N; A "!Hola mis amigos Lectores!, esta vez no les dejaré esperando tanto, primero empezaremos con el prólogo de la Historia, ¿Les parece?, el prólogo es algo corto. "La leyenda de Jack Sparrow" a esta, es exactamente lo mismo, y lo descubrirán cuando lean, se darán cuenta que sufrió cambios para bien, asi como también sabia que se merecían este cambio.

Si te gusta porfavor, me arias muy feliz con un review ¿Si? =)

Atte: Madame Rouge


"Prólogo"

El plateado aire, sobre el rio oscuro que pasa,

Cuando las lunas del

Mundo son circulares,

Doscientas veces las lunas de los mares más

Allá del mundo, rodaron sobre el aliento azur de la bahía

Azules eran sus mares, murmurando suave mientras hoyen sus apacibles

Notas, tan calmos como la espuma del mar, que duerme en el Océano

Cádiz, España

La brisa de la noche había helado sus espaldas durante toda esa travesía, el olor a humedad podían percibirlo entre las lianas y Palmeras. Antón Carteret, primer oficial de la armada de España, estaba dirigiendo a sus hombres Españoles, cuidando que ningún detalle se les escapara de sus manos.

¿Acaso no habían estado satisfechos con destruir la fuente de la juventud?, su rostro estaba cubierto de sudor, antes de que el hombre negro le hubiera guiado siquiera hacia el lugar que ellos deseaban encontrar, estaba claro que ni siquiera habían llegado a la mitad del camino.

Parecían que sus armas brillaban con el Tinte de la Muerte, el viento se sentía como si miles de alientos gélidos chocaran contra su piel, desgarrando por completo su tranquilidad, el lugar estaba completamente oscuro, no miraban más que sus manos heladas por el frio que habitaba ahí.

Uno de los oficiales españoles giró la antorcha y volvió su vista hacia su Capitán.

─Ahora, a la izquierda─ dijo cuidadosamente el Español, con ese acento inigualable─ Vigilen donde pisan, el sendero está cortado por fuertes arroyos, no querrán tener una muerte demasiado fatal.

─Entonces..., camina más despacio, no puedo distinguir bien entre mis piernas o las tuyas ─dijo el soldado en un tono de irritación, el largo saco que tenia puesto no le permitía moverse con facilidad, lo cual, podría traerle problemas serios.

Su respiración cada vez era más entrecortada, sus piernas temblaban como dos gelatinas ante el disfrazado pánico que comenzaban a sentir involuntariamente, uno de ellos estaba seguro, que ni siquiera habían pisado la mitad del largo camino, sentían como si estuviesen en un lugar completamente aislado del mundo de los vivos.

El sendero se hacía cada vez mas empinado , tanto, que uno de ellos tuvo que guardar su Arma en su funda, para poder tener libre la mano izquierda, ya si, poder sostenerse mejor. Se negaban a mirar abajo, pues sabían que si lo hacían, perderían la noción del tiempo, así como también, perderían su vida.

La brisa silbaba entre las palmeras de abajo, no estaban seguros si eral el ruido natural del viento, o lamentaciones aterradoras que hacían que su piel se levantara de un segundo.

El capitán Español, aquel que había tenido la orden de eliminar la fuente de la juventud, porque la consideraban una aberración hacia Dios, caminaba lenta y cuidadosamente, sin girar siquiera unos centímetros su mirada hacia atrás.

─Señor…, este no es el camino correcto, nos dirige hacia la misma dirección.─ Le espetó uno de sus hombres completamente aterrado, Antón Carteret no se molesto en contestarle tan ignorada conversación, el hombre tenía completamente confianza en sí mismo, si pudo encontrar la tan buscada fuente de la juventud, por el mismísimo Juan Ponce de León, no se detendría ante nada estando ahí, aunque ni siquiera hayan recorrido un cuarto de la travesía.

El sonido de los arroyos era cada vez más fuerte, confiado de sus propios instintos, continuaron caminando, sentían como sus pies no podían sostener su propio peso, la luz cegadora de las antorchas, provocaba un calor extraño en sus cuerpos.

─Estamos cerca ─dijo el Carteret sosteniéndose fuertemente─Estoy seguro que el camino es por aquí, pronto lo encontraremos.

Sus hombres no estaban seguros si continuar con el camino, pues sabían de antemano que era el camino incorrecto, lo había sido, desde que comenzaron ese viaje interminable, su alteza les había ordenado de nuevo, encaminarse hacia un lugar, que ni ellos mismos estaban seguros si existía.

─No deberíamos estar aqui─dijo otro de ellos, sosteniendo con sus manos, una pequeña botella de Vino tinto, eso era lo único en ese momento que podría calmarlos.

─! Maldición! ─Exclamó el capitán Español completamente enfadado, dos de sus hombres ya habían muerto, los demás estaban cerca de perder completamente la cordura, habían caminado días, sin encontrar una salida, no tenían ni escrituras ni mapas, solamente se encontraban guiados por su intuición, que cada vez, los llevaba más cerca de la muerte.

Sufrían hambre, sed, sus ojos se cerraban solos ante el cansancio, y sus pensamientos, divagaban cada vez más, al no encontrar la salida. Antón tenía una cruz rodeando su mano, llena de astillas, ampollas, y demás. El tampoco podía más con el hambre, la sed, y el cansancio.

Pero, ¿Qué era exactamente lo que buscaban ahora los españoles?, oscuras eran las arenas de las distantes costas, nunca más vislumbrarían los horizontes, lo que estaban viendo, sería lo último que recordases de ese terrible viaje.

─No debimos acabar con la Fuente de la Juventud─mascullò un soldado, la tensión le teñía la voz─ El alma de Juan Ponce de León, ahora nos persigue, y no descansara hasta vernos tres metros bajo tierra.

Antón se giró hacia su soldado, con una mirada firme y desafiante ─ ¡Silencio! ─Ordeno─ Esas no son más que calumnias absurdas, y guarden silencio, que el ruido no hace más que empeorar las cosas aquí.

─ Esto se está acabando, su dios no podrá salvarnos.

─ ¡No blasfemes! ─Gritó con furia desahogando todo el recelo que sentía en ese instante ─ Nada nos ocurrirá, no defraudaremos a su majestad, iremos en contra de los mares si es necesario.

Sus pies continuaron caminando lentamente, De pronto la fuerte brisa se desencadenó por completo, los hombres sentían como sus cuerpos se despegaban del suelo, eran como si miles de manos los arrastraran hacia abajo.

─! Sosténganse! ─gritó El capitán con las pocas fuerzas que le quedaban, la fuerte presión que los dirigían hacia abajo, era demasiado fuerte y fuera de lo normal, lo único que se escuchaba en ese lugar, eran los gritos desesperados por los Españoles, buscando un aliento que los ayudara a sobrevivir, se vieron a sí mismos viéndose morir lentamente, hasta el fondo, sus huesos se quebraban ante tanta fuerza.

La Cruz que sostenía Antón Carteret, cayó hasta el fondo, girando lentamente, como si la noción del tiempo hubiera terminado en ese momento, y con ella, sus vidas.