EL FIN DE ALACANTE
Los gritos eran interminables y las campanadas me hacían recordar una parte de la Biblia donde el mundo se acababa, la ciudad estaba en llamas pero eso no evitaba que el olor a sangre y muerte fueran tan sofocantes. Alicante se caía a pedazos y no había nada que pudiera evitarlo, si querías sobrevivir solo tenias que huir.
Seguí corriendo por las callecillas empedradas, tratando de evitar a toda costa aquellas barbaridades de las que una vez fui parte. Pablo paró en seco antes de salir a una de las calles principales, choqué contra su espalda y sin decir nada trate de ver lo que le había hecho parar. Horrorizada vi como una niña arrodillada desgarraba el cuerpo de un joven cazador de sombras. Tomé la mano de Pablo con fuerza y antes de que aquel ser nos viera, di media vuelta y comencé a correr aun más rápido.
¡Tenemos que ir al bosque, a la casa solariega de los Cartier!- gritó Pablo haciendo que parara en seco. Negué con la cabeza.
No.- dije en casi un susurro, temiendo que aquellas bestias nos escucharan.
Estaremos seguros allí. Podremos pasar el portal y todo esto abra acabado. – dijo señalando con la mano. Negué nuevamente sin poder mirarle a los ojos. – Ese era el plan Emma…
Pero esto es mi culpa. – le corté – toda esta gente esta muriendo por mi culpa.
Emma tu no… - Negué con la cabeza. De nada valía que el tratara de decir lo contrario, ambos sabiamos que yo había apagado las salvaguardas.
Tenemos que hacer algo, tal vez no es…
Es demasiado tarde Emma. – dijo él pero no lo era.
Tomó mi rostro con ambas manos y me acercó a él. Sus ojos marrones brillaron ligeramente llenos de preocupación mientras sentía su respiración agitada a centímetros de mi. Tomé sus manos sobre las mías y cerré los ojos mientras juntaba nuestras frentes. Por un instante todo desapareció, por tan solo un segundo sentí que el tiempo no había pasado y que seguíamos en Suiza, siendo simples coleccionistas.
En ese momento entendí que es lo que tenia que hacer, por más doloroso que fuese, tenia que hacer lo correcto.
Corramos.- le susurré mientras le sonreía ligeramente, tratando de no llorar. – la luna ya esta por salir y cuando eso ocurra, todo habrá terminado aquí.
Pablo asintió con la cabeza, mientras entrelazaba nuestros dedos y me daba un beso fugaz en los labios. Hecho a correr por otro camino a toda prisa. El estomago me dio un vuelco llenó de dolor.
Será mejor por aquí. – hable mientras lo dirigía en otra dirección.
El dolor y las preguntas comenzaron a abultarse en mi cabeza mientras nos alejábamos del centro de la ciudad y comenzábamos a subir por el bosque. Los gritos de la gente comenzaron a hacerse más lejanos a medida que trepábamos por la colina pero el olor a muerte nunca cesó. Al cabo de una hora simplemente tropecé y caí de rodillas manchando mi vestido con tierra.
Emma - susurró Pablo mientras trataba de levantarme. Negué con la cabeza.
Estoy cansada, espera por favor.- dije mientras me sentaba sin importarme ya el vestido blanco. No solo estaba cansada, simplemente aun no estaba lista para despedirme de él.
Me quité los botines de tacón, rotos ahora. Tomé un fuerte respiro mientras veía mis pies, las marcas de las runas, aun en mis tobillos.
Miré al cielo, la luna estaba a punto de salir y cuando eso ocurriera, la gente de Alacante terminaría siendo aniquilada para siempre. Tenia que hacerlo pronto.
Un sonido hizo que el miedo se apoderara de mi. Tomé la mano de Pablo olvidando mis zapatos en el piso. Me susurró algo que no pude escuchar en el oído, yo solo estaba enfocada en la figura humana que se hacia presente frente a nosotros. Un joven hombre con la ropa desgarrada, la mirada perdida y todo el rostro ensangrentado. Al principio creí que era el ángel, que había venido a castigarnos por todo el mal que habíamos hecho pero luego caí en la cuenta que la cabellera rubia y esos ojos dorados eran de alguien más.
¡Corre Pablo, corre!- le imploré.
Pero Pablo se quedo plantado allí, observando a Jace a los ojos. Jace se acerco, con un cuchillo serafín en cada mano, listo para matarlo.
