Summary: Reconstruir una nación requiere de sacrificios. Sabiendo que la Nación del fuego no aceptará a una Maestra Agua, Katara se hace a un lado de su incipiente relación con Zuko y lo incita a buscar la grandeza de la nación junto a la noble de la Nación del Fuego Mai. Zutara

Ritmo de lluvia

Capítulo Uno

Por DamageCtrl

Disclaimer: No soy dueña de Avatar: El último Maestro Aire ni nada relacionado con él.

N/T: Yo no soy dueña del argumento, sino que pertenece a DamageCtrl, yo sólo me limito a traducir lo que ella escribió en inglés, con su autorización, por supuesto.


-Guau, ¿quién lo hubiera imaginado? -Sokka se recostó en uno de los muros bajos que ambos lados del corredor cubierto. Hizo sonar su cuello mientras avanzaban hacia uno de los numerosos jardines del Palacio del Fuego mientras gruesas gotas caían del cielo nublado y gris a los cuidadosamente trabajados jardines.

Detrás de él, Katara arqueó una ceja y se detuvo en el medio del pasillo. Miró a su hermano y dejó escapar un profundo suspiro al cruzarse de brazos.

-¿Quién hubiera imaginado qué? –Sonrió maliciosa- ¿Que incluso aquí, en la Nación del Fuego llueve? Guau, ¿es que las maravillas no se acabarán jamás?

Su hermano le respondió con un gruñido y al mirarlo sobre el hombro, se encontró con una expresión entre ceñuda y morrito.

-Muy graciosa... Sólo decía. La Nación del Fuego no es conocida por su... lluvia. Además, ¿no se supone que estamos en la estación seca?

-Es la estación seca en casa, no aquí –le respondió volviendo a su lado. Colocó los brazos por encima del muro y se apoyó contra él, junto a Sokka-. Es refrescante, de todas formas.

-Claro –Sokka inspiró hondamente-. ¿Hueles eso? Es el olor del agua lavando la tierra. Mmm...

Katara rió y lo golpeó suavemente en el hombro.

-Vamos, la reunión ya casi termina –le recordó mientras lo empujaba de vuelta al camino. Lo tomó del brazo y lo arrastró hacia adelante-. Papá y los otros llegarán pronto.

-Genial –dijo él. Sus manos se apoyaron en su estomago y lo frotaron con energía-. ¡Estoy muerto de hambre ¿Y sabes lo qué viene después de una gran reunión? –Katara abrió la boca para contestar pero el entusiasmo de Sokka no se lo permitió-. ¡Correcto! ¡Un gran festín! ¡Y con la presencia del Rey Bumi nos servirán un banquete más grande de lo normal!

Golosamente, frotó sus manos una con otra, casi babeando ante el pensamiento de la comida que vendría. Katara suspiró y puso los ojos en blanco.

-¿Es en comida en todo lo qué piensas?

-Katara, ¿por quién me tomas? –preguntó, fingiéndose ofendido. Apoyó su mano sobre su corazón, como sufriendo-. No soy ningún imbécil comida-dependiente. También tengo otras cosas en la cabeza.

-¿Ah sí? –replicó, desafiante. Se detuvo y se puso una mano en la cintura-. Dime una

Sokka rió y paró delante de ella en la galería. Abrió la boca e hizo una pausa. No dijo nada. Ella lo miró interrogante y él alzó la mano-. Dame un segundo...

-Ah, por favor…

-Mira, no tengo una sola cosa en la cabeza. Por ejemplo, pienso en la Tribu o en Gran-Gran o...

-¡Katara! ¡Sokka! –una voz femenina los llamó desde lejos en el pasillo.

-¡Suki! –exclamó Sokka señalándola. Hizo una mueca y se golpeó la cabeza- Quiero decir... ¡Otros grupos! Como las Kyoshi, no Suki. Aunque Suki es de Kyoshi. Pero no paso varias horas del día pensando en Suki. No es que no valga la pena pensar en Suki. Valoro enormemente su amistad...

-Sokka, deja de balbucear –Katara sonrió suavemente mientras observaba a la joven que se acercaba-. Te estás avergonzando -saludó a la guerrera relajándose.

Sokka estuvo un momento furioso, cuando su hermana pasó de él y abrazó a la guerrera Kyoshi sin maquillaje.

-¡Tanto tiempo! –soltó Suki efusiva rodeando a Katara con sus brazos. La otra sonrió ampliamente y le devolvió el abrazo. Siempre se sorprendía de ver a Suki sin su maquillaje.

Katara se soltó y Suki levantó su eternamente presente abanico para golpear a Sokka suavemente en el hombro. Él quedó quieto, inseguro.

-¿Y bien? –inquirió Katara, sacándolo de su pequeño aturdimiento- ¿No vas a decir nada más?

Sokka parpadeó y sacudió la cabeza antes de volverse hacia Suki y dedicarle una sonrisa tonta.

-Hola.

Katara suspiró.

-Tan elocuente como siempre...

-Hola –rió Suki, golpeando ligeramente su brazo como saludo-. Me alegro de haberlos encontrado. Acabamos de llegar y se suponía que debíamos ir al comedor, pero quería asegurarme de que los ancianos Kyoshi estuvieran bien después de la reunión y me perdí.

-¿Vas a la sala de reunión? –Katara preguntó y Suki asintió-. No hay problema, nosotros también vamos para allá. Para esta hora, la reunión debe de haber terminado.

-Genial –sonrió Suki mientras empezaban a caminar hacia la sala de reunión-. Entonces, ¿hace mucho tiempo que están aquí?

-Demasiado –gruñó Sokka. Se inclinó hacia adelante, ya que él iba un paso más atrás de ellas-. Es caliente, seco y rojo

-¿Rojo? –Suki rió por lo bajo.

-Rojo. Todo es rojo. Es como si las personas no conocieran otro color además del rojo, negro y dorado -resopló. Uno de los guardias apostados a lo largo del corredor lo miró interrogante cuando pasaron-. Umm... sin ofender. El rojo luce fabuloso en ti. Je... –rió nervioso mientras las chicas reían abiertamente delante de él.

-Estamos desde que llegó el primer grupo –aclaró Katara-. Aang pasó un montón de tiempo aquí desde que Ozai fue depuesto, pero tuvo que irse para resolver unos problemas de post-guerra en el Reino Tierra. Recién regresó anoche.

-Me preguntaba porque el pequeño hombrecito no estaba con ustedes –aseveró Suki-. Probablemente este atrapado en la reunión con esos viejos.

-Y totalmente aburrido –concordó Sokka-. Apenas cumplió trece años y acaba de salvar al mundo. Uno creería que le dejarían haraganear un rato, tomar unas vacaciones o algo así.

-Nop –Katara sacudió la cabeza-. En vez de eso, ha estado en reunión tras reunión, viajes, tratados de paz y más viajes. Incluso Appa tiene oportunidad de descansar mientras él está de reunión.

-Estoy segura de que después de que los documentos sean firmados, podrá tomar un respiro –les aseguró a los dos hermanos-. Además, es el Avatar. ¡Puede tomar los que quiera!

De repente se escuchó un choque a lo lejos y más abajo en el corredor. El sonido del metal cayendo y unos gritos sorprendidos llegaron hasta ellos. Por instinto, los tres echaron a correr y doblaron en la esquina. Se detuvieron al ver a un indispuesto Aang balanceándose de adelante hacia atrás, apoyándose contra uno de los Guardias del Fuego mientras avanzaba. Detrás de él dos guardias estaban ayudándose a ponerse en pie después de haber sido volteados. El Avatar hizo dos pasos más antes de que sus ojos se cerraran y cayera al suelo. Un guardia lo sostuvo del brazo atrapándolo antes de que se golpeara.

-¡Aang! –gritó Katara. Los grandes ojos grises de Aang se abrieron lentamente, se quitó con suavidad las manos del guardia y se incorporó por sí solo.

-Hola, chicos –alzó la vista con una débil sonrisa en su rostro tatuado-. ¿Cómo están?

-Aang, ¿estás bien? –jadeó Katara. Se inclinó hacia delante y agarró su brazo, poniéndolo alrededor de su cuello-. ¡Sokka! ¡Dame una mano!

-¡Claro!

El guerrero de la Tribu Agua se apuró al otro lado de Aang y ayudó a sostener al cansado Avatar.

-¿Qué sucede, Aang?

-Toda está bien –bostezó. Debajo de sus ojos había círculos oscuros-. Solo estoy… un poquito… cansado…

-Probablemente, has estado volando por días enteros –Sokka frunció el entrecejo. Miró a la joven morena de cabello corto-. ¿Puedes ayudarnos a llevarlo hasta su cuarto, Suki?

-Seguro –contestó. Katara se movió hacia un lado y cuidadosamente Suki tomó su lugar.

-Llévenlo a su cuarto; voy a avisar que está tomando un descanso –dijo al empezar a caminar en la dirección contraria.

-No…-Aang se quejó débilmente-. Aún puedo… -su voz se apagó y fue rápidamente reemplazada por un leve ronquido.

-Bien… ahí se fue su argumento –suspiró Sokka. Miró a su hermana por encima del hombro-; lo llevaremos arriba; dile a todos que el Avatar se fue a tomar una siesta.

Katara asintió.

-Bien, estaré allí tan rápido como pueda

Corrió por el pasillo y se deslizó a la sala de reunión. Las puertas estaban abiertas y con rapidez echó un vistazo al interior, esperando encontrar a alguien para informar de la situación de Aang antes de ir con ellos. Dos figuras se encontraban de pie al frente del salón, justo adelante del enorme estandarte del emblema de la Nación del Fuego. Una de ellas, era un hombre grande, robusto, con el cabello gris y vestido en un fino rojo. La otra, más alta y más joven, con el cabello negro recogido hacia atrás en una cola y sostenida con un emblema de metal que señalaba su rango como Señor del Fuego. El cabello que cubría su cabeza había crecido desde que tomaron la capital y ahora estaba atado en una cola alta y pulcra.

-Iroh, Zuko, lamento molestarlos.

Iroh levantó la cabeza de los documentos que estaban revisando y le dio una amplia sonrisa de bienvenida. Zuko inmediatamente pegó un respingo al oír su voz e inmediatamente miró a la puerta

-Katara, mi querida, te perdiste de la reunión –exclamó Iroh-. Pero no te culpo. Los jóvenes no deberían de estar adentro tratando política todo el día –añadió, mirando de reojo a su sobrino.

-Estoy completamente de acuerdo –asintió Katara mientras entraba al casi vacío salón. En todo el largo de la mesa circular, que estaba en el medio de la estancia, había papeles y tazas de té medias vacías. De algunas, aún salía vapor, señal de que la reunión había concluido momentos antes-. Es por eso que nosotros llevamos a Aang a su cuarto para que descanse.

-¿Para que descanse? –Zuko frunció el ceño-. Se supone que debe estar en el banquete.

-Lo sé, pero está cansado –insistió ella, frunciendo su ceño también-. ¡Ha estado volando todo este tiempo y no ha tenido una decente noche de sueño en días! ¡Semanas incluso! ¡Seguramente puede permitirse tener un poco de sueño!

-Todos y cada uno de los diplomáticos del mundo van a estar en el comedor –le recordó Zuko-. No tengo que decirte cuán importante es que el Avatar…

-Aang –le corrigió, de nuevo… por millonésima vez.

Luchó por no poner los ojos en blanco.

-…Cuán importante es que Aang esté. La gente querrá hablar con él. Si no está, las cosas pueden ponerse feas.

-Él tiene razón, Katara –estuvo de acuerdo Iroh, sabiamente-. Muchos de los otros países están recelosos, no confían aún en nosotros. Si Aang está ahí, proporcionará tranquilidad a los dignatarios. No serán tan precipitados en sus palabras, y Agni no lo permita, hostiles.

Zuko le dedicó una arrogante sonrisa satisfecha y se cruzó de brazos.

-¿Ves?

-Por otro lado, Katara también tiene razón –Katara sonrió con malicia mientras la mirada de triunfo de Zuko se desvanecía momentáneamente ante la diplomacia de su tío-. Aang, a pesar de tener cien años de edad, es un muchacho en crecimiento. Y un muchacho en crecimiento necesita descanso. Sea Avatar o no.

-Je –Katara se cruzó de brazos y miró al recientemente coronado Señor del Fuego, desafiante- ¿Ves?

-¡Bien! –replicó-. No iba a ser muy útil, de todos modos. Se quedó dormido ocho veces durante la reunión. Probablemente se hubiese dormido sobre la comida.

-Entonces está arreglado –dijo Iroh alegremente-. Aang tomará un buen y merecido descanso.

Caminó pasando a Katara y no vio cuando ella le sacó la lengua a Zuko antes de virar y seguirlo. El joven Señor del fuego apretó los dientes y miro la copia de los documentos tratados delante de él.

Paz. Paz. Inspira… expira… Paz… Tío tiene razón. Incluso los Avatar necesitan descansar.

-Sin embargo –la voz de Iroh resonó desde la puerta y los dos adolescentes se detuvieron y lo miraron. Iroh les daba la espalda y se sobaba la barba pensativamente-. Un representante del Avatar es necesario para asegurar a los diplomáticos y dignatarios que el chico está simplemente descansando y no encerrado en una cárcel en algún lugar.

Zuko frunció el ceño.

-¿Quién lo va a representar? ¿El bisonte? Probablemente también esté durmiendo.

-En realidad, estaba pensando en un humano –Iroh se dio la vuelta y sonrió descaradamente-. ¿Qué dices Katara?

-¿Qué? ¿Yo? –sus ojos azules se abrieron como platos y se echó hacia atrás-. Pero… yo iba a quedarme con Aang y asegurarme de que esté bien.

-Bueno, si el niño está durmiendo, deberías dejarlo dormir –le aseguró Iroh-. Además, ¿no dijiste que necesitaba descansar?

-Sí, pero…

-Entonces, con mucho gusto serás su representante, ¿verdad? –Iroh preguntó, dándole una sonrisa de ánimo-. Los demás se calmarán si vas y se los dices por ti misma.

-Eso puede funcionar –murmuró Zuko desde el fondo del cuarto. Sus ojos se arrugaron mientras mascullaba la idea-. Todo el mundo sabe de tu relación con él. No se atreverán a cuestionarte.

Dos pares de ojos dorados se posaron en ella y Katara, incómoda, paso su peso de un pie al otro.

-Todo eso esta bien, pero la cena ya ha comenzado y… ¡Mírenme! –Señaló su camiseta azul completamente arrugada y sus pantalones manchados de pasto-. No creí que iba a ser el foco de atención y no me cambié ¡No tengo tiempo para cambiarme ahora! Sin mencionar que no tengo un vestido…

-¡Guardias! –la voz de Zuko tronó sobre su pobre explicación. Inmediatamente dos guardias aparecieron detrás de Iroh en la entrada-. Encuentren dos criadas que ayuden a Katara de la Tribu Agua a prepararse para las festividades de esta noche. Nada muy extravagante, solo asegúrense de que esté limpia y presentable.

Los guardias se apuraron en salir silenciosamente después de haberse inclinado respetuosamente. Katara se volvió para mirarlo enfurecida.

-¡Ni siquiera he dicho que sí!

-No tenemos tiempo para esperar que aceptes algo que sabes vas a tener que hacer de todos modos –Zuko le respondió arrogantemente-. Tu padre mencionó que tú y tu hermano querían asistir a la cena.

-¿Ibas a ir con... eso? –jadeó Iroh, mortificado.

-Ya dije que no planeaba ser el centro de atención. Sólo iba a ir, agarrar algo de comida…

Iroh ya estaba avanzando hacia ella, sacudiendo la cabeza.

-Vamos, querida, te pondremos limpia y bonita, lista para esta noche, en un abrir y cerrar de ojos.

Su cálida y callosa mano, tomó delicadamente la muñeca de Katara y tiró de ella haciéndola avanzar. Ella tartamudeó una excusa pero no encontró una forma convincente de decirle que no al viejo hombre que había sido tan amable con ella y sus amigos desde el comienzo.

-Pero… pero yo… -intentó rezongar, pero se dio por vencida. Miró sobre su hombro mientras Iroh seguía arrastrándola-. ¡Está bien, está bien! ¡Zuko! Ve arriba, al cuarto de Aang y dile a Sokka y a Suki que estaré con ellos más tarde.

-¿Me estás diciendo que hacer? –Gruñó incrédulo- ¿Quién te crees que eres…?

-¡Zuko, no te quedes ahí parado! ¡Muévete! –gritó Iroh.

Desaparecieron por la puerta y Zuko quedó solo en la enorme sala de reunión, con la vista clavada en la entrada. Pateó la pesada mesa y rugió mientras salía de allí. Marchó en la dirección contraria a la que Iroh y Katara habían tomado, mascullando obscenidades mientras avanzaba hacia el cuarto del Avatar.

Estúpida campesinita… dándome ordenes. ¡Y el tío Iroh! De su lado… debería haberlo sabido. Siempre está del lado de las chicas. Excepto del de Azula, por obvias razones… pero aún así… Subió las escaleras echando humo. Esto es grandioso. El gran y poderoso Señor del Fuego Zuko… reducido a un simple mensajero por una maestra agua débil e inferior. Nota mental: reducir a la mitad el suministro de té de Tío Iroh… jeje…

Antes de darse cuenta, se encontró a sí mismo frente a un juego de puerta de dos batientes. Uno de ellos estaba abierto y salían voces del interior.

-Sokka, quítale los zapatos. ¡No puede acostarse con los zapatos puestos!

-¡Ah, vamos Suki, no se dará cuenta! ¡Está muerto de cansancio! –Zuko reconoció la voz de Sokka, como el compañero del Avatar-. Mira, ¿ves? No hay respuesta.

-¡Sokka, deja de pegarle en la cabeza!

Había visto al muchacho de la Tribu Agua deambulando por el palacio con Katara algunas veces. Los veía vagar mientras se encerraba en reuniones con consejeros e Iroh. En los últimos dos meses, se habían vuelto familiares con los terrenos del palacio, prácticamente, vivían allí desde que llegaron con el primero grupo armado para derrocar a su padre.

Después de que el cometa fuera destruido y Ozai asesinado, el Avatar Aang se había quedado por dos semanas para ayudar a Zuko a tomar control de la caótica capital de la Nación del Fuego. Los hermanos de la Tribu Agua estaban siempre a su lado, siguiendo sus órdenes obedientemente. Recién entonces, él se había marchado para hacer cese al fuego que se sucedía en todo el Reino Tierra.

La guerra no termina justo después de que alguien lo dice. Toma tiempo quitar esa palabra y aún más tiempo retirar las tropas. A pesar de todos sus esfuerzos por mantener la paz, las personas aún morían. Soldados de la Nación del Fuego estaban siendo asesinados por el odio y resentimiento que habían alimentado. Ciudadanos de la Nación del Fuego que habían ido a colonizar en el extranjero estaban siendo acosados, devolviéndolos al país.

A veces, se preguntaba si la guerra realmente había terminado y no había entrado en otra especie de lucha con la que no estaba familiarizado.

-¡Señor Zuko! –alzó su cabeza cuando escuchó la sorprendida voz femenina que venía del interior de la habitación. La chica morena, que había visto entre el grupo de las Guerreras Kyoshi llegadas esa mañana, inclinaba respetuosamente su cabeza.

Zuko cabeceó levemente reconociendo su presencia.

-Lo lamento, Zuko –dijo el joven que estaba en el cuarto-. Aang no puede hablar ahora mismo. Está tomando una muy merecida siesta.

-Ya lo sé –contestó con severidad-. Vine a decirte que tu hermana me lo dijo. Ella se está cambiando pues va a representar al Avatar mientras él esté descansando –sus ojos se miraron de arriba a abajo la camisa manchada de Sokka y sus labios se curvaron en disgusto-. Sugeriría que hagas lo mismo.

-Ves, te lo dije –siseó Suki en voz baja. Tiró de la bota de Aang y lo arropó-. No puedo creer que estabas pensando ir a la cena con esa facha.

-Digamos que no tuve mucho tiempo para cambiarme, señorita-no-necesito-maquillaje. Pasé todo el día con Katara en la enfermería –saltó orgulloso.

La expresión de Zuko no cambió.

-Tienes unos minutos para acicalarte. No lleguen tarde –añadió. Se giró sobre sí y se dirigió al pasillo. Dobló en la esquina, pensando tranquilamente.

Katara, una curandera por naturaleza se había encargado de ayudar en las enfermerías alrededor del palacio. Al principio, los soldados que habían estado a las órdenes de su padre se mostraban reacios a aceptar la ayuda que les ofrecía. Otros, directamente, no querían su ayuda, y había otros que la acusaban de intentar matarlos. Katara volvió del primer día de la enfermería luciendo exhausta. Su hermano le había preguntado qué sucedía entretanto comían una pequeña cena informal.

El orgullo era muy fuerte en la Nación del Fuego y Zuko mantenía la boca cerrada mientras Katara contaba las cosas que le decían en la carpa. Sokka estaba apunto de ir a las carpas de la enfermería e infligir un poco más de daño. Katara probablemente suavizó algunas de las cosas que le dijo. Aang tuvo que calmar a Sokka asegurándole que se comportaban así por el reciente final de la guerra y haber sido heridos por las fuerzas de las que Katara formaba parte.

Zuko supo entonces a qué apuntaban los soldados. Una vez, él había despreciado sus habilidades curativas; su orgullo por encima de la necesidad de atención médica de su amado Tío. Iroh sufrió por semanas después, e incluso ahora la herida infringida por Azula lo atormentaba. Cada vez que veía a su Tío sentado jugando al Pai Sho, inconscientemente frotándose el hombro, se maldecía a sí mismo y a su orgullo. Quizás si le hubiese permitido a Katara curarlo cuando se lo ofreció, Iroh no sentiría un dolor tan recurrente.

Recordó haber salido a hurtadillas del palacio la mañana siguiente, siguiendo a Katara a la enfermería. Permaneció en las sombras, escuchando a los soldados ridiculizarla, rechazar su trabajo y acosarla verbalmente. Ella nunca se fue. Hizo su trabajo tranquilamente, curando las heridas de los pacientes que estaban demasiado débiles para echarla y nunca recibiendo ni un solo "gracias". Zuko no había dicho ni una palabra pero estaba furioso.

Ella ayudó a salvarlos de tirar sus vidas a la basura y así le pagaban, poniéndole sobrenombres, menospreciando a su Tribu, a su cultura e incluso a su agua-control. Y día tras días, había vuelto sin falta. Él podía ver el disgusto y, por momentos, la ira en sus ojos ante sus comentarios, pero de todos modos se quedaba a curarlos. Había explotado varias veces, regañando a los soldados que sacaban de las casillas, pero ella no dejó de hacer lo que hacía.

Su determinación para ayudar era demencial, a su parecer. Él no creía que aquellos que no eran agradecidos debían ser curados, pero no era él quien estaba curando. Era ella. Ella era la terca, orgullosa y determinada. Y la respetaba por eso. Asignó dos guardias para cuidarla mientras estuviese en la enfermería, simplemente en caso de que algo pasara. Le entregaban informes diarios de la situación y le placía descubrir que en las últimas semanas, el hostigamiento había disminuido. Los doctores de la Nación del Fuego no tenían más que alabanzas para Katara, y algunas veces, para Sokka, que ocasionalmente iba a ayudar.

Se hizo una nota para visitar la enfermería un día.

-Zuko, ¿qué estás haciendo aquí arriba? –una voz sorprendida rió. Iroh le sonreía desde la puerta del cuarto de Katara donde estaba parado-. ¿No deberías estas abajo?

Una expresión de extrañeza lo atacó por un momento al mirar a su alrededor. No se había dado cuenta de que había caminado hasta el ala de invitados y ahora se encontraba frente al dormitorio de Katara.

-Acabo de salir del cuarto del Avatar –le explicó distraídamente-. Está como ella dijo, durmiendo como tronco.

-Ah… el viaje debe de haberlo agotado –asintió Iroh comprensivamente-. Como ya estás aquí, ¿escoltarías a Katara al comedor?

Zuko parpadeó incrédulo.

-¿Disculpa?

-Escoltarías... –Iroh comenzó hablando lento y lo señalo-. A Katara… –señaló las puertas cerradas-. Al comedor… -sus dedos hicieron una pequeña mímica imitando el caminar y Zuko puso los ojos en blanco.

-Te entendí la primera vez.

-¿Entonces por qué preguntas?

-¡Ugh! –gruño-. ¿Por qué quieres que yo la escolte al comedor?

-Bueno, es apropiado que una joven dama sea escoltada, ¿no? –le contestó tranquilamente-. Después de todo, les está haciendo un favor al Avatar y a ti, actuando como su representante.

-¿Por qué no puedes hacerlo tú? –preguntó en voz baja.

-Soy un hombre viejo… me estoy cansando de estar aquí parado –Iroh se encogió de hombros y frotándose uno con la mano-. Necesito sentarme.

-Bien, aguarda un momento y le diré a su hermano –empezó Zuko. Se dio la vuelta y su Iroh dejó escapar un gemido de dolor. Zuko giró sus brazos para ayudar a su Tío.

-Ah, mi espalda… -gimoteó.

-¿Tío, estás bien…?

-Quédate aquí un momento –Iroh dijo y dio un paso para atrás. Tontamente, el Señor del Fuego, tomó el lugar de su Tío junto a la puerta, listo para más instrucciones-. Bien.

-¿Y ahora qué?

-Ahora espera que salga y la escoltas abajo.

-¿Qué?

-¡Te veré más tarde, sobrino! –sacudió la mano en el aire, saludándolo mientras le daba la espalda y echó a andar por el corredor, hacia las escaleras.

-¡Tío, tío! –los gritos de Zuko fueron a parar a oídos sordos y pateó el piso como un niño iracundo. Todo su té… sí, suspenderé todo su té.

Con el ceño fruncido, Zuko se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared. Sus cejas estaban completamente unidas. Cada guardia que pasaba miraba dos veces y cada vez que lo hacían Zuko gruñía.

-¿Qué están mirando?

Después de diez minutos de espera, Zuko finalmente se dio cuenta de algo y quiso gritar de frustración. Él era el Señor del Fuego. Él gobernaba el país, la ciudad y el palacio. No tenía que esperar a las puertas de una fulana y escoltarla sino quería hacerlo. Si quería, podía agarrar un guardia y decirle que lo hiciera. Pero entonces, un guardia haría parecer que estaba bajo arresto.

O puedo irme sin más. ¿Quién me va a detener? Su usual sonrisa maliciosa cruzó sus labios y se empujó a sí mismo de la pared, dando un paso hacia delante. Pero si voy al comedor sin ella, Tío se enterará. Y después tendré que sentarme a escuchar otro de sus discursos… refunfuñó. Libertad y discurso o escoltarla. Libertad… escoltarla… libertad… escoltarla… libertad…

La puerta detrás de sí se abrió y un pequeño chirrido se oyó cuando fue tirada hacia atrás.

-Iroh, lamento haberte hecho esperar -la voz de Katara detrás de él se apagó. Se detuvo en frente de su puerta, la cerró y miró fijamente a Zuko, confundida-. ¿Dónde está Iroh?

-¿Qué, estás decepcionada? –se mofó y dio la vuelta para verla. Su sonrisa sarcástica se desvaneció inmediatamente y sus ojos se abrieron-. ¿Qué diablos tienes puesto?

La cara de Katara se tiñó de un rojo furioso y apretó sus puños a los lados.

-Mira, las criadas sólo fueron capaces de encontrar un vestido en tan poco tiempo…

-Ni siquiera está atado correctamente –Zuko frunció el ceño. Su expresión estaba entre el asombro y la indignación mientras sus ojos recorrían el cuerpo de Katara críticamente-. Y tu cabello… -hizo señas al enredo que tenía en la cabeza y que se deshacía.

No sabía que si había estado esperando una belleza cautivante con los mejores vestidos de la Nación del Fuego o algo parecido, pero no esperaba eso. Katara tenía unas togas rojas y blancas que se arrastraban en el suelo, las mangas cubrían por mucho sus manos y el frente le quedaba flojo. Las togas eran, obviamente, demasiado grandes para ella. Las fajas y lazos alrededor de su cintura estaban torcidos y doblados en algunas partes y su cabello era un intento fallido de imitar el estilo de las mujeres del palacio.

Katara exhaló profundamente y sintió su cara arder de humillación.

-¡Ya sé, ya sé! Pero una trenza no hubiese quedado bien con esto…

-No te voy a escoltar abajo cuando pareces una chiquilla que apenas ha aprendido a vestirse sola –explotó Zuko. Agarró el picaporte de la puerta y la abrió de un empujón-. ¡Entra ahí y cámbiate! ¡No me importa si es uno de esos monótonos harapos azules que los campesinos de la Tribu Agua usan! ¡Ponte cualquier cosa excepto esa abominación que estás usando!

-¡No tienes que gritarme! ¡No fui yo quién le ordeno a las criadas traerme un vestido! –replicó gritando Katara. Sacudió los brazos en el aire y entró en el cuarto golpeando el suelo, azotándole la puerta en la cara. Un segundo después la abrió de un tirón- ¡Y para que sepas se llaman parkas, monstruo inculto! –volvió azotar la puerta y se alejó pateando el suelo.

Zuko siseó.

-Y apúrate –amenazadoramente le dio un puñetazo a la puerta y se volteó justo cuando dos guardias se detuvieron frente a él. Gruñó furioso-. ¿¡QUÉ!?

-Nada, su majestad –ambos se apresuraron en alejarse y Zuko sacudió la cabeza.

-Sí, eso pensé…


-Sokka… Sokka –susurró Suki mientras le daba un codazo en sus costillas-. ¿Puedes dejar de encajar comida en tu boca por un segundo?

-Suki, por favor, esto está bueno –de alguna forma, Sokka se las arregló para decir eso con la boca llena de comida-. Además, no sabes cuando será la próxima vez que encontrarás la especialidad de cada nación en un solo lugar.

Suki suspiró y se frotó la frente.

-Bien, genial… pero todo el mundo te está mirando. Se supone que representes a Aang, no que lo avergüences.

-No lo estoy avergonzando –se enderezó en su asiento, con algo de comida cayendo de su boca semiabierta, Suki retrocedió asqueada- ¿Qué?

-Iré a ver a las otras guerreras… -dijo y lentamente se retiró.

-¡Bueno! ¡Te veo luego! –sonrió y la despidió con la mano. Inmediatamente volvió a su comida.

-Bien, bien, Cabeza Hueca… debí haber sabido que te encontraría con la cara hundida en el plato.

-Aguarden un segundo… yo conozco esa voz –exclamó Sokka, con la boca aún llena, y se incorporó. Se volvió y tragó antes de sonreír-. ¡Toph!

-También me alegro de verte… figurativamente hablando. ¿Y dónde están Katara y Pies-ligeros? –preguntó.

-Aang se fue a la cama temprano. Estaba completamente hecho polvo por su viaje y se caía dormido por los pasillos, entonces tuvimos que arrastrarlo a su cuarto. ¿Por qué? -Sokka sonrió abiertamente-. ¿Lo extrañas?

