N/A: todos los personajes son de J.K.Rowling. Menos Severus Snape. Severus Snape es mío y sólo mío, aunque no tengo los derechos. Desgraciademente, Severus estaba ocupado y no aparecerá en esta historia.
No sé lo que me ha dado para escribir esto; es algo que se me metió dentro de pronto y tuve que escribirlo... espero que a alguien, a parte de mí, le guste, aunque a lo mejor no tiene ni pies ni cabeza, y me parece fatal estarle haciendo esto a Snape. Severus, si lees esto, lo siento.
Los dos primeros capítulos pertenecen a la primera parte, que son sólo pequeños momentos, no una historia propiamente dicha; no será muy largo-espero-. La segunda parte (el argumento al menos) y aunque cambiado, se basa en el libro "Partitura para Saxo" de Mercè Canela. Una vez más, los únicos derechos que tengo son los constitucionales, y después de leer esto, podéis hacer una votación para que me los quiten. Pero espero que no.
Estoy algo confusa con la historia, así que agradecería algún review para que me digáis si merezco la pena capital... gracias.
PD. A los que estáis leyendo mi otra historia (aún no me lo explico, pero gracias) si leéis esto, ya sé que no debería empezar con otro fanfic sin acabar primero "bajo su voluntad", pero prometo que no influirá. Me está costando el próximo capítulo, y creo que necesitaba desintoxicar.
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PRIMERA PARTE
Capítulo uno: El extraño
Tal vez porque dormir de día nunca le había hecho bien; tal vez porque Ron y Harry aún iban a pasar dos semanas más fuera, y sin ella; o quizá, porque por primera vez tenía dos meses por delante sin nada en perspectiva. No sabía exactamente cual era la razón, pero Hermione Granger estaba absolutamente deprimida.
Sentada en el jardín de los Weasley, era incapaz de leer; se había apoyado en la pared, las piernas extendidas sobre la hierba fresca, los ojos entrecerrados en parte por el sueño, en parte por el sol que le daba de lleno en la cara. Estaba pasando allí unos días con Ginny, pero la pelirroja había salido con sus compañeras de curso y Hermione había preferido quedarse en casa. Con seis hermanos mayores, Ginny podía estar acostumbrada a tener alguien a su lado a todas horas, pero Hermione, que era hija única y que incluso en sus años en Hogwarts había pasado mucho tiempo en soledad, necesitaba un descanso.
Por el rabillo del ojo captó algo, que le pareció una llamarada; se giró y descubrió que había alguien- un Weasley, a juzgar por el pelo- mirándola fijamente, parado en la puerta del jardín.
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Se habían aparecido en la Madriguera antes de tiempo, y no había nadie esperándoles; mientras su hermano subía a desempaquetar sus cosas, decidió estirar las piernas en el jardín. No en vano llevaba todo el día sentado en el Ministerio.
Apenas había dado unos pasos cuando observó una figura sentada al sol. La luz reflejada en el pelo le impedía ver con claridad. Sonriendo, se acercó.
De pronto, la boca se le quedó completamente seca.
Era Hermione Granger.
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El extraño la miraba intensamente, y Hermione se sintió algo incómoda. Se puso de pie sacudiéndose los hierbajos del vaquero. Había algo familiar en él, se dijo, pero lo atribuyó a las características Weasleys, comunes a todos los parientes; uno podía distinguir a un Weasley entre un millón de personas. Concretamente, este era alto, bien formado, el pelo corto y por supuesto, de un rojo que cegaba; la mandíbula recta, y los ojos verdes, despiertos, con un brillo perturbador que la hicieron apartar la vista. Le recordó vagamente a Bill, aunque sin ese toque arrogante del hermano de Ron.
Se dio cuenta de que estaba empezando a ser maleducada.
Le tendió la mano.
"Hola" dijo "Soy..."
El joven le dio un empujón suave en el hombro, y con una voz jocosa, que tal vez sonó un poco ahogada, un tanto... forzada, dijo:
"¡Hermione!"
"¡Oh, Merlín, no puede ser! Fr... Ge..." se trabó, insegura.
"Fred"
Incrédula, abrió la boca, pero antes de poder pensarlo, le dio un abrazo de bienvenida. ¡Un año entero sin verlos! Cuánto había cambiado... se moría por ver a George y comprobar si seguían siendo como dos gotas de agua.
Los brazos de Fred colgaron estúpidamente a ambos lados de su cuerpo por un instante; después, inseguros, rodearon a la chica en un breve abrazo.
"Oh, Fred, no te había reconocido, estás... diferente." Él se limitó a mirarla con un amago de sonrisa. Algo turbada, preguntó: ¿Y cómo estáis? ¿Cómo va el negocio?"
"Bien, lo cierto es que va excelente, mejor de lo que esperábamos, y eso que en verano, las ventas caen... así que ahora mismo estamos metidos en... bueno, en otros asuntos." Mejor no decir nada; si tenía suerte, pronto no volvería a saber más de eso así que no veía que comentárselo a la chica tuviese ningún sentido. "¿Y tú? ¿Premio de Honor de la Escuela?"
Hermione enrojeció. Lo cierto es que sí, había terminado Hogwarts con honores un mes antes, y estaba orgullosa, pero de alguna forma el recuerdo de las burlas de Fred y George sobre los méritos de Percy Weasley aún resonaban en su cabeza.
"Bien" dijo Fred con remota aprobación. Tras un pequeño silencio, sintió la urgencia de añadir "¿Dónde está el cabezahueca de mi hermano?"
"¿Cuál de ellos?" rió Hermione.
"Tienes razón" rió con ella Fred "debería haber especificado. ¿Dónde está el inútil de Ron?"
El rostro de Hermione se entristeció ligeramente ante la mención de su amigo.
"Oh, Ron y Harry tienen que hacer las pruebas para Auror esta semana y la que viene."
"¿Ron? ¿Auror? Que Circe nos proteja" dijo Fred, fingiendo terror.
Hermione le sonrió abiertamente, y Fred le devolvió la sonrisa con sus dientes relucientes.
Pero por alguna razón, a Hermione le dio la sensación de que sus ojos habían permanecido serios, y que la sonrisa se había evaporado demasiado rápido.
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Hermione miró a su alrededor. Le encantaba ver a los Weasley felices. Y aunque no era una vista extraña, pocas eran las veces en las que celebraban con motivos.
Los recordaba acercándose a sus padres, aterrorizados en su primera visita al Callejón Diagon, y a partir de ese momento, habían desarrollado una amistad extraña, pero profunda. Sin dinero apenas para mantener a sus hijos, habían cuidado de ella y de Harry y jamás se había sentido más acogida que cuando comía a su mesa. Ver la sonrisa de Molly mirando a Fred y a George le hizo sentir un pinchazo de pura felicidad; le parecía impensable que apenas horas antes hubiese estado tan hundida.
"¿Cuánto tiempo vais a quedaros?"
"Yo me quedo un par de semanas" dijo George, con la boca llena. Hermione encontraba extraño diferenciarlos; incluso su madre no podía estar segura de cuál era cuál algunas veces.
"Yo tengo que marcharme en unos días" contestó Fred, con una seriedad poco normal en él.
"¿De vuelta al Ministerio? ¿En qué estás trabajando? Fudge no suelta prenda" preguntó Arthur.
Fred se encogió de hombros.
"Nada en concreto, varios proyectos diferentes"
La mesa quedó en silencio. Fred estaba sumido en sus pensamientos, con el entrecejo fruncido. Entonces, como por casualidad, la voz de Molly Weasley preguntó suavemente:
"¿Has visto a... Percy?"
Todos miraron de pronto a la mujer. Fred pareció meditar su respuesta.
"Sí" dijo, después de un rato.
"¿Cómo está?"
"Bien, parece que le va muy bien"
Molly dejó escapar un suspiro y una sonrisa triste y se levantó de la mesa.
"¿Quién quiere más pastel?"
Hermione miró a Fred, y se preguntó que podía ser lo que le había hecho cambiar tan de repente; aunque el hermano de Ron nunca había sido especialmente bromista con ella, había algo en su comportamiento que no era natural. Sintiéndose observado, este levantó la vista. Sus ojos habían perdido todo el brillo de los años anteriores, y Hermione sintió encogerse su corazón.
