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RUMIKO TAKAHASHI
TINA FOLSON
El vampiro Inuyasha Taisho, está condenado a sentir las emociones de todo el mundo como una migraña permanente. La única manera de aliviar el dolor, es a través del sexo. Cuando conoce a la arisca mujer humana Ayame, una cura para su enfermedad parece estar al alcance: con su presencia, todo el dolor desgracia, Ayame está dispuesta a matarlo, porque ella cree que él está involucrado en la muerte de su hermano. Y tendría éxito, sólo si el encanto de éste hombre malo Inuyasha, no causase estragos en sus hormonas y la catapultara hacia sus brazos y hacia su cama, cada vez que está cerca de él.A medida que cada beso los acerca más físicamente, el peligro está al acecho y amenaza con destruir la poca confianza que se tienen entre sí.
Desde su ventajosa ubicación en el balcón interior, Inuyasha Taisho dio una mirada sobre las cabezas de la multitud en el club nocturno de moda. El mar de cuerpos se balanceaba al ritmo del fuerte y monótono techno. Su ojo experto examinaba a la gente contoneándose unos contra otros, buscando encontrar una mujer que necesitara compañía.
Demasiadas emociones le venían de golpe a la mente en ese lugar abarrotado, razón por la que prefería su propia compañía a la de la multitud.
La rutina de siempre lo habia llevado a un callejon oscuro donde daria rienda suelta a su "apetito particular".
"Patetico Inuyasha otra noche con un cuerpo caliente, sin nombres y sin reproches" Contrario a lo que se pensaria su modo de vida le recordaba lejos de apaciguarlo que estaba vacio. Y nadie podia apartarlo de eso, de todos modos estaba maldito y lo merecia.
—Ven conmigo a casa.
Inuyasha agradeció su invitación susurrada, pero no tenía ninguna intención de aceptarla. Quería algo totalmente distinto. Su vena golpeaba contra sus labios, con un movimiento tan sutil, que un ser humano apenas lo notaría, pero sus sentidos eran más agudos que los de un mortal.
Sus colmillos se alargaron, sobresaliendo de sus labios.
—Nena, quiero tomar de ti.
Las puntas afiladas de sus colmillos, se hundieron en su cuello e irrumpieron a través de su delicada piel. Por una fracción de segundo, luchó contra él, pero sus brazos la aprisionaron. Él tiró de ella hacia su cuerpo, aplastando sus senos contra su pecho.
A medida que la sangre bañaba su garganta seca, su miembro saltó de nuevo a la vida, pero no tenía tiempo para disfrutarla una segunda vez, aunque todo lo que quería era enterrarse en su húmedo calor.
Inuyasha no tomó mucho de su sangre, sólo lo suficiente para sustentarse. Cuando sintió disminuir su hambre, le soltó el cuello y le lamió las heridas punzantes. Su saliva cerró los dos pequeños agujeros al instante. Por la mañana no tendría señales visibles de su alimentación y ningún efecto secundario.
Luego la miró a los ojos y envió sus pensamientos a su mente.
Nunca me conociste. Nunca me viste. No pasó nada. Vuelve a casa y duerme. Y ten cuidado. Nunca dejes que un hombre se aproveche de ti. Eres hermosa. Te mereces algo mejor.
Ella tenía los ojos vidriosos, y él sabía que había funcionado. Había borrado toda memoria de él. Si ella lo veía por la mañana en la calle, no lo reconocería. Ni siquiera el fantasma de un déjà vu, quedaría.
Inuyasha se precipitó por las calles del centro.
A él le gustaba el grupo de vecindarios de la ciudad que se asemejaban a una metrópoli, y donde no era difícil ocultarse de ser un vampiro. Ser excéntrico o extraño, no era nada inusual en esta ciudad, donde incluso el alcalde era uno de ellos.
La población vampírica crecía en forma constante, atraída por los muchos atributos que a los seres humanos les gustaba de una ciudad : una hermosa arquitectura, vistas impresionantes, y habitantes tolerantes.
