficiente calor como para tener que quitarte la bufanda y demás parafernalia de invierno. "¿Qué cojones estoy haciendo aquí?." Odiaba esa manía suya de acabar en canchas de baloncesto sin habérselo propuesto, pero esta vez maldecía internamente a su propio ser por haber acabado en esa pista. Y para más inri, había llegado a la cancha diez minutos antes de la hora acordada. Bueno, 'acordada' no es precisamente el adjetivo que debo utilizar, pensó mientras en su cabeza sonaba de fondo una risa sarcástica.
Calzaba sus mejores deportivas, una camiseta de tirantes roja y unos pantalones de chándal negros. Nada fuera de lo normal. También había escogido su balón favorito. No es que fuera especialmente bueno, tampoco era de una gran marca, ni siquiera tenía un bote 'de campeonato', pero es el que Tatsuya le había regalado cuando empezó a jugar a baloncesto y siempre le había dado suerte. Quizás fuera porque se había acostumbrado a la poca rugosidad y resistencia que éste ofrecía… Se quedó un momento embobado, mirando el balón y pensando si Aomine no se quejaría si le ganaba con él. ¿Pero qué hago pensando en ese idiota? En fin, qué mas da, voy a ir calentando.
Derecha, botar, izquierda, giro de 360º, finta, salto y tiro. No había manera, los tiros desde la línea de tres puntos no eran su especialidad, Otra vez. Derecha, botar, izquierda, giro de 360º… ¿eh?, ¿y el balón? ¿lo he perdido? No, imposible. El sonido de una pelota atravesando el aro con una fuerza increíble, invadió la pista entera, "Ah, Aomine, hola"
"¡Yo! Kagami. Veo que sigues igual de lento que siempre." Una sonrisa de suficiencia adornada por unos ojos chispeantes le miraban divertidos desde debajo de la canasta, "¿Acaso te has cansado antes de que llegara?"
"Como si eso fuera posible, imbécil." La sonrisa de Aomine se ensanchó aún más al oír esa respuesta. Entonces, como si de una señal se tratase, su cuerpo se relajó, abrió las piernas ligeramente, flexionó las rodillas adoptando un modo defensivo, respiró hondo y observó al pelirrojo con una mirada completamente diferente. Fiera, hambrienta, salvaje, ansiosa y en cierto modo peligrosa y adictiva. "Está bien, entonces… ¿empezamos?"
Si alguien hubiera pasado por el parque ese día, hubiera sido testigo de un escenario que jamás podría haber olvidado. Dos jóvenes con la energía desbordada luchando por meter más canastas, correr más, saltar más, ser más rápido que el contrario.
Azul y rojo, enfrentados en un frenesí de botes, dribles, fintas, mates y saltos.
Rojo y azul, inspirando fiereza, placer, competitividad, diversión y excitación.
Dos jóvenes danzando en la cancha de forma totalmente hipnotizante, sus miradas lanzando destellos de emoción y sus sonrisas dibujadas en los rostros con total naturalidad. Ese tipo de sonrisa que por más que quieras no puedes esconder, porque no sale de tus labios, sino de tu corazón.
Kagami no tenía intención de perder. Se había preparado mentalmente mil veces para este combate, había calentado, incluso había comido 'poco' –a su manera– para no estar empachado. Su manejo del balón con la mano izquierda ya era casi perfecto, su cuerpo estaba totalmente relajado y sus saltos eran cada vez más altos… No había forma de que perdiera contra el vago de Aomine, que seguramente no habría ido ni a las prácticas de su equipo.
Poco a poco el partido fue llegando a su fin. El sol se ponía en el horizonte y las luces de las farolas comenzaban a encenderse en las calles colindantes. Ambos jugadores estaban casi sin aliento, al borde de la extenuación, y el sudor estaba presente en cada rincón de sus musculados cuerpos.
La derrota fue aplastante.
El pelirrojo se tiró en el suelo, tapando su cara con la parte posterior del brazo y luchando por regular su respiración de nuevo mientras Aomine lo miraba divertido, altanero.
Una sonrisa sincera se dibujó en el rostro del moreno por un momento, aunque nadie nunca la vio, igual ni siquiera él mismo la sintió. Había ganado a Kagami. Había ganado al chico que le había hecho sentirse un perdedor, y lo había hecho de forma aplastante. No había manera de que ese chico quisiera volver a enfrentarlo.
"La próxima vez te pienso ganar," gruñó el pelirrojo cuando por fin pudo articular palabra entre sus cada vez menos azoradas respiraciones.
La cara de Aomine era un poema, ¿la próxima… vez?, atinó a repetir en su mente, atónito. No podía creer lo que acababa de oír. Nadie le enfrentaba y quería repetirlo. Kagami levantó el brazo que cubría sus ojos y miró directamente al moreno, el cual rápidamente le devolvió la mirada con su ya renovada cara de superioridad y aborrecimiento.
"Volvamos a jugar, Aomine, pienso enfrentarte las veces que haga falta." El peliazul podría jurar que en ese momento la respiración se le cortó un instante, que sus sentidos le fallaron de forma efímera. Por primera vez en mucho tiempo quería decir muchas cosas, pero ningún sonido salió de sus labios. Se quedó ahí, de pie, mirando a Kagami como si de un fantasma se tratase, "¿O acaso tienes miedo de que te pegue una paliza?," añadió el pelirrojo entre risas.
"Te faltan cien años para que eso sea posible." Aomine lanzó una última vez a canasta, recogió sus cosas, y se encaminó a la salida.
"¿Te espero mañana a la misma hora?," gritó Kagami, aún en el suelo.
"Tsk, como quieras"
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El pitido de un tren sonó, devolviéndolo a la realidad de golpe, ¿qué coño hago recordando estas cosas ahora?, pensó, aturdido. Todavía no me ha ganado ni una sola vez… y ya hace dos meses de aquello, ¿cuánto más seguirá intentándolo?. Pasó el billete por la máquina de la estación y se subió en la línea que llevaba a su casa. Había varios sitios libres, pero él siempre había preferido ir de pie. Sin embargo, hoy su cuerpo estaba caliente, y sus piernas ligeramente temblorosas, Joder, debería haber jugado. En realidad sólo llegué allí diez minutos antes, y mi cuerpo realmente lo necesita. Joder. Decidió sentarse y dormir hasta llegar a su destino. Hacía mucho tiempo que no había tenido tantas sensaciones y recuerdos juntos.
Joder…
