Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Suzanne Collins yo solo los tomo sin ningún fin de lucro para mis historias que sí son originales.
Prólogo
En un nuevo Panem, donde ya no existía el antiguo poder del Capitolio, donde los niños podían ser niños, donde las hambrunas ya no eran un problema y salir a cazar para sobrevivir y mantener a tu familia tampoco lo era. Peeta sostenía su fuerte mano cálida en las mías, que eran frágiles y agrietadas, gracias a la rebelión que hace más de dieciséis años se formo en Panem. La brisa fría sacudía el cabello de unos niños jugueteando en el jardín de la aldea de los vencedores. Los dientes de león seguían intactos, como si el tiempo no hubiese pasado para ellos, la palabra perfecta es pureza para describirlos.
Los niños que hace minutos habían estado jugando como si no hubiese un mañana, se acercaron a nosotros para abrazarnos. Esos niños que mencioné hace un momento, son nuestros hijos, aunque cueste creerlo. Gracias a la insistencia de Peeta por tener hijos terminé cediendo. Él hizo tanto por mí y lo que más se merecía es tener una familia. Él niño de cabello rubio rizado y ojos grises se me acercó para darme un gran beso y un abrazo y la niña de once años, cabello oscuro y ojos azules se acercó hacia Peeta. Nunca pensé que mi vida iba a ser tan perfecta. Supongo que por estos momentos luchar se hizo necesario, por estos momentos donde la libertad para las generaciones siguientes era necesario luchar.
Pronto el jardín se convirtió en un lugar negro, Peeta ya no estaba a mi lado ni los niños ni nadie. Estaba sola de nuevo, en esta depresión terrible, como cuando murió mi patito. Estaba al borde de la desesperación. Corrí, corrí y corrí, esperando encontrar algo en esa penumbra que amenazaba con consumirme, mis pies corrían hacia cualquier lugar sin saber a donde me dirigía. Me detuve, desbordando en lágrimas mientras sentía que un enorme agujero negro me tragaba.
Grité desesperadamente. Las lágrimas me consumían. Agarré mis manos tapándome la cara sin ver nada de lo que sucedía a mi alrededor. Unos brazos frágiles me sostenían. Me extrañó el no sentir los brazos cálidos y fuertes de Peeta. Me separé, extraña por el contacto ajeno. Decidí sacarme las manos del rostro y observé que no estaba en la aldea de los vencedores, que no estaba en una gran cama junto a Peeta y que el ruido de los niños en la sala no se escuchaba. Me froté los ojos, pensando que esta era otra de mis pesadillas. Pero la imagen seguía ahí, tan real como lo fue cuando vivía en esa humilde casa de la beta. Retrocedí brutalmente hasta llegar a la cabecera de la cama. Al frente mío unos ojos azules me miraban con preocupación, pero esos ojos azules no eran de Peeta. Eran de una pequeña niña con trenzas y ojos azules, con la misma preocupación que el mismo día de la cosecha. Mi garganta no podía articular palabra alguna, un grito ahogado salio de mí, pareciendo un chillido, sin poder creer la imagen ante mis ojos, lo único que pude divisar fue como miles de mariposas revoloteaban en el aire y la penumbra se hizo presente para luego quedar en un estado de inconsciencia.
*.* Hace años quería publicar esta historia, tuve la idea en mente por varios meses pero recién ahora me animo a escribirla. Espero que les guste el prólogo, nos leemos pronto c:
