INTRODUCCIÓN
Con el característico ruido de sus patines contra la calle la chica se apresuraba cada vez más para llegar a tiempo a clases. Todos los días se prometía poner más temprano el despertador y todos los días lo olvidada. Seguro algo tenía que pasar para que se decidiera a hacerlo.
– Hola Sakura – le saludó una chica a la entrada de la escuela.
– Holaaaaaaaaaaa – alcanzó a responderle Sakura mientras pasaba de largo en su intento por frenar – Hola Tomoyo.
– ¿Con prisa como siempre?
– ¡Quiero un auto! Así no tendría que correr todas las mañanas para llegar.
– Pero aun no tienes edad.
– No me importa. Touya tiene uno y yo también lo quiero.
– Pero es de su trabajo.
– Y todos los fines lo usa para ir a pasear por ahí mientras yo me quedo en casa haciendo nada. Y me dice: "no importa, de todos modos los monstruos no pasean" o como; "Me puede multar la policía por trasportar especies extrañas." Me da tanto coraje.
Ya frente a las taquillas Sakura se quitaba los patines para cambiarlos por los zapatos de interior.
– Ya conoces a Touya, es su forma de decir que te quiere.
– Pues prefiero que no me quiera tanto.
– Bueno, ¿cómo van las cosas con Kero?
– Mal, aun no puedo hacer que vuelva. Sigue viviendo con Eriol desde lo de la pelea.
– Parece que nunca dejara de ser un niño.
– Pero es que es algo muy tonto… ah, buenos días Rika. Y no era como para que se metiera en una caja de cartón y se enviara por correo hasta Inglaterra.
– Aunque nada tonto, se llevó comida y una celular por si algo pasaba.
– ¡Tengo 16 años! Debería estar preocupada por lo que me voy a poner la próxima vez que salga y no por mi tonto león de peluche que se fue a vivir con su anterior dueño al otro lado de la tierra. Buenos días Yamazaki.
– Tal vez deberías pedirle una disculpa.
– ¿Pedirle una disculpa yo? Pero la culpa fue de él. Por él comenzó todo esto, no voy a pedir perdón yo cuando no fue mi culpa. Himeno, buenos días.
Frente a ellas pasó otra joven de su edad de cabello negro y bastante largo que solo respondió al saludo con una inclinación de cabeza. Se veía muy seria mientras cargaba el estuche de un violín en una mano.
– Bueno, chicos. – Dijo el profesor al entrar – Siéntense para comenzar con la clase. Y recuerden que si se portan bien, iremos al observatorio que les prometí. Pero siempre y cuando no me colmen la paciencia antes.
– ¡SIIII!
– Sakura – comentó Tomoyo en voz baja – ¿Qué tal si saliendo de clases vamos a tomar algo para seguir platicando? Mamá aun no llega y tengo tiempo.
– Vamos entonces.
El profesor comenzó su clase de manera normal mientras Sakura no podía quitarse una especia de sensación extraña. Uno de esos presentimientos que le decían que algo iba a pasar. Algo muy extraño y nuevo.
¿Serian Shaoran que venía Japón? ¿O algo más? Seguramente sería algo bueno.
– Sakura, ¿te encuentras bien? – le preguntó la chica del violín.
– Sí, Himeno. ¿Por qué?
– Por que tu alma no está.
– ¿Qué dices?
– Tu alma no está, se fue.
– No te entiendo.
– La ventana.
Y al mirar por la ventana la ciudad entera estaba en llamas. Todo ardía mientras el cielo rojo; sin sol ni luna, parecía iluminado por el brillo del fuego. La destrucción era inmensa mientras un ser lo miraba todo desde un lugar elevado. Un ser extraño que no alcanzaba a ver bien. ¿Qué estaba pasando?
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– Bueno, creo que hasta aquí llegamos. No te preocupes, todo estará bien.
Aquel joven de cabello largo se acercó a la orilla del barranco para mirar hacia abajo. Era una caída tan grande era imposible sobrevivir después de ella.
Llevaba tiras de cuero que le cruzaban el pecho y estaban llenas de joyas brillantes de diferentes colores. Hizo el ademán de quitárselas pero se arrepintió, de nada servía.
– Bueno ya llegamos hasta aquí – le dijo a su caballo
– ¡Ayuda! – Se escuchó de manera un tanto débil distrayéndola muchacho y su acompañante.
– Hay alguien en el agua y va hacia la cascada. Freíd, vamos rápido.
De un salto montó al caballo y lo dirigió hacia el rió en donde ya podía verse a una persona luchar por mantenerse a flote. Pero ante la cercanía de la cascada tenía que actuar rápido para salvarla. Ató un extremo de su cuerda a la silla del caballo y la otra a su propia muñeca, después saltó al agua y comenzó a nadar para encontrarse con esa persona. Alcanzó a abrazarla mientras la misma corriente trataba de arrastrarlo.
– ¡Jálanos, maldita bestia! Jálanos.
– A en la orilla la tomo entre brazos para alejarla del agua.