-Sí, tanto como extraño sus apestosos calcetines –contestó-. ¿Y Katara? Espera... –movió sus pies sobre el piso-. No importa, reconozco sus pisadas. Esta viniendo con... –sus ojos ciegos se ensancharon- No puede ser...

-No me importa lo que tú digas, no lucía como un tomate derretido –una fuerte voz femenina exclamó desde el vestíbulo.

-No dije tomate derretido –la voz de Zuko le replicó sin problemas-. Y aunque no lo dije, esa descripción le queda perfecta.

Un gruñido bajo resonó y detrás de Sokka, su padre también gruñó. Silenciosamente rezó pidiendo que los gruñidos hayan sido de Zuko.

-Hola a todos –dijo Iroh entrando tranquilamente-. ¿Están disfrutando la fiesta? –un coro de voces contentas le contestaron y varias copas se alzaron-. ¡Excelente! Ahora, como algunos de ustedes sabes, el Avatar Aang últimamente ha estado viajando de un lugar a otro y finalmente ha caído exhausto, viéndose incapaz de presentarse en esta cena.

Como se esperaba, numerosos murmullos comenzaron a circular entre la multitud, especulando sobre el paradero del Avatar.

-Esto no está bien… -canturreó Toph.

-Sí… -murmuró Sokka, mirando su plato -. Se acabaron las algas –Toph deslizó su pie sobre el piso e hizo que la cara de Sokka acabase en su plato vacío.

-Compañeros dignatarios –anunció su padre levantándose de la mesa-. Estoy seguro que el Avatar Aang esta descansando. Mi hijo, Sokka, me ha comunicado que el joven fue llevado a su cuarto para que se recostara. Debemos respetar los deseos de nuestro Avatar y concederle un respiro.

-Sí –dijo el Maestro Pakku incorporándose también, al lado del jefe de la Tribu Agua Sur-, estamos todos en deuda con el joven Aang. Después de todo, ha estado viajando sin parar por el bien de todos.

Algunos murmullos más recorrieron a la muchedumbre. Varios continuaban escépticos, más otros se habían calmados con las palabras de los de la Tribu del Agua.

-Si les queda alguna duda, son libres de expresárselas a los representantes del Avatar presentes en la reunión de esta noche –una voz baja y amenazante se oyó desde la entrada atrayendo la atención de la multitud. Zuko estaba allí parado, con el ceño severamente fruncido junto a una figura cubierta de azul. Uno de los brazos de ella, estaba sobre un de los de él, señal de que la estaba escoltando.

A diferencia de su compañero ceñudo, Katara mostraba una cálida sonrisa para la gente allí abajo e incluso alzó una mano en un pequeño y amigable saludo. Estaba vestida con una parka azul limpia y había recogido su cabello en una cola de caballo.

-Todo está bien –anunció. Apretó el brazo de Zuko fuertemente, como castigándolo por haber usado ese tono-. Aang está bien. Ahora está durmiendo, descansando después de un viaje transoceánico y de haber manifestado su intención de asistir. Por favor, tengan por seguro que el Avatar Aang esta tomando un descanso que le era necesario.

La mayoría de los dignatarios asintieron, compresivos. Katara era famosa por su destreza como joven maestra agua y su amistad con el Avatar. Después de todo, era un hecho conocido que había sido ella quien lo liberó y lo trajo de vuelta al mundo. Aún así, otros miraron con recelo el cercano contacto que tenía con el Señor del Fuego.

A Iroh no se le había pasado nada. Se acercó ambos y los separó, tomó la mano de Katara, apartándola de Zuko con un movimiento elegante.

-¡Katara! ¡No te pusiste el vestido! –se quejó, decepcionado

Una suave risa sarcástica escapó de los labios de Zuko antes de que pudiese detenerla y ella le dedicó una mirada asesina.

-Lo siento, Iroh, pero simplemente no me quedaba. Era muy grande para mí.

-Bien, la próxima bien te conseguiremos uno de tu talla –le aseguró Iroh. Mientras se la llevaba miró por encima de su hombro-. Zuko, espero no te moleste que me lleve a Katara.

Zuko se encogió de hombros y se dirigió en la dirección contraria.

-No me molesta. Por favor, Tío, llévatela. Muy, muy lejos.

-No lo escuches –Iroh le dio una palmadita a la mano de Katara-. Está gruñón porque no ha tomado té.

Zuko puso los ojos en blanco, acercándose al primer grupo de dignatarios con los que estaría esa noche.

Las horas fueron pasando y los invitados empezaron a regresar a sus respectivos aposentos. Iroh hablaba efusivamente sobre el éxito de la noche mientras Zuko le daba la última reverencia a la rica pareja del reino tierra que había venido a ofrecer sus servicios.

-¿Qué piensas, Zuko? –Inquirió Iroh palmeándole la espalda-. Una maravillosa velada, ¿no es así? Sin peleas. Sin amenazas de guerra. Yo diría que estuvo muy bien.

-Sí... muy bien –murmuró Zuko. Se pasó una mano por la cara-. Tío, estoy cansado. Me voy a la cama.

-El Maestro Paku y yo vamos a tener un agradable juego de Pai Sho. ¿Te nos unes? –preguntó, tan hospitalario como siempre. Zuko simplemente gruñó y Iroh levantó sus manos-. O no. La próxima vez, quizás.

Zuko gruñó más groseramente y salió. Era tarde y él había estado levantado desde el alba, practicando un poco de fuego-control. Después había tenido reuniones todo el día. Y para llenar, estaba mentalmente exhausto de haber estado hablando durante la cena. Parte de él estaba celoso de que hasta el Avatar pudiese escaparse y echarse una siesta.

Lo que daría él por un poco de relajación. Incluso unos pocos minutos, alejado del caótico lío de la política nacional serían bienvenidos. Anduvo por un corredor cubierto, que llevaba a los cuartos privados de la familia real. Al final de la guerra, solamente Iroh y él se estaban quedando allí. Azula aún estaba desaparecida.

Ni por un segundo consideraba la idea de que había muerto en medio de la batalla. Desde pequeño había tratado de deshacerse de su hermana y no creía que una guerra lo hubiera logrado.

-Bien, bien… uno por vez –rió una voz en la oscuridad y giró sobre sí mismo.

Su cuerpo enteró se tensó, poniendo sus sentidos en alerta. Sus ojos escudriñaron la oscuridad a su alrededor hasta que percibió movimientos en el jardín. A la luz de la luna, pudo distinguir una figura sentada a la orilla del estanque. Estaba semioculta por un árbol, pero de todos modos podía decir que era una silueta femenina. Unos graznidos de pato se escucharon y luego, una risita.

Zuko reconoció la risa y bajó las defensas. Dejó escapar un profundo suspiro y se debatía entre ir o no a la cama ignorando a la loca maestra agua que estaba bajo la lluvia o averiguar porque estaba allí. Caminó hacia los cuartos reales decidido. Su risa resonó por encima de la lluvia. Suspiró y miró hacía el estanque.

Katara sentía los pequeños picotazos en la punta de sus dedos mientras la lluvia empapaba el pan desmenuzado en sus manos. Hacía rato que había dejado de desviar las gotas de agua de sí, al arrodillarse en la orilla. Sus botas se hundían en el lodo y tenía los dobladillos de la bata de invitados, cosidos con oro, sobre el regazo para evitar que se ensuciaran. La bata que tenía encima, se adhería a su cuerpo mientras la lluvia seguía cayéndole. Su cabello pegado a su cabeza, embebido en agua. A pesar de eso, no parecía en lo absoluto, incómoda.

Estaba tan entretenida observando a las cinco crías pato-tortuga alimentarse de su mano que no escuchó los pasos que se acercaban chapaleando detrás de ella, ni notó a la figura que se detuvo junto al árbol.

-¿Qué crees que estás haciendo?

