Notas de la autora:
1- Deseo escribir una fanfic de Ômega desde que empezo la serie, pero aún es temprano. Necesito verla más, conocer mejor los nuevos personajes y su cotidiano em Palaestra. Falta material. ¡Pero sé todo de Shiryu y Shunrei! Todavía el episodio de Ryuhou me toca el corazón y di la luz a essa fic. Jaja. Los hechos sobre la pérdida de los sentidos de Shiryu no están muy aclarados en el episodio, entonces me tomé la libertad de crear algunas cositas para llenar lo que no sabía.
¡Creo que me ha quedado tierna! ¡Buena lectura"
2 – Los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya Omega pertenecen al tío Kuruama y a la Toei. ¡Los outros personajes son míos, míos, míos!
De Almendras y Rosas
Chiisana Hana
Beta-Reader: Nina Neviani
Traductora: Lannyluck
Le habían prometido a ella que en los próximos años no iba a haber guerra. El maestro le juró que los sobrevivientes de la guerra contra Hades tendrían docientos años de paz. Ella lo creó. Hasta el dia que Shiryu se marchó de nuevo. Ella nó lloró, no se quejó. Sufrió, es verdad. Pero a él le dedicó una sonrisa y le deseó buena suerte, rogando a Dios que lo protegiese. Él volvería. Él siempre volvía, al fin y al cabo. Aún más ahora que se habían unido en matrimonio y tenían un hijo, nacido hace diez meses. Se llamaba Ryuhou. No poseía buena salud, pero era lindo y amable. Tenía el aspecto del padre y de su madre heredó los ojos.
Le puso el niño a los brazos de Shiryu y se conmovió cuando el amado acomodó el hijo junto al pecho.
- Hijo mio... - él murmuró abatido – tu padre volverá, no importa lo que pase.
Shiryu besó al niño que sujetó un mechón de cabello del padre. Amablemente, Shiryu le apartó las manitas de su pelo y le entregó a la madre, diciendo.
- Yo volveré, Shunrei. Por ustedes.
- Yo sé, Shi. - Dijo ella. - Te lo creo. Vamos a esperarlo, ¿vale, Ryuhou?
El bebé dió un sonrisa adorable, como si entendiera lo que le decía su madre. De nuevo Shiryu le dió un besito, seguido de un beso en la esposa. Puso la Caja de Pandora en la espalda y se machó.
Sólo muchos días después ella tuvo notícias, cuando la llamaron de Japón y la avisaron que él estaba en el hospital. Ella ya lo esperaba. Siempre pasaba tras las batallas, siempre tan árduas. Pero siempre agradecía por él estar vivo. Si está vivo, nada más importaba. Cogió la maleta que ya había arreglado por tener expectativa de notícia, puso algunas cosas más que juzgó necesárias y los utensilio de uso diario. Tomó a Ryuhou en los brazos, lo baño, vistió, amamantó y se marchó, cerrando la casa que ahora estaba reformada y más grande, como ella siempre había soñado. Shiryu hizo solo las transformaciones una vez que siempre ha tenido habilidad con el servicio domestico y todo arreglaba solo. Hasta había aprendido a trabajar com madera y había entallado en un tronco un dragoncito para que Ryu lo montase, en lugar del tradicional caballito que tenían los niños comunes.
Desembarcó em Japón y se dirigió hacia el hospital, llevándose el hijo. Fue recibida por una Saori muy pálida. En el rostro de la diosa había una expresión de sufrimiento que no le gustó a la china. Se abrazaron por mucho tiempo, sin nada decir.
¡Pero cómo creció esse niñito! - Se esforzó Saori para sonreir y jugar com Ryuhou.
- Sí, ellos crecen demasiado rapido. ¿Cómo está Koga? - Shunrei preguntó, referiéndose al niño que Saori creaba y que, se fiaba ella, era hijo de la diosa. Ella sólo no entendía la razón de ocultar esa información. El niño pelirrojo era un poco mayor que Ryohou y tenía unos ojos expresivos que le recordaba los de Seiya
- Está bien. - Dijo Saori y Shunrei percibió que ella se tocó el brazo derecho con una expresión de dolor.
"Ella también se hirió..." Observó Shunrei en pensamiento. - Shaina está con él ahora. Pero tú no has venido de Rozán para eso... ven, voy a llevarla a ver a Shiryu.
Shunrei acompaño a la diosa. Cuando pararon delante de la unidad de tratamiento intensivo, Ryuhou reconoció al padre de inmediato, aunque Shiryu estubiese conectado a muchos hilos y tubos.
- Papá... - Gritó el niño. Shunrei sonrió.
- Es lo único que sabe hablar. - Dijo Shunrei. - Es demasiado encariñado al padre. Pero dime, Saori, ¿quá le pasa realmente a Shiryu?
- Shiryu está muy mal, Shunrei, infelizmente. Siento decirtelo.
- ¿Qué le pasó?
- Él perdió todos sus sentidos.
- ¿Todos? - Se puso sorprendida Shunrei. - No estaba preparada para tal. Shiryu siempre volvía ciego o seriamente lastimado, pero jamás había perdido todos los cinco sentidos. Ella jamás lo podía imaginar.
- Sí – Asentió Saori, con pesar.
- ¿Hay alguna posibilidad de recuperación?
- Los médicos todavía no saben. No logran determinar la causa de la pérdida y por eso no saben como tratarlo. Lo siento mucho, Shunrei. Si quieres, puedes quedarte con él en mi casa, hasta que se recupere...
- No, gracias. - Dijo Shunrei, resolutiva. - En cuanto digan los médicos que él puede viajar, volveremos para nuestro hogar. Él, yo y nuestro dragoncito. Allá es nuestro sítio. Sólo me gustaría quedarme en tu casa mientras Shiryu esté aquí. Ryuhou es tranquilo y no vamos molestar a nadie.
- Por supuesto. A Koga le va a encantar jugar com Ryuhou... bueno, me voy a casa ahora. Si quieres, ven con nosotros.
- Sí, voy a ir. Necesito dejar nuestro bagaje allá y Ryuhou necesitar descansar un poco. Después volveremos.
Cuando regresó al hospital, Shunrei habló por mucho tiempo con los médicos encargados de Shiryu, pero todos dijeron la misma cosa: era irreversible. Como si la pérdida gradual de los sentidos, que pasaba con la edad lo hubiese agarrado de pronto, sin posibilidad de recuperarse. Shunrei ya se había acostrumbrado con sus regresos sin visión, pero ahora él también no va a oír, no va a sentir los olores y los sabores, no va a tener ninguna sensación táctil. Era como estar muerto en vida, le dijeron los médicos.
Pero ella sabía que no era bien así. Sabía que su amado estaba allí, luchando con todas las fuerzas para rescatarse. Y él iba a lograrlo. Iba a volver a sentir el olor del aceite de almendras que ella pasaba em Ryuhou, iba a volver a sentir el olor del água de rosas con la cual ella se perfumaba, iba a sentir el gusto de su comida, de sus besos, iba a oír su voz susurándole lo cuanto lo amaba.