– Shaoran-kun… -alcanzó a decir ella antes de perder el sentido.
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– No puedo creer que conseguiste boletos gratis para la premier.
– Lo que se puede hacer cuando tienes amigos que saben qué hacer.
– Estoy escuchándote, pelirroja. – Mencionó un tercero tras de ellas sorprendiéndolas.
– Alquiam, buenos días – le saludó Lucy, efusiva como siempre.
– Buenos días.
– ¿A dónde vas? – le preguntó Marina.
– ¿Creen que les iba a conseguir boletos sin quedarme con uno propio? También me interesa ver esa película – el acento extranjero del muchacho sonaba un poco extraño.
– ¿Cómo los conseguiste? – preguntó Lucy.
– El hermano de uno de los compañeros de trabajo, trabaja en el cine y me consiguió boletos. Es lo bueno de tener contactos en todos lados. Por cierto, ¿Dónde está Anaís?
– Nos vamos a encontrar en el cine. Hay que darse prisa para no hacerla esperar.
Fuera de la plaza, Anaís se encontraba sentada, y su rostro se iluminó al verlos.
– ¿Por qué tardan tanto?, ya está por empezar.
– Lo siento, lo siento – se disculpó el extranjero – Veníamos hablando de varias cosas.
– Como lo de las noticias – le completó Lucy – .Después del incendio del barco petrolero y el ángel que llegó a salvarlos. ¿Creen que sea verdad?
– Claro que no – respondió Marina. – Es solo un cuento inventado por la empresa para que la gente quite su atención del derrame que se hizo. Ahora nade puede estar en las playas de Tokio por que hay petróleo por todos lados.
– ¿Tú qué opinas Alquiam? – le preguntó la chica de lentes mientras se formaban para entregar los boletos.
– En mi país existe una leyenda que habla sobre un ángel negro. Uno de los venidos a la tierra antes del diluvio por que se enamoró de una humana. Cuando el diluvio, intentó regresar al cielo pero no pudo y tampoco se le condenó al infierno por que sus razones no eran egoístas. Lo condenaron a estar eternamente con los humanos. Y este ángel caído, ayuda a los hombres con la esperanza de que algún día lo dejen entrar de nuevo al paraíso. Tal vez ese ángel me siguió desde mi país… Aquí tiene, cuatro personas por favor – le dijo al encargado de la puerta y después hizo aquel gesto que a Lucy le llamaba tanto la atención. Acomodarse con dos dedos el fleco de su cabello rubio de manera muy delicada.
– Vamos a comprar palomitas – le dijo.
– Esta bien, chicas, aparten los lugares.
Lucy esperó hasta que estuvieron un poco aparte de las demás para decir.
– Alquiam, con lo que platicamos…
– Ya lo hice pequeña.
– ¿Y qué pasó?
– Pues… ¿Cómo se dice en tu idioma…? Rukensanen… Me rechazó.
– ¿En serio?
– Marina es una chica especial, tal vez espera a alguien especial.
– ¿Y cómo te sientes?
– Estaré bien. Solo tengo que calmarme….
Una explosión en el exterior le impidió continuar y los gritos que le siguieron les obligaron a salir. ¿Qué estaba pasando? Con esto de los ataque terroristas en otras partes del mundo tal vez un loco decidió hacer una travesura en ese mismo lugar.
Un enorme cráter en la plaza exterior y gente tirada alrededor les dejó ver que era algo serio.
– ¿Qué pasa? – preguntó Anaís alcanzándolos.
– Piedras del cielo – respondió el muchacho y una nueva explosión arrancó un árbol de su lugar el cual obstruyó el paso de la carretera – Esa niña está en peligro.
Aquel muchacho salió corriendo hacia una niña que veía aterrada todo lo que ocurría. Un auto se acercaba por la calle y giró el volante muy rápido para evitar el árbol caído, cambiando su rumbo hacia ella. Alquiam corrió desde antes que todo esto ocurriera y alcanzó a sacarla sin correr mucho riesgo. Como si hubiera visto lo que iba a pasar.
– ¡Cúbranse! – les gritó, pero el ruido de una nueva explosión les impidió escucharlo.
– Son meteoritos o algo así – dijo Anaís mientras entraban al cine buscando protección.
– Pero Alquiam sigue afuera – recordó Lucy queriendo salir impedida por sus amigas.
– Él ya está cubierto. Si sales corres mucho riesgo.
– Pero…
La siguiente explosión no se escuchó a nivel de suelo, lo que llamó la atención de casi todos. Que al voltear afuera se encontraron con un ángel de alas y armadura grises que bajaba del cielo y se paraba a la mitad de la plaza. Tenía algo hipnotizante en su ser, su armadura negra y horrenda que parecía la de un demonio malvado. Su largo cabello negro amarrado en una coleta floja y esa máscara blanca con rasgos pintados. ¿Qué estaba haciendo ahí?
De su cinto sacó una espada y se elevó en el aire para destruir aquellas rocas. Después de todo, era de verdad.