-¡Ah! –Katara gritó, se tiró hacia atrás y miró para arriba-. ¡Zuko! Um… -sus ojos miraron alrededor nerviosamente. Inconscientemente, se alzó la bata, apretándola más contra su pecho, tragando con dificultad. Parado frente a ella, la miraba con desaprobación, frunciendo severamente el ceño. Ella sonrió débilmente y le mostró una mano llena de pan húmedo-. ¿Quieres alimentar a los patos-tortuga?

-Es tarde y está lloviendo –rugió tras ella-, ¿y estás alimentando a los patos-tortuga? Tenía razón. Estás loca.

Entornó los ojos y volvió la cabeza hacia delante.

-Para tu información, esta es la primera vez que la mamá y el papá tortuga traen a sus bebés.

-¿Y cómo puedes saber tú eso? –Zuko frunció aún más el ceño. Parte de él no podía creer que estuviese hablando, sobre patos-tortuga, bajo la lluvia después de la medianoche.

-Porque llegaron aquí casi al mismo tiempo que nosotros –esta vez Katara frunció el ceño-. No esperaba que tú lo hubieras notado, ya que estás muy ocupado. Pero son los únicos patos-tortuga en todos los terrenos del palacio. Así que les he estado siguiendo el paso –sonaba bastante orgullosa de haber hecho eso.

-¿De qué estás hablando? –inquirió indignado-. Hay docenas de parejas de patos-tortuga por todo el palacio.

-¿Ah, sí? ¿Dónde? –Zuko se encogió de hombros y desvió la mirada.

-No lo sé. ¿Parece qué paso mi tiempo buscando nidos de patos-tortuga por los terrenos! ¡Tengo mejores cosas que hacer! –levantó su barbilla, orgullosamente y se dio vuelta, encaminándose hacia la galería cubierta.

-¿Estás seguro que no quieres alimentarlos? –le ofreció. Quedó estático a mitad de camino y Katara se mordió el labio inferior. Quizás debió haberlo dejado irse a dormir. Zuko volvió sobre sus pasos, deteniéndose a escasos centímetros de ella. Tendió su mano.

-Cuanto más pronto les des de comer, más pronto te irás de mi jardín –Katara sonrió y partió el pan a la mitad, poniendo una de ellas en su mano.

Se arrodilló junto a la orilla, ignorando el barro que salpicó sus togas. Deshizo el pan en varios trozos pequeños y los arrojó al agua.

-¡Ey, qué estás haciendo! –Jadeó Katara-. Nunca lo van a comer si se va al fondo.

-Lo comerán –respondió. Mantuvo los ojos puestos en un particular patito-tortuga que se impulsó hasta donde se había hundido un pedazo de pan y se zambulló-. Esto les enseña a obtener su propia comida. De otra manera, los estarás malcriando y no serán capaces de valerse por sí mismos. Sin mencionar, que si los acostumbras a recibir alimento de tu mano, atacarán a cualquiera esperando comida.

Una mirada de sorpresa invadió su rostro cuando terminó su explicación. Asintió entendiendo y miró de vuelta a la familia pato-tortuga.

-Ah… tú… ¿cómo sabes de eso? –preguntó Katara poniéndose de cuclillas a su lado, empezó a deshacer el pan y arrojándolo al agua, lejos de la orilla.

-¿Crees que eres la primer persona que alimenta patos-tortuga aquí?

Katara suspiró cansinamente y miró a los patitos-tortuga terminar su comida.

-¿Qué estás haciendo aquí tan tarde?

-Debería preguntarte lo mismo, pero la gente loca a veces no tienen respuestas.

Ella puso los ojos en blanco y abrazó sus rodillas.

-Vine a ver los patos-tortuga. Lo hago todas las noches.

Zuko arqueó una ceja y la miró como si hubiese perdido la cabeza.

-¿Todas las noches? ¿Vienes todas las noches a ver a los animales?

-Me gustan los animales –se encogió de hombros-. Además, nadie viene por aquí, por lo que encuentro paz y tranquilidad. Sin guardias. Sin criadas. Sin pacientes. Sin Sokka. Sólo tranquilidad.

Yo podría usar un poco de eso... Zuko asintió, entumecido, ignorando la lluvia helada pasando a través de su ropa.

-Me preguntó porque nadie viene por aquí… es un bonito jardín.

-Eso es porque esta en el área de los cuartos reales. Se supone que no debes estar aquí, a menos que seas de la realeza de la Nación del Fuego –le dijo. Los ojos de Katara se abrieron.

-¿Qué? ¡Nadie me dijo! Yo no sabía, yo sólo...

-Cálmate, no te estoy acusando. Además, nadie te dijo nada o te detuvo porque eres uno de los héroes de la guerra. Probablemente hayan asumido que podías ir donde tú quisieras. Puedes agradecerle a mi Tío Iroh por eso.

Ella rió contenta y se sonrió.

-Es un hombre agradable… tienes mucha suerte de tenerlo.

Zuko asintió, dejándose invadir por un cómodo silencio.

-Sí… lo sé...


-Papá, ya está –dijo Katara levantándose y abrazando al hombro que estaba abordando el barco de regreso al Polo Sur-. Iré a casa tan pronto terminé de curar a las tropas que acaban de llegar. Te lo prometo.

-Si quisieses quedarte, no te detendré –afirmó seriamente-. Pero te extrañaré –Katara sonrió y se soltó del abrazo-. Sokka –llamó y miró por encima de su hija, a su hijo-. Confió en que cuides a tu hermana.

-Papá… -murmuró Katara, avergonzada-. Casi tengo dieciséis…

-Aún no –le recordó con una cálida sonrisa-. ¡Sokka!

-Ya sé, ya sé… mantén a Katara lejos de los problemas, ya conozco la rutina –su hermano le aseguró a su padre-. No te preocupes, papá, estará bien cuidada.

-Excelente. Y Katara –el hombre sonrió ampliamente mirando a su hija. Se acercó a ella y le susurró al oído-: Asegúrate que Sokka no se meta en problemas.

Katara rió y asintió.

-No hay problema, papá.

-¡Dense prisa! ¡Vamos! ¡El resto de nosotros también quiere ver a sus hijos! –gritó Bato desde el barco. Saludó con la mano a los dos chicos, mientras su viejo amigo subía penosamente la rampa hacia el navío.

-Adiós, papá. Adiós a todos –Katara y Sokka saludaban mirando como se alejaba del puerto. Lo observaron hasta que navegó hacia el atardecer y se perdió en el horizonte. Una mano pesada cayó sobre su hombro miró a su hermano.

-No te preocupes –aseveró-. Sólo unas semanas más y estaremos fuera de este horno.

Katara rió por lo bajo y asintió siguiéndole de regreso a los caballos-avestruz que tenían que montar.

Se tomaron su tiempo para retornar al Palacio del Fuego. Para ese momento, casi todos los dignatarios habían regresado a sus casas. Aang había vuelto al Reino Tierra con Toph para tratar de mantener la paz, especialmente en las aldeas que estaban habitados por ciudadanos de la Nación del Fuego. Sólo Sokka y Katara permanecían allí, le habían pedido a ella que se quedase hasta que el último herido grave arribase. Ella accedió quedarse y ayudar a sanar las heridas más críticas y ponerlos en condiciones para mandarlos de vuelta a casa.

Echó un vistazo a Sokka, que había estado hablando sin parar de como no podía esperar para llegar a casa y comer los guisados de Gran-Gran Abuela, y sonrió. Se quitó de encima el sentimiento de culpa que había tenido en los últimos días, justo después de que su padre anunciase su regreso al Polo Sur y su intención de que ella le acompañase. Curar a los heridos y enfermos había sido su mayor excusa para quedarse, era verdad, pero había algo más. Algo más egoísta.

-Entonces, ¿cómo están los patos-tortuga?

-¿Qué? –Katara se enderezó en su silla.