George también observaba a su hermano, pero a diferencia de Hermione, sabía perfectamente lo que pasaba por su cabeza; y decidió que los días que pasasen juntos en la Madriguera iba a dedicarlos a devolver a Fred Weasley a su estado natural.
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"¡GEORGE Y FRED WEASLEY! ¡APARECED EN LA COCINA INMEDIATAMENTE!"
Los gemelos aparecieron allí con un "plop".
"¿Sí?" preguntaron inocentemente.
"¿Qué le ha pasado a mi tarta de manzana?"
Ambos rieron. La tarta tenía un aspecto tan excelente como por la mañana, pero cuando Molly intentaba cogerla, se convertía en una masa gelatinosa.
George miró a su hermano, y vio sus ojos chispear.
Sonrió satisfecho.
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"No lo sé. He intentado dejarlo, pero... me están presionando mucho, George."
"Escucha, ese Fudge es un imbécil. ¿No puedes...?"
En ese momento, Hermione entró en la cocina, y ambos callaron.
"Hola" dijo ella, tímidamente.
"Hola" respondieron ambos al unísono.
Hermione les miró con una sombra de sospecha, cogió algo de la nevera, y se marchó de allí con la sensación de que no era bienvenida, algo que jamás había sentido en la Madriguera.
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"Esta tarde tengo que ir al callejón Diagón, ¿necesitas algo?"
"Oh, Fred, cariño, podrías acompañar a Hermione, también tenía pensado ir. Me sentiría más tranquila, con ese Malfoy rondando por allí."
Fred apretó los dientes, pero sonrió a su madre, atareada en los fogones, y asintió.
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"Escucha, Hermione, primero tengo que ir a Gringotts, ¿de acuerdo? ¿Podríamos encontrarnos aquí dentro de... media hora?"
La chica asintió. Paseó por la tienda de animales, por el escaparate del señor Ollivander, y compró una réplica en miniatura de la nueva Estrella de Fuego para Ron y Harry. Por último, no pudo evitar acercarse a la tienda de los gemelos, Sortilegios Weasley. Había una larga cola de gente; el negocio les iba muy bien. Hermione se asomó. Una mujer regordeta atendía el mostrador, y algunos carteles mágicos anunciaban las bromas.
Alguien la agarró del brazo.
"¿Qué...? Ah, Fred, ¿ya has terminado?"
"Sí, ¿dónde quieres ir ahora?"
Se dirigieron juntos hacia Flourish and Blotts, y Hermione no pudo reprimir la sonrisa al ver las estanterías llenas de libros que cubrían las paredes del suelo al techo.
"Sólo será un momento" le dijo a Fred
Pero este ya había desparecido de su vista. Le encontró ojeando algunos libros, que para su sorpresa, no eran de Quidditch ni bromas. Por primera vez, Hermione pasó un buen rato buceando entre libros con alguien sin sentir los ojos de su acompañante mirarla con aburrimiento. Apenas hablaron, salvo ocasionalmente, para comentar algún libro, o cuando Fred le dijo que no comprase unos libros de encantamientos; había algunos ejemplares en la Madriguera.
Por fin, al menos hora y media más tarde, salieron de la librería, Hermione con "Hogwarts: una historia revisada" debajo del brazo.
"Vamos"
"¿A dónde?"
"Te invito a un helado"
Se sentaron juntos en una de las mesas de la heladería de Florean Fortescue, que corrió a saludarles, y se enzarzó en una larga charla con Fred sobre los precios de los locales y los materiales mágicos. Hermione miraba a Fred, sorprendida con sus conocimientos del mundo de los negocios, y con la forma en la que hablaba. Le vio reír de nuevo, y sintió algo extraño en la nuca; una sensación como de rabia. ¿Por qué jamás reía cuando estaba a su lado?