Surgieron muchas empresas de vampiros.
Para cuando Inuyasha llegó a la casa de Sesshomaru en el barrio más exclusivo , entró con sus llaves, todo el mundo estaba reunido. Incluso antes de oír sus voces, sintió el tumulto de emociones en la casa: ira, incredulidad, confusión.
Su alivio no duró mucho. La próxima ola de dolor, estaba formándose como un tsunami que se acercaba a la costa del Pacífico. Se preparó mientras caminaba por el pasillo con paneles de madera, hacia la oficina privada de Sesshomaru en la parte trasera de la casa.
Mostrando la habitual sonrisa en su rostro, entró a la sala, manteniendo su tormento para sí mismo como siempre. Si bien sus amigos sabían de su supuesto don, no tenían ni idea del dolor que le causaba diariamente y las cosas que tenía que hacer para no dejar que su cabeza le explotara. No quería su compasión.
Todos ellos pensaban que era un maniático sexual suelto que se cogía a todas las mujeres a las cuales podía tener en sus manos, sólo por el gusto de hacerlo. En realidad sin sexo, hubiese enloquecido hace mucho tiempo, matando a todos y a todo a su paso. El sexo significaba supervivencia…para él y para todos los que le rodeaban.
—Ya era hora Inuyasha—, Sesshomaru lo saludó con una pizca de disgusto en su voz. Teniendo más de 1.80 metros de altura, pero con una complexión mucho más delgada que el amplio cuerpo de Inuyasha, el mismo pelo rubio casi plateado, y penetrantes ojos ambar, cada centímetro de su hermano se veía, como el hombre poderoso que era.
—Sesshomaru, muchachos—, contestó él y miró alrededor. Todo el mundo estaba allí: Kouga, Akago, Souten, y todos los vampiros como él.
Incluso Miroku, ayudante humano de Sesshomaru, un rostro fresco con veinticuatro años de edad, estaba presente. Y por supuesto Kagome, la esposa humana de Sesshomaru, su compañera vinculada por sangre.
Inuyasha le dio una cálida sonrisa, la cual ella le devolvió mientras movía su pelo largo y oscuro por encima del hombro, su fino cuerpo se veía incluso más delgado, al estar de pie junto a su hombre.
Él notó a Sesshomaru poniendo su mano sobre la de ella, un gesto tan instintivo, que Inuyasha dudaba que su amigo lo notase al hacerlo. El amor que irradiaba la pareja, casi lo hizo caer de rodillas. Él se irguió.
—¿Cuál es la crisis?— preguntó en cambio.
—Akago, conecta a Kohaku—, ordenó Sesshomaru.
Akago escribió algo en el teclado y se retiró de la pantalla. Como siempre, el genio de Informática de LaShikon estaba vestido con su traje de motociclista favorito: cuero, cuero, y más cuero. —Kohaku, tu turno.
Un segundo más tarde, Kohaku Taijiya, jefe de operaciones de LaShikon en la oficina central de Nueva York, apareció en el monitor de la computadora, que se giró para que todos pudieran ver.
Su imponente presencia, llenaba la pantalla. Su largo cabello castaño estaba atado en una cola, y la cicatriz que se extendía desde el mentón hasta la oreja derecha, parecía dar pulsadas. Nadie había osado preguntarle cómo se la había hecho. Y Kohaku no era de los que voluntariamente daba información que no era asunto de nadie. Inuyasha sólo sabía que había sido producto de cuando Kohaku era un ser humano, ya que la piel de un vampiro no cicatrizaba.
—Buenas noches a todos—, la voz de Kohaku se escuchó fuerte y clara.
—Hemos sido alertados de un problema. No hay manera fácil de decirlo, así que aquí va. Un segundo guardaespaldas, ha matado a un cliente y luego se suicidó.
Los murmullos colectivos y gestos de incredulidad se contuvieron rápidamente, mientras las emociones continuaron hirviéndoles por dentro.