-Los patos-tortuga –repitió-. Ya sabes, los patos con caparazón de tortuga. Que hacen cuack y son tiernos y que parecen de peluche. Has estado hablando de ellos desde la primera vez que los viste.

-Ah… los patos-tortuga. ¡Están muy bien! Voy a visitarlos cada noche.

-¡Suena divertido! –Sonrió su hermano-. ¡Ey, por qué no te acompañó esta noche…?

-¡No! –exclamó más rápido de lo que quiso. Sus ojos se abrieron y se cubrió la boca con una mano. A su lado, Sokka frunció el ceño confundido.

-Está bien –balbuceó-. No voy a robártelos…

-Quiero decir… –la mente de Katara luchaba por encontrar una excusa-. Es como… un tiempo a solas.

-A solas –repitió Sokka, incrédulo.

-Sí, a solas… -afirmó-. Sólo yo y los patos-tortuga. Solos –Sokka suspiró y se encogió de hombros.

-Si tú lo dices… aún así, me gustaría ir a verlos antes de que nos vayamos.

Katara rió nerviosamente y asintió.

-Seguro –consintió-. Te llevaré un día –agarró con fuerza las riendas de su caballo-avestruz y miró para delante, hacia el castillo en la distancia.

Lo siento, Sokka… se disculpó silenciosamente. Pero ya comparto mi tiempo a solas con alguien más. Y creo que él lo necesita más que tú.

Entraron en silencio en los terrenos del palacio y se encontraron con los ayudantes de establo que se encargaron de los caballos-avestruz. Katara les agradeció y se dirigió al palacio.

-Ah, sí, no lo olvides, tenemos que pedirle a Zuko que nos deje mover la tienda de los heridos más graves adentro antes de que el próximo grupo llegue –Sokka le recordó.

-Ah, sí –Katara asintió-. Está bien, te veré luego para comer. Voy a verlo antes de que se me olvida –Sokka cabeceó y siguió caminando mientras Katara doblaba a la izquierda.

Se dirigía al auditorio, mentalmente repasando la lista de razones por las cuales era necesario trasladar la carpa de cuidados intensivo a uno de los edificios del palacio.

Giró en la próxima esquina y por poco choca contra alguien.

-Lo siento, no estaba prestando atención –una voz amable se disculpó. Instintivamente, Katara alzó la vista y vio a un hombre bien vestido frente a ella. Tenía una mirada afectada y líneas de preocupación en su rostro. Sus ojos cargaban tristeza y cansancio-. ¿Estás bien?

-Sí, señor, estoy bien –respondió Katara. Sonrió e inclinó la cabeza levemente-. ¿Está usted bien?

-Estoy bien, gracias –el hombre de mediana edad sonrió una vez más y Katara se apartó para dejarle paso.

Lo observó alejarse por el vestíbulo. Por la apariencia de su ropa, era obviamente un hombre rico, probablemente un noble. Inclinó la cabeza a un lado. Se me hace… familiar… Sacudió la cabeza y continuó su camino hacia el auditorio. Razón número uno… mantenerlos en un solo lugar será más beneficioso para el proceso de curación.

-Sí, estoy seguro –la voz de Zuko se oía desde el pasillo y Katara apuró el paso. Quería alcanzarlo antes de que se desapareciera en otra reunión-. Será puesta bajo arresto domiciliario por un mes.

-¿Y sus armas?

-Procure que todas sean confiscadas y destruidas –ordenó.

-Sí, mi señor.

Katara llegó a la entrada del auditorio justo cuando dos guardas salían. Echó un vistazo al interior y vio a Zuko sentado en su trono, detrás de una baja pared de fuego. Estaba inclinado hacia delante, sus ojos cerrados y con sus manos frotando su frente. Vacilante, entró.

-¿Zuko?

Sus manos bajaron al levantar la cabeza. Sus ojos escudriñaron las llamas y las sombras que bailaban a través de los pilares.

-Katara –susurró-. Lamento no haber podido darle a tu padre una despedida apropiada. He estado indispuesto la tarde entera.

Ella sacudió la cabeza y le quitó importancia con un movimiento de su mano.

-No hay problema. Fue una cosa melosa de abrazos y eso, de todas formas. Ya sabes… no el tipo de cosas que tú haces. Como sea, ¿estás ocupado ahora?

-No, no… ¿Qué sucede?

Katara arrugó el entrecejo levemente y se acercó al trono.

-¿Estás bien, Zuko? Suenas cansado.

-Escucha, entre más pronto me dices lo que necesitas, más pronto puedo cenar e irme a la cama –contestó bruscamente.

Katara suspiró y se encogió de hombros ante su actitud.

-En nombre del equipo médico, vengo a pedir el traslado de la enfermería de los heridos graves al interior, preferiblemente a uno de los cuartos libres en el ala sur del palacio…

-Está bien.

-Espera a oír las razones antes de que digas que no –comenzó Katara, levantando las manos-. Uno, sería mejor no volverlos tan pronto después de…

-¿No escuchaste lo que dije? –Gritó Zuko interrumpiéndola, callando efectivamente a la morena maestra agua-. ¡Dije que estaba bien! Usen cualquiera de las habitaciones del ala sur. Si necesitan más mesas o camas, pídanselas al personal.

-¿De verdad? –preguntó Katara, sorprendida. Estaba segura de que iba a decir que no-. ¿Podemos usarlas?

-¿Las quieren o no? –interpeló violentamente. Katara asintió y él alzó la mano despidiéndola-. ¡Entonces deja de hacer preguntas y vete!

Debió usar todo su autocontrol para no saltar de emoción. En vez de eso, le regaló una de sus mejores sonrisas y se echó a correr hacia la puerta para contarles a los doctores.

-¡Gracias, Zuko! ¡Eres grandioso! –dijo adiós con la mano y desapareció fuera de la puerta mientras Zuko se desplomaba en su asiento.

-Tío… -llamó Zuko cansinamente, sin molestarse en mirar hacia el almohadón donde su Tío estaba sentado, más abajo que él. Iroh estaba tomando té tranquilamente, escondido detrás de un pilar y fuera de la vista de Katara-. ¿Qué piensas?

-Creo que es una buena idea trasladar a los heridos más críticos a un establecimiento más permanente –musitó.

-No – Zuko frunció el ceño-. Con Mai. Es la tercera vez que su padre viene pidiéndome perdón en nombre de su hija. Es un buen hombre y sé que ella le importa. Pero después de todo, ella ayudó a Azula y… -su voz se apagó, sonando inseguro.

Iroh contempló su taza de té.

-Zuko, sabes que yo creo en las segundas oportunidades. Y Mai y Ty Lee no son malas chicas, solo amigas leales a Azula. No puedes culparlas por eso.

-Lo sé… lo sé… -Zuko levantó la cabeza y miró a las llamas frente a él-. Quiere reinstaurar en Mai el estatus de noble y el perdón por haber ayudado a mi hermana. Pero nunca hemos podido encontrar el cuerpo de Azula, y por lo que sabemos aún esta viva en algún lugar y Mai podría estar ayudándola.

-Por lo que su padre nos ha dicho, Mai ha pasado cada día en casa y no se le conocen visitantes –le recordó con calma-. Si estás tan preocupado, podemos ponerle guardias para que la observen. Incluso traerla al palacio y ponerla bajo arresto domiciliario. Después de todo, no sería justo que no la perdonases siendo que has perdonado a miles de soldados que trabajaron bajo las órdenes de Azula y de tu padre.

Zuko masculló la situación en voz baja. Siguió mirando fijamente a las llamas por un rato más antes de ponerse silenciosamente de pie.

-Voy a… pensarlo un poco más... –sin hacer ruido se encaminó hacia las puertas detrás de su trono y se deslizó fuera del auditorio.

Ty Lee había sido fácilmente perdonada. Tan pronto Azula cayó y Zuko tomó el poder, corrió de vuelta al circo. Había estado triste ante la perdida de su amiga, pero nunca quiso ser parte de la guerra en primer lugar. Mai se había unido simplemente para no estar aburrida. No se distinguía por matar, tampoco. Pero cuando lanzas cuchillos, dardos o diferentes objetos punzo-cortantes, como estilo de pelea, alguien está destinado a ser dañado. El Avatar y sus amigos eran apenas un objetivo para esas tres niñas.

