Diamante Zafiro

ADVERTENCIAS: La historia está inspirada en Majora's Mask, más no tiene aspectos fundamentales. Jah, al menos eso creo yo. Trataré que crear una armonía con sus personalidades, tratando de cambiarlas en lo mínimo. Me saldrá bastante AU, créanme.

Cualquier confusión háganmela saber por un review. No los obligaré porque sólo pretendo pasar un tiempo divertido escribiendo historias de este bello videojuego.

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No era normal que el siempre apareciera en los momentos en que justamente se le necesitaba. Era extraño.

Sonrió. ¿Extraño? Así había sido su vida. Desde que vivía en los bosques Kokiri, desde que conoció a Saria, Navi, Zelda, Malon. Incluso desde que enfrentó a Dark Link y Ganondorf.

Pero, por supuesto; No se arrepentía. Tantas experiencias, tantos combates, y, sobre todo, tanta satisfacción.

Ahora se encontraba sobre Épona, acariciándole el lomo rojizo mientras ella dormía. Pobrecilla, parte de las cicatrices que tenía eran por culpa de el, y su manía de molestar a las gallinas.

Gallinas. Recordaba una vez que había molestado a una tantas veces que, cuando menos lo esperó, unas matas blancas ya estaban sobre el. Fue una desfachates, lo admitía. Pero nadie le quitaba lo divertido.

Esas eran de las pocas cosas divertidas que podía hacer. Era un héroe, después de todo. Siempre tenía que estar al pendiente de socorrer a alguien o ayudarle en sus pedidos.

Aunque… lo último comenzaba a fastidiarlo. Adoraba ayudar, pero tampoco era criado de nadie. ¿Qué tenía que hacer el limpiando excremento de vacas?

Nada. Aaah… hubiese sido buena idea que Saria se transportara con el de vez en cuando. Sólo cuando se encontraba miserable.

No, no. Saria no era ningún paño de lágrimas. Sólo la extrañaba.

- Link.

Observó como una criatura azulada, de aspecto mítico y femenino, salía entre el agua silenciosa del océano oscuro. Se parecía en algo a Ruto, una Zora fémina que había conocido tiempo antes. Ella se elevó entre el mar; rodeada de una especie de aura azulada, y le indicó que se acercara.

Link, tan ingenuo como siempre, no dudó en acercársele. Más, sin embargo, no entró al agua. Quizá se trataba de una trampa.

La Zora río. El chico era precavido.

- ¿Cómo me conoces?

- ¿Conocerte?- exclamó, con un deje de sorna que hizo a Link fruncir el seño. – Eres el héroe del Tiempo¿Cómo no voy a conocerte? El hecho de que hayas abandonado tu hogar, no quiere decir que tu título se fuera contigo. El pantano, la nieve, la montaña… el agua- Indicó, enmarcando la última palabra. – Todo está conectado, mi estimado.

- Ya veo.

El armonioso sonido del viento y la pequeña turbulación del agua, (provocada por la aura azulada de la acuática) degustó en sus tímpanos por unos segundos.

- ¿Qué deseas que haga por ti?

- ¿Qué te hace pensar que necesito de tus servicios?

- Sencillo. –objetó el rubio, mientras comprobaba que su yegua seguía dormida en la arena, junto a su escudo. –Ya pasan de las 3 de la madrugada. A excepción de unas personas, sólo me han visitado o llamado para cumplir una misión. Además¿Acaso un saludo, si ese fuese el caso, no podría esperar hasta el amanecer?

La criatura le miró unos momentos con melancolía incierta. Su aura se disipó y cayó al mar. El chico trató de mirar donde antes estaba ella, fallando miserablemente.

La luna llena no era suficiente para disipar aquella oscuridad.

Escuchó un berrido proveniente de Épona, y la vio titiritar un poco. A ese paso ella despertaría, y vaya que falta le hacía un buen sueño.

Tomó varios palillos que tenía guardados en su ropa. Por suerte, eran los necesarios para obtener una fogata más o menos decente. Cogió su arco y, de una distancia influyente, lanzó una flecha de fuego. Ojala le durara el resto de la noche.

De todos modos, no había peligro de incendio. No había nada cerca, a excepción de sus ropas, que pudiese servir de combustible.

Tras bostezar, y, mirar de nueva cuenta hacia el mar en busca de vida, se recostó a un lado de ella. Épona era muy cálida. Entre los dos, y el fuego, sobrevivirían sin una hipotermia de por medio.

Lo último que miró fueron los apacibles y deslumbrantes colores de las llamas cerrarse entre sus párpados y pestañas.

Tenía sueño.

Dentro de las profundidades del océano, la misma chica que desprendía el aura apacible, miraba con detenimiento la superficie.

No quería que el chico se pensara un instrumento de los caprichos o cobardías de las personas o criaturas.

Él era el único que podía desenfundar la Espada Maestra. Él era el único que podía ayudarle a salvar a sus tan preciados bebés.

Nadó, acercándose sigilosamente a la pequeña fogata, lo más que le permitía el agua. Y ahí lo vio: una hermosa y solitaria criatura con cuerpo de hombre y espíritu de niño. Dudó un momento en acariciarle la mejilla, pero prefirió no hacerlo. Estaba húmeda y no quería despertarlo.

Ya hablaría con el, después del amanecer. Le daría tiempo de espabilizarse.

Se sumergió en las profundidades del agua y se perdió entre las olas y, su recién activado, halo azulado.

Después de unos segundos, la había tragado el mar.

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Sayonara