—Como todos ustedes recuerdan, hace un mes, uno de los guardaespaldas de LaShikon de Tokyo, mató al millonario que estaba protegiendo y luego se suicidó. Pensamos que era un incidente aislado. Por desgracia, con este segundo asesinato, que se refiere a otro empleado, no nos podemos dar el lujo de calificar esto como un simple individuo que enloqueció. Alguien está jugando con nosotros.
Sesshomaru asintió con la cabeza. —Kohaku y yo hablamos hace un rato. Las últimas noticias de la noche, darán a conocer la historia. Tenemos que estar preparados para hacer control de los daños. Mañana los periódicos nos harán pedazos. Nadie considerará esto como una coincidencia. Y estamos seguros, de que no lo es.
—¿Algunos vampiros han caído ante la sed de sangre?— preguntó Akago.
Inuyasha escuchó. Sed de sangre…todos lo temían, la necesidad incontrolable de tomar más sangre de la que era necesaria, que en última instancia, los llevaba al asesinato y a la locura.
Kohaku negó con la cabeza. —No. Ambos guardaespaldas eran humanos.
—¿Hay alguna conexión entre ambos?— intervino Inuyasha.
—Negativo—, respondió Sesshomaru rápidamente, —por lo menos nada que pudiera determinarse de forma rápida. Aparte del hecho de que ambos fueron contratados aquí en Tokyo, no tienen nada obvio en común.
—Yo conocía a Ginka Okami. Yo lo contraté—, dijo Kouga.
—Dios, Ginka era prometedor. Sin embargo, cuando mató a ese cliente el mes pasado, pensé que había perdido la razón y había vuelto a sus viejas costumbres.
—¿Qué costumbres?— preguntó Inuyasha.
—Mala niñez. Se escapó de su familia adoptiva y cayó en la delincuencia…lo habitual. Nunca pensé que iría tan lejos y llegara a matar a alguien. No parecía un tipo violento. Pero a veces no hace falta mucho para que alguien caiga más profundo. Sólo pensé que finalmente, él mismo se había salido de todo eso.
—Tal vez lo hizo—. La mirada de preocupación de Sesshomaru decía mucho, haciéndoles ver que no creía que los dos guardaespaldas humanos tuviesen la culpa.
—¿Quién es el segundo tipo?— consultó Kouga.
—Hakudoshi Koryu.
Kouga se quedó boquiabierto. —Era sólo un niño. No debe haber trabajado más de seis meses para nosotros.
—Un poco más de cinco meses—, confirmó Kohaku.
—¿Qué pruebas tenemos de que Ginka y Hakudoshi realmente mataron a sus clientes?— Inuyasha necesitaba hechos. No quería sacar conclusiones precipitadas.
—Un testigo en el caso de Ginka y la pistola humeante en el de Hakudoshi.
—¿Tenemos a alguien dentro de la policía?— Kagome preguntó de repente. La mirada de todo el mundo se centró en ella. —Bueno, será mejor asegurarnos de que sepamos lo que ellos saben, antes de que sea del conocimiento público.
Desde que Kagome hizo el vínculo de sangre con Sesshomaru, había comenzado a tomar un interés activo en la empresa. Como una compañera por vínculo de sangre, tenía derecho a todas las propiedades de Sesshomaru, y el hecho de que ella había empezado a compartir las decisiones importantes, no parecía molestar a su hombre en lo más mínimo. Después de todo, ella era su igual.
Inuyasha se sorprendió por el cambio que había visto en el. Después de 200 años de soledad, Sesshomaru no había tenido problemas de adaptación al casarse con una mujer fuerte. Inuyasha dudaba de que él mismo se ajustara con tanta facilidad, como Sesshomaru lo había hecho, siendo este asunto una cuestión totalmente teórica. Inuyasha sabía que nunca se vincularía, porque en realidad, nunca podría amar a nadie.