Ya estaba oscuro y Zuko se dirigió a los cuartos reales, completamente absorto en sus pensamientos. Tenía que hacerle saber su decisión mañana al padre de Mai.

-¡Piensa rápido! –vio algo del tamaño de un puño volar en dirección a su cabeza y rápidamente levantó su mano. Atrapó en el aire el pedazo de pan y parpadeó inexpresivamente dándose cuenta de que era. Una risa divertida resonó en el estanque-. ¡Ey, Señor del Fuego! ¿Demasiado cansado para ayudar a alimentar a los patos-tortuga esta noche?

El pan suave quedó en su mano, mientras el miraba hacia el estanque a la figura que lo invitaba, envuelta en su usual bata de huésped y, lo que asumió como, encima de la ropa de dormir. Katara estaba de pie con las manos en las caderas y una bola de pan en una mano. Su caballo estaba suelto por ser de noche y había leves ondas marrones alrededor de su cara. Y estaba sonriendo, como siempre.

-Estoy cansado –dijo simplemente y le lanzó de vuelta el pan. Ella lo atrapó con la otra mano.

-Sí, eso parece.

Dejó salir un gruñido bajo.

-Escucha, no tengo tiempo para alimentar a los patos-tortuga esta noche. Necesito descansar un poco.

-Descansar –repitió Katara interrogante-. No sabía que le cansaba tanto al gran y poderoso Señor del Fuego sentarse en una piedra llana y arrojar bolas de pan al agua.

Zuko bufó indignado.

-Al menos reconoces que soy grande y poderoso.

-Está bien… pero tú te lo pierdes –Katara se encogió de hombros. Se dio vuelta yendo hacia la orilla del estanque. Zuko se quedó mirándola mientras alzaba los dobladillos de su bata antes de sentarse en una gran piedra chata al lado del estanque. Sus ojos permanecieron en el pedazo de tierra que había mandado a colocar el día después de su primera sesión alimentando a los patos-tortuga.

Con toda la lluvia, el suelo estaba inundado y sus ropas, como las de Katara, estaban manchadas de barro. Cuando se quejó, Katara se encogió de hombros y sólo le dijo que cuando uno une agua con tierra, se forma barro y que eso era inevitable. La noche siguiente, cuando ella llegó, él estaba sentado en una piedra plana con una sonrisa satisfecha en su rostro, como si le hubiese ganado. Sin embargo, en el momento en que ella se sentó a su lado y empezó a lanzar el pan en bolas, se preguntó si no era ella quien le había ganado a él.

Después de eso, cada noche, alrededor de medianoche, los dos se encontrarían por casualidad en la piedra debajo del árbol. Katara siempre traería pan para alimentar los patos-tortuga. A veces, hablarían de tonterías. A veces harían comparaciones entre el Polo Sur y la Nación del Fuego. Pero la mayoría de las veces, se establecería un silencio cómodo con nada más que el sonido del agua y de los patos-tortuga.

Zuko se agarró de la parte superior de la barandilla. Con un movimiento fluido, le saltó por encima y paso al otro lado, aterrizando en el césped. Sin hacer ruido se dirigió a la piedra. Katara ni siquiera tuvo que darse vuelta para saber que se estaba acercando. Es más, sólo se corrió un poquito sobre la piedra y levantó un pedazo de pan. Él lo tomó y se sentó a su lado, como si fuera la cosa más normal del mundo.

-Parece que va a llover esta noche –dijo Katara con normalidad mientras rasgaba un pedazo de su pan-. ¿Estás seguro de qué quieres quedarte afuera? Tu bata se va a embarrar otra vez.

-Puedo hacer lo que yo quiera –le contestó orgulloso, imitando sus movimientos-. ¿Encontraron la habitación para los heridos más graves?

-Encontramos una perfecto. Gracias –el asintió solemnemente.

Pasaron unos momentos de silencio mirando a los patitos-tortuga perseguirse los unos a los otros alrededor del estanque. La madre y el padre pato-tortuga los miraban cuidadosamente desde lejos, listos para intervenir en cualquier momento y salvarlo.

-¿Crees en las segundas oportunidades? –las palabras salieron de su boca antes de que pudiese detenerlas. Escuchó a Katara moverse para mirarlo, pero mantuvo su vista clavada delante de él.

-¿Segundas oportunidades? –inquirió con calma. Sonrió alegremente-. ¡Por supuesto que sí! Nunca sabes si una persona puede cambiar para mejor y creo que todos debemos tener una posibilidad para probarlo. Quiero decir, tú tuviste una segunda oportunidad y te volviste para mejor.

Permaneció callado y por fin cabeceó.

-Entonces, ¿tú le daría una segunda oportunidad a tus enemigos?

-Ya lo he hecho –le recordó. Arrojó el último trozo de su pan al estanque y se volvió para mirarlo-. Tú también lo hiciste. Creo que ya lo sabes –agregó tranquila.

El joven Señor del Fuego dejo que un bebé pato-tortuga comiera los restos de pan de su mano. Lo observó regresar junto a sus hermanos y apoyó su mano sobre su regazo.

-Gracias.

Una mano calida se deslizó por encima de la suya. Unos dedos delgados enlazaron los suyos y los apretaron delicadamente.

-No fue nada –le aseguró en voz baja. Los ojos de ella permanecían en las pequeñas criaturas que nadaban delante de ellos-. Es por eso que estoy aquí.

Una gota de agua aterrizó entre ellos y pronto, se vieron atrapados por la lluvia.

Unos ojos dorados se cerraron, cansados, mientras se acomodaba en el asiento. Sacó su mano debajo de la de ella y por un momento Katara sintió caérsele el alma hasta los pies. Fue invadida por la humillación, así también como por una ola de rechazo. Mentalmente se maldijo por actuar tan impulsivamente. Sólo había querido asegurarle que siempre iba a estar dispuesta a ayudarlo.

Ella no había querido que un simple gesto significara más que eso. Pero quizás sí. Repasando los movimientos en su cabeza, se reprendió a sí misma por haber siquiera pensado que Zuko la quería como a una buena amiga y no solo como a una campesina de la Tribu Agua que había tolerado por la paz.

¿Había comprendido él, el verdadero significado? ¿Estaba indignado? ¿Enojado? ¿Dejaría de alimentar a los patos-tortuga con ella? Estaba a punto de retirar su mano cuando una más grande y callosa la cubrió con cuidado. Los dedos de él se acomodaron entre lo de ellas uniendo sus manos tranquilizadoramente.

Él estaría allí la próxima noche.


N.A. ¡Hola! Este es mi primer fanfic de Avatar, así que por favor sepan disculpar algo muy OOC o que no sea así. Esto fue escrito después del capítulo 30 y algo, así que sólo tenemos hasta ahora a los personajes mencionados. Por favor sean amables: comentarios, preguntas y críticas son siempre bienvenidas. ¡Por favor, no flames! ¡Gracias por leer!

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N/T: ¿Cómo va? Soy nueva en este género y acá traigo una traducción de la señorita DamageCtrl a quien admiro mucho. Rythm of the Rain es el original y aquí les va el link.

www. fanfiction. net /s/ 3108579 /1 / RhythmoftheRain (y guiones bajos entre cada palabra)

Sin los espacios, obvio, el link para la autora, lo pueden encontrar entre mis favoritos. En fin, espero que hayan disfrutado el primer Cáp. (Son 25 en total) y los iré subiendo poco a poco. Para esta semana, no, sino para fines de la otra prometo traerles el segundo. Ya que me voy de vacaciones

Un beso, que estén bien

MTBlack.

Go? (yo le aviso a la autora, y de paso me dicen que tal lo hice con la traducción :P)