Terminó su helado en silencio, y Fred no la molestó. La miraba de cuando en cuando, con una expresión extraña en los ojos, como si estuviese haciendo algún cálculo. Hermione se fue sintiendo más y más incómoda, pero no se atrevió a confesarle a Fred lo mal que se sentía. Se levantó y dijo:
"¿Vamos?"
Fred se encogió de hombros, y la siguió hasta la chimenea del número 93, en el que estaba situada su tienda. Hermione acababa de obtener su licencia para Aparecerse, y la habían utilizado para llegar hasta allí, pero al ver el estado en el que el esfuerzo había dejado a Hermione, pálida y mareada, Fred prefirió volver mediante polvos Flu.
Al entrar el la tienda, se escucharon algunos vítores, y muchos magos, pequeños y mayores, corrieron a estrecharle la mano. Fred hizo algunas demostraciones de los aparatos más populares de su tienda, y luego regaló algunos dulces a los más pequeños. Parecía estar en su salsa, y Hermione le recordó en Hogwarts una vez más, haciendo el payaso por los pasillos con su hermano, siempre rodeados de compañeros aplaudiéndoles, con Lee Jordan pegado a sus talones.
Por fin, entraron en la trastienda.
"Mierda" dijo Fred, al abrir la cajita que estaba encima de la chimenea. Hermione alcanzó a ver unos pocos polvos verdes.
Fred sacó un papel del bolsillo, garabateó algo y lo dejó encima de la chimenea. Comprar polvos Flu, decía. Se introdujo en el hogar, y le tendió el brazo a Hermione.
"Samantha es nueva, y debe haber olvidado reponerlos. No hay suficientes para los dos, tendremos que viajar juntos. ¿A qué esperas?" preguntó extrañado.
Hermione titubeaba; pero finalmente, entró con él en la chimenea, y él la rodeo con el brazo.
"Bien, una, dos y tres"
"¡La Madriguera!" dijeron al unísono.
Antes de que Hermione supiese lo que había pasado, descansaban entre una nube de humo en la cocina de los Weasley, con Molly, Ginny y George riéndose alrededor de ellos. Hermione miró hacia abajo y supo porqué no había sentido el golpe: había aterrizado justo encima de Fred. Con un sonrojo que podía igualar al pelo de este, se apartó de encima y le tendió la mano.
"Salid al jardín a sacudiros, no quiero que me pongáis esto perdido" ordenó Molly.
Fred y George rieron por lo bajo; en el jardín, Hermione intentó captar la mirada de Fred, para dedicarle una sonrisa, pero este la evitó.
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Silbando una cancioncilla, bajó a la cocina cargado de libros y se sentó a la mesa, para darse cuenta de que tres o cuatro tomos descansaban en el otro extremo. Hermione salió entonces de la despensa con un vaso de leche en la mano, y se detuvo.
"Hola"
"Hola" dijo Fred, sin levantar la vista uno de los libros.
Se mantuvieron en silencio largo rato, con el rasgueo de la pluma de Fred sobre el pergamino como sonido de fondo. De pronto, sin previo aviso y sin mirarle, sorprendiéndose a sí misma con su espontaneidad, Hermione explotó:
"Fred, ¿por qué me odias?"
Fred levantó la vista entonces, sorprendido.
"Quiero decir, ¿qué es lo que hago mal?"
"Hermione ¿qué estás diciendo?"
"Escucha, Fred, no intentes negarlo, pero cada vez que entro en la habitación, se hace un silencio incómodo, y si estás hablando tú, te callas o cambias de tema. ¿Y crees que no me doy cuenta de que me evitas?"
Pudo ver en sus ojos cierta... decepción. Dolor incluso. No, Fred, no imagines cosas...
"No es cierto, no te evito, sólo es casualidad"
"Oh, vamos, Fred, la madriguera NO es tan grande."
Fred bajó la vista.
"Mira, Hermione, yo... no te odio. De verdad. Te... respeto mucho, en serio. Tal vez por eso no bromeo contigo como con el resto, no lo sé."
Hermione asintió, mordiéndose el labio, visiblemente descontenta.
"Hermione, escúchame, hablo en serio."
Ella miró al libro con absoluta concentración, y no volvieron a dirigirse la palabra.