—Voy a hablar con G—, dijo Sesshomaru, refiriéndose al alcalde. —Me aseguraré de que nos mantenga informados—. Volvió a mirar a la pantalla. —¿A qué hora aterrizas?
—Todo el mundo está en camino hacia el aeropuerto ahora. Vamos a llegar más o menos una hora antes del amanecer.
— ¿No crees que eso es arriesgado?— preguntó Kouga.
—No puedo evitarlo. Tenemos que movilizar las tropas primero y prepararnos a nosotros mismos.
—¿También vienes tú?— preguntó con sorpresa Inuyasha. Kohaku rara vez salía de Nueva York. Si salía de la costa este por esto, era porque esperaba que estos eventos se convirtieran en un problema mayor. Y si se estaba arriesgando a salir y estar al descubierto tan cerca del amanecer, la evaluación de Kohaku de la situación, tenía que acercarse a la catástrofe.
—No podemos confiar en nadie en la sucursal de Tokyo. Estoy trayendo a tres de mis mejores personas conmigo: Shippo, Renkotsu e Tokyogo. Llevaremos a cabo la investigación a nuestra manera. Fuera de este grupo, no se puede confiar en nadie. Nadie.
—Kohaku está en lo cierto—, confirmó Sesshomaru. —Si dos de los guardias humanos mataron a sus clientes, alguien está metiendo las manos en esto. Y hasta que sepamos quién y por qué, tenemos que tener la boca cerrada al respecto. Los empleados querrán una explicación. Kouga, tú convocarás una reunión del personal, una vez que Kohaku y su gente, estén aquí. Todo el mundo en LaShikon está bajo sospecha, los seres humanos y los vampiros. Souten, recógelos en el aeropuerto.
Souten, el dedicado mayordomo, chofer, y amo de llaves de Sesshomaru, asintió con la cabeza al instante, su cuerpo un poco pesado, pero como siempre bien ataviado en un traje oscuro.
—Inuyasha, te vas con Souten—, ordenó Sesshomaru.
Inuyasha asintió con la cabeza. No había visto a sus amigos de Nueva York en años, y ponerse al día con ellos, lo distraería de su dolor. No es que estuviera demasiado interesado en ver a Tokyogo de nuevo. Ella probablemente, aún estaría enojada con él.
—Akago—, continuó Sesshomaru, —quiero que subas chequeos de antecedentes completos de todos los empleados, y los corras en un programa el uno con el otro. Vamos a ver lo que Ginka y Hakudoshi tenían en común, y luego vamos a usar esos criterios con el resto de los empleados. Tenemos que ver quién más podría ser vulnerable a lo que está sucediendo.
—No hay problema—, aceptó Akago. —Me pondré a hacerlo. Voy a estar en el centro.
—Miroku, tú eres el único aquí que puede moverse durante el día. Voy a depender de ti en gran medida. Serás nuestro contacto.
Antes de que Miroku pudiera responder, Kagome interrumpió. —Un momento, yo también puedo salir durante el día.
A pesar, de que Kagome era su compañera con vínculo de sangre y bebía la sangre de Sesshomaru, permanecía totalmente humana, excepto por una cosa: ella no envejecería, mientras su marido estuviese vivo.
—Está fuera de discusión—, replicó Sesshomaru. —Tú no vas a participar en la investigación.
—Es mi empresa también—. Ella apoyó las manos en sus caderas.
—No lo niego. Pero no te pondré en peligro, no en tu condición.
—¿Condición?— Inuyasha se escuchó a sí mismo preguntar y al instante sintió la respuesta.
Todos los demás en el cuarto dieron a la pareja una mirada inquisitiva.
Sesshomaru sonrió con orgullo. —Creo que se ha revelado el secreto—. Acercó a Kagome hacia sus brazos. —Kagome me hará el hombre más afortunado sobre la tierra. Vamos a tener un bebé.
El hombre era un bastardo con suerte. Inuyasha asintió con la cabeza. —Felicitaciones.
Mientras sus amigos lanzaban sus mejores deseos y los felicitaban por su feliz acontecimiento, Inuyasha vio a Sesshomaru apretar a su esposa con fuerza, mientras le susurraba en el oído. No necesitaba escuchar lo que había dicho, porque las emociones emitidas por los dos, lo golpeaban como un ladrillo que caía desde un rascacielos.
La presión en las sienes se incrementó. Si él no salía de su presencia pronto, la cabeza le iba a explotar.
El amor, era la emoción más devastadora que atormentaba la cabeza de Inuyasha. Él no estaba celoso de Sesshomaru, pues no tenía ningún interés en su encantadora pareja, era simplemente que no podía soportar su compañía durante mucho tiempo. Cada vez que el amor de otras personas bombardeaba su mente, el dolor que sentía era insoportable. Con la maldición de nunca sentir el amor en su corazón otra vez, su mente no podía manejar esta emoción y sólo reaccionaba con dolor y rechazo.
Por desgracia, la reunión no había terminado todavía. Ya había llegado tarde. Salir temprano estaría fuera de lugar. Después de todo, él era un directivo de la empresa y tenía un interés en ella. Esta crisis tenía que ser tratada.
Inuyasha se apoyó en el gran escritorio antiguo que estaba detrás de él, para mantener el equilibrio, y trató de distraer su atención de los dolorosos golpes en su cabeza. Mientras su boca curvaba otra falsa media sonrisa, para disimular su agitación interna, se dirigió a Kohaku a través de la pantalla, —¿Alguna de las otras sedes reportaron problemas?
—Voy a enviar refuerzos. No sabemos todavía si esto va a limitarse a Tokyo o no. Pero no podemos ser demasiado cuidadosos. Cuanto más rápido nos enteremos de quién o qué está detrás de esto, mejor será para todos los involucrados. Esto no debe de extenderse. Nos iremos a la ruina si sucede.
Sesshomaru dibujó una sonrisa triste en su mirada, Kagome seguía apretada contra su costado. —Tienes razón. La empresa no puede sobrevivir a este tipo de publicidad. Y si la policía o la prensa encuentran demasiada información, estaremos en problemas. Ninguno de nosotros puede darse el lujo de ser expuesto como lo que somos. Por lo tanto, a la menor ruptura de seguridad por cualquier humano, limpien sus memorias. Es crucial. No hay excepciones.
—Y no podemos tener más gente muriendo—, agregó Kagome.
—Hasta que esto termine, todos debemos reducir al máximo el contacto con los seres humanos.
Sesshomaru no tuvo que mirarlo para que Inuyasha supiera que el comentario, estaba dirigido a él. Era fácil para su amigo decirlo…él tenía una esposa humana a su lado, día y noche.
Él entendió el mensaje, fue fuerte y claro. Inuyasha debería mantenerse alejado de las mujeres humanas. ¿Y en qué situación lo dejaba todo esto? En tener que limitarse a relaciones sexuales con las mujeres vampiros que aún no lo hubiesen echado de su cama.
No es que no respondiera a la hora de tener sexo, pero muchas de las mujeres vampiro habían comenzado a hacer demandas emocionales. ¿Por qué de repente todas se convertían en criaturas necesitadas, posesivas?, no tenía ni idea. Por supuesto, la modernización era la culpable. Como si imitar a los seres humanos fuese la meta.
Seguramente no se convertiría en uno de esos idiotas estúpidos, que van con los ojos pegados sobre una mujer, ni siquiera si él fuese capaz de amar, que por supuesto, no lo era. No habia opcion debia hacer su trabajo resolver la crisis y volver a la rutina de llevarse a la cama a "lo que tuviera faldas". Ni que fuera lo mejor del mundo para un vampiro o mortal, pero servia para silenciar su cabeza.
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Y aqui comienza la secuela espero que le vaya tan bien como al anterior fic!
Saludos!
